China
elimina más de 900 cruces de iglesias en la primera mitad de 2020: informe
Nota. recientemente en Nicaragua la Iglesia está
siendo fuertemente perseguida como en China, con Obispos encarcelados, sin
misioneros y sacerdotes exiliados o encarcelados. Actualmente el sistema ya es
en absoluto comunista y anti católico, recemos por ese país antes católico.
Nuevas inquietudes
El 7 de octubre de 1954, mientras la
persecución se recrudecía, Pío XII escribió la encíclica Ad Sinarum gentem que,
en AAS 47 (1955), esta ocasión, señalaba abiertamente al Movimiento de las Tres
Autonomías.
Contra la pretensión de autonomía de gobierno,
el Papa escribe: «Incluso cuando el mayor número del clero chino ya no tenga
necesidad de la ayuda de los misioneros extranjeros, la Iglesia Católica en
vuestra nación, como en todas las demás, no podrá ser regida con autonomía de
gobierno, como hoy usa decirse. En efecto, también entonces, como bien sabéis,
será absolutamente necesario que vuestra comunidad cristiana, si quiere formar
parte de la sociedad que ha sido divinamente fundada por nuestro Redentor, se
someta totalmente al Sumo Pontífice, Vicario de Jesucristo en la tierra, y sea
con él estrechamente unida, por cuanto se refiere a la fe religiosa y a la
moral. Con estas palabras -conviene observar- se abraza toda la vida y la obra
de la Iglesia; y por lo tanto, también su constitución, su gobierno y su
disciplina; las cuales cosas, todas dependen ciertamente de la voluntad de
Jesucristo, fundador de la Iglesia». Es provechoso detenerse en estas últimas
palabras y dimensionar cuál es la extensión de aquello que la Iglesia engloba
en «la fe religiosa y la moral». La fe y la moral comprenden toda la vida y la
obra de la Iglesia, así como su constitución, su gobierno y su disciplina.
Enseguida, el Papa reitera la doctrina
concerniente a la jerarquía de la Iglesia: «En virtud de esa divina voluntad,
los fieles se dividen en dos clases: clero y seglares; en virtud de la misma
voluntad está constituida la doble potestad sagrada, o sea de orden y de
jurisdicción. Además -lo que del mismo modo ha sido establecido por disposición
divina- a la potestad de orden (en virtud de la cual la jerarquía eclesiástica
se halla compuesta de obispos, sacerdotes y ministros) se accede recibiendo el
sacramento del Orden sagrado; la potestad de jurisdicción, además, que al Sumo
Pontífice es conferida directamente por derecho divino, proviene a los obispos
del mismo derecho, pero solamente mediante el Sucesor de San Pedro, al cual no
solamente los simples fieles, sino también todos los obispos deben estar
constantemente sujetos y ligados con el homenaje de la obediencia y con el vínculo
de la unidad»12.
En tercer lugar, el Papa desenmascara la
pretensión de autonomía económica: «Deseamos vivamente que llegue pronto el
tiempo en el que, para las necesidades de la Iglesia Católica en China, puedan
ser suficientes los medios financieros que los mismos fieles chinos consiguen
proporcionarle; sin embargo, como bien sabéis, los donativos recogidos para
esto en las demás naciones, tienen su origen en esa caridad cristiana, en
virtud de la cual todos los que han sido redimidos por la sagrada sangre de
Cristo se hallan necesariamente unidos unos a otros por una alianza fraternal y
por el amor divino se sienten impulsados a difundir en todas partes, conforme a
sus fuerzas, el reino de nuestro Redentor. Y ello no por fines políticos o en
todo caso profanos, sino solamente para poner en práctica útilmente el precepto
de la caridad, que Jesucristo ha dado a todos nosotros y por el que se
reconocen sus verdaderos discípulos».
Finalmente, Pío XII condena la autonomía
doctrinal: «Algunos de entre vosotros quisierais que vuestra Iglesia fuera
completamente independiente no solamente, como hemos dicho, en el gobierno y en
la parte económica, sino que pretenden reivindicarle una autonomía incluso en
la enseñanza de la doctrina cristiana y en la sagrada predicación. [...] Pero
-y es absurdo solamente el pensarlo- ¿con qué derecho pueden los hombres por su
propio arbitrio, diversamente según las diferentes naciones, interpretar el Evangelio
divinamente revelado por Jesucristo?».
El Papa sintetiza lo anterior diciendo:
«Podéis ver, por consiguiente, fácilmente, Venerables Hermanos y amados hijos,
cómo no puede pretender ser considerado y honrado con el nombre de católico
quien profese o enseñe diversamente de cuanto hasta aquí hemos expuesto
brevemente, como hacen los que han adherido a esos perniciosos principios en
que se informan las “Tres Autonomías” o en otros principios del mismo género».
