martes, 10 de noviembre de 2015

EL PRINCIPIO DEL FIN DE LA OBRA DE MONS, MARCEL LEFEBVRE.(Continuación...)



B. El Preámbulo Doctrinal 2 (DP2).

Por lo tanto, Mons. Fellay propone como un intercambio, por el DP1, su propio documento corto, el Preámbulo Doctrinal (DP2), que consiste de: O La Profesión (de fe) del Concilio de Trento.

(1) La Profesión (de fe) del Concilio de Trento y la aceptación de la Constitución Dogmática Pastor aeternus, del Concilio Vaticano I, junto con el no. 25 de la Constitución Dogmática Lumen gentium, con la indicación de que todos los textos del Concilio Vaticano II deben ser entendidos de acuerdo con el juramento antimodernista eodem sensu eademquesempersententiam ab apostolis per orthodoxospatres ad nos usquetransmissam (transmitido a nosotros de los Apóstoles a través de los Padres ortodoxos, siempre en el mismo sentido e interpretación), que requerirá la reformulación de ciertos textos del Vaticano II.

A. La Profesión de Fe del Concilio de Trento (o de Pío IV, después llamado ‘del Primer Concilio Vaticano’)
La Profesión de Fe en la Iglesia, de manera oficial, fue hasta 1989; por lo tanto nada pudo ser más natural que citarla.

B. La Constitución Dogmática Pastor Aeternus.
Este documento esencial del Primer Concilio Vaticano es una buena referencia puesto que también especifica los límites y condiciones de la infalibilidad del papa.

C. No. 25 de la Constitución Dogmática Lumen gentium.
Esta es la única cita tomada del Preámbulo Doctrinal del Cardenal Levada (DP1).
Este texto del Lumen gentium del Vaticano II, tomado del Capítulo III, “Sobre la Estructura Jerárquica de la Iglesia y en particular del Episcopado,” y tratando sobre “la función de enseñanza de los obispos,” dice: “Una sumisión religiosa de la mente y voluntad deben mostrarse de una manera especial al magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando él no habla ex cathedra; esto es, debe mostrarse de una manera que su supremo magisterio fue reconocido reverentemente, los juicios hechos por él son sinceramente adheridos, de acuerdo con su mente manifiesta y voluntad. Su mente y voluntad en el asunto serán conocidos ya sea por el carácter de sus documentos, de su repetición frecuente de la misa doctrina o de su manera de hablar.”

Mostraremos, luego, en la Parte II, por qué este pasaje de Lumen gentium es inaceptable.

2. La segunda respuesta, fechada el 12 de Enero 2012, al Cardenal Levada (apéndice DP2, fechado el 30 de Noviembre 2011). La Comisión Ecclesia Dei, visiblemente insatisfecha por la primera respuesta, fechada el 30 de Noviembre de 2011, le pidió a Mons. Fellay, por medio del intermedio de Mons. Pozzo, “información adicional” que sería remitida por Mons. Fellay el 12 de Enero de 2012.
Este documento, presentado por el Obispo Fellay, pretendía “clarificar las razones para nuestra posición y el alcance del documento.”
Está compuesto por tres partes:

(A)         El Preámbulo en general,

(B)          El Preámbulo en particular, y

(C)          Su aplicación práctica.

Es notable por su lucidez y firmeza en el análisis de las trampas propuestas por el Preámbulo Doctrinal 1 (DP1), y las refuta en detalle, punto por punto.

A. Sobre el tema del Preámbulo en general.
El documento del 12 de Enero de 2012 afirma que “los mayores problemas encubiertos por ciertas novedades del Vaticano II… no han sido resueltos” por el Preámbulo Romano, y en este, ¡en lugar de corregirlos, pidió a la Sociedad “corregir sus rumbos”!

