DEL CUARTO PRECEPTO
Honra a tu padre y a
tu madre, para que tengas una
larga vida sobre la
tierra que el Señor Dios te dará
Éxodo 20, 12
No hace mucho tiempo se suscitó una polémica sobre este
mandamiento, esta polémica nace a mi forma de ver de la falta de conocimiento sobre las Sagradas Escrituras de la
doctrina católica pues no basta exponerla escuetamente sino profundizar en
ella. Otra razón puede venir del Evangelio de Nuestro Señor en donde el Profeta
por excelencia vaticina sobre estos tiempos tan difíciles tanto para los padres
de familia como para los hijos…”Entonces estarán padre contra hijo e hijo contra
padre…los enemigos del hombre estarán en su propia casa” y otras tantas
sentencias de Nuestro Señor.
Mi objetivo no es polemizar sino exponer solo la
doctrina sobre este tema a lo que se llama “Moral General” y cada caso en
particular pertenece a lo que en Moral se llama “casuística”
"Primero debemos amar a Dios; y en segundo lugar
a padre y madre"; y esto es lo que dice [el cuarto precepto]: "Honra
a tu padre y a tu madre".
110. La perfección del hombre consiste en el amor de Dios y del
prójimo. Al amor de Dios pertenecen tres preceptos que fueron inscritos en la
primera tabla; y al amor del prójimo siete preceptos que lo fueron en la segunda
tabla. Pero, como se dice en I Juan 3, no hemos de amar de
palabra ni con la lengua, sino con hechos y en verdad. En efecto, el
hombre que ama así debe hacer dos cosas, a saber: huir del mal y hacer el bien.
Por lo cual entre los preceptos algunos inducen al bien, pero hay otros que
prohíben hacer el mal.
111. Y es de saberse que evitar hacer el mal está en nuestro poder;
pero no podemos hacer el bien a cualquiera; por lo cual dice San Agustín que a
todos debemos amar, pero no estamos obligados a hacerles a todos el bien. Pero
entre todos debemos hacerles el bien a nuestros parientes, porque, dice San
Pablo (I Tim 5, 8): "Si alguno no tiene cuidado de los suyos, y sobre todo
de los de su casa, es un infiel". Pues bien, entre todos nuestros
allegados, los más próximos para nosotros son padre y madre; por lo cual dice
San Ambrosio: "Primero debemos amar a Dios; y en
segundo lugar a padre y madre"; y esto es lo que dice [el cuarto precepto]:
"Honra a tu padre y a tu madre".
Y de esto mismo da la razón Aristóteles, el cual dice que al gran
beneficio que de ellos recibimos no podemos corresponder con igualdad, por lo
cual bien puede un padre ofendido expulsar a su hijo, pero no es posible lo
contrario.
112. En efecto, tres cosas dan los padres al hijo. Primero, el sostén
en cuanto al ser. Eccli 7, 29: "Honra a tu padre, y no olvides los gemidos
de tu madre. Recuerda que sin ellos tú no habrías nacido".
En segundo lugar, el alimento o mantenimiento en cuanto sea necesario
para la vida. En efecto, desnudo entra el hijo en este mundo, como se dice en
Job 1 , 2 1 ; pero sus padres lo sustentan.
En tercer lugar la enseñanza. Hebr 12, 9: "Hemos tenido a
nuestros padres carnales para educarnos". Eccli 7, 25: "¿Tienes
hijos? Instrúyelos".
113. Los padres deben dar a sus hijos dos enseñanzas, porque, como se
dice en Prov 22, 6, "Instruye al niño en su camino, que aun de viejo no se
apartará de él"; y en Lamentaciones de Jeremías 3, 27: "Bueno es que
el hombre soporte el yugo desde la mocedad". Y estas son las enseñanzas de
Tobías a su hijo (Tobías IV), a saber: "el temor de Dios y la abstención
de todo pecado". Lo cual es contra aquellos que se deleitan con las maldades
de sus hijos. Pero, como se dice en Sab 4, 6: "Todos los hijos que nacen
de padres inicuos son contra sus padres testigos de su iniquidad". Por eso
Dios castiga el pecado en el hijo, como se dice en Exod 20, 5. 114. Así es que
los hijos reciben de sus padres el ser, el sustento y la educación. Y por deberles
a ellos el ser, debemos honrarlos más que a señores de quienes recibimos solamente
bienes, pero menos que a Dios, de quien tenemos el alma. Eccli 3, 8-10:
"El que teme al Señor honra a sus padres, y sirve como a señores a quienes
lo engendraron, de obra y de palabra y con toda paciencia. Honra a tu padre y a
tu madre, para que venga sobre ti la bendición de Dios". Y así te honras a
ti mismo, porque como se dice en Eccli 3, 13: "la gloría del hombre viene
del honor de su padre, y es deshonra del hijo el padre sin honor".
