martes, 29 de mayo de 2018

EJERCICIO DE PERFECCION Y VIRTUDES CRISTIANAS



TRATADO CUARTO
CAPÍTULO PRIMERO *
Que en esta vida no han de faltar-tentaciones.
Fili, accedens ad servitutem Dei, sta injustitia, et timore, et prepara animam tuam ad tentationem (1), dice el Sabio: Hijo, si quieres servir á Dios, consérvate en justicia y e n temor y prepárale para la tentación. El bienaventurado San Jerónimo, sobre aquello del Eclesiastés: Hay tiempo de guerra y tiempo de paz (1), dice que mientras estamos en este siglo, es tiempo de guerra, y cuando pasemos al otro, será tiempo de paz (2). Y de ahí tomó aquella nuestra ciudad celestial el nombre de Jerusalén, que quiere decir «visión de paz.» Por tanto, dice (3), ninguno se tenga ahora por seguro, porque es tiempo de guerra; ahora ha de ser el pelear, para que saliendo vencedores, descansemos  después en aquella bienaventurada paz. San Agustín sobre aquello de San Pablo: “No hago el bien que quiero (4),* dice (5) que aquí la vida del hombre justo es pelea y no triunfo; y así oímos ahora voces de guerra, cuales son estas que da el Apóstol, sintiendo la repugnancia y contradicción que  la carne tiene á lo bueno y la inclinación tan grande que tiene á lo malo, y deseando verse ya libre de eso : “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco.” Siento otra ley en mis miembros, que contradice a la ley de mi espíritu y que me arrastra cautivo en seguimiento de la ley del pecado que en mis miembros tiene asiento (6) Pero la voz de triunfo oiráse después, cuando, como dice el mismo Apóstol, este cuerpo corruptible y mortal se vista de incorrupción  e inmortalidad. Y la voz de triunfo, que entonces se oirá, será la que dice ahí San Pablo: ¿Dónde está, muerto, tu victoria? ¿Dónde tu aguijón (1)? Todo esto dijo muy bien el santo Job en aquellas breves palabras: “La vida del hombre sobre la tierra es una continua guerra, y como el día del jornalero (2). Porque así como el oficio del jornalero es tra- bajar y cansarse todo el día, y después se sigue el premio y el descanso; así también en nosotros el día de esta vida es lleno de trabajos y tentaciones y d e s piies s e nos dará el premio y el descanso, conforme a como hubiéremos trabajado.

(1) Tempus belli, ettempus pacis. Eccle»., Ill, 8.—(2) Et factus est in pace locus ejus. Ps. LXXV, 3.—(3) Nemo ergo se nunc putet esse securum in tempore belli, ubi certandum est, et apostolic arma tractanda, ut victores quondam requiescamus in pace.
Hieron. loc. sup. cit.—(4) Non enim quod volo bonum,hoc facio. Ad Rom., VII, 19.—(5) Aug. serm. 45 de tempore—(6) Non enim quod vóto bonum, hoc facio; sed  quod nolo malum, hoc ago...Video autem aliam legem in membris meis repugnantem legi mentis mea2, et captivantem me in lege peccati, quse est in membris meis. Ad Rom., VII, 19, 23.
Descendiendo en particular á examinar la causa de esta continua guerra, el Apóstol Santiago la pone en su Canónica: “¿De dónde esa guerra? ¿de dónde sino de vuestras concupiscencias y apetitos que guerrean en vuestros miembros (3)? Dentro de nosotros mismos tenemos la causa y la raíz, que e s la rebeldía y contradicción para todo lo bueno que quedó en nuestra carne después del pecado. Quedó también maldita la tierra de nuestra carne, y así brota cardos y espinas que nos punzan y atormentan continuamente.
Traen los Santos a este propósito la comparación de la navecilla, que dice el sagrado Evangelio, que en comenzando a dar a la vela, se alborotó el mar y se levantó una tempestad y olas tan grandes, que la cubrían y querían anegar. Así nuestra ánima va en esta barquilla del cuerpo, rota, agujereada, que por una parte hace agua y por otra se levantan olas y tempestades de muchos movimientos y apetitos desordenados que la quieren anegar y hundir: “Este cuerpo corruptible apesga el ánima y la lleva tras sí “.
(1) Absorta est mors in victoria. Ubi est mors victoria lua? Ubi est mors stimulus tuus? I ad Cor., XV, 5 4 . - ( 2 ) Militia est vita hominis super terram etsicul dies mercenarn dies ejus. Job, v II, 1.
—(3) Unde bella, et lites in vobis? nonne hinc? ex concupiscentiis
vestris, qufe militant in membris vestris? Jacob, IV, 1.—Matth., c. VIII, 24.—(3) Corpus quod corrumpitur aggravat animam. Sapient., IX, 15.
De manera, que la causa de nuestras continuas tentaciones es la corrupción de nuestra naturaleza, aquel fomes peccati, incentivo del pecado, e inclinación mala que nos quedó despus del pecado. Quedósenos el mayor enemigo dentro de casa, y ese es el que nos hace continua guerra. Y así no tiene el hombre de que espantarse, cuando se ve molestado de tentación es , porque al fin es hijo de Adán, concebido y nacido en pecado (1), y no puede dejar de tener tentaciones e inclinaciones y apetitos malos que le hagan guerra . Y así nota San Jerónimo, que en la oración del Pater noster, que Cristo nuestro Señor nos enseñó (2), no nos dice que pidamos a Dios no tener tentaciones, porque eso, dice, es imposible (3); sino que no nos deje caer en la tentación. Y eso e s también lo que el mismo Cristo en otra parte dijo á sus discípulos: Velad y orad, porque no entréis en la tentación (4). Dice San Jerónimo: Entrar e n la tentación, no es ser tentado, sino ser vencido de la tentación (5). El santo patriarca José, tentado fue de adulterio; pero no fue vencido de la tentación. La santa Susana, tentada fue también de lo mismo; pero ayudóla el Señor para que no cayese en la tentación. Pues eso es lo que nosotros pedimos al Señor en la oración del Pater noster, que nos dé gracia y fortaleza (6) para que no caigamos ni seamos vencidos de la tentación. Y e n la epístola a Heliodoro dice: “Yerras, hermano, yerras y engañaste mucho si piensas que el cristiano ha de estar sin tentaciones” (1). Esa es, dice (2), mayor tentación, cuando te parece que no tienes tentación. Entonces os hace el demonio mayor guerra, cuando ya os parece que no hay guerra. Nuestro adversario el demonio, como dice el Apóstol San Pedro (3], anda bramando y dando vueltas como león a ver si halla a quien tragar, ¿y tú piensas que hay paz? Esta escondido, acechando por matar al inocente, y fijos los ojos en el pobre acecha desde la emboscada como león desde la cueva (4),* ¿y te tienes por seguro? Es engaño ese, porque esta vida es tiempo de guerra y de pelea; y espantarse de las tentaciones, es como si el soldado se espantase del sonido del tiro y del arcabuz y se quisiese por eso volver de la guerra; o como el que quisiese dejar de navegar, y salirse de la nave, por ver que se le revuelve el estómago.
(11 Ecce enim in i n i q u i t a t i b u s conceptus sum; et in peccatis concepii me mater mea. Ps. L, 7 . - ( 2 ) Matlh., XI, 13.—(3> Impossibile enim est humanam animam non tentari. Hieron.—li) Vigilate, et orate, ut non i n t r e t i s in tentationem. Matth., XXVI, 41 _ ( 5 ) In tentationem i n t r a r e , non est tentari, sed vinci. Hieron. —Idem notat Aug. de serra. Domini in monte, lib. 2, c. 14 —(6) Non tentationem penitus refutantes; sed vires sustinendi in tentationibus deprecantcs.
Dice San Gregorio (5) ser engaño de algunos en teniendo alguna grave tentación, parecerles luego que es todo perdido, y que les ha ya olvidado Dios, y están en desgracia suya. Muy engañado andáis; antes es menester que entendáis que el tener tentaciones, no sólo es cosa ordinaria de hombres, sino muy propia de hombres espirituales y que tratan de virtud y perfección, como nos lo da a entender el Sabio en las palabras propuestas. Y lo mismo nos ensena el Apóstol San Pablo (6). Los que quieren vivir bien y tratan de su aprovechamiento y de adelantarse en el servicio de Dios, esos son los perseguidos y combatidos con tentaciones; que otros que muchas veces no saben qué cosa es tentación, ni echan de ver la rebelión y guerra que la carne hace al espíritu; antes hacen de eso golosina. Nota esto muy bien San Agustín, sobre aquellas palabras de San Pablo: “La carne desea y apetece contra el espíritu” (1). En los buenos, dice (2), que tratan de espíritu, de virtud y perfección, apetece la carne contra el espíritu; pero en los malos que no tratan de eso, no tiene la carne contra quien apetecer y así estos no sienten la lucha de la carne contra el espíritu, porque no hay espíritu que la contradiga y pelee contra  ella. Y así el demonio tampoco ha menester gastar tiempo en tentar a estos tales, porque sin nada de eso ellos de su voluntad le siguen y se le rinden sin dificultad ni contradicción. No andan los cazadores a caza de jumentos, sino á caza de ciervos y gamos que corren con ligereza y se suben á los montes.

