En cuanto al Estado, está de acuerdo con la tesis ortodoxa establecida
por Kíreevskl: "El deber del Estado es ponerse de acuerdo con la iglesia,
para darse, como objeto principal de su existencia, Ira tarea de penetrarse más
y más del espíritu de la Iglesia, y no sólo mirar a la Iglesia como un medio de
facilitarse su propia existencia, sino más aún, ver en su existencia sólo un
medio para realizar más plena y fácilmente la Iglesia de Dios sobre la
tierra".
h) El movimiento de
la sociedad y su finalidad. El pasado provee las raíces, pero debe impulsar la
sociedad a la realización de las verdades contempladas, "El desarrollo nacional
de un pueblo consiste en la elevación a un papel humano universal, del tipo
oculto en la raíz misma de la vida de ese pueblo". Justamente sobre ese
tipo ruso, Khomiakov ha escrito muchas veces. "Para Rusia no hay sino una
tarea posible: ser una sociedad fundada sobre los más
altos principios morales. " Todo lo que hay de noble y elevado,
todo lo que está lleno de amor y de simpatía hacia el prójimo, todo lo que se
basa en el renunciamiento y en el sacrificio, todo esto tiene un nombre: el
cristianismo. Para Rusia no hay más que una tarea posible: devenir la más
cristiana de las sociedades humanas,.. ¿De dónde proviene esta misión? Quizá
viene, en parte, del carácter de nuestra raza; en todo caso, sin ninguna duda,
de que, por la gracia de Dios, el cristianismo nos ha sido dado en toda su
pureza, en su esencia de amor fraternal".
e) La vida de un
pueblo ortodoxo. A los serbios. Epístola de Moscú. Khomiakov quiso pintar como
en un cuadro de conjunto, el ideal social de una nación ortodoxa. Lo hizo en la
Epístola de Moscú, a los serbios. Serbia le servía de parábola. En realidad,
los destinatarios eran más bien los moscovitas. No sólo el título, sino también
el acento y el estilo, recuerdan las Epístolas paulinas que el autor estudiaba
y traducía. Esta carta, que resumía la obra de treinta años, y que fue
publicada en Leipzig el año 1860, es el testamento del eslavofilismo. Por eso
quiso que la firmaran todos sus amigos. En ella se encuentran reunidos todos
los elementos que hemos señalado: humildad, estricta
ortodoxia, la fraternidad, saber tomar los tesoros de la ciencia, pero no caer
en una mala imitación de Europa, el reinado de la justicia junto con la
misericordia, la defensa de las instituciones comunales, obediencia a las
autoridades legítimas. (Razones que se diferencian de aquellas máximas
emanadas de la revolución francesa: Igualité, Fraternite y liberte y, donde está
la humildad, el reinado de la justicia junto con la misericordia, la defensa de
las instituciones y la obediencia a las autoridades legitimas. ¡Cuán lejos
estaba esta revolución de los ideales rusos y cuan descristianizados
“principios” salieron de esa maléfica revolución que corrompió a Occidente,
pero no pudo con Rusia ni aun la revolución bolchevique logro desterrar esta
mentalidad rusa del gran pueblo Ruso) El ideal intelectual: la filosofía, de lo
real Los últimos grandes trabajos de Khomiakov fueron artículos filosóficos.
Su idea esencial era la vida. Ahora bien, la vida sin el pensamiento es
ciega, el pensamiento sin la vida, es frío y estéril. La unión del pensamiento
y la vida es toda la obra de Alexis, Al espíritu filosófico unía el gusto por
las cuestiones de filosofía propiamente dicha. Hay una que vuelve como un
leimotiv: la teoría del conocimiento; quizás nadie ha mostrado mejor la íntima
ligazón entre verdad y vida: la plenitud de la verdad no es dada más que a la
plenitud de la vida. Pone de relieve la distinción entre el conocimiento
interior y exterior; el uno viviente, directo, que alcanza a la realidad; el
otro, abstracto, ocupado con las leyes, las relaciones, obra de la razón
razonante, y que tiene como objeto propio no el ser, sino el concepto. La
filosofía de los conceptos, inaugurada por los griegos, había arribado, con el
idealismo alemán, a un impasse insuperable: la confusión de lo lógico con lo
real. Ahora se abría una nueva era, tomando como punto de partida el conocimiento
íntimo de lo real; y Rusia debe ir a la cabeza de
esa filosofía que sería el triunfo de la fe. Al problema metafísico se
lo encuentra en cada página de sus "Memorias sobre la Historia
universal", la que se desarrolla como un drama, una lucha entre el
principio de la libertad y el de la necesidad.
En sus artículos filosóficos, Khomiakov estudia los pensadores alemanes
desde Kant a Hegel, y comprueba, en todos “el
triunfo del racionalismo. No contento con demostrar la falsedad del
materialismo, Alexis estudia a fondo el problema de la materia, de los
fenómenos, del tiempo, del espacio; y el principio de los fenómenos, que' es la
fuerza, en el último de sus trabajo filosóficos, y cuya exposición desborda los
límites de esta exposición. El arte Como no podía ser menos, el arte preocupó
mucho a Alexis.
