viernes, 15 de noviembre de 2019

Itinerario del alma a Dios. San Buenaventura



Nota. Itinerario espiritual es una obra de San Buenaventura contemporáneo de Santo Tomas de Aquino. Con este libro el Seráfico doctor trata, a su manera, de explicar la existencia de Dios a través de las cosas creadas que se presentan a nuestros ojos como objetos que están fuera de nosotros, quizá por su estilo muy elevado o seráfico nos cueste trabajo entenderlo porque la espiritualidad de hoy día es tan, pero tan pobre que no alcanza más que el vuelo de una gallina.
Santo Tomas de Aquino,  a quien le pusieron como apodo el doctor angélico, también explica esto mismo en su suma teológica la cual, por no tener fundamentos teológicos, este tema de la existencia de Dios se nos haga también difícil de entenderlo. Tengan paciencia con San Buenaventura y pidan al Espíritu Santo los ilumine para entender estos escritos de este Santo doctor seráfico y luego vendrán los artículos de Santo Tomas de Aquino.
Por favor si no entienden, ¡pregúntenme!


15. Luego, el que con tantos esplendores de las cosas creadas no se ilustra, está ciego: el que con tantos clamores no se despierta, está sordo; el que por todos estos efectos no alaba a Dios, ése está mudo; el que con tantos indicios no advierte el primer Principio, ese tal es necio. Abre, pues, los ojos, acerca los oídos espirituales, despliega los labios y aplica tu corazón para en todas las cosas ver, oír, alabar, amar y reverenciar, ensalzar y honrar a tu Dios, no sea que todo el mundo se levante contra ti. Pues a causa de esto todo el mundo peleará contra los insensatos siendo, en cambio, motivo de gloria para los sensatos, que pueden decir con el Profeta: Me has recreado, oh Señor, con tus obras, y al contemplar las obras de tus manos salto de alegría. Oh Señor, cuán grandes son tus obras. Señor, todo los has hecho sabiamente, llena está la tierra de riquezas.