(11 Erras, frater, erras, si putas unquam Christianum persecut i o n m non pati. Hieran. loo. sup. cif - ( 2 ) Tune max.me oppugnaris, si te impugnar! nescis. / 6 . - ( 3) quam leo rugiens, aliquem devorare q u a r e n s , c rcumit (/ Peti.,
T T L paeem putas? Ib.-(i) Scdet in ins.dus cum d.v.Ubus in occullis, tu interficiat innocentcm; occul. ejus >n pauperem resniciunt insidiatur in abscondito quasi leo íu spelunca sua. Ps. IX, 29.—(5) Greg. lib. 24, Mor. c. 13.-& , Omnes qm P . e volunt vivere in Christo Jesu persecut.onem patientur. II ad Tim. III, 1¿.
A los q u e con ligereza de ciervos y de gamos (3) corren á lo alto de la perfección, á esos anda por cazar el demonio con sus lazos y tentaciones; que a nosotros, que viven como jumentos  en casas e los tiene; no ha menester él andar á caza de ellos: A menos tiene el inquietar á los que en pacífica posesión señorea,* dice San Gregorio (4). Y así, no sólo no nos habernos de espantar de tener tentaciones, antes las habernos de tener por buena señal, como lo advirtió San Juan Clímaco. No hay, dice (1), más cierta señal de que los demonios han sido vencidos de nosotros, que ver que nos hacen mucha guerra. Porque por eso os la hacen, porque os habéis rebelado contra ellos y os habéis salido de su jurisdicción: por eso os persigue el demonio, porque tiene envidia de vos; que si no, no os persiguiera tanto.
(1) Caro concupisci ad versus spiri turn. Ad Galat V 17 — (~2) In bonis concupisci! adversus spiritum, nam in mal is non habet contra quem concupiscere: ibi enim concupisci adversus spiritum ubi est spintus. Aug. de verbis Domini in Evanq. Joan semi. 43.—(31 Qui perfecit pedes meos tamquam servorum et super excelsa statuens me. Psal. XVII, 3 4. - ( 4 ) E o s enim pulsare negligi!, quos quieto j u r e possidere se sentii. Greg. 1.14 Mor c 12
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jueves, 24 de mayo de 2018

¿Es posible la paz alrededor de Israel?


Los medios de difusión globalizados analizan los acontecimientos del Medio Oriente como si no estuviesen relacionados entre sí. Pero Thierry Meyssan los interpreta como jugadas sucesivas en una misma partida de ajedrez, ve los conflictos que aparecen alrededor de Israel como un todo orgánico y se interroga sobre las posibilidades que tendría el presidente Trump de lograr una paz regional.


Jared Kushner ha logrado resolver la cuestión del apoyo a los yihadistas y el problema de la sucesión en Arabia Saudita. El presidente Donald Trump debe estar ahora a punto de revelar los detalles de su plan de paz alrededor de Israel.

El Medio Oriente es una región donde se cruzan y se imbrican numerosos intereses. Una pieza que se mueve aquí puede provocar una reacción en el otro extremo del tablero. Los intentos del presidente Donald Trump por romper con la estrategia del almirante Cebrowski [1] y pacificar una zona especialmente castigada tienen por el momento consecuencias contradictorias que impiden su éxito.

Analizar temas tan complejos obedeciendo a nuestras afinidades o antipatías resultaría irrealista por tratarse de un terreno donde cada protagonista está luchando por su supervivencia. Es imperativo, por el contrario, tratar de entender a cada uno de ellos, sin pasar por alto los intereses de ninguno.

Al igual que sus predecesores Ronald Reagan y George Bush padre, el presidente Donald Trump actúa frente a Irán poniendo en dificultades a los «reformadores» iraníes –así los llaman en Occidente– ante los «conservadores» –etiqueta utilizada en Occidente para designar a los seguidores del imam Khomeiny. Sin embargo, estos últimos reaccionan anotándose éxitos en Siria, en Líbano y en Gaza, lo cual obstaculiza los esfuerzos de Donald Trump, cuando pudieran ser aliados, en Palestina.

Cuando Donald Trump anunció la retirada de Estados Unidos del acuerdo 5+1 (JCPOA), el presidente iraní Hassan Rohani («reformador», o sea contrario a la propagación de la Revolución antiimperialista) reaccionó recurriendo a los europeos y amenazando al mismo tiempo a algunos de ellos con revelar que son corruptos [2]. Pero es poco probable que Bruselas respete su compromiso. Todo parece indicar, por el contrario, que la Unión Europea actuará como en 2012 y acabará plegándose a las exigencias de su amo estadounidense.

Los Guardianes de la Revolución, por su parte, reaccionaron convenciendo a su aliado sirio para lanzar la operación contra la inteligencia israelí en el Golán ocupado –la salva de misiles iraníes disparada en la madrugada del pasado 10 de mayo–, haciendo que el Hezbollah libanés anunciara después que esa operación iniciaba un cambio de estrategia regional y, finalmente, estimulando al Hamas a organizar la protesta en la línea de seguridad que Israel impone en la franja de Gaza.

La opinión pública occidental no ha entendido la relación entre estos tres hechos, pero Israel ha concluido que los Guardianes de la Revolución estaban dispuestos a atacar simultáneamente desde Siria, el Líbano y Gaza.

La estrategia de los Guardianes de la Revolución ha dado frutos ya que los pueblos árabes, persa y turco han condenado de forma unánime la represión contra los manifestantes palestinos –solamente en el día de la apertura oficial de la embajada de Estados Unidos en Jerusalén, en los límites de la franja de Gaza hubo más de 60 manifestantes muertos y 1 400 heridos. La Liga Árabe –en la que varios miembros, encabezados por Arabia Saudita, mantienen relaciones no oficiales con Tel Aviv– se vio así obligada a recurrir bruscamente a la retórica antisionista.

En Irán, en el plano interno, los Guardianes de la Revolución han mostrado que el acuerdo JCPOA concluido por el presidente-jeque Hassan Rohani estaba en un callejón sin salida y que la única línea política que funciona es la de ellos, que han logrado implantarse eficazmente en Irak, en Siria, en Libia y en Gaza, así como en Yemen, en Bahréin e incluso en Arabia Saudita.