"El es la flor del espíritu viviente, elevándose a la conciencia
de sí mismo; es la imagen de la vida que llega a conocerse. El arte es
imposible cuando hay ruptura entre la vida y el conocimiento". Volviendo
sobre estos pensamientos, ve, en el arte verdadero el fruto vivo de la vida,
que ensaya el expresar, en formas inmutables, los ideales ocultos en sus
eternos cambios. Igualmente, el arte es fruto de un amor perfecto, que abraza todo;
pero este amor se crea a si mismo sus formas, y no toma su experiencia a otros
siglos que han amado diferentemente y objetos diferentes. "Para que el misterio sagrado del arte sea accesible
al hombre, es necesario que sea animado por el sentimiento de un amor -que cree
e ignora la duda; porque la creación artística (sea música, sea pintura, sea
escultura, sea arquitectura), no es otra cosa que un himno de amor. El amor que
divide al alma, no es amor, sino corrupción". Si la verdadera vida
del hombre es la vida social, el arte verdadero no podrá ser una producción
individual. Le hace falta la plenitud que no es realizada por el hombre más que
en su unión con la sociedad. De aquí fluyen las relaciones necesarias del artista,
ya con su tiempo, ya con su país.
"Cada época, cada pueblo, contienen en sí mismos la posibilidad de
crearse un arte, con tal que crean en algo, que amen algo: con tal que tengan
alguna religión, algún ideal". Así nacerá un auténtico arte ruso.
DESTINO DEL ESLAVOFILISMO
La tradición eslavófila.
El 23 de septiembre de 1860 murió Khomiakov. Cuatro años antes había
muerto Iván Kireevski. Algunas semanas más tarde moría Constantino Aksakov. Eran
las mejores fuerzas del Eslavofilismo las que desaparecían, pero quedaban
algunos obreros de la primera hora: Kochelev, Samarin e Iván Aksakov, que no
"eran hombres pare quedar inactivos, aunque ni su influjo ni su actividad
fueron las del movimiento de los años 40 y 50. Tomaron parte en el movimiento
de la emancipación de los campesinos. Incluso Samarin fue encargado de redactar
un proyecto para el acto que debía proclamar la libertad de los siervos. La
redacción definitiva del manifiesto imperial que la hizo realidad, el 16 de
febrero de 1861, fue confiada al metropolitano de Moscú.
El mismo año, Iván Aksakov, lanzaba un nuevo cotidiano eslavófilo: El
Día, que duró hasta 1866. Samarin murió en 1876. Kochelev vivió hasta 1883, y
escribió memorias importantes para el conocimiento del movimiento moscovita y
de Khomiakov. El último de los grandes eslavófilos, Iván Aksakov, vivió hasta
1886, y luchó corajudamente por sus ideas, en especial por la libertad de la
Iglesia, siendo perseguido por la franqueza de sus opiniones. Cuando Neoplinev
se sintió llamado al papel de educador social y religioso del pueblo ruso, tomó
de Khomiakov el espíritu de su obra y su divisa del amor fraternal. Se sentía
su continuador, y habría quizás resuelto el problema de la comuna rusa tan cara
a los eslavófilos. En el centro de su propiedad, y con fraternidad obrera, había
levantado una estatua a Alexis (la única en Rusia).
La tradición moscovita se conservaba también en algunos hogares
moscovitas, como en el del hijo de Khomiakov, Dimitri, que realizó una edición
definitiva de sus obras completas, y profundizó, en el sentido eslavófilo, las
tres palabras de la divisa nacional: ortodoxia,
autocracia, nacionalidad. También en casa de los Samarin, en donde se
editó cuidadosamente la obra de Jorge Samarin. "En los ambientes
eslavófilos se trataban las cuestiones que preocupaban a la opinión ortodoxa a
comienzos del siglo XX: la, reforma eclesiástica, la reorganización de la
autoridad suprema y la de la parroquia; se creaban círculos, confraternidades
para estudiar la vida religiosa y reanimada por la Liturgia y las obras, se
editaban opúsculos teológicos y filosóficos. Algunos artistas procuraban
revivificar el canto y la pintura sagrados y darles un, nuevo impulso. La gran
duquesa Elisabeth, hermana de la zarina, transformada en ferviente ortodoxa,
fundaba en Moscú, una congregación de Hermanas hospitalarias, abriendo al mundo
oriental un camino que parecía, hasta entonces, reservado al Occidente. Todas
estas tentativas eran modestas; ninguna de ellas logró expandirse ampliamente
antes de la catástrofe que derrumbó a la vieja Rusia. Sin embargo, ellas
mostraban que la antigua, tradición no estaba muerta, y que se podía esperar
una renovación fecunda de la misma" (Gratieux). Influencia del
eslavofilismo La esperanza estaba más que justificada, porque la doctrina:
eslavófila había tenido, desde el comienzo, un influjo considerable en todos
los dominios del pensamiento.
