30a Rosa
96) Si
los privilegios, las gracias y las indulgencias hacen recomendable a una
cofradía, puede afirmarse que la del Rosario es la más recomendable que tiene
la Iglesia, puesto que es la más favorecida y enriquecida con indulgencias; y
desde su institución apenas hay Papa que no haya abierto los tesoros de la
Iglesia para gratificarla. Como el ejemplo persuade mejor que las palabras y
los beneficios, los Soberanos Pontífices no han podido expresar mejor la estima
en que tenían a esta santa Cofradía que asociándose a ella.
He aquí
un pequeño resumen de las indulgencias concedidas a la Cofradía del Santo
Rosario, confirmadas de nuevo por nuestro Padre Santo el Papa Inocencio XI el
día 31 de julio de 1679, recibida y autorizada su publicación por el Arzobispo
de París el 25 de septiembre del mismo año:
1) En el
día de ingreso en la Cofradía: indulgencia plenaria.
2) En la
hora de la muerte: indulgencia plenaria.
3) Por
el rezo de cada una de las tres partes del Rosario: diez años y diez
cuarentenas.
4) Por
cada vez que pronuncien devotamente los santos nombres de Jesús y María: siete
días de indulgencia.
5) A los
que devotamente asistan a la procesión del Santo Rosario: siete años y siete cuarentenas.
6) A los
que, verdaderamente arrepentidos y confesados, visiten la capilla del Rosario
en la iglesia en que esté establecida, los primeros domingos de cada mes y las
fiestas de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen: indulgencia plenaria.
7) A los
que asistan a la Salve: cien días de indulgencia.
8) A los
que devotamente y para dar ejemplo lleven sin reserva el Santo Rosario: cien
días de indulgencia.
9) A los
cofrades enfermos que, no pudiendo ir a la iglesia y habiendo confesado y
comulgado, recen durante el día el Santo Rosario, o al menos una parte:
indulgencia plenaria el día señalado para ganarla.
10) Los
Sumos Pontífices, por su gran liberalidad hacia los cofrades del Rosario, les
han dado la facultad de ganar las indulgencias de las estaciones de Roma
visitando cinco altares y rezando ante cada uno de ellos cinco veces el
padrenuestro y el avemaría por la prosperidad de la Iglesia. Si sólo hay un
altar o dos en la iglesia donde está establecida la Cofradía, rezarán veinticinco
veces el padrenuestro y avemaría ante este altar.
97) Gran
favor ciertamente para los cofrades del Rosario, pues la visita de las iglesias
de las estaciones de Roma lleva aparejados consigo indulgencias plenarias,
librar almas del purgatorio y muchas otras grandes remisiones que los cofrades
pueden ganar sin trabajo, sin gastos, sin salir de su país; y aun si la
Cofradía no está establecida en el lugar que habitan los cofrades, pueden ganar
dichas indulgencias visitando cinco altares de otra iglesia cualquiera, según concesión
de León X.
He aquí
los días en que pueden ganarlas, determinados y fijos para los que habitan
fuera de Roma, por decreto de la Sagrada Congregación de Indulgencias, aprobado
por nuestro Santo Padre el Papa el 7 de marzo de 1678, que ordenó sea
inviolablemente observado:
Todos
los domingos de Adviento; los tres días de las cuatro Témporas; la vigilia de
Navidad, en las Misas de media noche, de la aurora y del día; las fiestas de
San Esteban, San Juan Evangelista, Santos Inocentes, Circuncisión y Reyes; los
domingos de Septuagésima, Sexagésima, Quincuagésima, y desde el miércoles de
Ceniza todos los días hasta el domingo de
Cuasimodo
inclusive; los tres días de Rogativas, el día de la Ascensión, la vigilia de
Pentecostés y todos los días de la octava y los tres días de las cuatro
Témporas de septiembre.
Amados
cofrades del Rosario, hay aún muchas más indulgencias. Si queréis verlo, leed
el Sumario de las indulgencias concedidas a los cofrades del Rosario. Allí
veréis los nombres de los Papas, el año y otros particulares que no es posible
consignar en este resumen.
Cuarta Decena
Excelencia
del Santo Rosario demostrada por las maravillas que Dios ha hecho en su favor.
31a Rosa
98)
Santo Domingo, al visitar a Doña Blanca, reina de Francia, que en los doce años
que llevaba de casada no había tenido hijos, y estaba afligida sobremanera, le
aconsejó que rezara el Rosario todos los días para lograr del cielo la gracia
de tener descendencia. Así lo hizo la reina, y su petición fue oída el año
1213, en que nació su primogénito, que fue llamado Felipe. Pero
la
muerte se lo arrebató, y más que nunca acudió ella a la Santísima Virgen, y
distribuyó gran cantidad de Rosarios en la Corte y en varias ciudades del reino
para que Dios la colmase con una completa bendición. Y esto sucedió el año
1215, en que vino al mundo San Luis, gloria de Francia y modelo de reyes
cristianos.
99)
Alfonso VIII, rey de Aragón y de Castilla, fue, a causa de sus pecados,
castigado por Dios de varias maneras, y se vio obligado a retirarse a una
ciudad de uno de sus aliados.
Encontrándose
Santo Domingo en la misma el día de Navidad, predicó, según su costumbre, el
Rosario y las gracias que se obtienen de Dios por esta devoción, y dijo, entre
otras cosas, que los que lo rezan devotamente obtendrán la victoria sobre sus
enemigos y recobrarán todo lo perdido.
El rey
advirtió bien estas palabras y envió a buscar a Santo Domingo y le preguntó si
era cierto cuanto había predicado. El Santo respondió que no había que dudar, y
le prometió que si quería practicar esta devoción y apuntarse en la Cofradía,
vería los efectos. Resolvióse el rey a rezar todos los días el Rosario,
continuó así durante un año, y el mismo día de Navidad, después de rezarlo se
le apareció la Santísima Virgen y le dijo: "Alfonso, hace un año que me sirves
devotamente con el Rosario. Vengo a recompensarte. Sabe que he obtenido de mi
Hijo el perdón de todos tus pecados. Aquí tienes esto Rosario. ¡Te lo regalo!
Llévalo siempre contigo y jamás podrán perjudicarte tus enemigos." Desapareció, dejando al rey muy consolado; volvió él
a su casa llevando en la mano el Rosario, y viendo a la reina le contó lleno de
gozo el favor que acababa de recibir de la Santísima Virgen, le tocó los ojos
con el Rosario y recobró la vista, que había perdido.
Algún
tiempo después, habiendo el rey reunido algunas tropas, con ayuda de sus
aliados atacó osadamente a sus enemigos, les obligó a devolver las tierras y a
reparar los daños, los arrojó enteramente, y fue tan afortunado en la guerra
que de todas partes iban soldados para combatir bajo su mando, porque las
victorias parecían seguir por todas partes sus batallas. No debe
sorprendernos,
porque no entraba jamás en batalla sino después de haber rezado el Rosario de rodillas;
había hecho ingresar en la Cofradía a toda la corte y exhortaba a sus oficiales
y criados
a ser
devotos del Rosario. La reina se obligó igualmente y los dos perseveraron en el
servicio de la Santísima Virgen y vivieron piadosamente.
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