A Donald Trump le será por consiguiente imposible negociar la paz alrededor de Israel sin ayuda de los Guardianes de la Revolución iraníes.

Es importante recordar que en los últimos 70 años del conflicto israelí, Estados Unidos estuvo en posición de negociar la paz entre todos los protagonistas solamente en una ocasión. Fue en 1991, después de la Operación Tormenta del Desierto. El presidente George Bush padre y su homólogo soviético Mijaíl Gorbachov reunieron entonces en Madrid a Israel, los palestinos, Egipto, Jordania, el Líbano y Siria. Bush padre se había comprometido previamente, por escrito, al regreso a las fronteras de 1967 y a garantizar la seguridad de Israel, a la no creación de un Estado palestino independiente y al reconocimiento de la autoridad palestina sobre Cisjordania y Gaza. Y pensaba que sería posible lograr que todos aceptaran aquella solución, conforme a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.

La conferencia de Madrid funcionó. Se establecieron un proceso de negociación y un calendario para ir resolviendo progresivamente los numerosos litigios. Pero las reuniones posteriores fracasaron porque el partido israelí Likud hizo campaña en Estados Unidos en contra del secretario de Estado James Baker y logró impedir la reelección del presidente Bush padre. En definitiva, Israel concluyó por separado los acuerdos de Oslo, sólo con Yaser Arafat. Pero esos acuerdos preveían solamente el arreglo de los problemas de los palestinos, nunca fueron aceptados por los demás protagonistas y, por consiguiente, nunca llegaron a aplicarse.

Posteriormente, el presidente Bill Clinton trató de continuar bilateralmente las negociaciones con Siria, organizando las negociaciones entre el primer ministro israelí Ehud Barak y el presidente sirio Hafez al-Assad. Aquellas negociaciones fracasaron a causa del brusco cambio de posición del primer ministro israelí, pero de todas maneras no habrían podido resolver todos los problemas porque los demás protagonistas no participaban en el proceso.

Hoy en día, 27 años después de aquel momento, la situación es todavía más compleja. Los palestinos están divididos en dos bandos: los laicos de Cisjordania y los islamistas de Gaza. Irán es ahora un nuevo protagonista, que patrocina al Hamas. Finalmente, Estados Unidos, bajo la administración de Bush hijo, reconoció las anexiones de territorios que Israel proclamó después de 1967, en violación de varias resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.

Los conflictos alrededor de Israel no se resumen por tanto a la cuestión palestina y no tienen nada que ver con la oposición (fitna [3]) entre sunnitas y chiitas.

El plan trazado por Jared Kushner tiene como único objetivo detener la adquisición de territorios por parte de Israel, más que respetar el derecho internacional o volver a las fronteras de 1967. En realidad supone que los árabes acepten lo que se convertiría entonces en sus «derrotas anteriores».

Eso es poco probable.

Thierry Meyssan

martes, 22 de mayo de 2018

RESUMEN DE LOS ERRORES DEL CONCILIO VATICANO II




unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres» (NA, ibid.).

También aquí se tuerce con violencia el significado de los hechos históricos, porque se reducen artificiosamente a meras "desavenencias y enemistades" las luchas sangrientas, largas cruentas, fe contra fe, que hubimos de sostenerla lo largo de los siglos para rechazar el asalto del islam. Además, también se pasan por alto las diferencias abisales que median entre la escatología católica y la islá. mica (la carencia de una verdadera visión beatífica, la carnalidad del paraíso, la eternidad de las penas infernales sólo para los infieles), por no mencionar la incompatibilidad absoluta de su concepción de la "vida moral" y del "culto" con la nuestra: el islam es una religión que, además de admitir instituciones moralmente inaceptables como la poligamia, con todos sus corolarios, pretende garantizar la salvación nada más que con solas las prácticas legales .del culto; constituye, pues, una religión exterior y legalista, aún más que el fariseísmo, condenado por Nuestro Señor a boca llena (cf. Mt 6, 5). Todo eso se pasa en silencio para invitarnos a una colaboración imposible con la morisma, aunque sólo sea porque ésta no da a las expresiones "justicia social", "paz", "libertad", etc., otro significado que el que puede inferirse del Corán y de la Asuna (10 que dijo e hizo Mahoma), según los ha entendido la interpretación "ortodoxa" a lo largo de los siglos: Un significado islámico, absolutamente distinto del nuestro. Por poner un ejemplo, la morisma agarena no entiende la paz ni siquiera a la manera del Pontífice actualmente reinante: al no admitir que los islamitas puedan vivir bajo los infieles, dividen el mundo en dos: la parte donde domina el islam (dar al-islam: morada del islam) y todo el resto, forzosamente enemigo hasta que se convierta o someta (dar alharb: morada de la guerra). La comunidad islámica se considera siempre en guerra con ese resto del mundo; de ahí que la paz no sea para ella un fin en sí, que permita la convivencia de Estados y religiones diversos: no es más que un medio dictado por las circunstancias, que obligan a pactar armisticios con los infieles; deben gozar de una duración limitada (no más de diez años); y la guerra debe reanudarse siempre que se pueda -constituye una obligación moral para el agareno, de cuño jurídico-religioso- hasta la infalible victoria final: la instauración de un Estado islámico mundial. 

