martes, 5 de enero de 2016

Itinerario espiritual siguiendo a Santo Tomás de Aquino en su Suma teológica


Capítulo 2
Las perfecciones de Dios

Conviene recordar durante toda esta contemplación de Dios, que debemos aplicar todo lo que se dijo de Dios a Nuestro Señor Jesucristo, que es Dios verdadero. No se puede separar a Jesucristo de Dios. No se puede separar la religión cristiana de Jesucristo, que es Dios, y se ha de comprobar y creer que sólo la religión católica es la religión cristiana. Estas afirmaciones tienen como consecuencia conclusiones ineludibles y que ninguna autoridad eclesiástica puede contestar: fuera de Jesucristo y de la religión católica, fuera de la Iglesia, no hay salvación, no hay vida eterna; todo el que se salva, llega a la vida eterna por su adhesión al Cuerpo místico de Nuestro Señor.

Otra consecuencia: todas las sociedades que Nuestro Señor ha creado deben necesariamente colaborar, según su finalidad, a que las almas se hagan católicas y luego sigan siéndolo, para conseguirles la salvación eterna, fin de toda la Creación, fin de la Encarnación y de la Redención. Estas conclusiones son inmortales, incambiables. Son la expresión de toda la Revelación, y han sido los principios directivos de toda la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II.

[La instauración de esta “Iglesia Conciliar”, imbuida de los principios de la Revolución Francesa, principios masónicos sobre la religión y las religiones, sobre la sociedad civil, es una impostura inspirada por el infierno para la destrucción de la religión católica, de su magisterio, de su sacerdocio y del sacrificio de Nuestro Señor. Lógicamente, esta nueva Iglesia no podía seguir cantando las alabanzas de Jesucristo, Rey universal de las naciones, ni puede tener ya los pensamientos de Nuestro Señor sobre el mundo; por eso se ha cambiado todo el espíritu de la Liturgia, modificando muchísimos detalles tanto en los textos como en los gestos. La nueva Iglesia, desde entonces, nos impide la contemplación del Verbo Encarnado tal como se lo canta en todas las fiestas litúrgicas. Debemos a toda costa permanecer fieles al espíritu de la Iglesia católica, si que-remos darnos a la contemplación de los misterios divinos, del misterio del Verbo Encarnado, del misterio de la Santísima Trinidad].

Las perfecciones divinas se distinguen de las operaciones divinas. Aunque en Dios no haya separación alguna, la debilidad de nuestro espíritu nos obliga a estudiar a Dios de manera humana. Dios es la Verdad, la Bondad, la Belleza. Estos atributos son los del ser que es Dios. Dios, que posee todo el ser en sí mismo, posee por ende la verdad, la bondad, la belleza en su más acabada perfección. Cuanto más participan los seres del Ser divino, tanto más participan de su Verdad, de su Bondad, de su Belleza. Nuestro conocimiento de Dios es muy imperfecto en esta vida y lo seguirá siendo en el Cielo, porque haría falta ser Dios para conocerlo en toda su perfección y su ser, como sucede en las tres personas divinas.

Un medio de llegar a conocer mejor a Dios consiste en negar en El todas las limitaciones de las creaturas, limitaciones que, por otra parte, nos sirven para demostrar la existencia de Dios. Así, pues, negamos en Dios toda imperfección: Dios es perfecto; negamos todo límite: El es infinito; negamos todo límite en el espacio: El está en todas partes, omnipresente; negamos todo límite en el tiempo: El es eterno; negamos toda mutación: El es inmutable.

Habría que citar aquí, a propósito de esto, numerosos textos de la Sagrada Escritura. Se puede decir que todo el Antiguo Testamento es un himno a la perfección infinita de Dios; expresa de manera maravillosa el espíritu de adoración, la grandeza, la omnipotencia de Dios, su Providencia en la historia de la humanidad y especialmente en la historia de Israel, que prepara al Mesías. El Nuevo Testamento, a su vez, será la manifestación, la epifanía de la Santísima Trinidad, de su Caridad infinita, de su misericordia insondable hacia los pecadores que somos nosotros.

¡Con qué profunda convicción deberíamos pronunciar todas las oraciones litúrgicas que nos recuerdan sin cesar las perfecciones divinas! La humildad, el silencio y todo lo que nos aleja del mundo acabarían entonces siéndonos naturales, para darnos el gusto de vivir en Dios, en la Trinidad Santa, en Jesucristo y por Jesucristo, en este océano de bondad, de misericordia y de omnipotencia.

Entonces Jesucristo ocupará en nosotros, cada vez más, el verdadero lugar que se le debe como Dios Encarnado, y su Eucaristía, sacrificio y sacramento, pasará a ser el centro de nuestra vida y de nuestros pensamientos, y a través de ella penetraremos en la inmensa realidad de la Santísima Trinidad.

CONTINUA...

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