LA PROVIDENCIA DIVINA EN
LOS ACONTECIMIENTOS DE LA VIDA HUMANA
En el mundo actual enfrentamos una confusión no solo a nivel general
sino, en particular, a nivel religioso que nos exaspera por momentos, que nos
desespera en otros y finalmente nos hunde en un barril sin fondo donde reina la
oscuridad mas absoluta sin que nadie acierte a explicar o cuando menos aclarar
un poco el misterio del cual somos presa, si existen muchos que, de buena
voluntad ponen todo lo que es de su parte para arrojar un poco de luz, pero al
final podemos decir que pasa lo mismo actualmente como lo pasado en la Torre de
Babel, pero en un tema muy complicado como lo es la actual crisis de la
Iglesia.
Quienes conozcan lo sucedido en la torre de Babel sabrán porque hago
esta comparación y, cual es el resultado? Incertidumbres, desasosiegos, mal entendidos,
sin quererlos, divisiones y un terrible malestar no estomacal sino espiritual
que termina por dolernos la cabeza. Por la sencilla razón que todos hablamos en
diferentes términos sobre una materia y deseamos de todo corazón que se
adhieran a nuestra opinión, pero por este camino no se encuentra la paz en el
corazón que busca con gran anhelo la verdad de lo que sucede, pero sin la luz
divina que exige necesariamente nuestra sumisión sine qua non cuando menos así
actuaron los santos y lograron no el propósito de ellos sino el de Dios que al
final era también el de ellos.
Doblegar nuestra voluntad a la voluntad divina es el primer paso, pero
el más difícil en virtud de aquella máxima: “Tus caminos no son mis caminos, ni
tus pensamientos no son mis pensamientos” y de aquella otra: “Ego cogito
cogitaciones pacis et non aflixiones” y otras tantas citas referentes a este
tema que si las pusiéramos no terminaríamos de citarlas. ¿Qué nos quiere
enseñar Nuestro Señor con estas sentencias cortas pero de un profundo
significado? Sin duda alguna el abandono en su santísima providencia. ¿Qué es
lo que pretende con este fin? (cogitatu cor tum in domino) Vacía tu corazón en
el Señor, como si dijera deja tus preocupaciones en el Señor sean las que sean,
ya sean sobre sus misterios o sobre la vida practica, pero, como lo haremos si
no conocemos el medio para lograr nuestro propósito? Aquí exige otro grado de
confianza por la ignorancia que heredamos del primer padre Adán quedan otras
dos cuya mención no viene al caso que tratamos las cuales menciona Santo Tomas
después de la comunión.
La Providencia divina es nuestra guía, nuestro hayo y nuestra luz en
estos momentos quien la entiende y se adhiere a ella ciertamente no serán confundidos
y hablara verdad, si es prudente, sin equivocarse y sabrá manejarse como
conviene a los sabios como dice el dicho “miel brotara de la boca del sabio”,
pero, ¿Qué entendemos nosotros por esta virtud, de donde procede y quien es la
que la suministra y se vale de ella? Empecemos por lo más difícil. La
providencia, según Santo Tomas, es: “La razón del orden de las cosas a sus fines preexistentes en
la mente divina” por conclusión se sabe quién es el que se vale de
ella es Dios. Si queremos saber cómo obra Dios cuando usa esta virtud diremos: “Por orden cronológico con que se realiza
el acto de la providencia es el siguiente: conocimiento, intención, consejo,
elección e imperio”. Como se ve, los actos del
entendimiento alternan con los de la voluntad hasta llegar al imperio de la
razón práctica, disponiendo que se haga tal cosa con tales medios, y en esto
última consiste formalmente la providencia.
«Es necesario que haya providencia en Dios. Hemos demostrado que todo el
bien que hay en las cosas ha sido creado por Dios. Pero en las cosas hay bien,
no sólo por lo que se refiere a su naturaleza, sino, además, en cuanto al orden
que dicen al fin, y especialmente al fin último, que es la divina bondad, según
hemos visto. Por tanto, el bien del orden que hay en las criaturas ha sido
creado por Dios. Pero como Dios es causa de las cosas por su entendimiento, es
preciso que preexista en él la razón de cada uno de sus efectos-como ya vimos-,
de donde hay que concluir que es necesario que preexista en la mente divina la
razón del orden que hay en las cosas con respecto a sus fines. Ahora bien: la
razón del orden de las cosas a sus fines es, precisamente, la providencia. Por
consiguiente, lo que en Dios se llama providencia es la razón del orden de las
cosas a sus fines.
Hay cuatro conclusiones más por definir para tener un concepto claro del
gobierno de la providencia sobre los acontecimientos naturales y sobre
naturales más esas las dejaremos para más tarde y nos ocupa paremos de la
quinta que dice: “La providencia infalible de Dios no impone
necesidad a todas las cosas, sino únicamente a las cosas necesarias, siendo
perfectamente compatible con la libertad de las criaturas libres. (Doctrina
cierta y común.) Es decir Dios
gobierna “La providencia divina impone necesidad
a ciertas cosas, pero no a todas, como algunos han creído. Porque a la
providencia pertenece ordenar las cosas al fin. Y después de la bondad
divina-que es el fin absoluto independiente de las cosas-el principal bien que
en ellas existe es la perfección del universo, que no existiría si en el mundo
no se encontraran todos los grados del ser. Por tanto, corresponde a la divina
providencia producir el ser en todos sus grados, y por ello señaló a unos
efectos causas necesarias, para que se produjesen necesariamente, y a otros
causas contingentes o libres, para que se produzcan de modo contingente o
libre, según la condición de sus causas próximas». Es decir, Es efecto de la divina Providencia no sólo que
suceda una cosa cualquiera, sino que suceda de modo necesario (lo necesario
corresponde a la voluntad infalible de Dios lo cual solo queda en su fuero
interno en sus detalles y circunstancias sin que la criatura tenga acceso a esa
acción si Dios no se lo revela o contingente. Por tanto, sucede infalible y
necesariamente) lo que la divina Providencia dispone que suceda de modo
infalible y necesario: y sucede contingentemente en cuanto al medio (que se designa
contingente porque es obrado por el instrumento) lo que en la razón de la Providencia
divina está que haya de suceder de modo contingente. La inmovilidad y certeza
del orden de la Providencia consiste en que las cosas provistas por Dios
suceden del modo que El las provee, sea de modo necesario o contingente. En
esta proposición se designa solo a dos tipos de criaturas capaces de tener
libre albedrio; los ángeles que lo perdieron en la prueba puesta por Dios y los
hombres que también fueron creados con él en el estado de inocencia, pero que
después lo perdieron al pecar quedando este libre albedrio más inclinado al mal
que al bien.
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