NOTA:
La afirmación según la cual los moros "adoran al Dios único, etc." parece justificarla el concilio citando en nota la carta personal de agradecimiento que san Gregorio VII, Papa desde el 1073 al1 085, le escribió en el 1076 a Anazir, emir de Mauritania, quien se había mostrado bien dispuesto para con ciertas peticiones del Papa y generoso respecto de algunos prisioneros cristianos, que había restituido.
El Papa le decía al emir que tal «acto de bondad» le había sido «inspirado por Dios», quien exige amar al prójimo y lo requiere especialmente «de nosotros y vosotros [...] que creemos en el mismo Dios, al cual confesamos, aunque de modo distinto [licet diverso modo]; que alabamos y veneramos a diario al Creador de los siglos y rector de este mundo» (PL 148,451 A).
Cómo explicar afirmaciones tamañas? Con la ignorancia de entonces tocante a la religión fundada por Mahoma. En efecto, el Corán no se había traducido aún al latín en tiempos de san Gregorio VII, razón por la cual no se echaban de ver aspectos fundamentales de su "credo". Se sabía que los isiamitas, esos enemigos acérrimos del  nombre cristiano salidos de repente de los desiertos de Arabia en el 633, con ímpetu conquistador, mostraban, con todo, cierto respeto hacia Jesús, aunque como profeta tan sólo, y hacia la Santísima Virgen; que creían en un Dios único, en el carácter inspirado de sus Escrituras santas, en el juicio y en una vida futura. Podían parecer, por ello, una secta cristiana herética ("la secta mahometana"), equívoco que se mantuvo largo tiempo, porque todavía a principios del siglo XIV Dante colocó a Mahoma en los infiernos, entre los herejes y los cismáticos (In! XXVIII, vv. 31 ss).
Así, pues, el elogio privado que Gregario VII tributó al emir hay que encuadrarlo en dicho contexto: Gregorio VII suponía que le escribía a un "hereje", que se había comportado caritativamente en aquella ocasión, como si el Dios verdadero, en quien pensaba que aquél creía, le hubiese tocado el corazón. De un hereje, en efecto, se puede decir que cree en el mismo Dios que nosotros, y que lo confiesa, aunque de "manera distinta". El elogio, sin embargo, no le impidió a san Gregorio VII propugnar, con una coherencia perfecta, la idea de una expedición de todos los países cristianos contra la marisma para socorrer a la cristiandad oriental, amenazada de aniquilación por aquélla; idea que se llevó en efecto, poco después de su muerte, con la cruzada, proclamada por Urbano II.
La primera traducción latina del Corán vio la luz tan sólo en 1143, cincuenta años después de la muerte de san Gregorio VII; la efectuó el inglés Roberto de Chester para el abad de Cluny, Pedro el Venerable, quien le agregó una refutación decidida del credo islámico: se trataba, en realidad, de un resumen del Alcorán, que se reputó por traducción del mismo durante siglos, hasta la aparición de la versión crítica y completa del padre Marracci, en 1698. El cardenal de Cusa se valió del resumen de Roberto de Chester para escribir su célebre Cribratio Alcorani (Cribadura Crítica del Alcorán) en la primera mitad del siglo XV, que precedió en poco a la bula promulgada por Pío II (Eneas Silvio Piccomolini) en octubre de 1458; el Papa llamaba en dicha bula a una cruzada contra los turcos (jamás llegó a realizarse), que se estaban extendiendo por los Balcanes después de expugnar Constantinopla, y calificaba a los musulmanes de secuaces del «falso profeta Mahoma»; calificación que repitió el 12 de septiembre de 1459, en un discurso digno de nota pronunciado en la catedral de Mantua, donde se había convocado la Dieta encargada de aprobar la avanzada: en dicho discurso motejó otra vez de impostor a Mahoma diciendo que, si no se detuviera al sultán Mehmed, éste, una vez subyugados todos los príncipes de Occidente, «derrocaría el evangelio de Cristo e impondría a todo el mundo la ley de su falso profeta»  
He aquí, pues, una condena lisa y llana del islam y de su profeta por boca del magisterio pontificio, una vez removido el error que reputaba el credo agareno por "herejía" cristiana.
9.7 Las proposiciones: «Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo (cf Jn 19, 6), sin embargo, lo que en su pasión se hizo no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios y malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras» (NA § 4).
Se echa de ver aquí el propósito de limitar la responsabilidad del deicidio a un circulo reducido de personas casi privadas, mientras que el sinedrio, por el contrario, autoridad suprema en lo religioso, representaba en realidad al Judaísmo todo entero, por manera que su actuación entrañó la responsabilidad colectiva de la religión judía y del pueblo hebreo en el rechazo del Mesías e Hijo de Dios, según se desprende de las Sagradas Escrituras de manera inequívoca (Jn 19, 12: «Desde entonces Pilato buscaba liberarlo; pero los judíos gritaron, diciéndole: Si sueltas a ése, no eres amigo del César ... »;
Mt 27, 25: «y todo el pueblo contestó diciendo: “Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos “
Sorprende también la afirmación de que "no se ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios y malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras". Una vez más, nos topamos con la carencia de la distinción debida entre individuos y religión hebrea. Si se habla de los judíos como individuos, la afirmación es verdadera, como lo demuestra el gran número de conversos del judaísmo en todo tiempo; pero si se habla del judaísmo como religión, la afirmación es errónea e ilógica: errónea, porque contradice ni más ni menos que al evangelio y a la fe constante de la Iglesia desde el origen (cf. Mt 21, 43: «Por eso os digo que os será quitado el reino de Dios y será entregado a un pueblo que rinda sus frutos»; ilógica, porque si Dios no reprobó la religión hebrea ni al pueblo hebreo en sentido religioso (que en tiempos de Jesús se identificaban), entonces la Antigua Alianza ha de reputarse válida todavía, en competencia con la Nueva, y también ha de seguir siendo válida la injustificada esperanza en la venida del Mesías, que los judíos nutren aún. Todo ello configura una descripción absolutamente mendaz del judaísmo y de sus relaciones con el cristianismo.
9.8 La afirmación inaceptable, contraria a la doctrina perenne de la Iglesia y a toda sana exégesis católica, según la cual los libros del Antiguo Testamento ilustran y explican el Nuevo, mientras que siempre se ha enseñado que 10 verdadero es lo contrario, sin reciprocidad, es a saber, que el Nuevo Testamento es el que ilustra y explica al Antiguo: « ... No obstante, los libros del Antiguo Testamento, recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significacion en el Nuevo Testamento ( Mt 5, 17; Le 24,27; Rom 16,25-26; 11 Cor 3, 14-16) [hasta aquí nada que objetar] ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo (illud vicissim illuminant et explicant) [afirmación errada, que pugna con la
precedente]» (DV § 16).
9.9 La inversión de la misión de los católicos respecto de los seguidores de las demás religiones.
En vez de exhortar a los creyentes a tomar más aliento para convertir al mayor número posible de infieles, arrancándolos de las tinieblas en que están sumidos, 'el concilio exhorta a los católicos a que «reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos [los adeptos de otras religiones] existen (qua apud eos inveniuntur)» (NA § 2, cit.). Dicho de otro modo: los exhorta a afanarse para que los budistas, hindúes, moros, judíos, etc., sigan siendo tales, o por mejor decir, "progresen" en los "valores" de sus religiones y culturas respectivas, hostiles todas ellas a la verdad revelada (l).
Tamaña exhortación expresa un principio general señalado por el concilio a la "iglesia" que debía nacer de sus reformas y que se au-61 en adelante







lunes, 21 de mayo de 2018

¿Irán e Israel han iniciado una nueva guerra? (ultima parte)


En respuesta a la decisión de Estados Unidos de salir del acuerdo 5+1 (JCPOA), y teniendo además en cuenta que Israel ya los había bombardeado antes, los Guardianes de la Revolución iraníes dispararon hacia el Golán ocupado por Israel una salva de misiles desde sus bases en Siria. ¿Es esto el preludio de una nueva guerra regional? ¿O se trata más bien de una operación iraní que en realidad persigue fines de política interna en Irán?



El general Qassem Soleimani, comandante de la Fuerza Al-Qods, es el combatiente más respetado en todo el Gran Medio Oriente. Ha estado en todos los teatros de operaciones de la región. Sus victorias lo han convertido en una leyenda viviente. Se dice que Washington ha dado a Tel Aviv luz verde para eliminarlo.


Rusia se opone a una guerra entre Irán e Israel

Mientras la mayoría de los observadores toman partido en la confrontación ruso-estadounidense y desean la victoria de su bando, Moscú trata de traer la paz al Medio Oriente. Rusia se opone por tanto a una operación iraní contra Israel, como mismo se opuso a un ataque israelí contra Irán en 2008.
n la noche del 29 al 30 de abril de 2018, Israel lanzó 9 misiles contra 2 bases militares sirias, causando importantes daños.

Lo que sorprende en esa operación, es que los radares rusos no trasmitieron la alerta a las autoridades sirias, que por consiguiente no pudieron interceptar los misiles israelíes.

El hecho es que el ataque no apuntaba a objetivos sirios sino a blancos iraníes en instalaciones militares sirias.

En virtud de un tratado anterior al actual conflicto, Irán acudió en ayuda de Siria desde el inicio de la actual agresión exterior, que comenzó en 2011. Sin esa ayuda, Siria habría sido derrotada, la República habría sido derrocada y la Hermandad Musulmana habría logrado instalarse en el poder. Pero desde septiembre de 2015, Siria cuenta también con el respaldo militar de Rusia, cuyo volumen de fuego es muy superior. Fue la aviación de la Federación Rusa la que logró, con sus bombas antibunker, destruir las fortificaciones subterráneas que la OTAN y la transnacional francesa Lafarge habían construido para los yihadistas. La acción de la aviación rusa abrió el camino al Ejército Árabe Sirio para la recuperación del terreno perdido.

Hoy en día, los objetivos de Irán y Rusia son divergentes.

