EL ROSARIO EN FAMILIA
18a Rosa
52)
Esta divina salutación atrae sobre nosotros la bendición abundante de Jesús y
María, porque es principio infalible que Jesús y María recompensan
magnánimamente a quienes les glorifican: devuelven centuplicadas las
bendiciones que reciben. "Ego diligentes me diligo... ut ditem diligentes
me et thesauros eorum repleam" (5). Es lo que claman claramente Jesús y María:
"Amamos a quienes nos aman, los enriquecemos y henchimos sus
tesoros." "Qui seminat in benedictionibus, in benedictionibus et
metet" (6): Los que siembran bendiciones, recogerán bendiciones.
Ahora
bien, rezar debidamente la salutación angélica ¿no es amar, bendecir y
glorificar a Jesús y María? En cada avemaría decimos una bendición doble, una a
Jesús y otra a María: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito
es el fruto de tu vientre, Jesús." Por cada avemaría rendimos a María el
mismo honor que Dios le rindió, saludándola con el arcángel Gabriel.
¿Quién
podrá creer que Jesús y María -que tantas veces hacen bien a quienes les
maldicen lancen maldición contra quienes les honran y bendicen con el avemaría?
La
Reina de los cielos, dicen San Bernardo y San Buenaventura, no es menos
agradecida y cortés que las personas de más alta condición del mundo; las
aventaja en tal virtud como en todas las demás perfecciones y no dejará que la
honremos respetuosamente sin darnos el ciento por uno. María -dice San
Buenaventura- nos saluda con la gracia si la saludamos con el avemaría:
"Ipsa salutabit nos cum gratia si salutaverimus eam cum Ave Maria."
¿Quién
podrá comprender las gracias y bendiciones que operan en nosotros el saludo y
las miradas benignas de la Santísima Virgen? Desde el momento en que oyó Santa
Isabel el saludo que le hacía la Madre de Dios, fue llena del Espíritu Santo, y
su niño saltaba de gozo. Si nos hacemos dignos del saludo y la bendición recíprocos
de la Santísima Virgen, seremos sin duda llenos de gracia, y un torrente de consuelos
espirituales inundará nuestras almas.
19a Rosa
53)
Está escrito: "Dad y se os dará" (7). Tomemos la comparación del
Beato Alano: "Si yo os diese cada día ciento cincuenta diamantes, ¿no me
perdonaríais aunque fuerais mi enemigo? ¿No me otorgaríais como a amigo todas
las gracias posibles? ¿Queréis enriqueceros con bienes de gracia y de gloria?
Saludad a la Santísima Virgen, honrad a vuestra bondadosa Madre."
"Sicut
qui thesaurizat, ita et qui honorificat matrem" (8). El que honra a su
Madre, la Santísima Virgen, es como el que atesora.
Presentadle,
al menos, cincuenta avemarías diariamente, cada una de las cuales contiene
quince piedras preciosas, que le son más agradables que todas las riquezas de
la tierra. ¿Qué no podréis esperar de su liberalidad? Ella es nuestra Madre y
nuestra amiga. Es la Emperatriz del Universo, que nos ama más que todas las
madres y reinas reunidas amaron a hombre alguno, porque, como dice San Agustín,
la caridad de la Virgen María excede a todo el amor natural de todos los
hombres y de todos los ángeles.
54)
Nuestro Señor se apareció un día a Santa Gertrudis contando monedas de oro;
ella tuvo curiosidad de preguntarle qué contaba. "Cuento -respondió
Jesucristo- tus avemarías: son la moneda con que se compra mi paraíso."
El
devoto y docto Suárez, de la Compañía de Jesús, estimaba de tal modo la
salutación angélica, que decía que con gusto daría toda su ciencia por el
precio de un avemaría bien dicha.
55) El
Beato Alano de la Roche se dirige así a la Santísima Virgen: "Que quien te
ama, oh excelsa María, escuche esto y se llene de gozo: El cielo exulta de
dicha, y de admiración la tierra, cuando digo Ave María. Mientras aborrezco al
mundo, en amor de Dios me inundo cuando digo Ave María. Mis temores se disipan,
mis pasiones se apaciguan, cuando digo Ave María. Se aumenta mi devoción y
alcanzo la contrición cuando digo Ave María. Se confirma mi esperanza, mi
consuelo se agiganta, cuando digo Ave María. Mi alma de gozo palpita, mi tristeza
se disipa, cuando digo Ave María, porque la dulzura de esta suavísima salutación
es tan grande que no hay término apropiado para explicarla debidamente, y
después que hubiera uno dicho de ella maravillas, resultaría aún tan escondida
y profunda que no podríamos descubrirla.
