6 DE DICIEMBRE
SAN
NICOLAS, OBISPO DE MIRA Y CONFESOR
Epístola – Sab; XLIV, 16-27; XLV, 3-20.
Evangelio – San Mateo; XXV, 14-23.
Con
objeto de honrar al Mesías Pontífice, la divina Sabiduría ha prodigado el
número de los Pontífices, en el camino que lleva a Él. Dos Papas, San Melquíades
y San Dámaso; dos Doctores, San Pedro Crisólogo y San Ambrosio; dos Obispos,
amor de su grey, San Nicolás y San Eusebio: tales son los gloriosos Pontífices
encargados de preparar con su intercesión, el camino que ha de recorrer el
pueblo fiel, hacia el soberano Sacerdote, según el orden de Melquisedec.
Sucesivamente iremos aduciendo los títulos que ostentan para formar parte de
ese noble cortejo. Hoy, celebra la Iglesia con gozo la memoria del insigne
taumaturgo San Nicolás, tan célebre en Oriente como lo es San Martin en Occidente,
y venerado en la Iglesia latina desde hace más de mil años. Honremos el poder
extraordinario que Dios le concedió sobre la naturaleza; pero, ante todo,
felicitémosle por haber sido del número de los trescientos dieciocho obispos
que, en Nicea, proclamaron al Verbo, consubstancial al Padre. No se escandalizó
de las humillaciones del Hijo Dios, ni la bajeza de la carne que tomó en el seno
de la Virgen, ni la pobreza del pesebre fueron obstáculo para que declarase al
Hijo de María, Hijo de Dios e igual a El, de ahí su gloria y la misión que tiene
de procurar anualmente al pueblo cristiano la gracia de salir al encuentro del
Verbo divino con una fe sencilla y un amor ardiente.
VIDA. —La fama de San Nicolás, extendida ya entre
los griegos en el siglo vi, fué luego en aumento por Oriente y Occidente. La "Vida" más
antigua que de él conocemos,
lleva el título de "Praxis de
Stratelate"; pero no
tenemos ninguna contemporánea, y las más recientes merecen poco crédito. Al contrario, se h a atribuido a San
Nicolás de Mira, gran parte de la vida de otro Nicolás, llamado el Sionita, el cual fundó en el siglo vi el
monasterio de Sión, cerca de Mira, y llegó a ser obispo de Pinara en Licia (hoy Minara). De suerte que no conocemos nada cierto sobre el santo
taumaturgo. Su culto apareció en Occidente en el siglo xx y aumentó, sobre todo después de la traslación
de sus reliquias a Bari en 1087.
¡Oh
santo Pontífice Nicolás, cuán grande es tu gloria en la Iglesia de Dios!
Confesaste a Jesucristo ante los Procónsules, y sufriste persecución por su Nombre;
fuiste luego testigo de los prodigios que obró el Señor cuando dió la paz a su
Iglesia; y poco después, abrías tu boca en el concilio de los trescientos
dieciocho Padres, para confesar con autoridad incontestable, la divinidad de
Nuestro Salvador Jesucristo, por el que habían derramado su sangre tantos miles
de Mártires. Recibe los parabienes del pueblo cristiano que por doquier se
alegran con tu dulce recuerdo; sé nos propicio, en estos días en que esperamos
la venida de Aquel a quien tú proclamaste Consubstancial al Padre. Dígnate
ayudar nuestra fe y encender nuestro amor. Ahora contemplas cara a cara al
Verbo por quien fueron hechas y restauradas todas las cosas; pídele que tenga a
bien permitirnos que aunque indignos nos acerquemos a El. Sé nuestro mediador entre
El y nosotros. Pues le diste a conocer a nuestra inteligencia como sumo y
eterno Dios; revélale a nuestro corazón como supremo bienhechor de los hijos de
Adán. En él aprendiste, ¡oh caritativo Pontífice! esa tierna compasión por
todas las miserias, que hace que todos tus milagros sean otros tantos
beneficios; continúa, pues, ayudando al pueblo cristiano, desde lo alto del
cielo. Reanima y aumenta la fe de los pueblos en el Salvador enviado por Dios.
Cese, gracias a tus plegarias, de ser desconocido y olvidado ese Verbo divino,
que rescató al mundo con su sangre. Pide para los Pastores de la Iglesia, el espíritu
de caridad que en ti brilló en tan alto grado, ese espíritu que los hace
imitadores de Jesucristo, y les gana el corazón de sus ovejas. Acuérdate también
¡oh Santo Pontífice! De esa Iglesia de Oriente, que te guarda aún un afecto tan
vivo. Tu poder en la tierra llegó a resucitar a los muertos; ruega para que la
verdadera vida que está en la Fe y en la Unidad, venga a reanimar ese inmenso
cadáver. Haz, que por tu mediación, el Sacrificio del Cordero que esperamos,
pueda ser nuevamente y cuanto antes, ofrecido bajo la Cúpula de Santa Sofía.
Vuelve a la unidad los Santuarios de Kiev y de Moscú, para que no haya ya ni
Bárbaro, ni Escita, sino un solo Pastor.
†
Meditemos
aún en el estado del mundo en los días que precedieron a la venida del Mesías. Todo
parece indicar que se han cumplido ya las profecías que le anunciaban. No sólo
ha sido arrebatado el cetro a Judá, sino que tocan ya a su fin las Semanas de
Daniel. Sucesivamente se han ido verificando los demás oráculos, concernientes
al porvenir del mundo. Uno tras otro han ido derrumbándose los Imperios de los
Asirios, Medos, Persas y Griegos; el de los Romanos ha llegado a su apogeo:
tiempo es ya de que ceda el puesto al Imperio eterno del Mesías. Toda esta serie
de Imperios había sido ya predicha, y va a sonar la hora en que se dé el último
toque. El Señor había dicho por uno de sus Profetas: "Un poco más de
tiempo, y removeré el cielo y la tierra, y destruiré todas las naciones; después
vendrá el Deseado de los pueblos." (Ageo, II, 7.) Baja, pues, ¡oh
Verbo eterno! Todo está consumado. Han llegado a su colmo las miserias
del mundo; los pecados de la humanidad claman al cielo; el género humano está
desquiciado y jadeante; sólo esperaran en Ti, a quien llama sin conocerte. Ven,
pues; todas las profecías que debían señalar a los hombres las características del
Redentor, han sido ya anunciadas y promulgadas. Ya no hay profetas en Israel; los
oráculos de los Paganos se callan. Ven a dar realidad a todo, porque ya ha
llegado la plenitud de los tiempos.
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