lunes, 13 de julio de 2020

EL COMUNISMO DENTRO DEL MODERNISMO. CARTA ABIERTA A LOS CATOLICOS PERPLEJOS



¿Significa hacer política querer apartar el socialismo y el comunismo de nuestras escuelas? El católico siempre pensó que la iglesia se oponía a estas doctrinas a causa del ateísmo militante que ellas profesan. Y ese católico tiene completa razón en cuanto al principio y en cuanto a las aplicaciones: el ateísmo determina modos radicalmente diferentes de concebir el sentido de la vida, el destino de las naciones, las orientaciones de la sociedad. Por eso no sale uno de su asombro cuando lee en Le Monde del 5 de junio de 1984 que monseñor Lustiger, al responder a las preguntas de ese diario y al expresar, por lo demás, varias ideas muy justas, se lamenta de haber visto desperdiciar una oportunidad histórica con la votación del Parlamento sobre la escuela libre. Dice que esa oportunidad consistía en encontrar, de acuerdo con los socialistas y comunistas, una serie de valores fundamentales para la educación de los niños. ¿Qué valores fundamentales comunes puede haber entre la izquierda marxista y la doctrina cristiana? Son cosas radicalmente opuestas. Pero el católico ve con sorpresa cómo se intensifica el diálogo entre la jerarquía eclesiástica y los comunistas. Dirigentes soviéticos y hasta terroristas como Yaser Arafat son recibidos en el Vaticano. El concilio Vaticano II dio el tono al negarse a renovar la condenación del comunismo.
Como en los proyectos que les habían sido sometidos no encontraban ningún indicio sobre este punto, cuatrocientos cincuenta obispos, recordémoslo, firmaron una carta en la que reclamaban una enmienda en ese sentido. Los obispos se apoyaban en las pasadas condenaciones y particularmente en la afirmación de Pío XI que calificaba al comunismo como "intrínsecamente perverso", con lo cual quería significar que en esa ideología no había aspectos negativos y aspectos positivos, sino que era menester rechazarla en su totalidad. Bien se recuerda lo que ocurrió: la enmienda no fue transmitida a los padres, el secretario general del concilio declaró que no tuvo conocimiento de ella, luego la comisión admitió que había recibido la enmienda pero demasiado tarde, lo cual no era exacto. Se produjo un escándalo que terminó, por orden del Papa, con un agregado a la constitución, Gaudium et Spes de un pasaje alusivo sin grandes alcances. ¡Cuántas declaraciones de obispos para justificar o para alentar la colaboración con los comunistas, independientemente del ateísmo implícito! "No me corresponde a mí, sino a los cristianos, que son adultos, responsables", decía monseñor Matagrin, "resolver en qué condiciones pueden colaborar con los comunistas". Para monseñor Delorme los cristianos deben "luchar para que haya más justicia en el mundo junto con todos -aquellos amantes de la justicia y la libertad, incluso los comunistas". El mismo toque de campanas se percibe en monseñor Poupard, quien incita a "trabajar con todos los hombres de buena voluntad en las obras de la justicia, en las que se construye incansablemente un mundo nuevo". En un boletín diocesano se dice así la oración fúnebre de un padre obrero: "Tomó partido por el mundo de los trabajadores en las elecciones municipales. No podía ser el sacerdote de todos. Eligió a quienes elegían una sociedad socialista. Fue duro para él, se hizo enemigos, pero también muchos amigos nuevos. Tit-Paul era un hombre bien situado". Hace poco un obispo disuadía a sus sacerdotes de hablar en sus parroquias de la obra "Ayuda a la Iglesia en apuros" diciendo: "Tengo la impresión de que esta obra se presenta con aspectos demasiado exclusivamente anticomunistas". Se comprueba con desconcierto que la excusa dada a este género de colaboración descansa en la idea, ella misma falsa, de que el partido comunista tiene por finalidad instaurar la justicia y la libertad. Sobre este punto hay que recordar las palabras de Pío IX: "Si los fieles se dejan engañar por los promotores de las actuales maniobras, si consienten en conspirar con ellos en favor de los sistemas perversos del socialismo y del comunismo, sepan y consideren seriamente esto: acumulan para sí mismos y ante el divino Juez caudales de venganza para el día de la cólera; mientras tanto, de esa conspiración no se seguirá ninguna ventaja temporal para el pueblo, sino que antes bien se producirá un acrecentamiento de miserias y de calamidades". Para ver la exactitud de esta advertencia formulada en 1849, hace casi ciento cuarenta años, basta observar lo que ocurre en todos los países colocados bajo el yugo comunista. Los acontecimientos han dado razón a aquel papa y a pesar de ello la ilusión continúa viva y aun se acentúa.