Desacuerdo irano-ruso
El objetivo de Rusia es erradicar las organizaciones yihadistas y restablecer la paz en la región. Posteriormente, Rusia espera restaurar el vínculo histórico entre su cultura ortodoxa y Damasco, la ciudad que vio nacer el cristianismo. Ese objetivo corresponde a la estrategia trazada en el siglo XVIII por la emperatriz Catalina La Grande.

Irán es actualmente un país dividido entre 3 poderes diferentes: los Guardianes de la Revolución, el poder presidencial en manos del presidente-jeque Hassan Rohani, y, para terminar, el poder del Guía de la Revolución –el ayatola Alí Khamenei– que actúa como árbitro en los conflictos entre los otros dos poderes.

Los Guardianes de la Revolución son una fuerza armada de élite, separada del ejército regular. Obedecen al Guía de la Revolución mientras que el ejército regular depende del presidente de la República Islámica. Los Guardianes de la Revolución se plantean como objetivo liberar el Medio Oriente del imperialismo anglosajón. Garantizan la protección de las poblaciones chiitas en todo el mundo y, a cambio, cuentan con esas poblaciones para la protección de Irán. Los Guardianes de la Revolución están presentes en Yemen, Irak, Siria y el Líbano.

El presidente Hassan Rohani trata de sacar la República Islámica del aislamiento impuesto a ese país a raíz de la Revolución del imam Khomeiny. Pretende desarrollar el comercio internacional y restaurar la condición de potencia regional dominante que tenía Irán en tiempos del Shah.

El ayatola Alí Khamenei, ideológicamente cercano a los Guardianes de la Revolución, trata de mantener el equilibrio entre los dos poderes anteriormente descritos y salvaguardar a la vez la unidad del país. Pero su papel ha ido haciéndose cada vez más difícil, en la medida en que van en aumento las tensiones entre los Guardianes de la Revolución y el presidente Rohani. El ex presidente Mahmud Ahmadineyad –proveniente de los Guardianes de la Revolución– y su ex vicepresidente Hamid Beghaie han sido proclamados «malos musulmanes» por el Consejo de los Guardianes de la Constitución [1]. El ex presidente Ahmadineyad acaba de ser puesto bajo prisión domiciliaria y su ex vicepresidente Beghaie fue objeto de un juicio secreto que acabó condenándolo a 15 años de cárcel.

Desde el asesinato de Jihad Moughniyah –hijo de Imad Moughniyah, el jefe militar del Hezbollah libanés– y de varios oficiales de los Guardianes de la Revolución, en enero de 2015, en la línea de demarcación que separa las fuerzas israelíes y las fuerzas sirias en el Golán, todo hace pensar que Irán trata de implantar bases militares en el sur de Siria. Al parecer se trata de planificar un ataque coordinado contra Israel desde Gaza, el Líbano y Siria.

Ese es el proyecto que Israel trata de contrarrestar y al que Rusia niega su apoyo.

Evolución de las posiciones políticas
Desde el punto de vista de la Federación Rusa, Israel es un Estado internacionalmente reconocido, con más de un millón de ciudadanos provenientes de la antigua Unión Soviética, y tiene derecho a defenderse, independientemente del conflicto que plantean tanto el robo de territorios por parte de Tel Aviv como su actual régimen de apartheid.

Por el contrario, desde el punto de vista iraní, Israel no es un Estado sino una entidad ilegítima que ocupa Palestina y oprime a los habitantes históricos de esa tierra. Por consiguiente, es legítimo combatirlo. Al hacerlo, sin embargo, la República Islámica va más allá del análisis de su fundador. Para el imam Khomeiny, Israel era sólo un instrumento de las dos principales potencias imperialistas, que son Estados Unidos y el Reino Unido. En los últimos años, el discurso iraní sobre Palestina se ha hecho particularmente confuso, convirtiéndose en una mezcla de argumentos políticos y religiosos y recurriendo a estereotipos antisemitas.

Hace 3 años que Israel exige que Rusia impida que Irán instale bases militares a menos de 50 kilómetros de la línea de demarcación. Al principio, Rusia resaltó el hecho que Irán había ganado la guerra en Siria, mientras que Israel la ha perdido. Por consiguiente, Tel Aviv no estaba en condiciones de exigir nada. Pero ahora, cuando el posible fin de la guerra parece cercano, la posición rusa ha cambiado: permitir que Irán inicie un nuevo conflicto no es una opción.

Se trata exactamente de la misma actitud que llevó a Rusia a bombardear, en 2008, los dos aeropuertos que Israel había alquilado en Georgia. Moscú evitó así un ataque de Tel Aviv contra Teherán. Esta vez, Rusia se opone a una iniciativa militar iraní contra Israel.

La posición de Siria
Desde el punto de vista sirio, Israel es un enemigo que ocupa el Golán ilegalmente. Durante la guerra, ese enemigo apoyó de facto a los yihadistas y bombardeó Siria un centenar de veces.

A pesar de ello, el proyecto iraní no es bienvenido. Al igual que Moscú, Damasco no cuestiona la existencia del Estado hebreo sino sólo su régimen, que excluye a los palestinos. Lo más importante es que la República Árabe Siria no busca el enfrentamiento con su vecino sino la paz. Tanto Hafez como Bachar al-Assad trataron de negociar esa paz –principalmente con el presidente estadounidense Bill Clinton– pero sus esfuerzos fueron vanos.

Por otro lado, todos saben que el ejército israelí cuenta con el apoyo total de Estados Unidos, atacarlo sería atacar a Washington. Después de 7 años de agresión extranjera, Siria no estaría en condiciones de hacerlo, ni aunque quisiera.

O sea, aunque ha aceptado permitir a Irán instalar bases en suelo sirio, Damasco no irá más allá de ese consentimiento.

El contexto irano-estadounidense
El posible fin de la guerra ha provocado la crisis actual, y también pesa sobre el futuro del acuerdo 5+1. Parece probable que Estados Unidos deje de ser garante de este último.

Pero ese acuerdo multilateral no es lo que parece. El texto firmado el 14 de julio de 2015 es exactamente idéntico al que ya se había negociado el 4 de abril. El hecho es que durante los últimos meses de aquella negociación, Washington y Teherán discutieron bilateralmente varias cláusulas secretas cuyo contenido nadie conoce.

Sin embargo, todos han podido comprobar que desde la conclusión de aquel acuerdo secreto, las fuerzas de Estados Unidos y de Irán, presentes en todo el Medio Oriente, no han llegado nunca a enfrentarse directamente.

La parte del acuerdo que todo el mundo conoce trata sobre una suspensión del programa nuclear iraní por un plazo de al menos una década, estipula un levantamiento de las sanciones internacionales contra Irán y un fortalecimiento de los controles que realiza la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Ese acuerdo resulta catastrófico para Teherán que, por ejemplo, se vio obligado a renunciar a la enseñanza de la física nuclear. Pese a ello, Teherán firmó el acuerdo 5+1 con tal de obtener el levantamiento de las sanciones que afectaban gravemente su economía. Sin embargo, luego del esperado levantamiento, esas sanciones fueron restauradas de inmediato… con otro pretexto (el programa de desarrollo de misiles) y el nivel de vida de la población iraní sigue bajando.

Contrariamente a lo que afirma la propaganda occidental, la República Islámica había puesto fin a su investigación nuclear militar en 1988 porque el imam Khomeiny decretó que las armas de destrucción masiva contradicen los principios del islam. O sea, desde 1988, Irán sólo conservaba su investigación nuclear de carácter civil y algunas investigaciones sobre aplicaciones militares tácticas. Hoy en día, sólo son susceptibles de reactivar el programa nuclear militar los sectores que aspiran a seguir los pasos del régimen del Shah –o sea, el grupo cercano al presidente Rohani. Pero no lo harán debido a las excelentes relaciones que, a pesar de todo, mantienen con Washington.

