La
séptima es una llama de amor consumativo. Porque hacer exactamente y de todo
corazón lo que dice el Hijo único de María, es la perfección y la consumación
de la suma felicidad.
3. ELEVACIÓN
Santa
Catalina de Génova, sintiendo su corazón totalmente inflamado en el amor
divino, exclamaba: "¡Oh, si pudiese decir lo que pasa en mi corazón, al
que siento arder y consumirse interiormente! Lo único que puedo decir es que,
si una gotita del amor que abrasa mi corazón pudiese caer en el infierno,
cambiaría el infierno en paraíso, a los diablos en ángeles y las penas en consuelos".
Si el fuego del amor divino produjo tal incendio en el corazón de esta Santa,
piensa lo que haría en el Corazón de la Reina de todos los Santos.
No estaban más que los tres jóvenes hebreos en el horno de
Babilonia; pero todos los hijos de la Madre de Dios tienen su morada en el
horno de su Corazón, como en un paraíso de delicias, donde alaban y glorifican
a Dios continuamente con su divina Madre y con los corazones llenos de gozo y
de consuelo (3).
¡Oh,
fuego divino que abrasáis el nobilísimo Corazón de nuestra gloriosa Madre!
Venid a los corazones de todos los hombres; apagad en ellos cualquiera otro
fuego; consumid todo lo que os es contrario; abrasadles, inflamadles,
transformadles en vos mismo para que sean un puro fuego y una pura llama de
amor hacia Aquel que los ha creado para amarle. Haced que digamos con San
Agustín y con sus mismas santas disposiciones: "¡Oh
fuego santo!, ¡qué dulcemente ardes, qué secretamente luces, y con cuánto deseo
quemas! ¡Ay de aquellos que son iluminados y no de ti; ay de los que arden y no
por ti! Venid, pues, fuegos sagrados; venid, celestes llamas; venid brasas del
cielo; venid torrentes, venid diluvios de fuego adorable y eterno, fundíos
sobre nosotros y sobre todos los hombres.
Encendedlo
todo, abrasadlo todo, consumidlo todo.
Duodécimo
del Corazón santísimo de María: el Calvario La duodécima imagen del Sagrado
Corazón de la Virgen es el Calvario; esa imagen nos pone delante de los ojos el
estado doloroso del Corazón crucificado de la Madre del Salvador al tiempo de
la pasión de su Hijo.
§ 1. LA SANTA MONTAÑA
¿Qué
es el Calvario? Una montaña la más ilustre y digna de la Tierra Santa. ¿Qué es
el Corazón de María? El lugar más ilustre y digno de su cuerpo y de su alma. El
Calvario es el monte Moriath en donde Dios mandó a Abrahám inmolar a su hijo. Y
como el verdadero Salomón ha establecido
su templo y su santo altar en el Corazón de María; así también sobre este
templo y altar ha inmolado Ella a su amadísimo y adorable Isaac, no sólo en el
afecto, sino en la realidad.
El
Calvario es el lugar donde la cruz de Jesús ha sido plantada; de igual modo el
primer lugar donde lo ha sido el Corazón Santísimo de María. El Calvario ha
sido regado por la sangre de Jesús; y el Corazón de María, por el amor y la
compasión, ha sido penetrado, henchido de los dolores de Cristo.
Las
espinas han punzado la cabeza adorable de mi Salvador; los clavos han traspasado
sus manos y sus pies; la lanza ha rasgado su Corazón; y todas las llagas han
cubierto el cuerpo del Señor de la cabeza a los pies. Pero -dice San Agustín
(1), la Cruz y los clavos fueron a un mismo tiempo del Hijo y de la Madre. Y
San Jerónimo, o mejor San Sofronio de Jerusalén (2), dice que "cuantas heridas hubo en el cuerpo de Cristo, otras
tantas existieron en el Corazón de la Madre; cuantas espinas, clavos, golpes
hirieron el cuerpo del Hijo, fueron otras tantas flechas que atravesaron el
Corazón de la Madre. No recibía una herida el cuerpo del Hijo que no tuviera un
eco triste en el Corazón de la Madre.
