Carta Abierta a los Fieles de Quebec y de las
Provincias Marítimas
* Una traducción mejorada
Lakesville, 3 de Junio del 2016
Fiesta del Sagrado Corazón de
Jesús
“La noche está avanzada, y el día se acerca. Dejemos
pues, las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Andemos
con decencia como de día…” Romanos, 13; 12-13
Queridos hermanos,
Esta
carta es para notificarles de mi decisión de dejar la Fraternidad Sacerdotal
San Pío X. A pesar de mi sermón del pasado 17 de Abril, muchos de ustedes
estarán sorprendidos por mi partida, por lo tanto espero que estas líneas
sirvan para mostrar más claramente mis razones.
Primeramente
quisiera decir que nunca fue mi deseo que el sermón del 17 de Abril fuese
publicado urbi et orbi y que
personalmente hice todo lo posible para prevenir su difusión. La homilía estaba
dirigida únicamente para los fieles de la capilla de Montreal, esa pequeña
parte del rebaño del Señor que me fue confiada por mi superior. Habiendo dicho
esto, Nuestro Señor ha querido que fuese diferente. ¡Bendito sea su Santo
Nombre!
Nací y
crecí en los brazos de la Fraternidad. Le debo todo al trabajo del Arzobispo
Lefebvre. Es por esto que estoy más que consciente de la gravedad de la
decisión que tomo ante Dios y ante ustedes, y consciente también del deber que
tendré el día que comparezca ante el Tribunal del Juez Justo.
Ya por
varios años, las autoridades de la Fraternidad – ahora sin esconderse – han
estado organizando una re-unificación con la Roma Apóstata. ¿Es legítimo colocarse
bajo autoridades que no tienen nuestra Fe, o aceptar de ellas un reconocimiento
mientras no exijan “ningún compromiso”?1 Les dejo a ustedes juzgar
esto a partir de las palabras del papa Pío XI: “ Todos saben que el mismo Juan,
el Apóstol del amor, que parece revelar en su Evangelio los secretos del
Sagrado Corazón de Jesús, y quien nunca cesó de imprimir en la memoria de sus
seguidores el nuevo mandamiento “Amaros los unos a los otros”, completamente
prohibía cualquier trato con aquellos que profesaban una versión corrupta o mutilada
de las enseñanzas de Cristo: “Si cualquier hombre viniese y no les trajera esta
doctrina, no lo recibáis en tu casa ni le digáis Buena Suerte”. Por esta razón,
debido a que la caridad se basa en una Fe completa y sincera, los discípulos de
Cristo deben de estar unidos principalmente por el lazo de la Fe. ¿Quién puede
entonces concebir una Federación Cristiana en donde cada uno de sus miembros
mantiene su propia opinión y juicio personal, aún en cuestiones de Fe, aun
cuando sean ofensivos a las opiniones de los demás miembros? Y nos preguntamos,
¿de qué manera pueden los hombres que siguen opiniones contrarias pertenecer a
la misma Federación de fieles?” Mortalium
Animos
También
saben, queridos fieles, que la Fraternidad siempre ha dicho que es ilegítimo
alinearse con aquellos que se han excluido de la Tradición y no profesan más la
Fe en su totalidad. ¿Por qué después de todo nos hemos permitido estos últimos
30 años criticar la Fraternidad de San Pedro? ¿Por qué más recientemente hemos
criticado a los de Campos? ¿Por qué repudiamos el acuerdo al que llegó en el
2006 el Instituto del Buen Pastor? Habiéndole aseverado a un superior que por
lo tanto sería necesario que no criticásemos más a estas comunidades, recibí la
siguiente respuesta: “¡Ah, pero los seguiremos criticando!”, a lo que pregunte
¿por qué? ¿Bajo que principio? No recibí respuesta alguna.