Una reunión preparatoria de la Conferencia Mundial de Seguimiento del Tratado de No Proliferación nuclear se desarrolla actualmente en Ginebra. Irán y Rusia defienden allí una moción para declarar el Medio Oriente «zona exenta de armas nucleares», moción que encuentra la oposición de Israel, Arabia Saudita y las potencias occidentales.

La amenaza que Teherán ejerce desde Siria debe interpretarse como una forma de presionar para que se mantengan las cláusulas secretas del acuerdo 5+1.



sábado, 19 de mayo de 2018

EL SANTO ABANDONO. DOM VITAL LEHODEY




La adversidad nos abre un camino más seguro. Dios, que es amigo constante y solícito, nos quita la prosperidad que nos perjudicaría, emplea la espada de la adversidad para cortar los afectos rivales de su santo amor; unas veces por la privación, otras por el sufrimiento nos aparta más pronto y seguramente del placer, arranca nuestro espíritu y corazón de esta tierra y los atrae hacia las riberas eternas. Es la mejor escuela del desasimiento, y también un purgatorio anticipado menos terrible que el de la otra vida, eficacísimo, sin embargo; porque Dios no castigará dos veces la misma falta. Después de habernos purificado en el horno del sufrimiento, como el oro en el crisol, nos hallará dignos de sí y nos recibirá como víctimas de holocausto.
La adversidad es una mina de oro de donde se pueden sacar las más sublimes virtudes y méritos inagotables. El P. Jerónimo Natalis preguntaba un día a San Ignacio: «¿Cuál es el camino más corto y más seguro para llegar a la perfección y al cielo?» El santo le respondió: «Sufrir muchas adversidades grandes por amor de Jesucristo.» Una gran adversidad nos lleva al cielo, pero muchas nos llevan a él más pronto y más lejos; porque, para los hombres de fe, según el P. Baltasar Álvarez, «los sufrimientos son como caballos de posta que Dios envía para atraerlos más prontamente a sí, o como una escala que les ofrece para elevarse a virtudes más eminentes... Considérese el dolor de un propietario cuando una terrible granizada viene a destruir su viña, pero si los granizos fueran de oro, ¿sería razonable su aflicción? Pues oro son los desprecios y demás aflicciones que caen como granizo sobre un alma que en verdad es paciente. Lo que gana vale infinitamente más que lo que pierde. El cielo es el reino de los tentados, de los afligidos, de los despreciados».
La adversidad es el camino más corto para la santidad.
Según Santa Catalina de Génova las injurias, los desprecios, las enfermedades, la pobreza, las tentaciones y todas las demás contrariedades nos son indispensables para sujetar por completo nuestras torcidas inclinaciones, y el desarreglo de nuestras pasiones; es el medio de que el Señor se vale para disponemos a la unión divina, y según San Ignacio, «no hay madera más a propósito para producir y conservar el amor de Dios que la madera de la cruz». San Alfonso añade: « La ciencia de los Santos consiste en sufrir constantemente por Jesucristo, y éste es el medio de santificarse pronto». Los favores con que el Señor ha beneficiado a sus amigos, los hechos extraordinarios que les han dado celebridad, son quizá lo que más impresiona en su vida, pero sin motivo alguno. Lo que sí debiéramos señalar son las debilidades, las sequedades, las desolaciones, las persecuciones de todo género que Dios les ha prodigado, y su inalterable paciencia en este dilatado martirio, pues por este medio han llegado a ser santos. Como amantes generosos del divino Maestro, han deseado ser como El pobres, sufridos, despreciados. Dios Padre los ha crucificado con su Hijo tiernamente amado, y los más amantes han sido los más probados, siendo hacia el fin de su vida, época de su más elevada perfección, cuando de ordinario más han sufrido. «Porque eran agradables a Dios, fue necesario que la tentación los probara». La tribulación ha sido, por decirlo así, la recompensa de sus trabajos pasados a la vez que la consumación de su santidad.
Nadie hay que no haya vivido sobre la cruz, ni uno que no se haya alegrado de sufrir en ella con su adorado Maestro.
Todos, como Nuestro Padre San Benito, han preferido «padecer los desprecios del mundo a recibir sus alabanzas, y a agotarse con trabajos más bien que ser colmados de los favores del siglo». El bienaventurado Susón, cuando por excepción disfrutaba una tregua en sus continuas pruebas, lamentábase ante las religiosas, sus hijas espirituales: «Temo mucho ir por mal camino, porque hace ya cuatro semanas que no he recibido ataques de nadie; tengo miedo de si Dios no pensará ya en mí». Apenas acababa de hablar cuando se le viene a anunciar que personas poderosas han jurado su perdición. A esta noticia no pudo menos que experimentar inmediatamente un movimiento de terror. «Desearía saber por qué he merecido la muerte. - Es por las conversiones que obráis. - ¡Entonces! ¡Sea Dios bendito! » Vuelve lleno de gozo a la reja: «Animo, hermanas mías, que Dios ha pensado en mí y aún no me ha olvidado». Nosotros decimos en nuestras pruebas: Basta, Dios mío, basta. La venerable María Magdalena Postel, por el contrario, repetía sin cesar: «Aún más, Señor, aún más; ven, cruz, que te abrazo. ¡Dios mío, bendito seáis! Vos no nos humilláis sino para elevarnos más».
En una circunstancia muy penosa, Santa Teresa del Niño Jesús escribía a su hermana: « ¡Cuánto nos ama Jesús, pues que nos envía dolor tan grande! La eternidad no será bastante larga para bendecirlo por ello. Nos colma de sus favores como colmaba a los grandes Santos... El sufrimiento y la humillación son el único camino que forma los Santos. Nuestra prueba es una ruina de oro que es preciso explotar. Ofrezcamos nuestro sufrimiento a Jesús para salvar las almas» De todo esto concluyamos con San Alfonso: «Algunas personas se imaginan que son amadas de Dios, cuando prosperan en todo y no tienen nada que sufrir. Pero se engañan, porque Dios prueba la fidelidad de sus servidores, y separa la paja del grano por la adversidad y no por la prosperidad: el que en las penas se humilla y se resigna con la voluntad de Dios, es el grano destinado al Paraíso, y el que se enorgullece, se impacienta, y por fin abandona a Dios, es la paja destinada al infierno. El que lleva su cruz con paciencia, se salva; el que la lleva con impaciencia, se pierde». Dos fueron los crucificados a cada lado de Jesús, y la misma pena hizo, del uno, un santo y, del otro, un réprobo.
¡Ojalá que tomáramos nuestras cruces, no sólo con paciencia y resignación, sino aun con amor y confianza filial! Dos cosas nos ayudarán especialmente a conseguirlo: el espíritu de fe y la humildad. Por poco que se escuche a la naturaleza, retrocederá siempre ante la adversidad; mas impóngasele silencio para no considerar sino a Dios, y pronto diremos con el Rey Profeta: «Me he callado, Señor, y no he abierto mi boca, porque sois Vos quien lo ha hecho todo». El orgulloso cree con facilidad que no se le hace justicia, y los caminos de Dios, cuando son dolorosos, le espantan y desconciertan. El humilde, por el contrario, penetrado por un vivo sentimiento de sus miserias y de sus faltas, bendecirá a Dios hasta en sus rigores: «Adoro, Señor, la equidad de vuestros juicios y hasta me hacéis gracia y yo alabo vuestras misericordias, pues estáis lejos de castigarme tanto como he merecido. Y además, me es necesario el remedio del sufrimiento, y las penas que me enviáis son precisamente las que mejor responden a mis necesidades».