II
Especulación de Dios en los vestigios que hay de Él en este
mundo sensible
1. Mas, como, en relación al espejo de las cosas sensibles, nos sea dado contemplar a Dios no sólo por ellas como por vestigios, sino también en ellas por cuanto en ellas esté por esencia, potencia y presencia (Son las tres formas como Dios se encuentra en nosotros y en todas las cosas: esencia porque nos mantiene en el ser, por potencia porque hace referencia a su omnipotencia y gobierno de todos los seres y por presencia porque todo le esta presente a ÉL  y nada le esta oculto) ; y, además, como esta manera de considerar sea más elevada que la precedente; de ahí es que la tal consideración ocupa el segundo lugar como segundo grado de la contemplación, que nos ha de llevar de la mano a contemplar a Dios en todas las criaturas, las cuales entran en nuestra alma por los sentidos corporales.
2. Se ha de observar, pues, que este mundo, que se dice macrocosmos (refiérase al hombre), entra en nuestra alma, que se dice mundo menor, por las puertas de los cinco sentidos, a modo de aprehensión, delectación y juicio de las cosas sensibles.
La razón es manifiesta: hay, efectivamente, en el mundo seres generadores, seres generados y seres que gobiernan a entrambos. Generadores son los cuerpos simples, a saber: los cuerpos celestes(los ángeles) y los cuatro elementos . Porque, en virtud de la luz que concilia la oposición de los elementos en los mixtos, de los elementos tienen que ser engendrados y producidos cuantos seres se engendran y producen por la operación de la virtud natural. Generados son los cuerpos compuestos de elementos, tales como los minerales, los vegetales, los animales y los cuerpos humanos. Los seres que tanto a éstos como a aquellos gobiernan son las substancias espirituales (ángeles), ora las totalmente unidas a la materia, como las almas de los brutos, ora las que están unidas a ella, pero de modo separable, como los espíritus racionales (hombres), ora las absolutamente separadas de ella, como son los espíritus celestiales, a quienes los filósofos llamaron inteligencias y nosotros llamamos ángeles. A ellos es a quienes compete, según los filósofos, mover los cuerpos celestes y se les atribuye, por lo mismo, la administración del universo, dado que reciben de la primera causa, que es Dios, la virtud influyente que transmiten en conformidad con la obra del gobierno que se relaciona con la consistencia natural de las cosas. Mas a ellos se atribuye, según los teólogos, el gobierno del universo, a las órdenes del Dios sumo, en cuanto a las obras de la reparación, por cuya razón se llaman espirituales, enviados en favor de aquellos que deben ser los herederos de la salud.
3. Ahora bien, el hombre, que se dice mundo menor, tiene cinco sentidos, como cinco puertas, por las cuales entra a nuestra alma el conocimiento de todas las cosas que existen en el mundo sensible. En efecto, por la vista entran los cuerpos sublimes, los luminosos y los demás coloreados, por el tacto, los cuerpos sólidos y terrestres; por los sentidos intermedios, los cuerpos intermedios, como los acuosos por el gusto, los aéreos por el oído, y por el olfato los evaporables que tienen algo de la naturaleza húmeda, algo de la aérea y algo de la ígnea o caliente, como es de ver en el humo que de los aromas se desprende.
Entran, digo, por estas puertas tanto los cuerpos simples como los compuestos, que son los mixtos. Mas como por el sentido percibimos no sólo lo sensible particular, como son la luz, el sonido, el olor, el sabor y las cuatro cualidades primarias que aprehende el tacto, sino también lo sensible común, como el numero, el tamaño, la figura, el reposo y el movimiento; y como todo lo que se mueve se mueve por otro, y seres hay que por sí mismos se mueven y reposan, como son los animales: cuando por estos cinco sentidos aprehendemos los movimientos de los cuerpos, somos llevados, como de la mano, al conocimiento de los motores espirituales, como por el efecto al conocimiento de la causa.
4. Por la aprehensión, en efecto, entra en el alma todo el mundo sensible en cuanto a los tres géneros de cosas. Y estas cosas sensibles y exteriores son las que primero entran en el alma por las puertas de los cinco sentidos; entran, digo, no por sus substancias, sino por sus semejanzas, formadas primeramente en el medio, y del medio en el órgano exterior, y del órgano exterior en el órgano interior, y de éste en la potencia aprehensiva; y de esta manera la formación de la especie en el medio y del medio en el órgano y la conversión de la potencia aprehensiva, la especie hace aprehender todo cuanto el alma aprehende exteriormente.
5. Y esta aprehensión, si lo es de alguna cosa conveniente, sigue la delectación. Deleitase, en efecto, el sentido en el objeto, percibido mediante su semejanza abstracta o por razón de hermosura, como en la vista, o por razón de suavidad, como en el olfato y oído, o por razón de salubridad, como en el gusto y tacto -hablando apropiadamente-. Y aun si la delectación existe, existe a causa de la proporción. Mas porque la especie tiene razón de forma, virtud y operación, según haga referencia al principio de que emana, al medio por que pasa y al término en que obra, de aquí es que la proporción o se considera en la semejanza, en cuanto tiene razón de especie o forma, y así se dice hermosura, no siendo la hermosura otra cosa que una igualdad armoniosa, o también no siendo otra cosa que cierta disposición de partes con suavidad de color; o se considere en cuanto tiene razón de potencia o virtud, y así se dice suavidad, pues entonces la potencia activa no excede improporcionalmente la potencia receptiva, sufriendo el sentido en lo extremado y deleitándose en lo moderado; o se considera, en cuanto tiene razón de eficacia y de impresión, la cual entonces es proporcional cuando el agente, al causar la impresión, colma la indigencia del paciente, y esto es sanarlo y nutrirlo, como aparece principalmente en el gusto y tacto. Y así por la delectación entran en el alma los objetos exteriores que deleitan, mediante sus semejanzas, según los tres modos de delectación.
6. Después de la aprehensión y de la delectación, formase el juicio, por el que no sólo se juzga si esto es blanco o negro -porque esto pertenece al sentido particular- o si es saludable o nocivo -lo cual pertenece al sentido interior-, sino también se juzga y se da cuenta de por qué tal cosa deleita, acto en que se inquiere la razón de la delectación que del objeto se recibe en el sentido. Y esto ocurre cuando se indaga la razón de lo hermoso, de lo suave y de lo saludable, resultando no ser otra que una proporción de igualdad. Pero esta razón de igualdad es la misma tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, no se extiende con las dimensiones, ni pasa con las cosas transitorias, ni se altera con las mudanzas; pues abstrae de lugar, de tiempo y de cambios y viene a ser por lo mismo inmutable, incircunscriptible, interminable y enteramente espiritual. De donde el juicio es una operación que, depurando y abstrayendo la especie sensible, sensiblemente recibida por los sentidos, la hace entrar en la potencia intelectiva. Y así todo este mundo tiene entrada en el alma por las puertas de los sentidos, conforme a las tres operaciones mencionadas.


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