Nota.
Itinerario espiritual es una obra de San Buenaventura contemporáneo de Santo
Tomas de Aquino. Con este libro el Seráfico doctor trata, a su manera, de
explicar la existencia de Dios a través de las cosas creadas que se presentan a
nuestros ojos como objetos que están fuera de nosotros, quizá por su estilo muy
elevado o seráfico nos cueste trabajo entenderlo porque la espiritualidad de
hoy día es tan, pero tan pobre que no alcanza más que el vuelo de una gallina.
Santo Tomas de Aquino, a quien le pusieron
como apodo el doctor angélico, también explica esto mismo en su suma teológica
la cual, por no tener fundamentos teológicos, este tema de la existencia de
Dios se nos haga también difícil de entenderlo. Tengan paciencia con San
Buenaventura y pidan al Espíritu Santo los ilumine para entender estos escritos
de este Santo doctor seráfico y luego vendrán los artículos de Santo Tomas de
Aquino.
Por favor si no entienden, ¡pregúntenme!
15.
Luego, el que con tantos esplendores de las cosas creadas no se ilustra, está ciego: el que con tantos clamores no se
despierta, está sordo; el que por todos estos efectos no alaba a Dios, ése está
mudo; el que con tantos indicios no advierte el primer Principio, ese tal es
necio. Abre, pues, los ojos, acerca los oídos espirituales, despliega los
labios y aplica tu corazón para en todas las cosas ver, oír, alabar, amar y
reverenciar, ensalzar y honrar a tu Dios, no sea que todo el mundo se levante
contra ti. Pues a causa de esto todo el mundo peleará contra los insensatos
siendo, en cambio, motivo de gloria para los sensatos, que pueden decir con el
Profeta: Me has recreado, oh Señor, con tus obras, y al contemplar las obras de
tus manos salto de alegría. Oh Señor, cuán grandes son tus obras. Señor, todo
los has hecho sabiamente, llena está la tierra de riquezas.
II
Especulación de Dios en los
vestigios que hay de Él en este
mundo sensible
1. Mas, como, en relación al espejo de las cosas
sensibles, nos sea dado contemplar a Dios no sólo por ellas como por vestigios,
sino también en ellas por cuanto en ellas esté por esencia, potencia y
presencia (Son las tres formas como Dios se encuentra en nosotros y en todas las cosas: esencia porque nos mantiene en el ser, por potencia porque hace referencia a su omnipotencia y gobierno de todos los seres y por presencia porque todo le esta presente a ÉL y nada le esta oculto) ; y, además, como esta manera de considerar sea más elevada que la
precedente; de ahí es que la tal consideración ocupa el segundo lugar como
segundo grado de la contemplación, que nos ha de llevar de la mano a contemplar
a Dios en todas las criaturas, las cuales entran en nuestra alma por los
sentidos corporales.
2. Se ha de observar, pues, que este mundo, que se dice
macrocosmos (refiérase al hombre), entra en nuestra alma, que se dice mundo
menor, por las puertas de los cinco sentidos, a modo de aprehensión,
delectación y juicio de las cosas sensibles.
La razón es manifiesta: hay, efectivamente, en el mundo
seres generadores, seres generados y seres que gobiernan a entrambos.
Generadores son los cuerpos simples, a saber: los cuerpos celestes(los ángeles) y los cuatro
elementos . Porque, en virtud de la luz que concilia la oposición de los
elementos en los mixtos, de los elementos tienen que ser engendrados y
producidos cuantos seres se engendran y producen por la operación de la virtud
natural. Generados son los cuerpos compuestos de elementos, tales como los
minerales, los vegetales, los animales y los cuerpos humanos. Los seres que
tanto a éstos como a aquellos gobiernan son las substancias espirituales (ángeles), ora
las totalmente unidas a la materia, como las almas de los brutos, ora las que
están unidas a ella, pero de modo separable, como los espíritus racionales
(hombres), ora las absolutamente separadas de ella, como son los espíritus
celestiales, a quienes los filósofos llamaron inteligencias y nosotros llamamos
ángeles. A ellos es a quienes compete, según los filósofos, mover los cuerpos
celestes y se les atribuye, por lo mismo, la administración del universo, dado
que reciben de la primera causa, que es Dios, la virtud influyente que
transmiten en conformidad con la obra del gobierno que se relaciona con la
consistencia natural de las cosas. Mas a ellos se atribuye, según los teólogos,
el gobierno del universo, a las órdenes del Dios sumo, en cuanto a las obras de
la reparación, por cuya razón se llaman espirituales, enviados en favor de
aquellos que deben ser los herederos de la salud.
3.