115. Así también, por darnos ellos el sustento durante nuestra niñez,
nosotros debemos dárselo en su ancianidad.
Eccli 3, 14-15: "Hijo, acoge a tu padre en su ancianidad, y no lo
contristes durante su vida; y si pierde la razón, sé indulgente, y no lo
desprecies por tu vigor".
Ibid. 18: "¡De qué mala reputación es el que abandona a su padre!
¡y es maldito el que exaspera a su madre!".
Para vergüenza de los que hacen lo contrario, Casiodoro escribe en
Epistolis, lib. 2, que las cigüeñas, cuando sus padres, por su vejez avanzada,
sueltan las alas, ni pueden ser aptos para transportar sus propios alimentos, abrigando
con sus plumas los miembros de sus padres, restauran con alimentos los cuerpos
flojos, y con piadosa mudanza los jóvenes devuelven lo que de pequeños recibieron
de sus padres.
116. Además, en tercer lugar, por habernos instruido, debemos
obedecerles. Colos 3, 20: "Hijos, obedeced a vuestros padres en
todo", menos, es claro, en lo que sea contra Dios. Le dice San Jerónimo, a
Heliodoro: "En este caso, la única clase de piedad es ser cruel". Luc
14, 26: "Si alguno no aborrece a su padre y a su madre... no puede ser mi
discípulo". En efecto, Dios es más verdaderamente nuestro padre. Deut 32,
6: "¿Acaso no es El tu padre, el que por Sí mismo te hizo y te
creó?".
117. "Honra a tu padre y a tu madre". Entre todos los preceptos
sólo a éste se agrega: "para que tengas larga vida sobre la tierra".
Y esto es así para que no se crea que por ser algo natural no se deba un premio
a quienes honran a sus padres.
118. Pero es de saberse que para quienes honran a sus padres se
prometen cinco cosas deseables.
a) Lo primero es la gracia en el presente, y la gloria en el futuro,
que son en extremo deseables. Eccli 3, 9: "Honra a tu padre para que venga
sobre ti la bendición de Dios, y su bendición permanecerá hasta el fin".
Lo contrario es debido a los que maldicen sus padres; y aun en la ley son
malditos de Dios, como se dice en Deut 27; y en Luc 16, 10 se dice: "El
que es injusto en las cosas pequeñas lo será también en las mayores".
Pero la vida natural es como nada en comparación con la vida de la
gracia. Así es que si no reconoces el beneficio de la vida natural que tienes
de tus padres, indigno eres de la vida de la gracia, que es mayor, y en consecuencia
de la vida de la gloria, que es la máxima.
119. b) La segunda cosa deseable es la vida: por lo cual "para
que tengas larga vida sobre la tierra". Se dice en Eccli 3, 7: "El
que honra a su padre tendrá larga vida".
Y observa que una vida es larga cuando es llena, pues no se mide por
el tiempo sino por la acción, según Aristóteles. Pues bien, es llena la vida
cuando es virtuosa. Por lo cual el virtuoso y santo vive largo tiempo, aun
cuando muera pronto corporalmente. Por lo cual se dice en Sab 4, 13-14:
"Perfecto en breve, completó una larga vida, pues su alma era grata a
Dios".
Por otra parte, excelente negocio hace el que cumple en un día tanto
cuanto otro en un año. Y nótese que a veces ocurre que una más larga vida es
causa de la muerte corporal y espiritual, como le ocurrió a Judas.
Es, pues, un premio la vida corporal.
120. Pero lo contrario, es decir, la muerte obtienen los que ultrajan
a sus padres. En efecto, de ellos tenemos la vida, como los soldados reciben
del rey un feudo; y por eso, así como es justo que se les quite el feudo por
una traición, así también a éstos la vida por el ultraje inferido a los padres.
Prov 30, 17: "Que el ojo del que injuria a su padre y que desprecia el
parto de su madre, sea agujerado por los cuervos de los torrentes y lo devoren
los aguiluchos". Por aguiluchos se entienden los reyes y los príncipes, y
por cuervos sus oficiales.
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