Es
corta en palabras, pero grande en misterios; es más dulce que la miel y más
preciosa que el oro. Es preciso tenerla frecuentemente en el corazón para
meditarla y en la boca para leerla y repetirla devotamente."
"Auscultet
tui nominis amator, o Maria, coelum gaudet, omnis terra stupet cum dico Ave
Maria; Satan fugit, infernus contremiscit, cum dico Ave Maria; mundus vilescit,
cor in amore liquescit, cum dico Ave Maria; terror evanescit, caro marcescit,
cum dico Ave Maria; crescit devotio, oritur compunctio, cum dico Ave Maria;
spes proficit, augetur consolatio, cum dico Ave Maria; recreatur animus, et in
bono confortatur aeger affectus, cum dico Ave Maria. Siquidem tanta suavitas
hujus benignae salutationis, ut humanis non possit explicari verbis, sed semper
manet altior et profundior quam omnis creatura indagare sufficiat. Haec oratio
parva est verbis, alta mysteriis, brevis sermone, alta virtute, super mel
dulcis, super aurum pretiosa; ore cordis est jugiter ruminanda labiisque puris
frequentissime legenda ac devote repetenda."
El
amador cuando investiga tu nombre, oh María, el cielo se alegra, toda la tierra
permanece estupefacta, cuando digo Ave María: Satanás se va, el infierno teme,
cuando digo Ave María el mundo envilece, la carne se inmuta, cuando digo Ave
María; crece la devoción, aumenta la compunción, cuando digo Ave María; profeso
mi esperanza aumenta la consolación, cuando digo Ave María el ánimo cobra
aliento y en el bien se recrea el afecto, cuando digo Ave María. Se encuentra
tanta suavidad en esta benigna salutación que lo humano no la puede explicar
estas palabras pues siempre permanece muy alto y muy profundo que ninguna
criatura podrá indagar lo suficiente. Esta oración es pequeña, de altos
misterios, breve sermón, alta virtud, más dulce que la miel, es más preciosa
que el oro, en la boca del corazón es ruñida con alegría, muy frecuentemente es
pura en los labios ya leída o devotamente repetida. (Sepan disculpar mis
errores de traducción pues no tengo en mi poder ningún diccionario latino-
español y traduzco como lo aprendí en el seminario)
Refiere
el mismo Beato Alano, en el capítulo 69 de su Salterio, que una religiosa muy
devota del Rosario se apareció después de su muerte a una de sus hermanas y le
dijo: "Si pudiera volver a mi cuerpo para decir solamente un avemaría, aun
cuando fuera sin mucho fervor, por tener el mérito de esa oración, sufriría con
gusto cuantos dolores padecí antes de morir." Hay que advertir que había
sufrido durante varios años crueles dolores.
56)
Miguel de Lisle, Obispo de Salubre, discípulo y colega del Beato Alano de la
Roche en el restablecimiento del Santo Rosario, dice que la salutación angélica
es el remedio de todos los males que nos afligen, con tal que la recemos
devotamente en honor de la Santísima Virgen.
20a Rosa
Breve
explicación del avemaría.
57)
¿Estáis en la miseria del pecado? Invocad a la divina María; decidle:
"Ave", que quiere decir: "Te saludo con profundo respeto, oh
Señora, que eres sin pecado, sin desgracia." Ella os librará del mal de
vuestros pecados.
¿Estáis
en las tinieblas de la ignorancia o del error? Venid a María; decidle:
"Ave, María", es decir: "Iluminada con los rayos del sol de
justicia." Ella os comunicará sus luces.
¿Estáis
separados del camino del cielo? Invocad a María, que quiere decir: Estrella del
mar y Estrella polar que guía nuestra navegación en este mundo. Ella os
conducirá al puerto de eterna salvación.
¿Estáis
afligidos? Recurrid a María, que quiere decir: "mar amargo", que fue
llena de amarguras en este mundo, al presente cambiada en mar de purísimas
dulzuras en el cielo. Ella convertirá vuestra tristeza en alegría y vuestras
aflicciones en consuelos.
