martes, 26 de febrero de 2019

El santo cura de Ars y el Demonio



Esto no quiere decir, evidentemente, que hacía causa común con él. El 4 de diciembre de 1841, hizo la siguiente confidencia a las directoras de la "Providencia": "Oigan esto: anoche el demonio vino a mi cuarto mientras yo rezaba mi breviario, soplaba fuertemente y parecía vomitar no sé qué, trigo o maíz, sobre mis mejillas. Yo le dije: «;Me voy allá (al orfelinato) a contarles cómo procedes, para que te desprecien!» Y él se calló inmediatamente."
Otra vez, cuando el abate Vianney trataba de dormirse — ¡tenía tanta necesidad de reposo! —, el demonio, interesado en gastar lo más posible sus fuerzas, se puso a gritar: Vianney, Vianney, te venceré te venceré!
"¡No te tengo ningún miedo!" —replicó el santo hombre.
Muestran en el presbiterio de Ars una cama que perteneció al abate Vianney y que fué quemada no se sabe cómo mientras él estaba en la iglesia. Cuando corrieron a decirle que su casa se incendiaba se limitó a dar su llave para que pudieran entrar a apagar el incendio.
Pero agregó sin emoción visible: "¡Ese vil Arpeo! ¡No ha podido apoderarse del pájaro y ha quemado su jaula!"
Con mucha frecuencia el Diablo injuriaba al abate Vianney, le profería amenazas, lanzaba gritos de animal. Lo apostrofaba en términos groseros: "¡Vianney, Vianney! . . . ¡Comedor de trufas! (llamaban así en la región a las papas). ¡Ah, no te has muerto todavía!. . . ¡No te me escaparás!" Y en seguida imitaba los gruñidos de un oso, los aullidos de un perro, sacudía las cortinas de la casa con furor, etc.
Otras veces, según las declaraciones de Catherine Lassagne y del hermano Athanase, el demonio "imitaba el ruido de un martillo que clavara clavos en el piso o rodeara un barril con aros de hierro; tocaba el tambor sobre la mesa, sobre la chimenea, sobre la vasija de agua, o bien cantaba con una voz aguda y falsa, lo cual hacía decir al abate Vianney': "¡El Arpeo tiene una voz muy fea!" En el fondo todo esto era más grotesco y pueril que peligroso.
Y es porque el demonio — felizmente — no tiene permiso para hacer todo. El abate Vianney había recibido de su Dios una tarea que cumplir. Si el demonio la tornaba más difícil privándolo de dormir, atacándolo por todas partes, también la tornaba más meritoria y más eficaz. Las infestaciones se volvían en suma contra el propio autor.
Veremos qué ocurre lo mismo en algunos casos de posesión.
Existen en la actualidad "poseídos-víctimas" que han aceptado su prueba para estar asociados con la Cruz redentora, esa Cruz debió significar el triunfo de Satán y fue su más grande derrota. Pero todo esto se aclarará más adelante. No nos cabe duda que lo mismo ocurrió con el cura de Ars.
Aceptó soportar todas las vejaciones del demonio por la salvación de las almas. Aprendió muy pronto, por su experiencia cotidiana, que estos combates con el demonio estaban ligados a la conversión de los grandes pecadores que Dios le mandaba de todas partes de Francia y aun del extranjero.
Pero citemos todavía las manifestaciones más notables de Satán en esa vida del "modelo de los curas católicos", como ha podido llamársele con todo derecho.
La serpiente
Desde San Juan Evangelista, el Dragón o la Serpiente que tentó a Eva han estado identificados con Satán. No es, por tanto, asombroso que el demonio se muestre de nuevo, a veces, bajo la forma de una serpiente. Veremos un ejemplo de ello, en un capítulo ulterior, a propósito de la posesión diabólica de Claire-Germaine Cele, en África del Sur. Pero aquí citamos una página del más antiguo biógrafo del cura de Ars, el abate Monnin, relatando el testimonio de Catherine Lassagne, tan conocida por su abnegación con el santo cura:
"Cierta noche — habla Catherine —, el señor cura había venido a casa nuestra para ver a un enfermo. Cuando regresé de la iglesia me dijo: «Le agradan las noticias; ¡pues bien! aquí tiene una bien fresca: escuche lo que me ocurrió esta mañana. Tenía algo sobre mi mesa; ¿sabe lo que es?». . ."
Aquí un paréntesis: quería hablar de su disciplina. Nunca había hablado de ello con Catherine, pero ella había hallado muchas veces, debajo de la cama, el terrible instrumento. Ella sabía bien que no estaba ahí para adorno. Con toda evidencia el santo sacerdote lo usaba, no sólo a menudo, sino todos los días. Pero ella jamás se lo había mencionado; ni él a ella. Cómo, entonces, esta vez pudo decirle: ¿Sabe lo que es? .. . De pronto, prosiguió:
"—Empezó a moverse sobre mi mesa como una serpiente. . . Esto me asustó un poco. Usted sabe que tiene una cuerda en la punta: agarré esta cuerda; estaba tan dura como un pedazo de madera: la volví a poner sobre la mesa; empezó de nuevo a moverse, y así hasta tres veces.
"— ¿Tal vez usted hacía oscilar la mesa? — objetó una de las maestras presentes en la conversación.
"—No —repuso el señor cura—, ¡ni la había tocado!"
