viernes, 5 de febrero de 2021

Fátima: Un asunto pendiente, ¿Qué es lo que no se hizo?

 



I PARTE


 La historia de Fátima no es sólo la historia, aun si una notable y convincente historia verdadera, de la Reina de la Paz que descendió a la tierra para traer un Mensaje de paz, así como admoniciones urgentes a tres niños inocentes. Ni es simplemente un Mensaje destinado sólo a ellos, sino que, a todo el mundo y confirmado por el irrefutable y asombroso Milagro del Sol, testificado por decenas de miles de personas.

 ¡No! Fátima es todo eso y mucho más. Es, como el fallecido Padre Malachi Martin señaló, el acontecimiento fundamental de los últimos cien años, la lente a través de la cual la lucha gravísima entre el Bien y el Mal, con que se enfrentan las almas de los hombres de nuestro tiempo, puede ser observada en su formidable y aterradora realidad. Es el prisma a través del cual podemos ver toda la pauta que se reflecte en lo que podría dar idea que hubiese sido una serie de desafíos variados y aislados en el mundo contemporáneo, desafíos en las esferas sobrenatural, histórica, religiosa, moral y geopolítica.

 

Aquí, por lo menos, su deseo radical de saber toda la verdad de nuestra existencia precaria, confiado en que, sean cuales sean las tribulaciones que tengamos que enfrentar, por fin, Su Inmaculado Corazón realmente triunfará.

 Hoy hay tanta gente, tantos católicos, que intentan comprender los peligros y las degradaciones que asaltan el mundo y sus familias, concentrándose en un área en particular, como la liturgia o la política, o adhiriéndose a la consolación de devociones particulares o de movimientos en el interior de la Iglesia, pero son incapaces de ver el cuadro en toda su grandeza. Están mirando sólo a una pequeña parte de la piel del proverbial elefante. A través de la lente de Fátima y con la gracia del valor que el Espíritu Santo nunca deja de proporcionar, podemos aprender a ligar los bocados, aun si retrocedemos espantados ante la imagen que emerge.

 ¿Habrá aquí asuntos pendientes?

 Aquello que todos oímos en los últimos tres días y también ya hoy, orador tras orador, confirmó lo que la mayor parte de nosotros ya conocía, o de que por lo menos había fuerte sospecha, debido a lecturas o investigaciones personales a lo largo de muchos años.

 Hay en efecto, asuntos pendientes con respecto a la historia de Fátima y a las órdenes dadas a la humanidad y al Santo Padre por Nuestra Señora, cuando apareció a Lucía, a Francisco y a Jacinta en 1917 y que Ella y Nuestro Señor desarrollaron en subsecuentes apariciones a Sor Lucía, en su convento.

 Hay asuntos pendientes en relación al Tercer Secreto. Y hay asuntos pendientes referentes a la Consagración de Rusia.

Las muchas discrepancias con respecto al Secreto aún no han sido explicadas. Entre ellas:

 ·        Las dimensiones y el aspecto del papel donde fue escrito;

 ·        La colocación de los sobres y lo que está escrito en ellos;

 ·        El abrupto cambio de posición de Sor Lucía en 1989;

 ·        El origen celeste contra supuestamente humana de la fecha de 1960 para divulgación del Secreto y de la oración “Oh mi Jesús”;

 ·        Los detalles de la visión publicada en el 2000 contra las interpretaciones que le fueron dadas;

 ·        Si su significado pertenece al futuro o completamente al pasado;

 ·        Lo que sea que Sor Lucía realmente dijo al Cardenal Bertone en el 2000 y 2001. (A estas alturas no sabíamos si fue la verdadera Lucia o la falsa, los rumores sobre su muerte fueron muchos, como también lo fueron los de la falsa Lucia).

 Podríamos continuar aún más con estas minucias, pues cada detalle presentado por el Vaticano sirve sólo para levantar más preguntas no contestadas. ¡Y claro! está el caso de los asuntos pendientes con respecto al Secreto que nadie puede negar de manera convincente, así como el encubrimiento de las palabras de Nuestra Señora. Siendo que es innegable, tanto por la evidencia intrínseca como la extrínseca:

 ·        Hay un contenido, aún no revelado, del famoso “etc.”;

 ·        Hay el hecho del comentario sobre la fe en Portugal que no tiene conexión con los asuntos anteriores y que sólo se puede relacionar con lo que viene después;

