SERMON TERCERO
Con este ultimo sermón les deseo a todos mis lectores una muy feliz navidad en Nuestro Señor Jesucristo. Rv. Padre Arturo Vargas Meza
De ahí que el Señor hiciese abreviada la palabra-el Verbo-sobre la tierra y que nos haya nacido un Parvulito, y se nos haya un Hijo sin menoscabo de su inmensidad. ¡Oh cuántos bienes se nos comunican cuando se nos comunica Dios! Por ventura, ¿no se nos da el mismo Dios y juntamente con Dios todo lo que es inferior a Dios? Y ¿qué negará Dios a aquellos
a quienes ha sido dado el Hijo? O como dice San Pablo (Rom 8,32): ¿Cómo no nos ha de dar con El todas las cosas?
Pero ¿por qué se nos da un Parvulito? Caso de darse
al hombre Dios como inmenso, ¿no es verdad que el pecador habría temido más al
que todo lo reprende? Y si se nos hubiese dado Dios como elocuente, ¿acaso no
habría el reo temido la sabiduría del que todo lo escudriña? Y, por último, si
hubiese venido Dios rodeado de ejércitos angélicos, ¿no es verdad que el hombre
miserable se habría avergonzado de pertenecer a la sociedad de los ángeles? Y
tanto más cuanto que, como se dice en las Lamentaciones, los ángeles, al ver
la ignominia del hombre, habríanle
menospreciado, Pues bien; el hombre así necesitado, ¿qué podía anhelar, sino que naciese un Parvulito para evitar el terror de ser castigado, un Niño "infante", o sin locución, para evitar el terror de ser redargüido, y un Niño pobre y solitario para evitar el terror de ser despreciado? Tal era el deseo que haciéndolo suyo, evocaba la Iglesia por estas palabras del Cantar de los Cantares, c.8: (Quién me diera que fueses hermano mío, amamantado a los pechos de mi madre? Anótalas y trata de exponerlas. Donde debemos advertir que nace un Parvulito para que le recibamos tal cual le deseamos, y se nos da un Hijo para que sea nuestro aquel de quien teníamos necesidad. ¿No es el mismo el que llena de bienes tus deseos? Pero ¿qué digo llena? También los excede. Mira, si no, la paz de Cristo, que sobrepuja toda inteligencia. Y ¿cuál fue tu deseo, ioh Adán! ¿No deseaste ser como Dios? Y "tú, Lucifer soberbio, ¿no quisiste ser semejante ante al Altísimo? Por lo que veo, no pudo todavía caber en vuestro anhelo ser dioses. La criatura, en efecto, nunca se atrevió a igualarse a Dios. Aquí, en el nacimiento del Hijo de Dios, por el contrario, nos hallamos ante un deseo sobre todo deseo, pues, en la encarnación Dios es hombre y el hombre es Dios, y ¿puede darse cosa más dulce, más amable e inspiradora de mayor esperanza?
menospreciado, Pues bien; el hombre así necesitado, ¿qué podía anhelar, sino que naciese un Parvulito para evitar el terror de ser castigado, un Niño "infante", o sin locución, para evitar el terror de ser redargüido, y un Niño pobre y solitario para evitar el terror de ser despreciado? Tal era el deseo que haciéndolo suyo, evocaba la Iglesia por estas palabras del Cantar de los Cantares, c.8: (Quién me diera que fueses hermano mío, amamantado a los pechos de mi madre? Anótalas y trata de exponerlas. Donde debemos advertir que nace un Parvulito para que le recibamos tal cual le deseamos, y se nos da un Hijo para que sea nuestro aquel de quien teníamos necesidad. ¿No es el mismo el que llena de bienes tus deseos? Pero ¿qué digo llena? También los excede. Mira, si no, la paz de Cristo, que sobrepuja toda inteligencia. Y ¿cuál fue tu deseo, ioh Adán! ¿No deseaste ser como Dios? Y "tú, Lucifer soberbio, ¿no quisiste ser semejante ante al Altísimo? Por lo que veo, no pudo todavía caber en vuestro anhelo ser dioses. La criatura, en efecto, nunca se atrevió a igualarse a Dios. Aquí, en el nacimiento del Hijo de Dios, por el contrario, nos hallamos ante un deseo sobre todo deseo, pues, en la encarnación Dios es hombre y el hombre es Dios, y ¿puede darse cosa más dulce, más amable e inspiradora de mayor esperanza?
El hombre había ofendido a Dios, y Dios parecía
odiar al hombre tornándose en despiadado con él. Pero ahora, habiéndose
humanado Dios, Dios o amará al hombre o tendrá odio a Dios pues el hombre es
Dios. Asimismo, el hombre, arrojado del paraíso, vivía desterrado; pero ahora o
el hombre entrará en el paraíso o Dios será expulsado de él, puesto que el
hombre es Dios. Y, por último, el hombre era cautivo del diablo; pero ahora o
el hombre será sacado de su cautiverio o Dios será sometido al mismo, como
quiera que el hombre es Dios. Pero decir de Dios tales despropósitos no es
posible: luego es preciso que el hombre sea libertado, repatriado y
reconciliado. Por ventura, ¿no quedan aquí sobrepasados todos nuestros deseos?
En vista de lo cual, concluimos que no hay objeto de amor tan dulce como el
nacimiento de Cristo.
