10 de junio
Santa Margarita,
reina de Escocia.
(†1093)
Misa
– Cognovi
III
Clase – Paramentos Blancos
Epístola
– Prov. XXXI, 10-31
Evangelio
– San Mateo XIII, 44-52
La piadosísima reina de
Escocia santa Margarita fue hija de Eduardo, rey de Inglaterra y de Águeda,
hija del emperador. Desde su niñez fue dada a todas las obras de caridad con
los pobres. Casó con Malcolm, rey de Escocia; y en el lugar donde se celebraron
las bodas fabricó una suntuosa iglesia a honra y gloria de la Santísima
Trinidad, enriqueciéndola con ornamentos de gran precio, con muchos vasos de
oro y piedras preciosas. En las demás iglesias del reino dejó también memoria
de su devoción y magnificencia, reparándolas y enriqueciéndolas. Todos sus
vasallos la temían y amaban; y cuando salía en público era grande la multitud
de viudas, huérfanos y pobres que la seguían como a su madre. Tenía exploradores
repartidos por las provincias, que mirasen si se hacía alguna injusticia o
inhumanidad, oprimiendo a los inocentes y desvalidos, como suele suceder, y que
lo remediasen todo y en todo se obrase con amor y caridad. Las primeras horas
de la noche tomaba breve descanso y luego se levantaba y entraba en la iglesia,
y rezaba maitines de la Santísima Trinidad, y estos terminados, rezaba el
oficio de difuntos. Volvía después a su cuarto y a la mañana lavaba los pies a
seis pobres, se los besaba y les daba larga limosna; y antes de sentarse ella a
la mesa servía a nueve doncellas huérfanas y a veinticuatro pobres ancianas.
Muchas veces hacía venir a su palacio trescientos pobres, y puesto el rey de
una parte, y ella de otra les daban de comer y beber regalada y abundantemente.
Sabedora de lo porvenir, había hecho al rey su marido instancias y súplicas
para que no fuese a cierta campaña en el condado de Cumberland, y como el rey
no quisiese en esto darle gusto y saliese a la batalla, se puso la santa reina
muy triste y dijo: «Hoy ha sucedido al reino de Escocia el mayor mal que podía
suceder. Y con brevedad vino la nueva de que el mismo día, fueron muertos en el
combate el rey y el príncipe Eduardo, su hijo. Cuatro días después estando la santa
gravemente enferma, viendo a su hijo Edgar o que volvía del ejército, le
preguntó por su padre y hermano, y como él respondiese que quedaban buenos, ella
dando un tierno suspiro, dijo: ¡Ay hijo! que sé muy bien todo lo que ha pasado:
y levantando las manos y los ojos al cielo como Job, exclamó: «Gracias te doy,
mi Dios, porque al fin de mi vida me has enviado tantas penas, para acrisolarme
y purificarme de toda mancha de pecado», y luego invocando y ensalzando a la
Santísima Trinidad, entregó su preciosa alma al Criador.
†
Reflexión: Por
ventura te has maravillado de leer como esta santa reina, después de haber
pasado su vida en obras de tanta piedad y caridad, hubiese de lamentar la
dolorosa pérdida de su esposo y de su hijo muertos en el campo de batalla. Mas
¿por qué has de asombrarte de esto? ¿No es acaso toda la vida humana un
perpetuo combate sobre la tierra, como dice Job? ¿Por ventura el Señor de los
ejércitos ha de dar la recompensa a sus soldados mientras se hallan todavía
luchando en el campamento? No: sino cuando entren por la puerta triunfal del
cielo que es su verdadera patria: y entonces es cada uno premiado conforme a
sus méritos, y si a los santos exige el Señor tan grandes pruebas de heroísmo y
fidelidad, es porque los tiene destinados a muy grande gloria.
†
Oración: Oh
Dios, que hiciste tan admirable a la bienaventurada Margarita, reina de Escocia
por la insigne caridad que ejerció con los pobres, concédenos que por tu
imitación y a su ejemplo se aumente perpetuamente en nuestros, corazones el
amor a tu divina Majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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