De regreso al caso de monseñor Li Daonan
Regresemos al acontecimiento del 13 de abril
de 1958, en el que monseñor Li Daonan consagró a los padres Dong Guangqing y
Yuan Wenhua.
Para comprender por qué monseñor Li se atrevió
a dar este paso, es necesario recordar la gravedad de la situación de la Iglesia
Católica en China. Los católicos estaban estrangulados entre dos apuros cada
vez más asfixiantes.
Apuro del interior, pues el clero había sido
reducido prácticamente a la nada. Los obispos habían sido exiliados, asesinados
o encarcelados. En 1958, quedaban muy pocos obispos «en servicio». El
sacerdocio y, por lo tanto, la vida sacramental estaba en peligro de extinción
fatal.
Apuro del exterior, pues la comunicación con
Roma era cada día más difícil y se volvía imposible que un misionero extranjero
pudiera entrar en China. Humanamente, la asfixia era inminente y la situación
no tenía futuro.
En aras de recetar al máximo el derecho de la
Iglesia, monseñor Li Daonan envió, poco antes del 13 de abril, un telegrama a
Roma con los nombres de los candidatos chinos. La Congregación para la
Propagación de la Fe le respondió que la consagración sería ilícita y amenazó
con excomulgar al obispo consagrante y a los dos consagrados13.
La intervención de Pío
XII
Dos meses más tarde, el 29 de junio, Pío XII
reacciona con la AAS 50 (1958), 601 publicación de la encíclica Ad Apostolorum
Principis. Esta es la tercera carta pública dirigida al clero y a los fieles
chinos en menos de diez años. Tras un breve recordatorio de las atenciones que
la Iglesia ha dedicado a China, el Papa condena la Asociación Patriótica China:
«Con una táctica hábilmente concebida, se ha fundado entre vosotros una
asociación, que ha tomado el nombre de patriótica, y a pertenecer a ella se ven
forzados con toda violencia los católicos.
“Esta asociación -como se ha dicho en
repetidas declaraciones- tendría el fin de unir el clero y los fieles en nombre
del amor a la patria y a la religión para propagar el espíritu patriótico, para
defender la paz entre los pueblos, y al mismo tiempo para apoyar, reformar y
propagar el socialismo establecido en vuestra nación y para ayudar a las
autoridades civiles a defender, cuando se ofrezca ocasión, la que ellos llaman
libertad política y religiosa. Es sin embargo evidente que, bajo estas
expresiones vagas de paz y de patriotismo, que pueden engañar a los ingenuos,
tal asociación tiende a llevar a la práctica ciertos principios y planes
perniciosos.
“Con la apariencia de patriotismo, que
realmente se muestra falaz, tal asociación mira principalmente a que los
católicos den progresivamente su adhesión a las falsedades del “materialismo”
ateo, con las cuales se niega a Dios y se rechazan todos los principios de la
religión”.
“Con el pretexto de defender la paz, esa misma
asociación acepta y propaga falsas sospechas y acusaciones contra muchos y
venerables miembros del clero y aún contra los obispos y la misma Sede
Apostólica, atribuyéndoles extravagantes propósitos de imperialismo, de
condescendencia y complicidad en la explotación del pueblo, de premeditada
hostilidad hacia la nación China.
“Mientras afirman que es necesario que exista
una absoluta libertad en materia religiosa, con la excusa de facilitar así las
relaciones entre la autoridad eclesiástica y la civil, de hecho, la asociación
pretende que la Iglesia, desatendidos y postergados sus sagrados derechos,
quede totalmente sometida a la autoridad civil».
Pero entonces, ¿dónde se encuentra el genuino amor a la patria? Pío XII responde: «Si los cristianos, por deber de conciencia, deben dar al César, o sea a la autoridad humana, lo que le pertenece, asimismo no puede el César, es decir, los gobernantes, exigir a los ciudadanos sumisión en las cosas que tocan a Dios y no a ellos y por eso no puede pedir obediencia cuando se trata de usurpar los soberanos derechos de Dios, o bien de obligar a los fieles a obrar en oposición con sus deberes religiosos, o a separarse de la unidad de la Iglesia y de su legítima jerarquía. Entonces, sin duda alguna, todo cristiano con rostro sereno y voluntad firmísima repita las palabras con que Pedro y los otros Apóstoles respondieron a los primeros perseguidores de la Iglesia: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”».
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12.
Luego, Pío XII hace referencia en una nota a una serie de cánones del Concilio
de Trento, el último de los cuales especifica que las dos potestades: de orden
y de jurisdicción, son inseparables en la persona del obispo: «Si alguno dijere
que los obispos [...] que no han sido debidamente ordenados ni enviados por la
potestad eclesiástica y canónica, sino que proceden de otra parte, son
ministros legítimos de la predicación y de los Sacramentos: sea anatema».
Concilio de Trento, sesión XXIII, Del sacramento del Orden, cánon 7; D 967.
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