§ 2. EL CORAZÓN COMPASIVO
Oh
Reina mía, dice San Buenaventura (3), Vos no estabais solamente junto a la cruz
de vuestro Hijo; sino que estabais con El en la misma Cruz; sufríais con El,
erais con El crucificada. No hay más que esta diferencia: que lo que El sufre
en su cuerpo, Vos lo sufrís en vuestro Corazón. Todas las llagas que lleva en
todo su cuerpo, están reunidas en vuestro Corazón; porque la espada del dolor
ha traspasado vuestra alma. Vuestro Corazón Virginal, Oh Soberana mía, ha sido
rasgado por la lanza, traspasado por los clavos y las espinas, cargado de
oprobios, ignominias y maldiciones, embriagado por la hiel y el vinagre. Oh
venerabilísima Señora, ¿por qué queréis ser inmolada por nosotros? ¿La pasión
del Salvador no es suficiente para nuestra salvación? ¿Es
necesaria que la Madre sea también crucificada con el Hijo? Oh Corazón
dulcísimo que sois todo amor, ¿es necesario que seáis todo transformado en
dolor? Miro vuestro Corazón, Oh amadísima Señora, y ya no veo amor, sino hiel
amarguísima, mirra y absintio.
Veo a
mi Redentor crucificado -dice el Santo Abad premonstratense (4), sufriendo, agonizando,
muriendo y muerto sobre el Calvario; pero al mismo tiempo lo contemplo en sus sufrimientos,
agonía y muerte en el Corazón de su Madre. Viviendo, vive con su Hijo; cuando
muere, también muere con El. El Hijo es crucificado en su cuerpo, dice el Santo
Patriarca de Venecia (5), y la Madre lo es en su Corazón. ¿Pues qué? -nos dice
San Bernardo (6), ¿Cristo pudo morir en el cuerpo, y la Virgen no tuvo que
con-morir en el Corazón?
§ 3. HIJOS DEL CORAZÓN DE MARÍA
En el
Calvario, el Hijo único de María, por un exceso de bondad incomprensible, nos
ha hecho un don inestimable, cuando hablando a cada uno de nosotros en la
persona de San Juan; y dirigiéndose a su Madre, nos dijo: "He ahí a tu
Madre". Allí ha sido también donde esta Madre de Jesús, que no tiene más
que un solo sentimiento y un solo amor con su Hijo, se nos ha dado con un solo
Corazón y un solo amor, para ser nuestra verdadera Madre; y habiendo ella
recibido estas palabras de su Hijo en su Corazón maternal, han hecho eco con
las de su hijo, para decirnos derechamente a cada uno de nosotros: he aquí a tu
Madre. De suerte que si Jesús nos dice: he ahí a tu Madre, María nos dice también:
he aquí a tu Madre.
Que
cada uno de nosotros diga también con Jesús a esta buena Madre: he aquí a tu
Hijo. Que desee honraros, amaros e imitaros corno a su Madre. ¡Miradme, por
favor, oh amabilísima Madre! Amadme, obrad conmigo, protegedme, conducidme,
como a vuestro hijo, aunque sea infinitamente indigno de esta cualidad.
§ 4. CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS
Veis,
pues, mi amado lector, cómo el Calvario es una excelente imagen del Corazón
Sagrado de la Madre del Salvador.
¿Queréis
que vuestro corazón tenga alguna semejanza con el Corazón de vuestra Madre?
Poned en su centro la Cruz de su Hijo Jesús; o más bien, suplicadle que la
ponga El mismo y que imprima en él un grande amor por la misma Cruz; él os hará
abrazar, amar y sufrir todas las cruces que los sobrevengan, con espíritu de
humildad, de paciencia, de sumisión a la divina voluntad; y con las demás santas disposiciones
con las cuales el Hijo de María y la Madre de Jesús han llevado su pesada Cruz.
Pero
es necesario que sepáis que, as¡ como el Corazón de la Virgen bienaventurada ha
sufrido una infinidad de angustias y tribulaciones, así también está lleno de
caridad y de compasión hacía los corazones afligidos; y Dios le ha dado un
poder particular de consolarlos. Recurrid a Él en todas vuestras penas con
humildad y confianza; y sentiréis los efectos de la bondad incomparable y del poder
maravilloso del Corazón benignísimo de vuestra caritativa Madre.
§ 5. ORACIÓN FINAL
Bendito
seáis, oh Padre celestial, Pintor divino, por estos doce cuadros que nos habéis
dado del Corazón Sagrado de nuestra Madre gloriosa. Complaceos, os rogamos, en
añadir un último cuadro en nuestros propios corazones: imprimid en ellos una
semejanza perfecta del amor, de la caridad, de la humildad, de la pureza, y de
todas las demás virtudes de este Santísimo Corazón, para que los corazones de
los hijos sean semejantes al Corazón de
la Madre; y para que os amen y os glorifiquen eternamente con Ella.
FIN DEL LIBRO
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