miércoles, 12 de junio de 2019

SATAN EN EL MUNDO MODERNO



La mentira por excelencia: ¡Dios no existe! Si hay una mentira que ha adquirido, ante nuestros ojos y en nuestra época, una extensión que los siglos anteriores no conocieron, es la negación de Dios, a la cual podemos agregar, como sombra que sigue a una personalidad viviente, la negación del Diablo.
Durante largos siglos, el Demonio, en las religiones paganas, había conseguido hacerse adorar, bajo los nombres de falsos dioses. Pero la creencia en Dios no estaba atacada. De acuerdo con las palabras de San Paulo a los atenienses: "¡Sois, lo veo, los más religiosos de los hombres!" (Actos de los Ap., XVII, 22) ¡Adoraban en efecto tantos dioses y hasta un "dios desconocido" por miedo de olvidarse de alguno!
Pero en nuestros días el ateísmo se afirma, se proclama, toma un aire despectivo hacia la fe en Dios. Cierta filosofía se vanagloria de creer en la nada, antes que en el ser, o en hacer salir al ser de la nada, ¡de suerte que la nada ha precedido y engendrado al ser!
En el ateísmo contemporáneo que denunciamos como el embuste más colosal, el más odioso, el más culpable, podemos distinguir dos formas desigualmente graves: el ateísmo teórico, el del materialismo, del cientificismo, del agnosticismo, de cierto existencialismo; y el ateísmo práctico, el del hombre dedicado por entero a los negocios, a los bienes de este mundo, a los cálculos de la política, de las finanzas, e incluso a las investigaciones de la ciencia y a las invenciones de la técnica, ¡al punto de no dar ningún lugar a Dios en su vida!
El ateísmo teórico se halla, en muchos países, en nuestros días, en la primera fila del poder y de la autoridad. ¿Es necesario nombrar tal o cual pueblo, tal o cual gobierno, tal o cual conductor de nación, para los cuales el ateísmo teórico es la ley misma? ¿La posesión colectiva de estos pueblos puede ser objeto de duda? Esto comenzó por escritores aislados, por "libertinos", como se decía en el siglo XVII; "filósofos", como se los llamaba en el siglo XVIII; "¡libre pensadores", como se dice en nuestros días! Algunos han hallado acentos más conmovedores para proclamar su incredulidad. Se cita frecuentemente una página de Nietzsche, que pone, a decir verdad, en boca de un loco. Tiene razón, pero ese loco era quizá un simple poseso:
"¿Dónde está Dios? —Gritaba— ¡voy a decíroslo! ¡Lo hemos matado vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! ¿Pero cómo hemos hecho eso? ¿Cómo hemos podido beber el Océano? ¿Quién nos ha dado la esponja con la cual hemos borrado todo el horizonte? ¿Qué hemos hecho al separar a esta tierra de su sol? ¿Adónde va ahora? ¿Adónde vamos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caeremos ahora en una caída ininterrumpida? ¿Para atrás, de costado, para adelante, para todos lados? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿No vagamos a través de una nada infinita? ¿No sentimos el soplo de la inmensidad vacía? ¿No hace más frío? ¿La noche no se hace más negra?' ¿No es necesario encender faroles en pleno mediodía? ¿No oís ya el ruido de los enterradores que llevan a Dios a la tierra? ¿No sentís ya el olor de la podredumbre de Dios? —¡Porque los dioses también se pudren! ¡Dios está muerto! ¡Dios permanecerá muerto y nosotros lo hemos matado! . . ."
En estas líneas ¡qué acento de pesar, de remordimiento, de ira, de temor! Ninguna duda que es éste el embuste por excelencia, la mentira de mentiras.
Decir de Dios que no existe, es como decir: ¡el Ser no existe! El nombre de El es, en efecto, Aquel que es. De acuerdo con las palabras de Víctor Hugo: "¡Es, es, es enloquecidamente!" Ahora bien, ante nuestros ojos, grandes pueblos están sometidos a ateos que hacen profesión de ateísmo, que se ríen de la fe, que niegan todo lo que supera las comprobaciones de la "ciencia", tal como ellos la comprenden, es decir, haciendo contingencias de lo absoluto.
Es para preguntarse si algunos de estos amos del mundo — de nuestro mundo que se ha tornado tan pequeño por el acrecentamiento rápido de los medios de comunicación — no son lisa y llanamente tenientes de Satán en persona y hasta médiums de Satán.