Artículo 2º.- Calamidades públicas y privadas

Debemos conformarnos con la voluntad de Dios en las calamidades públicas, tales como la guerra, la peste, el hambre, y todos los azotes de la divina Justicia. Otro tanto es preciso hacer cuando la desgracia viene a caer sobre nosotros personalmente o sobre los nuestros. El gran secreto para conseguirlo, es mirar todas las cosas con los ojos de la Fe, adorar los juicios del Altísimo con corazón contrito y humillado, y sean cualesquiera los azotes que nos hieran, persuadirnos bien de que la Providencia, infinitamente sabia y paternal, no se determinaría a enviarlos ni a permitirlos, si no fueran en sus manos los instrumentos de renovación y de salvación para los pueblos o para las almas. «Así es como ella conduce al cielo por el camino del sufrimiento a una multitud de personas que se perderían siguiendo otra dirección. ¡Cuántos pecadores, llamados a Dios por el duro camino de la aflicción, renuncian a sus antiguas iniquidades y mueren en los sentimientos de un verdadero arrepentimiento! ¡Cuántos cristianos ocuparán un día un puesto glorioso en el cielo, que sin esta saludable prueba, hubieran gemido eternamente en las llamas del infierno! Lo que nosotros llamamos calamidad y castigo es frecuentemente una gracia de primer orden, una prueba brillante de misericordia. Acostumbrémonos a no considerar las cosas sino desde estos magníficos puntos de vista de la Fe, y nada de lo que sucede en este mundo nos escandalizará, nada alterará la paz de nuestra alma y su confiada sumisión a la Providencia. Más entremos en algunos
pormenores, comenzando por las desgracias públicas.
I. Es fácil ver la mano de la Providencia en la peste, el hambre, las inundaciones, la tempestad y demás calamidades de este género, porque los elementos insensibles obedecen a su autoridad sin resistirla jamás. Pero, ¿cómo verla en la persecución con su malignidad satánica, o en la guerra con sus furores? Y allí está, sin embargo, como dejamos ya dicho.