Ahora bien, el hombre, que se dice mundo menor, tiene cinco sentidos, como
cinco puertas, por las cuales entra a nuestra alma el conocimiento de todas las
cosas que existen en el mundo sensible. En efecto, por la vista entran los
cuerpos sublimes, los luminosos y los demás coloreados, por el tacto, los
cuerpos sólidos y terrestres; por los sentidos intermedios, los cuerpos
intermedios, como los acuosos por el gusto, los aéreos por el oído, y por el
olfato los evaporables que tienen algo de la naturaleza húmeda, algo de la
aérea y algo de la ígnea o caliente, como es de ver en el humo que de los
aromas se desprende.
Entran,
digo, por estas puertas tanto los cuerpos simples como los compuestos, que son
los mixtos. Mas como por el sentido percibimos no sólo lo sensible particular,
como son la luz, el sonido, el olor, el sabor y las cuatro cualidades primarias
que aprehende el tacto, sino también lo sensible común, como el numero, el
tamaño, la figura, el reposo y el movimiento; y como todo lo que se mueve se
mueve por otro, y seres hay que por sí mismos se mueven y reposan, como son los
animales: cuando por estos cinco sentidos aprehendemos los movimientos de los
cuerpos, somos llevados, como de la mano, al conocimiento de los motores
espirituales, como por el efecto al conocimiento de la causa.
4. Por
la aprehensión, en efecto, entra en el alma todo el mundo sensible en cuanto a
los tres géneros de cosas. Y estas cosas sensibles y exteriores son las que
primero entran en el alma por las puertas de los cinco sentidos; entran, digo,
no por sus substancias, sino por sus semejanzas, formadas primeramente en el
medio, y del medio en el órgano exterior, y del órgano exterior en el órgano
interior, y de éste en la potencia aprehensiva; y de esta manera la formación
de la especie en el medio y del medio en el órgano y la conversión de la
potencia aprehensiva, la especie hace aprehender todo cuanto el alma aprehende
exteriormente.
5. Y
esta aprehensión, si lo es de alguna cosa conveniente, sigue la delectación.
Deleitase, en efecto, el sentido en el objeto, percibido mediante su semejanza
abstracta o por razón de hermosura, como en la vista, o por razón de suavidad,
como en el olfato y oído, o por razón de salubridad, como en el gusto y tacto
-hablando apropiadamente-. Y aun si la delectación existe, existe a causa de la
proporción. Mas porque la especie tiene razón de forma, virtud y operación,
según haga referencia al principio de que emana, al medio por que pasa y al
término en que obra, de aquí es que la proporción o se considera en la
semejanza, en cuanto tiene razón de especie o forma, y así se dice hermosura,
no siendo la hermosura otra cosa que una igualdad armoniosa, o también no
siendo otra cosa que cierta disposición de partes con suavidad de color; o se
considere en cuanto tiene razón de potencia o virtud, y así se dice suavidad,
pues entonces la potencia activa no excede improporcionalmente la potencia
receptiva, sufriendo el sentido en lo extremado y deleitándose en lo moderado;
o se considera, en cuanto tiene razón de eficacia y de impresión, la cual
entonces es proporcional cuando el agente, al causar la impresión, colma la
indigencia del paciente, y esto es sanarlo y nutrirlo, como aparece
principalmente en el gusto y tacto. Y así por la delectación entran en el alma
los objetos exteriores que deleitan, mediante sus semejanzas, según los tres
modos de delectación.
6.
Después de la aprehensión y de la delectación, formase el juicio, por el que no
sólo se juzga si esto es blanco o negro -porque esto pertenece al sentido
particular- o si es saludable o nocivo -lo cual pertenece al sentido interior-,
sino también se juzga y se da cuenta de por qué tal cosa deleita, acto en que
se inquiere la razón de la delectación que del objeto se recibe en el sentido.
Y esto ocurre cuando se indaga la razón de lo hermoso, de lo suave y de lo
saludable, resultando no ser otra que una proporción de igualdad. Pero esta
razón de igualdad es la misma tanto en las cosas grandes como en las pequeñas,
no se extiende con las dimensiones, ni pasa con las cosas transitorias, ni se
altera con las mudanzas; pues abstrae de lugar, de tiempo y de cambios y viene
a ser por lo mismo inmutable, incircunscriptible, interminable y enteramente
espiritual. De donde el juicio es una operación que, depurando y abstrayendo la
especie sensible, sensiblemente recibida por los sentidos, la hace entrar en la
potencia intelectiva. Y así todo este mundo tiene entrada en el alma por las
puertas de los sentidos, conforme a las tres operaciones mencionadas.
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