Aún más, Mons. Fellay sostiene: “El Preámbulo nos impone todas las novedades de las cuales ya hemos mostrado su dificultad, la resistencia, las oposiciones que aún prevalecen” y esto requiere “la pura y simple aceptación de una posición contraria a nuestras preocupaciones y nuestra autoridad.”
Este análisis muestra muy bien que hasta ese momento, Mons. Fellay vio claramente las trampas contenidas en el Preámbulo Romano, pero, al mismo tiempo, se volvió “miope”, porque no discernió que el tiempo para discusiones doctrinales con Roma ha terminado. De alguna manera, Roma está diciendo: “te escuchamos antes y durante las discusiones doctrinales; ahora es tiempo de que te sometas a las novedades.” Es por eso que la Nota del Cardenal Levada, presentando el Preámbulo Doctrinal Romano, especificó “tomamos como nuestro principal fundamento, para una completa reconciliación con la Sede Apostólica, la aceptación del Preámbulo Doctrinal que sigue.” Por lo que si hay una “completa reconciliación” con la firma del Preámbulo, entonces no hay nada más por discutir…

B. Sobre el tema del Preámbulo en particular.
Luego, la Carta del 12 de Enero enumeró los problemas específicos que las novedades conciliares plantearon a la Fe Católica. Primero, Mons. Fellay señaló que el texto que crea más problemas está en el párrafo III del Preámbulo. Él se planteó la cuestión del “criterio para la interpretación de textos contenciosos,” y la noción del “progreso de la Tradición,” temas queridos por los Modernistas.

A. Sobre el tema de “criterio de interpretación”:
Es la justificación a priori  de Roma por hacer cambios con el magisterio post-conciliar, en relación a la Tradición.

Para Roma, este “criterio de interpretación” significa sólo la integración del Vaticano II y del magisterio post-conciliar a la Tradición de la Iglesia, por medio de la “hermenéutica de la continuidad.” Para ellos, considerar al Vaticano II como estando “en ruptura,” es el error de tanto conciliares “radicales” como de la Sociedad San Pío X, con la diferencia de que los primeros apoyan esta ruptura y los segundos la lamentan. En la mente Hegeliana de Benedicto XVI, siempre es posible armonizar dos ideas o posiciones que son objetivamente opuestas, pero subjetivamente “reconciliables” a través de la razón. Es un poco de “gimnasia mental” arriesgada, que contradice abiertamente la realidad fáctica. El negar que después del Vaticano II hubo una ruptura con el pasado, como Benedicto XVI ha hecho, es locura y ceguera. Es evidente, por ejemplo, que poca o nula referencia se hace al Magisterio pre-Juan XXIII, en los documentos conciliares o post-conciliares. La Sociedad intentó responder a este punto mencionando la famosa interpretación del Concilio “a la luz de la Tradición.” Pero esta expresión no va muy lejos, porque sólo pone adelante un argumento ad hominem y no un argumento en profundidad.

En efecto, la expresión para interpretar al Concilio Vaticano II “a la luz de la Tradición” significa para la Sociedad que uno excluye las novedades del Concilio que están en un claro estado de ruptura o discontinuidad con el Magisterio de todos los tiempos, pero la Roma de hoy en día viene con la conclusión opuesta al decir que no hay ruptura. Esta expresión, “el aceptar el Concilio a la luz de la Tradición” es defectuosa. En efecto, hay muchos pasajes en el Concilio que son totalmente inaceptables e, incluso con la mejor voluntad del mundo, no pueden ser interpretados de otro modo sino por lo que dicen. Por ejemplo, aceptar “Gaudium et spes o Dignitatis humanae“a la luz de la Tradición” es totalmente imposible. El Vaticano II va contra la Tradición en estos documentos y uno no puede hacerles decir lo opuesto de lo que significan. Por lo tanto, aceptar el Concilio “a la luz de la Tradición” puede significar también que se reconoce que ahí existe una posible “interpretación tradicional” de todos los textos, que es precisamente lo que afirma la doctrina de la “hermenéutica de la continuidad.” Es verdad que Mons. Fellay dijo que rechazaría ciertos elementes inaceptables del Concilio. Pero, él nunca envió una lista de ellos en un texto oficial a Roma ni explicó en detalle aquellos elementos que él rechazaría. Entonces, ahí hay dos lenguajes: uno para nosotros; uno para Roma. Los documentos escritos que Mons. Fellay envió a Roma hablan de un deseo de aceptar el Concilio “a la luz de la Tradición.” Es decir, da a entender que considera que todo el Concilio puede ser leído de una manera “tradicional.” Por consiguiente, Mons. Fellay defiende la hermenéutica de la continuidad sin nombrarla, pero renombrándola como “luz de la Tradición.”