Un médium de Satán
Este mismo vocablo ha sido empleado en el largo volumen publicado sobre Satán por los Estudios Carmelitanos, hace once años (Desclce, 1948), por don Alois Mager, refiriéndose a Hitler.
Como se trata de un muerto, podemos dar su nombre. Para los que viven, que vemos agitarse delante de nosotros, es inútil designarlos por sus nombres: ni uno solo de nuestros lectores podría equivocarse sobre ellos.
Citemos, pues, a don Alois Mager, cuyo texto es tan vigoroso y tan claro:
"El médium —escribe— por el cual Satán tendía a echar por tierra todas las normas del derecho y de la moral, que hasta entonces, tanto por tradición como por naturaleza, y, a pesar de toda la descristianización progresiva, estaban todavía generalmente reconocidas, ese médium era Adolf Hitler. No existe ninguna otra definición más breve, más precisa, más adaptada a la naturaleza de Hitler que ésta absolutamente expresiva: Médium de Satán. Si es característico de todos los médiums sin excepción que sean moralmente de menos valer, tanto desde el punto de vista del carácter, cuanto del punto de vista de la personalidad, entonces esto vale a fortiori para un médium del Demonio. Cualquiera que 110 se deje influir por las fantasmagorías, no puede ver en Hitler a una gran personalidad, desde el punto de vista del carácter y de la moralidad. El general Jodl dijo de él en el proceso de Nuremberg: "Era un grande hombre, ¡pero un grande hombre infernal!".
Mentira y homicidio: estas dos particularidades ¿no están en evidencia en la carrera de un Hitler? ¿Y no debemos decir otro tanto, sino más, de su rival Stalin? La presencia de Satán en nuestro mundo y en nuestra época, la posesión colectiva de pueblos enteros, no debería, creemos nosotros, dar lugar a duda en el caso del nazismo, felizmente efímero en Alemán: a, y en el caso mucho más temible porque más durable, más amenazador, más arrogante, del comunismo en países inmensos como Rusia y la China Popular.
Es de creer que Satán está ocupado en preparar la catástrofe más horrorosa que la tierra pueda imaginar y temer.
Tanto más cuanto que las mentiras, en estos tiempos, están armadas de medios, hasta ahora desconocidos, de destrucción homicida.
Pero antes de considerar esta segunda particularidad de la manifestación de Satán, sigamos considerando el poder de mentira que despliega ante nosotros en la hora actual.
Mentiras y contradicciones
La negación de Dios es el primero y más grave de los embustes de nuestro mundo actual. Pero no es el único. Estamos sumergidos en la mentira, hasta el punto de respirarla sin casi darnos cuenta.
Y la señal de esta mentira es la contradicción. ¿Si Dios no existe, quién entonces es Dios? No decimos: el Demonio, porque Satán, en su rabia por ver negar a Dios prefiere negarse a sí mismo, antes que revelarse.
Los ateos de nuestros días, al mismo tiempo que niegan a Dios quieren también negar al Demonio. No queda más que el hombre.
Somos entonces nosotros los que somos Dios. Son nuestra ciencia, nuestra técnica, nuestra inteligencia las que tienen el dominio soberano sobre todas las cosas. ¡Somos dioses! Pero no tenemos alma puesto que sólo existe la materia sola. O si tenemos alma, expresión que significa solamente que vivimos y pensamos, no se trata para nada de almas inmortales. Cuando el hombre muere, todo muere. Si Dios ha muerto, todas las veces, actualmente, que muere un ser humano, muere un dios.
¡Negar a Dios, negar a Satán, negar el alma inmortal, negar la diferencia entre el Bien y el Mal, negar el pecado, negar la virtud, negar el Cielo, negar el Infierno! He aquí algunas de nuestras negativas embustes.
Y si después de eso nos glorificamos, si hacemos de nosotros mismos los únicos dioses que existen, es pura contradicción. El Ser y la Nada se confunden. Al suprimir toda religión convertimos al nihilismo en la única religión posible. Y como esto no impide los grandes discursos, las grandes promesas, las grandes ilusiones sobre todo, una vez más, todo en la política, en la filosofía, en la agitación actual, se resuelve en una inmensa contradicción.


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