Apariciones del Maligno
También es el abate Monnin quien se pregunta si el Diablo se le apareció realmente al cura de Ars. Quiere decir una aparición visible, una aparición que no se notara solamente con el oído. Sabemos que en reiteradas ocasiones el demonio ha "soplado la cara" del santo, o que éste ha sentido sobre su rostro no se sabe qué de semejante al paso de una rata o de un topo. Pero ¿vio a Satán y bajo qué forma? A esta pregunta el abate Monnin contesta con dos hechos.
El abate Vianney vió cierto día, a las tres de la madrugada, un enorme perro negro que tenía ojos fulgurantes, el pelo erizado y que rascaba la tierra en el lugar donde se había enterrado, pocas semanas antes, el cuerpo de un hombre que había muerto sin confesión.
La vista de ese perro en semejante lugar lo asustó mucho. No tuvo dudas sobre su identidad. Convencido de que era el Diablo, corrió a refugiarse en su confesionario. Encontramos, añade el abate Monnin, algo muy semejante en la vida de santo Stanislas de Kotska, a quien el diablo se le apareció en el curso de una enfermedad, bajo la forma de un perro furioso, que parecía querer lanzarse sobre él, y que él rechazó por tres veces mediante la señal de la cruz.
El abate Vianney contaba también que el Demonio se le había aparecido bajo la forma de murciélagos que andaban por su cuarto y revoloteaban alrededor de su cama. Eran tantos que cubrían las paredes.
Con lo cual nos preguntamos, como el abate Monnin, por otra parte, si el santo cura de Ars era el único que oía, sentía o veía tantas cosas sospechosas.
Testimonios
A esto tenemos ya pronta una respuesta. Al principio de las infestaciones, el buen cura no sabía de qué se trataba. Había pedido y obtenido la intervención de algunos de sus fieles, un Verchére y otros más. Y todos oyeron al igual que él. Todos habían tenido miedo, mucho más que él. Y todos habían llegado a la conclusión, como él, que era imposible confundir con ruidos naturales lo que habían oído. Pero el abate Monnin cita además otros testimonios y nosotros los consignaremos de acuerdo con él, porque van a demostrarnos cabalmente el hecho capital de las infestaciones diabólicas en Ars, alrededor del santo Jean-Marie Vianney.
En 1829, cuando estas "diabluras" duraban desde alrededor de cinco años atrás, llegó a Ars un joven sacerdote de la diócesis de Lyon, que era el hijo de la viuda Bibot quien había prestado tantos servicios al santo cura cuando éste se instaló en 1818.
El abate Blbot, heredando la confianza de su madre en el abate Vianney, había ido junto a él para hacer allí un retiro espiritual.
Fue, naturalmente, acogido con el mayor afecto por el cura de Ars que guardaba un profundo agradecimiento a la madre, y lo hospedó en el presbiterio.
Ahora bien, poseemos un relato del abate Bibot sobre lo que ocurría entonces en el presbiterio perseguido del santo cura. Este relato fue registrado por el abate Renard, un amigo del abate Bibot, que lo interrogó en esta forma:
"—Usted duerme en el presbiterio. ¡Pues bien! va a darme noticias del diablo. ¿Es verdad que hace ruido? ¿Lo ha oído usted?
"—Sí — repuso el abate Bibot —. Lo oigo todas las noches. Tiene una voz aguda y salvaje, que imita el aullido de una fiera. Se agarra a las cortinas del señor cura y las sacude con violencia. Lo llama por su nombre; he oído muy claramente estas palabras: ¡Vianney! ¡Vianney! ¿Qué haces ahí? ¡Vete! ¡Vete! . . .
"—Ese ruido y esos gritos ¿deben de haberlo asustado?
"—No precisamente. No soy miedoso y por otra parte la presencia del abate Vianney me tranquiliza. Me recomiendo a mi ángel guardián y consigo dormirme. Pero tengo sinceramente lástima del pobre cura; no quisiera quedarme siempre con él. ¡Cómo no estoy aquí más que de paso me las arreglaré más o menos bien con la gracia de Dios!
"— ¿Ha interrogado al señor cura sobre este asunto?
"—No. Lo he pensado varias veces, pero el temor de afligirlo me ha cerrado la boca. ¡Pobre cura! ¡Pobre santo hombre! ¿Cómo puede vivir en medio de ese barullo? . .
He ahí un primer testimonio que tiene mucha fuerza. El abate Bibot ha oído. Ha tenido lástima del abate Vianney. Ha comprendido que él no tendría la fuerza de sufrir semejantes ataques constantemente repetidos. ¡Era pues algo muy real y muy torturante esta batalla continua que se libraba con el demonio!
Pero hay otra cosa más que debemos retener del relato del abate Bibot, son las palabras que he estudiado: esas palabras repetidas por Satán en el oído del santo cura:
"— ¡Vianney! ¡Vianney! ¿Qué haces ahí? ¡Vete! ¡Vete!. . .Insistiremos sobre estas palabras un poco más adelante, pero desde ya podemos retener que constituyó ésta una de las formas de la persecución o infestación diabólica en la santa vida de ese confesor y convertidor infatigable que fue Jean-Marie Vianney. 

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