Y, por último, en cuanto a lo tercero, volvamos la
potencia efectiva al nacimiento del Salvador en cuanto es ejemplo, pues no hay cosa
imitable tan provechosa como él. Que esto es así podrás verlo a las claras
considerando las circunstancias acerca del dicho nacimiento, las cuales se describen
por el ángel en San Lucas, c.2: Os anuncio un gran
gozo que es para todo el pueblo: os ha nacido hoy el Salvador. Y esto tendréis
por señal: Encontraréis un Infante envuelto en pañales. Observa esta
señal. No te apartes de ella si quieres ser más virtuoso, pues en ella se te
muestra lo que es bueno. Advierte, en efecto, dos cosas: fuga respecto de la
vanidad y ejemplo respecto de la virtud. Primeramente, al ver al divino Infante
así en estas circunstancias, se te enseña a huir la vanidad. Y ¿en qué se
glorían los que haciéndose vanos, se van en pos de
la vanidad? Realmente, unos ponen su gloria en las ciencias, otros
en las riquezas, otros en los honores y otros en los poderes. A esta cuenta hay
quienes, como los ricos, gustan de los primeros
asientos en los banquetes. O quienes, al estilo de los magnates,
buscan las primeras sillas en las sinagogas, o
quienes, como los hinchados por el humo de la ciencia, quieren ser llamados maestros por los hombres. Pero mira
al pesebre, y verás en oposición la virtud y la vanidad: hallarás, digo, contra
la vanidad de las ciencias, al Infantito, que, desechando la locuacidad,
no dice palabra; contra la vanidad de las riquezas, al Infantito,
envuelto, no ya en pieles o en paños o en paño de una pieza, sino en pañales,
o, por mejor decir, en andrajitos múltiples que saben a indigencia, y contra la
vanidad de las dignidades y honores, al Infantito, reclinado en el pesebre a
los pies de los animales. Mira, pues, al sapientísimo enmudecido:
¡Avergüéncese la necia locuacidad! Mira al corpulentísimo indigente:
¡Avergüéncese la abundancia avara! Y mira al altísimo reclinado: iAvergüéncese la
vileza soberbia! Pero considera, ioh hombre!, en segundo lugar, lo que has
de imitar. Tienes puesta ante los ojos la señal para las virtudes. Y
¿qué te enseña Cristo? ¿Qué es lo que proclama todo el Evangelio? ¿A qué va
enderezada la doctrina sagrada sino a implantar la pureza en la carne, la
pobreza en la posesión y la humildad en el alma? Mira aquí la meta a que se
ordenan los tres consejos evangélicos, Si buscas, en efecto, la pureza, podrás
hallada en la señal que se te da: Encontraréis un Infante.
La razón es porque, si bien dice el sabio que no hay en la tierra ninguno que haga el bien y no peque,
aunque se niño de un día, nos es dado, sin embargo, encontrar un hombre en quien no hubo pecado, en cuya boca no se halló
engaño. Y si buscas la pobreza, mira la señal para ella: Al Infante envuelto en pañales; y si humildad,
mira la señal que a ella te conduce: Al Infante
reclinado en el pesebre. Estas tres virtudes, la pureza, pobreza y
humildad, son las tres parteras, diestras en su oficio,
que recibieron del seno de la Virgen Madre al Salvador en el día de su nacimiento, le recibió, en efecto, la pureza, lo cual va señalado cuando se dice: Encontraréis al Infante. Le recibió la pobreza vistiéndole de andrajos, y esto se significa al añadir: Al Infante envuelto en pañales; y, por último, le recibió la humildad, recogiéndole en la angostura del pesebre, como se nos da a entender cuando se concluye: Encontraréis al Infante reclinado en el pesebre.-Pidamos, pues, al Infante que ha nacido que nos conceda admirar, amar e imitar la presente Navidad, de tal manera que nos sea dado llegar a la contemplación de la generación eterna. Amén.
que recibieron del seno de la Virgen Madre al Salvador en el día de su nacimiento, le recibió, en efecto, la pureza, lo cual va señalado cuando se dice: Encontraréis al Infante. Le recibió la pobreza vistiéndole de andrajos, y esto se significa al añadir: Al Infante envuelto en pañales; y, por último, le recibió la humildad, recogiéndole en la angostura del pesebre, como se nos da a entender cuando se concluye: Encontraréis al Infante reclinado en el pesebre.-Pidamos, pues, al Infante que ha nacido que nos conceda admirar, amar e imitar la presente Navidad, de tal manera que nos sea dado llegar a la contemplación de la generación eterna. Amén.
Con este ultimo sermón terminamos con la serie de sermones que la providencia nos permitió terminarlos. si bien los reflexionan encontraran mucha materia espiritual para llenar de aceite vuestras lamparas y ser prudentes vírgenes de lo contrario seréis de la imprudentes vírgenes que mencionan las Escrituras.
NOTA. Hace más o menos cinco años nació este blog, desde
entonces han sido subidos cerca de 2300 artículos de variados temas todos
dentro del marco de la doctrina de siempre. Hasta este momento un buen
benefactor, a quien doy las gracias de todo corazón, ha costeado los gastos del
blog, pero esas donaciones cesaron y quien esto escribe se ve en la necesidad
de pedir vuestra caritativa cooperación. Admito, por otro lado, que la situación
actual es difícil, pero no pido mucho sino con lo que puedan colaborar según sus
necesidades, el Niño Jesús, su Santa Madre y San José sabrán recompensar con
generosidad lo que con generosidad colaboren.
¿Cómo hacerlo? Pueden hacerlo depositando en una cuenta bancaria, he aquí los datos:
Arturo Vargas Meza
Banco Banorte
cuenta: 0662317520. dentro del país
Swift MT103
MENOMXMTXXX
Banco Mercantil del norte SA
Monterrey, NL. Mexico
De ante mano muchas gracias.
Rv. Padre Arturo Vargas Meza
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