Esto no quiere decir,
evidentemente, que hacía causa común con él. El 4 de diciembre de 1841, hizo la
siguiente confidencia a las directoras de la "Providencia":
"Oigan esto: anoche el demonio vino a mi cuarto mientras yo rezaba mi
breviario, soplaba fuertemente y parecía vomitar no sé qué, trigo o maíz, sobre
mis mejillas. Yo le dije: «;Me voy allá (al orfelinato) a contarles cómo
procedes, para que te desprecien!» Y él se calló inmediatamente."
Otra
vez, cuando el abate Vianney trataba de dormirse — ¡tenía tanta necesidad de
reposo! —, el demonio, interesado en gastar lo más posible sus fuerzas, se puso
a gritar: Vianney, Vianney, te venceré te venceré!
"¡No
te tengo ningún miedo!" —replicó el santo hombre.
Muestran
en el presbiterio de Ars una cama que perteneció al abate Vianney y que fué
quemada no se sabe cómo mientras él estaba en la iglesia. Cuando corrieron a
decirle que su casa se incendiaba se limitó a dar su llave para que pudieran
entrar a apagar el incendio.
Pero
agregó sin emoción visible: "¡Ese vil Arpeo! ¡No ha podido apoderarse del
pájaro y ha quemado su jaula!"
Con
mucha frecuencia el Diablo injuriaba al abate Vianney, le profería amenazas,
lanzaba gritos de animal. Lo apostrofaba en términos groseros: "¡Vianney,
Vianney! . . . ¡Comedor de trufas! (llamaban así en la región a las papas).
¡Ah, no te has muerto todavía!. . . ¡No te me escaparás!" Y en seguida
imitaba los gruñidos de un oso, los aullidos de un perro, sacudía las cortinas
de la casa con furor, etc.
Otras
veces, según las declaraciones de Catherine Lassagne y del hermano Athanase, el
demonio "imitaba el ruido de un martillo que clavara clavos en el piso o
rodeara un barril con aros de hierro; tocaba el tambor sobre la mesa, sobre la
chimenea, sobre la vasija de agua, o bien cantaba con una voz aguda y falsa, lo
cual hacía decir al abate Vianney': "¡El Arpeo tiene una voz muy
fea!" En el fondo todo esto era más grotesco y pueril que peligroso.
Y es
porque el demonio — felizmente — no tiene permiso para hacer todo. El abate
Vianney había recibido de su Dios una tarea que cumplir. Si el demonio la
tornaba más difícil privándolo de dormir, atacándolo por todas partes, también
la tornaba más meritoria y más eficaz. Las infestaciones se volvían en suma
contra el propio autor.
Veremos
qué ocurre lo mismo en algunos casos de posesión.
Existen
en la actualidad "poseídos-víctimas" que han aceptado su prueba para
estar asociados con la Cruz redentora, esa Cruz debió significar el triunfo de
Satán y fue su más grande derrota. Pero todo esto se aclarará más adelante. No
nos cabe duda que lo mismo ocurrió con el cura de Ars.
Aceptó
soportar todas las vejaciones del demonio por la salvación de las almas.
Aprendió muy pronto, por su experiencia cotidiana, que estos combates con el
demonio estaban ligados a la conversión de los grandes pecadores que Dios le
mandaba de todas partes de Francia y aun del extranjero.
Pero
citemos todavía las manifestaciones más notables de Satán en esa vida del "modelo
de los curas católicos", como ha podido llamársele con todo derecho.
La serpiente
Desde
San Juan Evangelista, el Dragón o la Serpiente que tentó a Eva han estado
identificados con Satán. No es, por tanto, asombroso que el demonio se muestre
de nuevo, a veces, bajo la forma de una serpiente. Veremos un ejemplo de ello,
en un capítulo ulterior, a propósito de la posesión diabólica de
Claire-Germaine Cele, en África del Sur. Pero aquí citamos una página del más
antiguo biógrafo del cura de Ars, el abate Monnin, relatando el testimonio de Catherine
Lassagne, tan conocida por su abnegación con el santo cura:
"Cierta
noche — habla Catherine —, el señor cura había venido a casa nuestra para ver a
un enfermo. Cuando regresé de la iglesia me dijo: «Le agradan las noticias;
¡pues bien! aquí tiene una bien fresca: escuche lo que me ocurrió esta mañana.
Tenía algo sobre mi mesa; ¿sabe lo que es?». . ."
Aquí
un paréntesis: quería hablar de su disciplina. Nunca había hablado de ello con
Catherine, pero ella había hallado muchas veces, debajo de la cama, el terrible
instrumento. Ella sabía bien que no estaba ahí para adorno. Con toda evidencia
el santo sacerdote lo usaba, no sólo a menudo, sino todos los días. Pero ella
jamás se lo había mencionado; ni él a ella. Cómo, entonces, esta vez pudo decirle:
¿Sabe lo que es? .. . De pronto, prosiguió:
"—Empezó
a moverse sobre mi mesa como una serpiente. . . Esto me asustó un poco. Usted
sabe que tiene una cuerda en la punta: agarré esta cuerda; estaba tan dura como
un pedazo de madera: la volví a poner sobre la mesa; empezó de nuevo a moverse,
y así hasta tres veces.
"—
¿Tal vez usted hacía oscilar la mesa? — objetó una de las maestras presentes en
la conversación.
"—No
—repuso el señor cura—, ¡ni la había tocado!"
Apariciones del Maligno
También
es el abate Monnin quien se pregunta si el Diablo se le apareció realmente al
cura de Ars. Quiere decir una aparición visible, una aparición que no se notara
solamente con el oído. Sabemos que en reiteradas ocasiones el demonio ha
"soplado la cara" del santo, o que éste ha sentido sobre su rostro no
se sabe qué de semejante al paso de una rata o de un topo. Pero ¿vio a Satán y bajo
qué forma? A esta pregunta el abate Monnin contesta con dos hechos.
El
abate Vianney vió cierto día, a las tres de la madrugada, un enorme perro negro
que tenía ojos fulgurantes, el pelo erizado y que rascaba la tierra en el lugar
donde se había enterrado, pocas semanas antes, el cuerpo de un hombre que había
muerto sin confesión.
La
vista de ese perro en semejante lugar lo asustó mucho. No tuvo dudas sobre su
identidad. Convencido de que era el Diablo, corrió a refugiarse en su
confesionario. Encontramos, añade el abate Monnin, algo muy semejante en la
vida de santo Stanislas de Kotska, a quien el diablo se le apareció en el curso
de una enfermedad, bajo la forma de un perro furioso, que parecía querer
lanzarse sobre él, y que él rechazó por tres veces mediante la señal de la
cruz.
El
abate Vianney contaba también que el Demonio se le había aparecido bajo la
forma de murciélagos que andaban por su cuarto y revoloteaban alrededor de su
cama. Eran tantos que cubrían las paredes.
Con lo
cual nos preguntamos, como el abate Monnin, por otra parte, si el santo cura de
Ars era el único que oía, sentía o veía tantas cosas sospechosas.
Testimonios
A esto
tenemos ya pronta una respuesta. Al principio de las infestaciones, el buen
cura no sabía de qué se trataba. Había pedido y obtenido la intervención de
algunos de sus fieles, un Verchére y otros más. Y todos oyeron al igual que él.
Todos habían tenido miedo, mucho más que él. Y todos habían llegado a la
conclusión, como él, que era imposible confundir con ruidos naturales lo que
habían oído. Pero el abate Monnin cita además otros testimonios y nosotros los
consignaremos de acuerdo con él, porque van a demostrarnos cabalmente el hecho
capital de las infestaciones diabólicas en Ars, alrededor del santo Jean-Marie
Vianney.
En
1829, cuando estas "diabluras" duraban desde alrededor de cinco años
atrás, llegó a Ars un joven sacerdote de la diócesis de Lyon, que era el hijo
de la viuda Bibot quien había prestado tantos servicios al santo cura cuando
éste se instaló en 1818.
El
abate Blbot, heredando la confianza de su madre en el abate Vianney, había ido
junto a él para hacer allí un retiro espiritual.
Fue,
naturalmente, acogido con el mayor afecto por el cura de Ars que guardaba un
profundo agradecimiento a la madre, y lo hospedó en el presbiterio.
Ahora
bien, poseemos un relato del abate Bibot sobre lo que ocurría entonces en el
presbiterio perseguido del santo cura. Este relato fue registrado por el abate
Renard, un amigo del abate Bibot, que lo interrogó en esta forma:
"—Usted
duerme en el presbiterio. ¡Pues bien! va a darme noticias del diablo. ¿Es
verdad que hace ruido? ¿Lo ha oído usted?
"—Sí
— repuso el abate Bibot —. Lo oigo todas las noches. Tiene una voz aguda y
salvaje, que imita el aullido de una fiera. Se agarra a las cortinas del señor
cura y las sacude con violencia. Lo llama por su nombre; he oído muy claramente
estas palabras: ¡Vianney! ¡Vianney! ¿Qué haces ahí? ¡Vete! ¡Vete! . . .
"—Ese
ruido y esos gritos ¿deben de haberlo asustado?
"—No
precisamente. No soy miedoso y por otra parte la presencia del abate Vianney me
tranquiliza. Me recomiendo a mi ángel guardián y consigo dormirme. Pero tengo
sinceramente lástima del pobre cura; no quisiera quedarme siempre con él. ¡Cómo
no estoy aquí más que de paso me las arreglaré más o menos bien con la gracia de
Dios!
"—
¿Ha interrogado al señor cura sobre este asunto?
"—No.
Lo he pensado varias veces, pero el temor de afligirlo me ha cerrado la boca.
¡Pobre cura! ¡Pobre santo hombre! ¿Cómo puede vivir en medio de ese barullo? .
.
He ahí
un primer testimonio que tiene mucha fuerza. El abate Bibot ha oído. Ha tenido
lástima del abate Vianney. Ha comprendido que él no tendría la fuerza de sufrir
semejantes ataques constantemente repetidos. ¡Era pues algo muy real y muy
torturante esta batalla continua que se libraba con el demonio!
Pero
hay otra cosa más que debemos retener del relato del abate Bibot, son las
palabras que he estudiado: esas palabras repetidas por Satán en el oído del
santo cura:
"—
¡Vianney! ¡Vianney! ¿Qué haces ahí? ¡Vete! ¡Vete!. . .Insistiremos sobre estas
palabras un poco más adelante, pero desde ya podemos retener que constituyó
ésta una de las formas de la persecución o infestación diabólica en la santa
vida de ese confesor y convertidor infatigable que fue Jean-Marie Vianney.
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