Hasta en Polonia, país eminentemente católico, los pastores ya no dan como primordial la cuestión de la fe católica y de la salvación de las almas por la cual hay que aceptar todos los sacrificios, incluso el de la vida. En su espíritu, lo que más importa es no provocar una ruptura con Moscú lo cual permite a Moscú reducir a una esclavitud completa
al pueblo polaco sin encontrar verdadera resistencia en ese pueblo. El padre Floridi 7 muestra con claridad los compromisos que implica la Ostpolitik vaticana: "Es sabido que los obispos checoslovacos consagrados por monseñor Casaroli son colaboradores del régimen así como lo son los obispos que dependen del patriarcado de Moscú... Feliz por haber podido dar un obispo a cada diócesis húngara, el papa Pablo VI rindió homenaje a Janos Kadar, primer secretario del partido comunista húngaro, 'principal promotor y el hombre más autorizado de la normalización de las relaciones entre la Santa Sede y Hungría'. Pero el Papa no mencionaba el elevado precio con que se había pagado esta normalización: la introducción en puestos importantes de la Iglesia de 'sacerdotes de la paz'... Ciertamente grande fue el estupor de los católicos cuando oyeron al sucesor del cardenal Midszenty, el cardenal Laszlo Lekai, prometer que se intensificaría el diálogo entre católicos y marxistas." Al referirse a la perversidad intrínseca del comunismo, Pío XI agregaba: "y no se puede admitir en ningún terreno la colaboración con el comunismo por parte de quien quiera salvar la civilización cristiana. Esta ruptura de la enseñanza de la Iglesia, agregada a las otras que enumeré, nos obliga a afirmar que el Vaticano está penetrado por modernistas y hombres de este mundo que creen encontrar en las astucias humanas y diplomáticas más eficacia para la salvación del mundo que lo instituido por el divino fundador de la Iglesia. He mencionado al cardenal Midszenty; lo mismo que él, todos los héroes y los mártires del comunismo, en particular los cardenales Beran, Stepinac, Wyszynski, Slipyi son considerados testimonios molestos por la actual diplomacia vaticana y, digámoslo, como reproches mudos en lo que se refiere a aquellos que hoy descansan ya en la paz del Señor, en tanto se procura acallar la voz potente de monseñor Slipyi. Los mismos acercamientos se producen con la masonería, a pesar de la declaración sin ambigüedades de la Congregación para la Doctrina de la Fe de febrero de 1981, que había sido precedida por una declaración de la conferencia episcopal alemana en abril de 1980. Pero el nuevo derecho canónico no hace mención alguna de esos acercamientos ni formula expresamente ninguna sanción. Los católicos se habían enterado ya antes de que los masones B 'nai Brith habían sido recibidos en el Vaticano y que en fecha reciente el arzobispo de París recibía al gran maestre de una logia para mantener una conversación con él, a pesar de que algunos eclesiásticos se niegan a ver reconciliada la sinagoga de Satanás con la Iglesia de Cristo. Se tranquiliza a los católicos diciéndoles, como en todo lo demás: "La condenación de las sectas tal vez estuviera justificada ayer, pero hoy los hermanos masones no son lo que eran". Veamos, pues, cómo se comportan hoy. El escándalo de la logia P2 en Italia está todavía fresco en todas las memorias. En Francia no cabe ninguna duda de que la ley laica contra la enseñanza libre es ante todo la obra del Gran Oriente, que multiplicó las presiones sobre el Presidente de la República y los afiliados presentes en el gobierno y en los gabinetes ministeriales para que se realice por fin el "gran servicio único de la educación nacional". Y esta vez hasta actuaron a plena luz del día; diarios como Le Monde informaron regularmente sobre los trámites y en las revistas masónicas se publicó el plan y la estrategia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario