lunes, 5 de octubre de 2020

LA SEUDORESTAURACION DENTRO DEL MODERNISMO. P. JULIO MARIA TAM

 


CARDENAL RATZINGER

¿QUE ES LA SEUDO RESTAURACION?

Napoleón introdujo por la fuerza este código liberal en toda Europa, y hoy

todos los Estados, anteriormente católicos, tienen una constitución liberal que implica un cambio cultural y social, con la transformación de los modelos de vida del país. (14)

En la Iglesia, que, a diferencia de la sociedad temporal, ha recibido la promesa de la indefectibilidad, está por producirse la misma situación, según una interesante analogía: Se comprende fácilmente que los modernistas a quienes falta la visión sobrenatural, busquen recuperar la reacción según el ejemplo histórico de que disponen.

Después de los excesos en la teología, en la moral y en la liturgia de la época de Pablo VI, que provocaron fuertes reacciones, la Revolución busca dar un paso atrás, en ciertos dominios.

El Card. Ratzinger lo declara oficialmente, y con autoridad en la famosa entrevista de la revista Jesús (noviembre de 1984) publicada con la mención “texto aprobado por S. E. Card. Ratzinger el 1 de octubre”; uno de los subtítulos afirma:” ¿Restauración? Sí, si esto significa un nuevo equilibrio”.

“Si por restauración se entiende una vuelta al pasado, entonces no es posible restauración alguna: La Iglesia se encamina hacia el cumplimiento de la Historia, fijos los ojos en el Señor. Pero si por “Restauración” se entiende la búsqueda de un nuevo equilibrio, después de las exageraciones de una apertura al mundo sin discernimiento, después de las interpretaciones demasiado positivas de un mundo agnóstico y ateo, entonces, sí, esta “restauración” es deseable, además, está en marcha...”

“El problema de los años sesenta era el de adoptar los mejores valores representados por dos siglos de cultura «liberal» (15). Porque hay valores que habiendo nacido fuera de la Iglesia, pueden, una vez enmendados, encontrar su lugar en su visión del mundo, esto se ha hecho. Pero hoy el ambiente es diferente, demasiadas cosas han empeorado, respecto a lo que justificaba un optimismo tal vez ingenuo. Es necesario buscar nuevos equilibrios.”

§ 2- Joseph de Maistre “profeta” contra toda Pseudo-Restauración

Los méritos de Joseph de Maistre, a pesar del silencio oficial, son muy grandes.

Como verdadero maestro del pensamiento, supo ver y creer en la lógica de la Revolución.

Su diagnóstico tiene el mérito de estar entre los primeros y más definidos de la historia; supo prever con certeza sus trágicos desarrollos, y, como buen contrarevolucionario, prever también la pseudo-restauración napoleónica.

A) La Restauración

A partir de 1792, por fidelidad al Rey depuesto y por no prestar juramento a la Constitución liberal, el senador de Maistre se marcha, sin pensarlo dos veces, al exilio (se refugia en Lausanne en 1793).

En 1797, estando en Suiza, publica su “Considerations sur la France”. Este

libro explosivo despertó providencialmente de las ilusiones y torpezas, a los medios católicos y monárquicos, que, con total ceguera, esperaban una futura reconciliación entre la secta revolucionaria y los soberanos caídos. Este libro pronto resultó el texto fundamental de los círculos contra-revolucionarios, haciendo de su autor el principal teórico de la reacción legitimista, preparando las condiciones doctrinales y psicológicas de lo que debió ser, 17 años más tarde, la “Restauración”. En el campo contrario, el ensayo fue leído atentamente por el mismo Bonaparte que, captando la gravedad del peligro, obligó al gobierno de Saboya a prohibir su difusión en el Reino de Cerdeña. Después intentó por la diplomacia alejar al Conde de Maistre de las cortes europeas.