No, o
hemos estado equivocados desde 1988 e inclusive desde 1975, o hemos estado
equivocados desde el 2012. A menos que nosotros también adoptemos una
concepción subjetiva de la verdad y que lo que fue verdad en 1988 ya no es
verdad hoy en día. Una última solución – a través de la cual pareciera que
cualquier cosa puede justificarse: la situación ha cambiado. Somos testigos,
dice nuestro Superior General, de un momento crucial en la historia de la
Iglesia: ellos ya no buscan imponernos el Concilio; el Papa Francisco “parece
ser alguien que quiere ver a todo el mundo salvo, que todos tengan acceso a
Dios,”2 continúa. ¿Acaso no dijo Jesús, “Si me amas, guarda mis
mandamientos” (Juan 14:15)? Uno puede seriamente preguntarle si el Papa
Francisco, que prácticamente niega los mandamientos ante todo el mundo, en
verdad busca la salvación de las almas. Por otro lado, ¿acaso Mons. Lefebvre no
escribió en su testamento a sus sacerdotes en su libro ´Viaje Espiritual´ (Spiritual Journey), como nos lo hizo
recordar Monseñor Tissier de Mallerais hace no mucho tiempo, que “Es el deber
estricto de cada sacerdote y fiel que quiera permanecer Católico el separarse
claramente de la Iglesia Conciliar, mientras tanto esta no profese la tradición
del Magisterio de la Iglesia y de la Fe Católica?”3?
Algunos
dirán, “Aún no sucede. ¡Espera hasta que esté hecho!” Esto es lo que yo mismo
les dije por algunos años a muchos entre ustedes, mis queridos fieles,
esperando y creyendo sinceramente que las autoridades de nuestra Fraternidad
darían marcha atrás. Pero debo de afrontar la evidencia de que no ha sido así.
Día tras día, declaración tras declaración, continúan inoculando en las almas
de los fieles y de los sacerdotes por igual, un error pernicioso que mantiene
que es legítimo buscar de la autoridad Conciliar un reconocimiento y una
jurisdicción que se hace más que dudosa por la traición diaria de la Fe por
estas autoridades. Este error, que se insinúa en sus espíritus, causa aún en
los sacerdotes que han sido conocidos por su intransigencia doctrinal (siendo
esto una virtud), que se vuelvan cada vez menos combativos hasta el punto en
que pronto estarán listos para traicionarlo todo.
Esto se logra gradualmente
y sin que nosotros nos demos cuenta de las ambigüedades introducidas. Empezaron
por convencernos de que el Motu Proprio, que pone el Sacrificio de Nuestro
Señor Jesucristo en el mismo nivel o inclusive por debajo de lo que lo que
Monseñor Lefebvre denominó la “misa de Lutero”, era bienvenido y benéfico. Le
dimos las gracias a las autoridades conciliares por este gesto, aunque
tímidamente mantuvimos la postura de que únicamente la misa de San Pio V es
legítima. Este fue el primer paso, o mejor dicho el primer traspié. Nos dicen,
¿“Acaso el Motu Propio no produce resultados maravillosos?” ¿Desde cuándo han
sido los resultados prácticos más importante que la pureza de la doctrina de
Cristo? ¿Desde cuándo se ha beneficiado la verdad a partir del compromiso
humano? El Apóstol nos dice (Romanos 3:8) “- no hemos de hacer vosotros un mal,
a fin de que de él resulte un bien”.
Enseguida nos
convencieron de que era aceptable cantar un Te
Deum solemne por la publicación del documento que, al levantar las
“excomuniones” de los cuatro obispos consagrados por Monseñor Lefebvre,
re-enfatizaba en principio que nuestros obispos habían de hecho estado
verdaderamente excomulgados. Este decreto que levantaba la sentencia falsa que
pesaba sobre nuestros obispos no es sino una fresca condena de las acciones de
Mons. Lefebvre, a quien todavía tenemos la osadía de llamar “nuestro reverendo
fundador”.
Sin poner en práctica
el consejo de San Juan ni el de Nuestro Señor Jesucristo “Guardaos de los falsos
profetas,” (Mateo 7:15), discusión tras discusión, y reunión tras reunión,
eventualmente silenciamos nuestras sospechas, que son más que legítimas y
saludables a la luz de las personas que niegan la Realeza de Nuestro Señor
Jesucristo. Es así como nuestro superior se ha convertido, de acuerdo al Papa
Francisco, en un hombre “con el que uno puede dialogar,” con quien aquel que
actualmente dirige la subversión y destrucción de la Iglesia de Nuestro Señor
Jesucristo piensa que se puede hacer un “buen trabajo”4. ¿A quién le
asombra entonces que estén felices de otorgarnos jurisdicción para confesar
(que nunca nos hizo falta)? ¿Cómo podemos decir que nosotros no estamos
pidiendo nada, y que Roma está dando todo? ¿Acaso no solicitamos recientemente
que nos otorgara la jurisdicción dudosa de la Roma conciliar con respecto a los
demás sacramentos? ¡No, verdaderamente, nosotros no pedimos nada! ¡Roma, que
flagela a Nuestro Señor Jesucristo, nos desea el bien! Esto es realmente para
preocuparse, ¿de qué lado estamos entonces? La nueva dirección de la
Fraternidad se impone sobre sacerdotes, sobre muchos sacerdotes que no la han
deseado nunca.
Silencios forzosos,
transferencias, promociones, juicios, promesas, exclusiones, todo esto
justificable cuando trabajan para defender la “posición de la Fraternidad”, que
es de hecho – como siempre en una revolución – la posición de una minoría que
ha tomado el poder y que hábilmente manipula a la mayoría pasiva. Después de mi
sermón del 17 de abril, además de las reacciones desesperadas de ciertos
colegas, me ordenaron guardar silencio. Querían que jurara sobre mi sacerdocio
de que no hablaría más desde el púlpito acerca de los acuerdos con la Roma
apóstata. “Usted tiene muchos otros temas para predicar,” me dijeron.
Naturalmente estoy consciente de que el tema de mi predicación no debe basarse
principalmente en discutir la unión de la Fraternidad con Roma, sino en los
Evangelios de Nuestro Señor Jesucristo. Pero quiero hacer notar, y ustedes son
mis testigos queridos hermanos, que esa fue la primera vez en cinco años de
ministerio que hablé acerca de esta cuestión desde el púlpito. Me rehusé a ser
silenciado. Sin embargo, prometí a mis superiores ponerlos al tanto antes de
volver a hablar de este tema desde el púlpito. Me dijeron: “Si usted tiene la
intención de volver a hablar de esto, entonces tendrá derecho de confesar y de
decir misa, pero no podrá predicar. De otra manera, deje la Fraternidad y diga
lo que quiera.” Eso es lo que estoy haciendo, hermanos, porque un sacerdote debe
de predicar y alertar a su rebaño de los lobos que amenazan con devorarlos.
No tengo certeza
absoluta de que la Fraternidad se adherirá a Roma. Sin embargo tengo la certeza
moral de que si lo harán, dada la clara, expresa y reiterada voluntad tanto de
Roma como de la Fraternidad de llegar a un arreglo, y debido también a la
absorción en estos últimos meses de las últimas voces episcopales que
firmemente se oponían. Que Dios nos guarde de esta tragedia – ¡esta continuará
siendo mi ferviente oración, a pesar de mi partida!
Mientras tanto, habiendo renunciado el día de mi
bautismo no solo a Satanás y a sus obras, sino también a sus seducciones, no
puedo aceptar que mi alma inmortal sea vendida a la secta conciliar, ni aceptar
tampoco que sea puesta en venta. Por consiguiente, el hecho de que los
superiores de la Fraternidad han mostrado en varias ocasiones su disposición de
llegar a un acuerdo práctico (sin que Roma se haya convertido) me es suficiente
para tomar este paso, prudentemente, no sin antes haber rezado mucho y tomado
el consejo de sabios sacerdotes. No tengo duda alguna acerca de mantenerme en
silencio acerca de lo que se está haciendo. He guardado silencio por demasiado
tiempo, esperando y garantizándoles a ustedes, hermanos, que los superiores de
la Fraternidad eventualmente abrirían los ojos. Sin embargo, entre más pasaba
el tiempo, más me veía forzado a aceptar la evidencia de que aquellos que nos
dirigen no tienen la intención de dar marcha atrás.
Debo confesar que el hablar abiertamente de la traición
que estamos viviendo es un asunto muy delicado si uno permanece dentro de la
Fraternidad. Es por esto que me voy: para tener la libertad de predicar la
verdad íntegramente, ya que algún día tendré que responder por cada una de las
almas que me fueron confiadas. Mantener silencio ya no era posible sin que esto
me hiciera culpable ante Dios.