 ·        Hay el hecho de que Nuestra Señora habiendo pensado necesario explicar la visión del infierno, que por la descripción de Lucía, no ofrecía cualquier duda a partir de su aspecto “video”, aun no habiendo cualquier “audio” que lo explicase; y quieren que creamos que nuestra Madre Santísima no vio cualquier necesidad de explicar la visión del “Obispo vestido de blanco” que, como sabemos por muchas interpretaciones que ya le fueron dadas, no se explica por sí mismo;

 ·        Hay las referencias específicas a las “palabras” de Nuestra Señora, hechas por aquellos que han leído el Secreto – no sólo por Sor Lucía misma, sino también por el Cardenal Ottaviani (Y notablemente por el portavoz del Papa Juan XXIII, que al explicar su decisión de no revelar el texto, dijo que “aunque la Iglesia reconoce las apariciones de Fátima, no se compromete a garantizar la veracidad de las palabras, que los tres pastorcitos dicen haber oído de Nuestra Señora”).

 ·        Y hay también el hecho de que las descripciones del contenido del Tercer Secreto, hechas antes del año 2000 por personas que se sabe que lo habían leído, apuntan a elementos que no se encuentran en la visión. Tenemos comentarios de los Cardenales Ottaviani, Oddi, Ciappi, y del entonces Cardenal Ratzinger, así como del Padre Malachi Martin (que dijo que el Cardenal Bea le había mostrado en ese entonces, en que el Papa Juan XXIII decidió no divulgarlo) y aún del mismo Papa Juan Pablo II en 1980. Sin citar las palabras textualmente, todos estos lectores del Secreto se refirieron a un contenido que es compatible con la visión divulgada en el 2000 pero que no está, indudablemente, contenido en ella.

 Aunque toda la verdad sobre el Secreto no pueda ser conocida con toda la certeza – al final, es un Secreto – se podría pensar que habría poco espacio para dudas en el caso de la Consagración de Rusia.

 Innumerables veces, hasta 1989, Sor Lucía insistió en tres condiciones para que se cumpliese el pedido de Nuestra Señora para la Consagración de Rusia: (1) que Rusia sea específicamente nombrada como siendo el país a ser consagrado; (2) que la Consagración sea hecha de forma pública y solemne; y (3) que el Papa debería hacer la Consagración juntamente con todos los Obispos católicos del mundo.

 Si tomamos literalmente estas condiciones, es simplemente un caso de registro histórico, que no haya sido hecha ninguna Consagración que las cumpla:

 ·        Rusia nunca fue mencionada por su nombre, excepto en una carta apostólica enviada por el Papa Pio XII a los pueblos de Rusia en 1952. El texto incluía una declaración de Consagración, pero no se hizo cualquier ceremonia.

 ·        Las consagraciones públicas hechas por varios Papas, aunque pareciesen a la primera vista hechas en respuesta al pedido de Nuestra Señora de Fátima, fueron Consagraciones del mundo, y no de Rusia o de cualquier otro país en particular.

 ·        Y aunque algunas de estas Consagraciones hubiesen envuelto muchos Obispos, ninguna llegó ni siquiera cerca de envolver todos los Obispos del mundo.

 Como es evidente que la Consagración no fue hecha según las instrucciones de Nuestra Señora, hay una tendencia para cambiar el debate a la cuestión de que si lo que se hizo haya sido o no suficientemente parecido para ser válido, desde el punto de vista de Dios.

 El Cardenal Bertone relató que, en sus largas entrevistas con Sor Lucía en 2001, ella le dijo que “la Consagración pedida por Nuestra Señora se hizo en 1984 y fue aceptada por el Cielo”. (Esta consagración no cumplió con las tres condiciones especificadas mas arriba) Aunque la primera mitad de esta frase sea imposible de reconciliar por completo con su insistencia permanente en cómo Rusia debería ser nombrada.

 La segunda afirmación de que había sido aceptada por el Cielo, está totalmente opuesta a la posición que ella siempre tuvo: que Dios y la Madre Santísima acogen aún las tentativas imperfectas para cumplir Sus deseos, aun si no llegan a cumplir Sus pedidos y por lo tanto, no traen los beneficios prometidos.

 Por ejemplo, Sor Lucía insistió en que la Consagración del mundo hecha por Pio XII en 1942, ayudó a apresurar el fin de la Segunda Guerra Mundial, así como hoy mucha gente (y tal vez hasta Sor Lucía misma), consideró que la Consagración hecha en 1984 por Juan Pablo II, ayudó a realizar el colapso del comunismo soviético. (históricamente hablando no se puede relacionar esta caída del muro con lo de 1984. La Unión Soviética ya representaba antecedentes de decadencia antes de este año como lo de Afganistán en 1979 y Chernóbil en 1986 que fueron los verdaderos detonantes de esa posterior caída).