Por paradójico que esto pueda parecer, los principales obstáculos a la obra de J. de Maistre vinieron precisamente de las Casas Reales, convencidas como estaban de poder “salvar lo que sea posible” únicamente cediendo a todos los compromisos, y con el pretexto de mantener la misma distancia con los “opositores extremistas”; en realidad, estaban tan ansiosos en mantener el diálogo con sus enemigos revolucionarios e inmovilizar así a sus amigos contra-revolucionarios, temiendo que una defensa intransigente de los principios arruinara la precaria alianza con los herederos de los jacobinos. Bien pronto el Conde comprendió que la ceguera de los soberanos hacía que la Revolución consiguiera hacerse amar por aquellos mismos de quienes era la peor enemiga, y esa misma autoridad que la Revolución busca inmolar, la abraza estúpidamente antes de recibir el golpe fatal(J. de Maistre).

Él llegó a convencer al mismo Zar para que se adhiriese a la liga antinapoleónica dirigida por Austria, que poco después, derrotó a los ejércitos de Bonaparte haciendo así posible la tan deseada Restauración.

B) Las decepciones de la “Restauración”

Esta “Restauración” precisamente defraudó amargamente las esperanzas del Conde, que para apresurarla había afrontado exilio, pobreza e incomprensiones. De Maistre ante todo luchaba porque los principios cristianos fueran restaurados, para restablecer el lazo entre Dios y las naciones luchando contra las tendencias y los gérmenes de disolución que habían engendrado la Revolución; por el contrario, las Casas Reales de Europa, se limitaban a reponer en el trono a los soberanos legítimos, pero sin curar el mal revolucionario, y, además, aceptando numerosas “reformas liberales” como el Código Napoleonico. Por otra parte, las decisiones del histórico Congreso de Viena que cimentaron el futuro de Europa, indignaron profundamente al Conde. De Maistre entendía muy bien que la “Restauración” basada, no sobre la fe sino sobre la diplomacia y las fuerzas políticas, no iba a resistir mucho tiempo a la influencia revolucionaria. La evidente debilidad de las monarquías restauradas mostraba claramente que no había cesado la infiltración masónica de las Cortes Reales, sino que, por el contrario, había progresado.

“Sería un grave error el creer que el Rey de Francia ha sido repuesto en el

trono de sus antepasados: en efecto, él ha subido al trono de Bonaparte. Al principio la Revolución fue democrática, luego oligárquica, hoy es monárquica, pero ella sigue su camino.”. La política restauradora, según de Maistre, no golpeaba el corazón del monstruo de numerosas cabezas, no destruía las raíces de la subversión, sino que se limitaba a oponer una revolución nueva y “moderada” a la antigua revolución radical: y con estas palabras lapidarias afirmaba: “La Contra-Revolución no será una revolución en sentido contrario, sino lo contrario de la Revolución”. Es decir, el restablecimiento integral del Orden Cristiano.

En 1817 por fin el conde regresó a su Patria, llegó a París donde fue acogido con entusiasmo por los medios monárquicos que en él veían al profeta de los principios de la “Restauración”, mientras que, paradójicamente, era recibido con cierta frialdad por Luis XVIII que temía las críticas corrosivas a la Constitución de 1814, en la cual el Rey Borbón había mantenido importantes “reformas” revolucionarias.

La Divina Providencia le hizo encontrar a otro gran enemigo de Napoleón, el venerable padre Pío Brunone Lanteri, fundador de las “Amistades Cristianas”, la más influyente asociación contrarrevolucionaria de la época que lo admitió como miembro en 1817; desde allí trazó una especie de breve manifiesto-programa en su carta al Conde Stolberg.

En medio del embarazoso silencio de los discípulos de la Restauración que

habían fundado la “santa alianza” sobre un compromiso entre las diferentes Casas Reales y la secta masónica, basada en una religiosidad deísta y un interconfesionalismo equívoco, el mensaje del Conde fue recibido como una teoría irrealista, mientras que en ese tiempo el revolucionario Talleyrand, con su diplomacia de ilusionista conseguía hacerse seguir incluso por los reaccionarios. Por el contrario, el Conde de Maistre, por su intransigencia lúcida y realista, era despreciado, item más,

por la realeza que, sin embargo, él había defendido. Él se daba cuenta que los abandonos de los gobiernos de la “Restauración” apresuraban la crisis de los Tronos y el regreso con fuerza de la tempestad revolucionaria y escribía: “... La Revolución es más terrible que en los tiempos de Robespierre: creciendo se ha perfeccionado. No ha sido vencida, sino que sigue en pie: avanza, corre, se eleva...”. La historia le daría la razón. 24

 

 

 

 

 

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