CAPITULO XXIII
LA SUBVERSION DE
LA IGLESIA
OPERADA POR UN
CONCILIO
Un gran iluminado, el
canónigo Roca, vio hace más de un siglo los detalles de la empresa de
subversión de la Iglesia y el Papado proyectada por la secta masónica. Mons.
Rudolf Graber, en su libro Atanasio, cita las obras de Roca (1830-1893),
sacerdote en 1858, canónigo honorario en 1869. Excomulgado más tarde, predicó
la Revolución y anunció el advenimiento de la sinarquía. En sus escritos habla
a menudo de una “Iglesia nuevamente iluminada”, que estaría influenciada por el
socialismo de Jesús y de sus Apóstoles. “La nueva Iglesia, predice, que no
podrá ya guardar nada de la enseñanza y la forma primitiva de la antigua
Iglesia, recibirá sin embargo la bendición y la jurisdicción canónica de Roma.”
Roca anuncia también la reforma litúrgica: “El culto divino tal como lo rige la
liturgia, el ceremonial, el ritual, las prescripciones de la Iglesia romana,
sufrirá una transformación luego de un concilio ecuménico (...) que le
devolverá la sencillez respetable de la edad de oro apostólica, de acuerdo con
el estado nuevo de la conciencia y de la civilización moderna.” Roca precisa los frutos de este concilio:
“Saldrá de él algo que llenará al mundo de estupor y lo echará de rodillas ante
su Redentor. La demostración del acuerdo perfecto entre la idealidad de la
civilización moderna y la idealidad de Cristo y su Evangelio. Será la consagración
del Nuevo Orden Social y el bautismo solemne de la civilización moderna.” Dicho de otro modo, todos
los valores de la supuesta cultura liberal serán reconocidos y canonizados
luego de dicho concilio.
He aquí también lo que Roca
escribe sobre el Papa: “Se prepara un sacrificio que presentará una penitencia
solemne (...) El Papado caerá, morirá bajo el puñal sagrado que forjarán los
padres del último concilio. El César pontifical es la hostia coronada para el
sacrificio” – ¡Hay que convenir en que todo esto está por llegar, como predijo
Roca, a menos que Nuestro Señor lo impida! – Por fin, Roca designa los nuevos
sacerdotes que aparecerán, con el nombre de “progresistas”; habla de la
supresión de la sotana, del casamiento de sacerdotes... ¡otras tantas
profecías! Notad como Roca vio bien el
papel determinante para la subversión de la Iglesia, de un último concilio
ecuménico. Pero no sólo los enemigos de la Iglesia señalaron los trastornos que
traería consigo un concilio ecuménico reunido en una época en que las ideas
liberales ya habrían penetrado hondamente la Iglesia.
En el consistorio secreto
del 23 de mayo de 1923, cuenta el Padre Dulac, Pío XI interrogó a los
cardenales de la Curia sobre la oportunidad de convocar un concilio ecuménico.
Eran una treintena (...): Merry del Val, De Lai, Gasparri, Boggiani, Billot...
Billot decía: “No podemos disimular la existencia de divergencias profundas en
el seno del mismo episcopado... (Éstas) pueden dar lugar a discusiones que se
prolongarían indefinidamente.” Boggiani recordaba las teorías modernistas, de
las cuales, decía, parte del clero y de los Obispos no están exentos. “Esta
mentalidad puede inclinar a ciertos Padres a presentar mociones, a introducir
métodos incompatibles con las tradiciones católicas.” (...) Billot era aún más
preciso. Manifestaba su temor de ver el concilio “manejado” (sic) por “los
peores enemigos de la Iglesia, los modernistas, que ya se preparan, como
indicios ciertos lo demuestran, a introducir la Revolución en la Iglesia, un
nuevo 1789”.
Cuando Juan XXIII volvió a
la idea ya acariciada antes por Pío XII, de convocar un concilio ecuménico, “se
hizo leer los documentos, cuenta el Padre Caprile, durante algunos paseos por
los jardines del Vaticano...” esto fue todo. Pero ya habrá tomado su decisión.
En varias ocasiones afirmó que la había tomado bajo una inspiración repentina
del Espíritu Santo. “Obedeciendo a una voz interior que consideramos venida de
un impulso superior, Nos hemos juzgado que es el momento oportuno para ofrecer
a la Iglesia Católica y a toda la familia humana un nuevo concilio ecuménico.”
Esta “inspiración del Altísimo”, esta “solicitación divina”, como la
llama luego, la recibió el 25 de enero de 1959, mientras se preparaba a
celebrar una ceremonia en San Pablo Extramuros, en Roma, y luego de la
ceremonia la confió a los dieciocho cardenales presentes. Pero ¿fue esta
inspiración verdaderamente divina? esto parece dudoso; su origen me parece ser
muy diferente...
En todo caso, una reflexión
de un viejo amigo del Card. Roncalli, futuro Juan XXIII, es muy esclarecedora
al respecto. Con la noticia de la muerte de Pío XII, el viejo Dom Lambert
Beauduin, amigo de Roncalli, confiaba al Padre Bouyer: “Si eligen a Roncalli,
todo está salvado: sería capaz de convocar un concilio y de consagrar el ecumenismo.”
Como muestra el Padre Bonneterre, Dom Lambert Beauduin conocía bien al
Card. Roncalli, sabía desde 1958 que Roncalli, una vez Papa; realizaría el
ecumenismo y probablemente por medio de un concilio. Ahora bien, quien dice
ecumenismo, dice libertad religiosa y liberalismo. La “revolución por la tiara
y por la capa” no fue una improvisación. Trataré de hacer revivir su desarrollo
en el Concilio Vaticano II, en el próximo capítulo.
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