 Pero por grandes que sean las bendiciones, no son la conversión de Rusia, ni el tiempo de paz que Nuestra Señora prometió, si el Santo Padre consagrase a Rusia como Ella pidió. De ninguna manera tampoco están éstas de acuerdo al escenario que Nuestro Señor expuso a Sor Lucía hace tantos años: una conversión de Rusia tan efectivamente dramática – y directamente siguiendo la Consagración de aquella nación, hecha por el Papa – que convencería a toda la Iglesia, en todo el mundo, sobre el poder de María y la importancia de la devoción a Su Inmaculado Corazón.

 Pero es posible que, durante la década de 1980, el Santo Padre y hasta Lucía misma se habían resignado a la conclusión de que nada más sería posible en nuestro tiempo. Aún en los primeros años de su pontificado, Juan Pablo II había dicho a una audiencia en Alemania, que era demasiado tarde para evitar las tribulaciones, sobre de las que Nuestra Señora de Fátima había avisado y que estas sólo podrían ser mitigadas, especialmente rezando el Rosario.

 Así que tal vez, Sor Lucía pudiese mantener consistentemente:

 1.   Que la Consagración a la que las promesas originales de María estaban ligadas, no había sido hecha y tal vez ya no pudiese ser hecha, pero:

 2.   Que se había hecho una forma de Consagración que Dios consideró aceptable, de acuerdo con las circunstancias, y que seguirían de ella bendiciones significativas. Esto no es convincente bajo ningún aspecto respecto al tercer secreto de Fátima, aún considerando que Dios Nuestro Señor es misericordioso y que hasta en el Antiguo Testamento, exigía la conversión de toda una ciudad, pero estaba dispuesto a ser satisfecho por solo diez personas. Aquí se trata no de la misericordia de Dios, sino de la veracidad del cumplimiento al pie de la letra, de la consagración de Rusia que requiere el cielo por medio de la Santísima Virgen María.

 Casi que se puede imaginar al Papa Juan Pablo II –Que se consideraba el “Papa de Fátima”, que sentía tal gratitud para con Nuestra Señora que entregó su pontificado a Sus brazos maternales– a decir, en efecto: “Aquí está, Madre; es lo mejor que vas a recibir”. Y a María Santísima concediendo las bendiciones limitadas que hemos visto hasta hoy, con las palabras: “Aquí tienes, querido hijo, es lo mejor que vas a recibir”. Y después los dos a mirarse en los ojos, y Nuestra Señora a añadir entre lágrimas: “Pero si supieras lo mayor que quería darte”.

 ¿Pero tenemos que contentarnos con medio “pan”? ¿No debemos aspirar a obtener todas las bendiciones que Nuestra Señora prometió? ¿No deberíamos hacer todo a nuestro alcance para desviar las calamidades de que nos avisó y a que Nuestra Señora aludió al mencionar el destino del Rey de Francia?

 Aunque Nuestro Señor hubiese dicho que sería tarde, tal vez aún no sea demasiado tarde. (a estas alturas ya es tarde, muy tarde, el tiempo ya se pasó por un lado y por el otro los prelados actuales NO TIENEN LA INTENCION NI SIQUIERA REMOTA DE CONSAGRAR A RUSIA AL INMACULADO CORAZON).

 El deseo ardiente de todos los que aquí están presentes, de que nuestro Papa actual consagre realmente a Rusia por su nombre, pidiendo a todos los Obispos que se asocien a él; se sigue naturalmente a partir de la respuesta a la última de nuestras preguntas acuciantes: ¿Hay pruebas de que a Rusia ya se convirtió? definitivamente Rusia no se ha convertido.

 Como ya oímos de forma convincente, sólo podemos inferir, observando la evidencia del mundo real, que la Consagración no tuvo lugar, porque –A pesar de la muy posible relación causal entre la Consagración de 1984 del Papa Juan Pablo II y el colapso del Comunismo en el Bloque Soviético cinco años más tarde– es imposible apoyar la tesis de que la conversión de Rusia ya tuvo lugar.

 A partir de casi todos los criterios –Así sean la práctica religiosa, la moral individual, la cultura popular, la libertad religiosa, la responsabilidad gobernativa, o la busca de la paz– la situación actual en Rusia como ya oímos hoy, es de algunas maneras tan mala, o casi tan mala y en ciertos aspectos aún peor de que cuando aún gobernaba el régimen soviético.

Editor: Padre Arturo Vargas Meza

Corrector: Sr. Alfredo Davila

 

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