Además, la palabra “Tradición” no tiene el mismo significado para nosotros que para Roma. Nosotros consideramos que algo del Concilio o delos textos del magisterio post-conciliardeben ser interpretados de acuerdo con Santo Tomás de Aquino, mientras que el Papa nos impondría la interpretación, por ejemplo, de Karl Rahner, considerando que ahí no hay ruptura. Finalmente, Mons. Fellat dijo en la carta fechada el 12 de Enero de 2012, que comprometerse a sí mismo de “ir más allá, sería construir en la incertidumbre.” Entonces, ¿rechazó el texto propuesto por Roma? ¿Realmente va a parar todo? Sorpresivamente no, desde que Mons. Fellay se negó a detener las negociaciones con Roma, y propuso un nuevo Preámbulo (DP2), el del 30 de Noviembre de 2011, que hemos citado arriba.

Con su DP2 del 30 de Noviembre de 2011, Mons. Fellay pensó que para él aún era posible presentar, como un “alumno astuto,” otra copia del papel de examen, que notablemente evitó mencionar los textos del Concilio controversiales; pero uno puede ver que el Cardenal Levada no era de la misma opinión.

B. Sobre el tema de “progreso de la Tradición”
Este “progreso” de la tradición es un intento para justificar, a posteriori, por la Roma actual, los cambios hechos por el magisterio conciliar y post-conciliar en relación a la doctrina tradicional. La idea de “progreso” heterogéneo (en un sentido diferente) de dogma siempre ha sido una bandera querida por los Modernistas, quienes creen en la constante evolución de la verdad. Por lo tanto, no es sorprendente que Roma modernista también quiso justificar los cambios hechos por el Concilio como siendo el fruto de un normal progreso “dinámico.”Contra este progreso heterogéneo, la Sociedad respondió a Roma recordando lo que San Vicente Lerins(†450) enseñó en su Commonitorioum (Aide-memoire) sobre el progreso homogéneo de la doctrina, que fue citado por el Concilio Vaticano I en la Constitución Dei Filius: Por lo tanto (…) que el entendimiento, el conocimiento y la sabiduría de los individuos como de todos, de un hombre como de toda la Iglesia, crezcan y progresen vigorosamente con el paso de las eras y de los siglos; pero que sea solamente en su propio género, es decir, en el mismo dogma, con el mismo sentido y el mismo entendimiento.” [Vincent of Lerins, Commonitorium, §23:3] (Denz. 3020)Luego, la carta de Mons. Fellay dijo que ciertos conciliares y reformas post-conciliares “no son consistentes con esa doctrina” (la continuidad con la Tradición), justo como observó durante las discusiones doctrinales.

Además, la carta continúa:
“La crisis (de la Iglesia) está atada directamente a las reformas introducidas en nombre del Concilio: Nueva Misa, nueva orientación ecuménica, nuevo ejercicio de autoridad por medio de colegialidad, nueva doctrina en la libertad religiosa, etc. Los malos frutos…que tienen sus raíces en el Concilio, más exactamente en los silencios y equivocaciones de sus textos, su puerta abierta, su cambio de aspectos o perspectiva, e incluso sus errores contra la doctrina de la fe.

C. Sobre el tema de una aplicación práctica.
Mons. Fellay es realista cuando se pregunta, sobre la aplicación práctica del Preámbulo: ¿Cómo pueden pedirnos una adhesión a “tesis siempre cambiantes y mal explicadas”?

Además, si la libertad de crítica, que es prometida a la Sociedad, excluye radicalmente la posibilidad de criticar nuevos actos destructivos a la Iglesia, luego “la nueva situación (de un acuerdo) sería peor de lo que ya es ahora.”Lógicamente, él concluye en afirmar que, “nos encontramos frente a la incapacidad de firmar este Preámbulo, especialmente cuando se trata de la sustancia del texto y no sobre detalles simples.” ¿Qué podemos concluir de estas dos respuestas de Mons. Fellay y de su Preámbulo Doctrinal (DP2) del 30 de Noviembre de 2011? Estas dos respuestas al Preámbulo Romano (DP1), por Mons. Fellay, a pesar de sus varias deficiencias, siguen siendo, de alguna forma, correctas; al menos en sus conclusiones. Pero vale la pena recordar que absolutamente todas las críticas que Mons. Fellay hizo sobre el Preámbulo Romano en estas dos respuestas, no tienen peso, porque, como podemos ver, tres meses después, el 15 de Abril de 2012, él redactó su propia Declaración Doctrinal tomando 95% del mismo Preámbulo que acababa de rechazar.  

CONTINUA...

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