Uno de sus opositores más notables, Herzern, lo reconoce; haciendo
notar el papel jugado por ella en el desarrollo de la conciencia rusa. Muchos
escritores sufrieron su influjo. Entre ellos, Turguenev, el poeta social, y
Nekrason, el poeta de los niños y de las, mujeres rusas, le deben, a lo menos
en parte, la orientación que los dirigió hacia el alma popular, para encontrar
allí sus mejores inspiraciones. Hay dos nombres que no pueden omitirse: Tolstoi
y Dostoievsky. Tanto en la Paz y la Guerra, como en Ana Karenina se encuentran
los temas eslavófilos. Sin embargo, Tolstoi no conoció jamás la verdadera fe.
Le faltaba el verdadero amor y la humildad. Era demasiado individualista y, en
el fondo, demasiado racionalista, para comprender la fe y también el Evangelio.
Aunque nacido y educado en Moscú, no parece que Dostoievski haya sufrido de
entrada, sino indirectamente, el influjo de los eslavófilos, a los que, en
1861, critica ásperamente, a raíz de los artículos de Aksakov, publicados en
"El Día". Les reprocha un fanatismo estrecho, injusto hacia sus
adversarios; su propio ideal está lejos de ser puesto en claro, su literatura
es indiferente a los sufrimientos del pueblo. ¿Por qué acaparan el patriotismo
y la honestidad? También en los Occidentalitas se encuentra el sentido del
espíritu ruso y de la nacionalidad, y se han vuelto hacia el realismo, mientras
que el Eslavofilismo, inmóvil, permanecía fijado en su sueño confuso e
indeterminado.
"No, -concluye Dostoievski-, no hay vida en vosotros. El idealismo
os pierde y os mata". Pese a esta violenta diatriba, hay en Dostoievski
una cantidad de rasgos especialmente eslavófilos. "Más aún, el fondo mismo
de su arte, su obra entera, ¿no es, no pintar sino vivir y descubrir, como en
una intensidad de pesadilla, la vida dolorosa de su pueblo? ¿Y qué hay de más
eslavófilo que esta identificación?". Así, debía acercarse más y más, a
aquellos que criticaba tan agriamente en 1861, y, en sus grandes novelas, hacer
triunfar, por encima del razonamiento orgulloso, la simplicidad de los
humildes, de los pequeños, a los que ha sido dado el contacto con los otros
mundos, y a quienes se revelan los secretos del Reino de los cielos. En su
última obra, ¿a dónde va a buscar los héroes del amor y de la paz. El staretz
Zósimo y su discípulo Aliosha? En la soledad de Optima, donde reposaba lván
Kireevski, después de haber pedido, tan a menudo, a sus amigos contemplativos
el secreto de la luz en la plenitud de la vida espiritual; donde más tarde León
Tolstoi, el extraño peregrino, debía terminar sus días, y a la que abandonó,
para ir a morir en la estación de Astaporo" (Gratieux).
Algunos meses antes de su muerte, el 8 de junio de 1880, Dostoievski
pronunciaba su famoso discurso, en el que glorificaba al Mesianismo ruso, esa "vocación que mira incontestablemente la suerte de
Europa, de la humanidad entera. Ser un verdadero ruso, ser plenamente ruso, no
tiene quizás otra significación que, ser hermano de todos los hombres: que ser,
si queréis, el hombre universal. ¡Oh!, toda esta distinción entre el Eslavofilismo
y el Occidentalismo, no es, entre nosotros, sino un gran entendido, aunque un
malentendido históricamente inevitable. Para un verdadero ruso, Europa y toda
la suerte de la raza aria, son tan queridos corno la misma Rusia, corno la
suerte de su país natal", porque nuestro patrimonio es justamente el
universo conquistado, no por la espada, sino por la fuerza de la fraternidad y
de nuestras aspiraciones fraternales hacia la unión de todos los hombres".
Rusia debe dar a la humanidad "una palabra
nueva", expresar "la palabra final de la armonía universal, del
acuerdo de todas las razas, siguiendo la ley evangélica, de Cristo. Nuestra
tierra es pobre, pero esta pobre tierra, Cristo la ha recorrido bendiciéndola,
bajo su aspecto de esclavo. ¿Por qué no nos pertenecería a nosotros ser los
depositarios de su última palabra? ¿No ha nacido El en un pesebre?
"No se puede pensar nada más eslavófilo que estas espléndidas
palabras; y sin embargo, Khomiakov mal se habría reconocido en Dostoievski. El
contacto con el pueblo, en los presidios de Siberia, y con el Evangelio, que le
dieron en Tobolsk las mujeres de los Decembristas, dejaron en su alma un acento
de populismo y evangelismo que- relega al segundo plano la noción fundamental
de la Iglesia, tan cara a Khomiakov. Tolstoi ha ido más lejos; no contento con
desconocer la Iglesia, la ha blasfemado y combatido. ¿No es esta la razón por
la que este gran buscador no ha encontrado, no ha, pese a sus esfuerzos, tenido
con el pueblo más que un contacto superficial, y no ha visto en el Evangelio
más que la materia de un frío moralismo?" (Gratieux).
No hay comentarios:
Publicar un comentario