jueves, 4 de mayo de 2017

EL CORAZÓN ADMIRABLE DE LA MADRE DE DIOS



LIBRO PRIMERO
Donde se declara qué cosa sea el Corazón
de la Bienaventurado Virgen María
CAPÍTULO 1

Que al Corazón de la Santísima Virgen se le llama con propiedad Corazón admirable, por ser un abismo de maravillas. Que nadie, a excepción de su Hijo Jesús, las conoce perfectamente, ni puede hablar dignamente de ellas.

§ 1. MADRE ADMIRABLE

Jesús, Hijo único de Dios e Hijo único de María, al escoger a esta Virgen incomparable entre las demás criaturas por Madre nutricia y Señora, y al dárnosla, en su infinita bondad, por Reina, Madre y refugio en toda necesidad, ha querido que la honremos como El la honra y que la amemos con el amor con que El la ama.
Y, pues, la ha exaltado y honrado sobre todos los los hombres y sobre todos los ángeles, quiere que también nosotros la rindamos mayor respeto y veneración que a los ángeles y a los hombres. Y, pues, es nuestra cabeza y nosotros miembros suyos que debemos estar animados de su espíritu, seguir sus inclinaciones, caminar por sus sendas, y continuar su vida en la tierra cultivando las virtudes por El practicadas, desea igualmente que nuestra devoción hacia su divina Madre sea una prolongación de la que El le profesó, es decir, que procuremos en nosotros los sentimientos de honra, de sumisión Y amor que en este mundo observó para con Ella y que ha de observar por toda la eternidad en el cielo. La Virgen ha ocupado y ocupará siempre el primer puesto en su Corazón, siendo como hasta ahora por toda la eternidad, el objeto primero de su amor, después del Padre eterno. Y ansía, por tanto, que después de Dios, sea ella el principal objeto de nuestras devociones y el primero de nuestra veneración. Así es que, después de los servicios que a su Divina Majestad debemos, ninguno tan grato ni mejor podemos hacerle que servir y honrar a su dignísima Madre.
Pero como nuestra razón no sabe inclinarse a apreciar y amar una cosa sin conocer el motivo que la hace digna de estima y amor, el infinito celo en que se ve abrasado este único Hijo de María por los intereses de su queridísima Madre, le estimula grandemente a manifestarnos por boca de los Santos Padres y por los oráculos de las divinas Escrituras, aun en este valle de tinieblas, algo de las excelencias incomparables con que se ve enriquecida, reservándonos la parte que excede infinitamente a todo esto para el país de las luces, el cielo.
Entre estos divinos oráculos, me ha parecido hallar uno en el capitulo doce del Apocalipsis, que viene a ser como un compendio de cuanto más grande y magnífico puede decirse y pensarse sobre esta maravillosa Princesa. Me refiero al expresado en estas palabras: "Apareció en el cielo una señal grande, un prodigio maravilloso, un milagro prodigioso: una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas (9)". ¿Cuál es este inmenso prodigio? Y ¿quién es esa prodigiosa mujer? San Epifanio (1O), San Agustín (11), San Bernardo (12) y multitud de santos Doctores están contestes en que se trata de la Reina de las mujeres, la Emperatriz de los hombres y de los Ángeles, la Virgen de las vírgenes; la mujer que ha llevado en sus virginales entrañas a un hombre perfecto, al Hombre-Dios (13).
Y aparece en el cielo, porque del cielo procede, y es su obra maestra, la Emperatriz, su gloria y felicidad; y porque nada hay en ella que no sea celestial; y aun cuando estuvo con el cuerpo en la tierra, con su alma, con su pensamiento, con su corazón y amor estaba en el cielo.
Está envuelta en el sol eterno de la divinidad, en las perfecciones de la divina esencia que de tal manera la invade, hinche y compenetra, que se ve plenamente transformada en la luz, sabiduría, poder, bondad, santidad de Dios, y en todas las otras grandezas, como vamos a ver luego ampliamente.
Tiene la luna bajo sus pies, para indicar que todo el Universo está debajo de Ella, no teniendo más que a Dios por encima de sí, y que todas las cosas están bajo su absoluto dominio.
La corona de doce estrellas representa las virtudes que en ella resplandecen soberanamente; los misterios de su vida, que vienen a ser otros tantos astros que brillan con mayor luminosidad que las lumbreras del firmamento; figura también los privilegios y prerrogativas con que Dios la ha distinguido, la menor de las cuales sobrepasa sin comparación cuanto de más brillante pueda haber en el cielo; asimismo representa a todos los santos del cielo y de la tierra, que son su gloria y su corona con más razón aún que los Filipenses eran el gozo y la corona de San Pablo (14).