¿Habéis
perdido la gracia? Honrad la abundancia de gracias de que Dios llenó a la
Santísima Virgen; decidle: "Llena de Gracia" y de todos los dones del
Espíritu Santo. Ella os dará sus gracias.
¿Os
sentís solos y abandonados de Dios? Dirigíos a María y decidle: "El Señor
es contigo" más noble e íntimamente que en los justos y los santos, porque
eres con Él una misma cosa; pues, siendo tu Hijo, su carne es tu carne, y, dado
que eres su Madre, estás con el Señor por perfecta semejanza y mutua caridad.
Decidle, en fin: "Toda la Trinidad Santísima está contigo, pues Tú eres su
Templo precioso." Ella os colocará bajo la protección y salvaguardia de
Dios.
¿Habéis
llegado a ser objeto de la maldición de Dios? Decid: "Eres bendita entre
todas las mujeres" y de todas las naciones por tu pureza y fecundidad; Tú
cambiaste la maldición divina
en
bendición. Ella os bendecirá.
¿Estáis
hambrientos del pan de la gracia y del pan de la vida? Acercaos a la que ha
llevado el pan vivo que descendió del cielo; decidle: "Bendito es el fruto
de tu vientre", que concebiste sin detrimento de tu virginidad, que
llevaste sin trabajo y que diste a la vida sin dolor. Sea bendito "Jesús",
que rescató del cautiverio al mundo, que curó al mundo enfermo, resucitó al hombre
muerto, hizo volver al desterrado, justificó al hombre criminal, salvó al
hombre condenado. Sin duda vuestra alma será saciada del pan de la gracia en
esta vida y de la gloria eterna en la otra. Amén.
58)
Concluid vuestra oración con la Iglesia, y decid: "Santa María",
santa en cuerpo y alma, santa por tu abnegación singular y eterna en el
servicio de Dios, santa en calidad de Madre de Dios, que te ha dotado de una santidad
eminente, como convenía a tan infinita dignidad.
"Madre
de Dios" y también Madre nuestra, nuestra Abogada y Mediadora, Tesorera y Dispensadora
de las gracias de Dios, procúranos prontamente el perdón de nuestros pecados y nuestra
reconciliación con la Majestad divina.
"Ruega
por nosotros, pecadores", pues tienes tanta compasión con los miserables,
que no desprecias ni rechazas a los pecadores, sin los cuales no serías la
Madre del Salvador.
"Ruega
por nosotros ahora", durante el tiempo de esta corta vida frágil y
miserable; "ahora", porque sólo nos pertenece el momento presente;
ahora, que estamos acometidos y rodeados noche y día de poderosos y crueles
enemigos.
"Y
en la hora de nuestra muerte", tan terrible y peligrosa, en que nuestras
fuerzas estarán agotadas, en que nuestros espíritus y nuestros cuerpos estarán
abatidos por el dolor y el terror; en la hora de nuestra muerte, en que Satanás
redoblará sus esfuerzos por nuestra eterna perdición; en esa hora en que se
decidirá nuestra suerte dichosa o desgraciada para toda la eternidad. Ven en
auxilio de tus pobres hijos; Oh Madre compasiva, abogada y refugio de los pecadores;
aleja de nosotros en la hora de la muerte a los demonios, enemigos y acusadores
nuestros, cuyo aspecto horroroso nos espanta. Ven a iluminarnos en las
tinieblas de la muerte.
Condúcenos,
acompáñanos al tribunal de nuestro Juez, tu Hijo, intercede por nosotros para que
nos perdone y nos reciba en el número de tus escogidos en la mansión de la
gloria eterna. "Amén." Así sea.
59)
¿Quién no admirará la excelencia del Santo Rosario, compuesto de dos partes
divinas: la oración dominical y la salutación angélica? ¿Hay oración más grata
a Dios y a la Santísima Virgen, más fácil, más dulce y más saludable para los
hombres? Tengámoslas siempre en el corazón y en la boca para honrar a la
Santísima Trinidad, a Jesucristo nuestro salvador y a su Santísima Madre.
Además, al fin de cada decena es conveniente añadir el gloria: Gloria al Padre y
al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los
siglos de los siglos.
Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario