EE.UU., debido a sus actuales políticas, está perdiendo su “resto” de influencia en el mundo y el imperialismo que practica muestra un acelerado declive.
El Dr.
Gerald Horn, profesor de historia en la Universidad de Houston y autor de
varios libros sobre historia estadounidense y esclavitud, en una entrevista con
la agencia de noticias iraní Mehr, abordó el
controvertido debate presidencial de la semana pasada en Estados Unidos.
El
primer debate entre los candidatos republicano y demócrata a las
presidenciales 2020, Donald Trump y Joseph Biden, respectivamente, que tuvo
lugar el pasado 30 de septiembre, provoco una ola de reacciones de todo
tipo en Estados Unidos.
Los
medios de comunicación estadounidenses, tras calificar el debate de una hora
y media de duración de “vergüenza
nacional”, señalaron que el verdadero “perdedor” del debate había sido el pueblo norteamericano.
El
debate de 90 minutos, que estuvo marcado
por ataques feroces, insultos y continuas interrupciones, ha sido tachado de
“vergonzoso”, “desagradable” y “doloroso” para el país norteamericano por parte
de los medios, pues, en momentos en que EE.UU. necesita seriedad para
solucionar sus graves crisis como la de la pandemia del nuevo coronavirus,
causante de la COVID-19, los candidatos a la Presidencia, en vez de
abordar temas importantes para disipar las inquietudes de la población, se
pelean como dos niños.
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“Debate
entre Trump y Biden avergonzó a Estados Unidos”
Ambos
aspirantes a la Casa Blanca se interrumpieron en repetidas ocasiones y se
impuso el lenguaje insultante, al punto de que los organizadores del debate
decidieron establecer nuevas reglas para los siguientes debates a fin de evitar
lo ocurrido en la sala de conferencias de la universidad Case Western
Reserve en Cleveland, estado de Ohio.
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“¡Cállate,
hombre!”, camisetas tras debate presidencial en EEUU
“Con
conversaciones cruzadas, mentiras y burlas, Trump pisotea el decoro en el
debate con Biden”, así describió el diario The New York Times la
discusión, mientras que el portal Politico resumió lo ocurrido
de este modo: “El presidente (Trump) interrumpió e intimidó. Biden llamó al
presidente ‘payaso’. Chris Wallace, el moderador, se desesperó”.
“Este debate mostró un imperio en declive en
el que los dos principales candidatos presidenciales se expresaron con rudeza,
ira y grosería, y estuvieron muy cerca de sobrepasar la frontera de la
violencia, un rasgo que es una de las características más importantes de un
imperio”, explica Gerald Horn al medio iraní.
·
¿Por
qué va en declive la hegemonía de EEUU bajo mandato de Trump?
Uno de
los momentos más controvertidos del debate fue cuando Trump evitó condenar a
los grupos supremacistas blancos de EE.UU., movimientos que incluso han lanzado
ataques armados contra participantes en las manifestaciones habidas a lo
largo y ancho del país en los últimos meses contra la brutalidad policial
y el racismo endémico dirigidos hacia las minorías étnicas de Estados
Unidos.
El líder
republicano, usando su turno de palabra para abordar este tema tan
polémico, recurrió de nuevo a su diatriba habitual contra los movimientos de
izquierda, entre ellos Antifa (abreviatura de antifascistas), que secundaron
las multitudinarias protestas desatadas por el asesinato del
afroestadounidense George Floyd a manos de un policía estadounidense a finales
del mes de mayo en la ciudad de Mineápolis, en el estado de Minnesota
(norte). Trump inclusó llegó a incluir a estos grupos en la lista
de organizaciones terroristas de EE.UU. y los culpó de los incidentes que
se desencadenaron a raíz de la violenta represión policial de las
protestas.
Tras
calificar al grupo de Antifa de organización violenta, se dirigió a los
miembros del grupo de extrema derecha “Proud Boys” diciéndoles que “se aparten
y se mantengan al margen”. Unos comentarios que de inmediato se
interpretaron como un mensaje de aprobación y aliento a este movimiento de
corte racista en EE.UU., ya que sus militantes adoptaron el nuevo eslogan y
logo para su grupo con las mismas palabras usadas por el inquilino de la Casa
Blanca, a saber: “Stand down and stand by”. No obstante, los demócratas tampoco tienen
un historial brillante en la defensa de los derechos civiles de las comunidades
minoritarias que conforman la población de Estados Unidos.
Sobre el
desempeño de estos dos partidos mayoritarios de EE.UU. en lo que respecta
a la lucha contra el racismo en los últimos tiempos, el historiador
estadounidense sostuvo que los republicanos, hasta la fecha, han actuado peor
que los demócratas, porque, explicó, necesitan los votos de los
grupos ultraextremistas de corte racista para ganar las elecciones del
primer martes del próximo noviembre.
Sin
embrago, Horn enfatiza que no hay que olvidar que una parte de la base del
electorado demócrata es simpatizante o pertenece a movimientos que defienden la
supremacía blanca en Estados Unidos. De hecho, insiste, no se debe omitir
esta realidad, pues permite comprender mejor la trayectoria de Biden
como senador del estado de Delaware (1973-2009) en una época en la
que la detención y el posterior encarcelamiento de personas de rasgos
negros era habitual y y respalda por quienes votan a este político
del Partido Demócrata.
Durante
el debate, Biden llegó a reconocer que había una “desigualdad
sistémica” en el sistema policial del país norteamericano, no obstante, culpó
de los problemas únicamente a unas pocas “manzanas podridas” del sistema
estadounidense.
Según
Horn, el exvicepresidente de EE.UU. en la época de Barack Obama, con este tipo
de declaraciones contradictorias, pretende atraer la atención de los
votantes de diferentes bloques hacia su candidatura presidencial.
Una de
las reacciones más destacables sobre el debate presidencial fueron las
declaraciones de Richard Haas, director del laboratorio de ideas
estadounidense Council of Foreign Relations. Este, en un mensaje
publicado en su cuenta de la red social Twitter, escribió que albergaba la
esperanza de que, “como dijo Herbert
Marshall McLuhan (filósofo canadiense), el mundo entero no haya estado mirando
este debate, porque de lo contrario el resto de influencia estadounidense en el
mundo se verá afectado y el ideal de democracia comprometido”.
Para el
director del Think Tank estadounidense, los 90 minutos que duró el citado espacio
televisivo fue el intervalo de tiempo más triste de su vida, por ser
“el más frustrante, el más perturbador y el más desolador” de los debates
vistos hasta el momento. “Si no estuvieras preocupado por el futuro de este
país, no lo estarías viendo”, zanjó en otro tuit.
Horn también lo
dicho por Haas: “Tiene
razón, podría agregar que el imperialismo desesperado y
en decadencia de EE.UU. puede estar avanzando cada vez más hacia la
guerra”.
Es muy
posible que EE.UU., en sus esfuerzos para evitar el declive en el contexto
del dominio mundial, haga lo que mejor sabe hacer, es decir, desencadenar
una guerra para reafirmar su influencia global, puesto que el imperialismo
se define, entre otras cosas, como la actitud y doctrina de quienes propugnan o
practican el dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza
militar, económica o política, tal como recoge la RAE.
A nadie
le debería sorprender a estas alturas de que Washington esté tramando
una intervención militar contra una nación que no cede ni un
ápice de su soberanía e independencia ante las exigencias y designios de
Estados Unidos o que la Casa Blanca instigue y respalde levantamientos
militares que conduzcan a un golpe de Estado en toda regla en algún país que
cuestiona sin titubeos su políticas imperialistas y hegemónicas.
Todo
vale para Washington con tal de mantener su posición de superpotencia, y si eso
significa valerse de su maquinaria punitiva, pues impondrá sanciones
asfixiantes y draconianas a todos aquellos países que no comparten su
visión de dominio global sin importarle si sus medidas restrictivas gozan
del apoyo de los demás actores internacionales de peso.
Y es
aquí donde las políticas imperiales de EE.UU. podrían producir
un resultado contrario al planeado, haciendo que tales estrategias de
dominación mundial dejen de funcionar. Pues es impensable que aquellos
países a los que afecta el imperialismo estadounidense no hagan nada para
contrarrestar las hostilidades de la Casa Blanca.
En otras
palabras, la férrea resistencia mostrada por aquellas
naciones soberanas e independientes es el talón de Aquiles de un Estados
Unidos que no puede asimilar esta realidad.
Viendo
que unos pocos países le plantan
cara en la esfera internacional y en un intento para revertir esta
situación e imponer su voluntad, no le queda más remedio que recurrir al
uso de la fuerza militar, que, como ya se sabe, nunca le ha aportado muchos
beneficios a Washington, más bien todo contrario: ha sido una fuente
de gastos ingentes difíciles de soportar por sus arcas públicas. En
consecuencia, con la pandemia haciendo verdaderos estragos entre la población
estadounidense y una recesión económica galopante, la Casa Blanca, ya incapaz de poner en
práctica sus planes imperialistas y hegemónicos, perdería su posición
de superioridad e influencia en el mundo, tal y como pronostica el Dr.
Gerald Horn.
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