Pero ¿por qué motivo le ha dado el Espíritu Santo esta cualidad: "Signum magnum", "un gran prodígio"? Sin duda para darnos a entender que es del todo milagrosa; para publicar por doquier las maravillas de que está llena; para exponerla a los ojos de los moradores de cielos y tierra como un espectáculo de admiración, y hacerla objeto de embeleso a los Ángeles y a los hombres.
Con idéntico fin este divino Espíritu hace prorrumpir en su honor por el mundo entero y por boca de todos los fieles, este glorioso elogio: Mater admirabilis. ¡Oh Madre admirable, con cuánta razón sois así llamada! Porque realmente sois admirable en todas las cosas y de todas las formas.
Pues ¿no es cosa singularmente admirable y admirablemente singular ver a una criatura producir a quien le ha creado, dar el ser a quien es el Ser, y la vida a aquél de quien la recibió? ¿Ver una estrella que produce al sol, una Virgen que da a luz y es Virgen antes del parto, en el parto y después del parto, siendo a la vez Hermana y Esposa, Hija y Madre de su Padre?
¿No es extraordinariamente prodigioso ver a una hija de Adán pecador engendrar al Santo de los Santos, engendrar a Dios, ser Madre del mismo Hijo que tiene a Dios por Padre y puede decirle: "Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado?" (15). ¿No excede toda admiración el ver a una criatura mortal y pasible hacer lo que para Dios es imposible? ¿No es cierto que Dios no puede, de por sí y por propia y natural virtud, engendrar a un Hijo que sea Dios como y hombre como nosotros: Dios infinito, inmenso, inmortal, inmutable, eterno, invisible, impasible, y hombre mortal, visible y pasible? Ciertamente. Sin género de duda, Dios no puede hacer esto. Y sin embargo, ¿no es verdad que nuestra admirable María al engendrar este mismo Hijo, engendra a un tiempo a un Dios y a un hombre: Dios igual a su Padre en dignidad, poder y majestad; y un hombre semejante a nosotros en impotencia, indigencia y debilidad? ¿No es para extasiar a cielos y tierra eternamente ver a una Virgen de quince años recluir en sus entrañas a Quien los cielos no bastan para comprender; amamantar con su virginal leche al que es la vida eterna y principio de toda vida; reposar en su seno al que es la virtud, el poder de Dios, y que eternamente está reposando en el seno adorable de su Padre; llevar en sus brazos a quien da origen a todas las cosas con la virtud de su
palabra; conservar, regir y gobernar al que es Criador, conservador y gobernador del universo; y tener poder y autoridad de Madre sobre el Hijo único de Dios, que es Dios como su Padre, y que por toda la eternidad ha estado sin dependencia alguna de su Padre?: porque si a partir de la Encarnación, quedó sometido al Padre como lo está a su Madre, de conformidad con el texto evangélico: "Erat subditus illis" (16), fué la misma Encarnación la que dió a este Padre divino la autoridad de que antes carecía sobre él; y por ello ha sido entregado, sometido al poder de su Padre. ¡Cuántos prodigios y milagros! ¡Cuántas cosas grandes y maravillosas!
No sin motivo, ciertamente, llama el Espíritu Santo a la Virgen bienaventurada: "S¡gnum magnum", milagro estupendo. Y con toda propiedad los Santos Padres la atribuyen y refieren de ella un sin fin de parecidas cualidades.
San Ignacio mártir, la llama prodigio del cielo, sagrado y muy sagrado espectáculo, digno de los ojos de Dios y de la justa admiración de los hombres y de los ángeles".
San Germán, patriarca de Constantinopla se expresa en estos términos: Todo es en vos maravilloso, todo grande. ¡Oh Madre de Dios!, y vuestras maravillas superan todo pensar y decir 18.
¿No oís a San Juan Crisóstomo publicar a todos los vientos que esta divina Virgen ha sido y s e ser á eternamente Magnum miraculum, "un magno milagro"? (19).
San Epifanio nos anuncia que María es "maravilloso misterio de cielos y tierra, y prodigioso milagro" digno de extasiar al universo mundo (20). "¡Oh Virgen sacratísima -sigue diciendo este Santo Padre-, Vos habéis puesto en arrobamiento a los ejércitos todos de ángeles; porque ver una mujer vestida de sol en el cielo, es un prodigio que arroba a todos los habitantes del cielo; ver a una mujer en la tierra llevar al sol entre sus brazos es una maravilla digna de extasiar a todo el universo» (21).


NOTA. En este mes mayo de 2017 y a los cien años de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima Portugal, subiré estos artículos sobre la santísima Virgen Maria de San Juan Eudes, promotor del inmaculado Corazón de Maria. 



LOS PASTORCITOS DE FATIMA


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