viernes, 18 de mayo de 2018

LA CIUDAD DE DIOS Y LA CAIDA DEL IMPERIO ROMANO. SAN AGUSTIN




Creo necesario, antes de continuar con la obra de San Agustin, dar una introducción sobre la misma a fin de entender con mas precisión lo que el autor sagrado nos quizo comunicar con esta obra tan selecta y tan actual como lo es LA CIUDAD DE DIOS, lamento no haberlo hecho desde el princio y sepan disculpar esta falta de tacto.
Introducción de Francisco Montes de Oca
INTRODUCCIÓN
Del mismo modo que un cuerpo humano minado por la vejez llama a las enfermedades, así el Imperio Romano, a fines del siglo IV, llamaba a su seno a los Bárbaros.
Y vinieron, en efecto: y llegaron, no sólo como estaban todos habituados a verlos antaño, es decir, como soldados más o menos encuadrados, sino por tribus enteras, con mujeres y niños, con carromatos, carretas de bagajes, caballerías de reserva, animales y rebaños. El término exacto para designar aquel fenómeno, mucho más que la palabra española invasión, que hace pensar, sobre todo, en la entrada de un ejército en un país, sería el alemán Völkerwanderung, migración de pueblos. Lo que el universo mediterráneo había conocido más de mil años antes de nuestra Era, cuando los invasores arios, griegos y latinos, habían asaltado los viejos imperios, volvió a reproducirse a partir de fines del siglo IV.
Uno de los episodios que mayor trascendencia tuvo y que más conmoción causó en el seno del Imperio fue el saqueo de Roma por las tropas de Alarico en el año 410. Acontecimiento terrible, que depositó un dejo de tristeza aun en los espíritus más firmes, aunque no fue totalmente inesperado.
El propio San Agustín se sintió profundamente conmovido. Llevaba en el corazón el destino del Imperio, por lo ligado que lo creía al destino de la Iglesia. Dos años antes había sabido con gran consternación, por una carta del presbítero Victoriano, cómo los vándalos habían invadido la infortunada España y cómo habían incendiado sistemáticamente todas las basílicas y asesinado, casi sin excepción, a cuantos siervos de Dios pudieron capturar. Y a comienzos del 409, cuando los visigodos amenazaron por vez primera la Ciudad eterna, reprendía Agustín a una matrona allí residente, porque, habiéndole escrito tres veces, nada le contaba sobre la situación de Roma: "Tu última carta no me dice nada sobre vuestras tribulaciones. Y querría saber qué hay de cierto en un confuso rumor llegado hasta mí acerca de una amenaza a la Ciudad" El temor del obispo de Hipona se convertiría en desoladora realidad en menos de dos años. Roma, la inexpugnable Roma, fue conquistada por Alarico y entregada al saqueo; la Ciudad eterna tuvo que confesarse mortal. La fecha del 24 de agosto de 410 sonó en los oídos romanos como la campana de la agonía. Durante cuatro días consecutivos se desencadenó allí un frenesí de crímenes y de violencias, en una atmósfera de pánico.
Pocos días después llegaba al África la terrible nueva: ¡Roma acababa de ser saqueada por los bárbaros! La vieja capital, inviolada desde los lejanos tiempos de la invasión gala, había sido forzada por las bandas de un godo y gemía todavía bajo el peso de sus ultrajes. Y tras la nueva, fueron llegando algunos de los que lograron escapar a la catástrofe. Veíase desembarcar, en atuendo mísero y con la mirada turbada, a aristócratas fugitivos portadores de los más ilustres apellidos romanos. Se escuchaban sus relatos acerca de los actos de terror en la ciudad, los palacios incendiados, los jardines de Salustio en llamas, la casa de los ricos, la sangre que manchaba los mármoles de los foros, los carros de los bárbaros atestados de objetos preciosos robados y maltrechos. Familias enteras habían quedado aniquiladas, habían sido asesinados senadores, violadas vírgenes consagradas a Dios, y la anciana Marcela había sido abandonada por muerta en su palacio del Ayentino, por no haber podido mostrar a los bárbaros asaltantes ningún escondrijo de oro y haberles rogado solamente que respetaran el honor de su joven compañera Principia. Se los oía con horror y se repetían por doquiera sus relatos, mientras ellos, los últimos romanos, se daban prisa en abandonar la minúscula ciudad portuaria y marchaban a Cartago, donde inmediatamente ocupaban otra vez localidades en el teatro, y donde, con la presencia de los fugitivos romanos, la locura y barahúnda eran mayores que antes.
Pero la impresión de la caída de Roma no podía borrarse fácilmente. El mundo parecía decapitado. "¡Cómo han caído las torres!", leían los ascetas en Jeremías y pensaban en la torre de la muralla aureliana. "¡Qué solitaria está la ciudad, antes populosa!", pensaban las gentes pías, cuando oían hablar del espantoso vacío que siguiera al saqueo, de cómo aullaban los canes en los palacios desiertos, de cómo salían los supervivientes, agotados por el hambre, después de cinco días de forzada abstinencia, de las basílicas, y se daban la mano para sostenerse en pie por las calles cubiertas de cadáveres, mientras chirriaban, camino del sur, por la Vía Apia, los carros cargados de oro y plata y de jóvenes y muchachas cautivas.
Es cierto que Alarico y sus soldados no permanecieron más que tres días en la Ciudad eterna, después de haberla saqueado a ciencia y conciencia; es cierto que se instituyó una fiesta conmemorativa para celebrar el aniversario de su liberación. Con todo la caída de la capital tuvo una resonancia inmensa y durable por todo el Imperio. Puede resultarnos hoy a nosotros un tanto difícil de comprender: contemplada de lejos, la entrada de los bárbaros en la Ciudad eterna quizá no nos parezca más que un incidente banal. La administración del Imperio, y el emperador Honorio mismo, hacía varios años que ya no residían ahí. Retirados a Ravena, fortalecidos detrás de una fuerte cintura de lagunas, se hallaban a buen recaudo desde el 404, y dispuestos a proseguir, sin sentirse inquietados seriamente, aquellas bajas intrigas que constituían lo esencial de sus preocupaciones cotidianas. Por lo demás, al cabo de pocos años los mismos contemporáneos se dieron cuenta de que nada había cambiado en sus costumbres, de que el Imperio sobrevivía a todas las catástrofes y de que no había lugar para inquietarse por un desastre tan rápidamente reparado.
Pero de momento no fue así. Tremendamente sacudidos en sus ánimos paganos y cristianos pusiéronse por una vez de acuerdo para plañir juntos las calamidades que les afectaban igualmente. Hacía largo tiempo que venían, atribuyendo los primeros todas las desventuras de Roma al hecho de que los cristianos hubiesen abandonado a sus antiguos dioses. Pero también estos empezaron a repetir con otras palabras y en diferente sentido la misma cantinela: ¿"Dónde están ahora las memoriae de los apóstoles?", oía decir el obispo a sus gentes. "¿De qué le ha valido a Roma poseer a Pedro y a Pablo? Antes estaba en pie la ciudad, ahora ha caído". Los que así murmuraban eran cristianos y no podía replicarles el prelado de Hipona, como a los no cristianos, que un pagano como Radagaiso, que ofrecía puntualmente cada día sacrificios a los dioses, fue vencido, y Alarico, que era cristiano, fue vencedor. Difícilmente podía alegar esto ante cristianos descontentos. ¿No era Alarico arriano? ¿Y tenía que caer la Ciudad eterna precisamente ahora cuando estaba ceñida por una corona de sepulcros de mártires?
El viejo pecado bíblico de la murmuración volvía a levantar cabeza entre aquellos fieles, presa del abatimiento, y no era permitido al pastor permanecer callado. Cuando, súbitamente y casi sin lucha, sucumbió la Ciudad, recibió Agustín las primeras noticias, en una casa de campo en que, por prescripción médica, tenía que descansar un verano enteró. Inmediatamente mandó una carta a Hipona, exhortando al pueblo y clero á cooperar en vez de lamentarse, a acoger y vestir a los fugitivos que afluían, y a hacerlo mejor de lo que lo hicieran antes. Y a las diversas quejas de los murmuradores les va a salir al paso con argumentos exclusivamente cristianos, que dominan diferentes sermones de los años 410 y 411.
La catástrofe de Roma es una intervención divina. Dios es un médico que corta la carne podrida de nuestra civilización. Este mundo es un horno en que la paja arde al fuego; el oro, en cambio, sale purificado y ennoblecido. Es una prensa que separa el aceite del deshecho sin valor; el deshecho es negro y tiene que desaguar por el canal. El canal se pone así más sucio, pero el aceite sale más puro. Los que murmuran son el deshecho; el que entra en sí y se convierte, es el aceite puro.
El día de San Pedro y San Pablo del año 411, diez meses después del saqueo, Agustín se dejó caer, como sin pretenderlo, en el tema del destino de la Ciudad y la lamentación que no enmudecía nunca. Y es su respuesta, que arranca de un pasaje de la Carta de San Pablo a los Romanos sobre la relatividad de todo sufrimiento terreno, un soberano ejemplo de improvisación en el púlpito: "Está escrito que los sufrimientos de este tiempo no pueden compararse con la gloria por venir que ha de revelarse en nosotros. Si es así, que nadie de vosotros piense hoy carnalmente. No es este el momento. El mundo ha sido sacudido, el hombre viejo despojado, la carne prensada: dad, por tanto, libre curso al espíritu. El cuerpo de Pedro está en Roma, dice la gente, el cuerpo de Pablo está en Roma, el cuerpo de Lorenzo está en Roma, los cuerpos de otros muchos mártires están en Roma, y, sin embargo, Roma está en la miseria, Roma está devastada, Roma está en la desolación; ha sido pisoteada e incendiada. ¿Dónde están ahora las memoriae de los apóstoles? ¿Qué dices, hombre? Lo que he dicho: ¡Cuánta calamidad no está pasando Roma! ¿Dónde están ahora las memorias de los apóstoles? Allí están, allí están ciertamente, pero no en ti. ¡Ojalá estuvieran en ti! Tu, quienquiera que. seas, que así te expresas y tan neciamente juzgas, quienquiera que tú seas, ¡ojalá estuvieran en ti las memorias de los apóstoles! ¡Ojalá te acordaras de ellos! Entonces verías si se les ha prometido dicha temporal o eterna. Porque si la memoria del apóstol es realmente viva en ti, oye lo que dice: La ligera carga de la tribulación temporal nos depara un peso grande sobre toda ponderación de gloria eterna; porque lo que vemos es temporal y lo que no vemos es eterno. En Pedro mismo fue temporal la carne y no quieres tú que sean temporales las piedras de Roma. Pedro reina con el Señor, el cuerpo del apóstol Pedro yace en alguna parte, y su recuerdo ha de despertar en ti el amor a lo eterno, para que no sigas pegado a la tierra, sino que, con el apóstol, pienses en el cielo. ¿Por qué estás, entonces, triste y lloras porque se han derrumbado piedras y maderos, y han muerto hombres mortales?... Lo que Cristo guarda, ¿se lo lleva acaso el godo? ¿Es que las memoriae de los apóstoles tenían que haberos preservado para siempre vuestros teatros de locos? ¿Es que murió y fue sepultado Pedro para que jamás caiga de los teatros una piedra?" No, Dios obra con justicia y quita a los niños malos las golosinas de las manos. Basta ya de pecar y murmurar. ¡Qué vergüenza que anden los cristianos lamentándose de que Roma ha ardido en época cristiana. Roma ha ardido ya tres, veces: bajo los galos, bajo Nerón y ahora con Alarico. ¿Qué sacamos de irritarnos? ¿Para qué rechinar de dientes contra Dios, porque arde lo que tiene costumbre de arder? Arde la Roma de Rómulo, ¿hay algo de extraño en ello? Todo el mundo creado por Dios arderá un día. ¡Pero es que la ciudad perece cuando en ella se ofrece el sacrificio cristiano? ¿Y por qué fue arrasada su madre Troya, cuando se ofrecían los sacrificios a los dioses? Lo sucedido ha sucedido porque el mundo tiene que meditar y, además, después de la predicación del Evangelio, es mucho más culpable que antes.
Por lo demás, aun cuando Agustín no creía en la eternidad del Imperio, le resultaba difícil imaginar un mundo sin él. El fin del uno era para él el fin del otro. No acertaba a divisar una edad media tras los bárbaros. En este sentido su pensamiento era doblemente escatológico. Pero, según su creencia, el Imperio había sido probado, que no cambiado; y, como esto había sucedido ya incontables veces, Roma tenía aún la posibilidad de levantarse de nuevo.
Claro que le preocupaban más las almas inmortales que los reveses exteriores del destino. Sus amonestaciones, a veces conmovedoras, contra una civilización que era la suya y que en realidad, había construido algo más que teatros, le eran inspiradas por esta superior solicitud. No se dirigían contra la ruina mayestática de una Roma agonizante, sino contra los enanos de poca fe y murmuradores que, en el desierto cristiano del siglo Y, echaban de menos tristemente la opulenta casa de la servidumbre, las ollas y cebollas del paganismo.