En el pasado había criticado severamente a aquellos
que llamamos la “Resistencia,” pero que otros llaman la “Subversión” o
inclusive algunos otros la “Fidelidad”. Debo decir que aparte de que en ese
entonces no veía las cosas tan claramente como hoy en día (por la gracia de
Dios), estaba reaccionando al mal comportamiento de algunos colegas que
visitaban nuestra provincia y que, aunque astutos, despreocupados por lo que
sucedía, desacreditaban la postura valerosa tomada por aquellos que se negaron
a la traición que nos estaba siendo impuesta. Intentaré con la gracia de Dios
evitar las actitudes que he denunciado y encausar mi energía a reconstruir en
lugar de importunar a aquellos que intentan ponernos en las manos de Roma.
Dicho lo anterior, el denunciar errores y engaños queda en mí como un deber
necesario que con la ayuda de Dios podré cumplir.
Muchos
sacerdotes que ven claramente la situación no se atreven por el momento a
reaccionar en contra de esa imposición. Creo que la razón principal que les
impide dar este paso es el miedo de romper la unidad de las instituciones que
con tanta dificultad se ha construido. ¿Cómo aceptar que al dividir a los fieles
corramos el riesgo de contribuir a que se cierre una capilla? La respuesta es
que los sacerdotes fieles no son el
origen de la división que se cocina en nuestras filas, sino las autoridades de
la Fraternidad quienes nos hacen creer que estamos participando en un momento
crucial en la situación de la Iglesia, cuando en realidad no es la situación la
que ha cambiado, sino sólo sus mentes. Queridos hermanos, si los directivos de
la Fraternidad continúan sembrando desconfianza y confusión por sus ideas erróneas,
la división aumentará, y podrá inclusive ser necesario hacerla explotar en
nuestra región por el bien común.
Por mi parte, espero que el Señor me evite el tener
que romper prematuramente la unidad de unas pocas capillas que tenemos en el
Canadá francés. Es por eso que he decidido quedarme por el momento en las
Marítimas. Los fieles en esta región no tienen acceso frecuente a la misa
verdadera y a los verdaderos sacramentos. Ellos se encuentran casi sin ayuda
espiritual. Educan a sus niños sin la ayuda de la Iglesia. Por lo tanto pensé
que será mejor quedarme en esta región y concentrar mis esfuerzos en desarrollar
estos pequeños grupos que tienen tan limitado acceso a los sacramentos, en la
esperanza de que algún día puedan regresar estas comunidades a la Fraternidad,
esperando que haya crecido en tamaño y fervor por la gracia de Dios y de mi
ministerio. Ese es mi mayor anhelo: que la Fraternidad dé vuelta atrás clara e
inequívocamente, y que pueda yo regresar a su seno estas misiones y volver a reintegrarme
en sus filas, beneficiándome nuevamente de la fraternidad sacerdotal que ahí se
ofrece. No me aferro a ilusiones, pero los milagros siempre son posibles.
Sin embargo, es evidente que entre más se deteriore la
situación, más será necesario ocuparse de las almas en Quebec que se sienten
engañadas y traicionadas. Mi esperanza es que más sacerdotes se levanten y
estén dispuestos a llevar la verdad a aquellos que la desean para ellos y sus
hijos. Mientras es obvio que la Fraternidad continúa dando la ayuda de los
sacramentos, siendo ilegítimo privarse de estos sin que haya razón grave, no es
poca cosa en esta crisis de la Iglesia el poder tener acceso a una predicación
sana y continuar viendo claramente a través de los eventos tan dolorosos que
estamos experimentando.
Queridos hermanos, les suplico recen por mí y les
aseguro mis oraciones en el altar y mi bendición.
“¡Servid al Señor con alegría!” - Salmo 99
Padre
Pierre Roy
Mission
Notre-Dame-de-Joie
1974
Route 134
Lakeville,
E1H 1A6
New
Brunswick
*Traducción fiel de la carta en idioma inglés
encontrada en este sitio: https://drive.google.com/file/d/0Bzh_vH6q4dmIZ3hMR0VCeVloYmc/view?pref=2&pli=1 * Traducción: Rosa Assad
Carta original en idioma francés aquí: http://www.francefidele.org/
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