lunes, 25 de noviembre de 2019

EJERCICIOS DE PERFECCION Y VIRTUDES CRISTIANAS. P. ALONSO RODERIGUEZ




También es gran remedio contra las tentaciones, nunca estar ociosos. Y así, dice San Casiano que aquellos Padres de Egipto tenían esto por primer principio, y lo guardaban como tradición antigua, recibida de sus mayores, y lo encomendaban mucho á sus discípulos por singular remedio: te Halle siempre el demonio ocupado (2). Y así se lo enseñó Dios a San Antonio, y le dio este medio para poder perseverar en la soledad y defenderse de las tentaciones, y lo trae San Agustín. Dice que San Antonio no podía siempre estar en oración, con ser San Antonio, y era combatido y fatigado algunas veces de diversos pensamientos, y pidió a Dios: Señor, ¿qué haré que querría ser bueno y mis pensamientos no me dejan? Y oyó una voz que le dijo: Antonio, si deseas agradar a Dios, ora; y cuando no pudieres orar, trabaja; procura siempre estar ocupado en algo y hacer lo que es de t u parte, y no te faltará el favor del Señor (1). Otros dicen que le apareció un ángel en figura de un mancebo que cavaba un poco, y otro poco estaba puesto de rodillas en oración, las manos puestas y levantadas, que era decirle lo mismo. La ociosidad es raíz y origen de muchas tentaciones, y de muchos males; y así nos importa mucho que nunca el demonio nos halle ociosos, sino siempre ocupados.
CAPÍTULO XIX
De las tentaciones que vienen con apariencia de gran remedio contra todas las tentaciones el conocerlas y tenerlas por malas

San Buenaventura avisa (2) otra cosa común, pero muy necesaria; y es, que estemos advertidos que a los buenos, que tratan de virtud y de perfección, procura el demonio acometerles siempre con apariencia de bien, transfigurándose en ángel de luz. Los venenos y ponzoña, dice San Jerónimo, no se dan sino cubiertos con azúcar ó con otra cosa gustosa, para que no se sientan, y el cazador esconde el lazo con el cebo. Así lo hace el demonio: “En este camino que andaba, me armaron lazo escondido” (1)¡* porque si claramente y al descubierto acometiese con lo malo, los que aman la virtud y desean servir a Dios huirían de ello y no haría nada con ellos. Y así, dice San Bernardo: el bueno y virtuoso, nunca es engañado, sino con apariencia de bien (2). Es el demonio muy astuto y sabe muy bien por dónde ha de entrar a cada uno: y así, para mejor conseguir su intento, entra muy disimulado. Lo primero, dice San Buenaventura , propone cosas de suyo buenas; luego las mezcla con malas; después ofrece falsos bienes y verdaderos males; y cuando tiene ya a uno en el lazo, que con dificultad puede salir de él, entonces muestra claramente su ponzoña, y le hace caer en pecados manifiestos. Es como el escorpión, que tiene una cara halagüeña, y e n la cola tiene el veneno con que mata.
¡Cuántos, dice San Buenaventura, han trabado conversación y amistad con algunas personas so color de espíritu, pareciéndoles que todo aquel trato era de Dios y espiritual, y que aprovechaban sus almas con aquello! y por ventura al principio era así; pero ese es el ardid del demonio que vamos ahora descubriendo. Bien sabemos sus celadas, sus entradas y salidas (3); por ahí comienza él, primero por cosas buenas; pero luego se siguen de ahí largas pláticas y conversaciones; y unas veces son de Dios, otras del mucho amor que se tienen; luego se sigue de ahí el darse algunas cosillas y donecillos en señal de amor y para que se acuerde el uno del otro; las cuales cosas, como dice San Jerónimo (4), son señal clara de amor no santo. Va ya mezclando el demonio males con bienes, y de ahí se siguen falsos bienes y verdaderos males. De esta manera engaña el demonio a muchos en este y en otros muchos vicios, cubriéndolos con velo de virtud para que no se entienda ni conozca lo que son, como el que se finge ser amigo de otro, para tener entrada con él y después matarle á traición, como hizo Joab con Amasa (1) y Judas con Cristo nuestro Redentor, entregándole y vendiéndole con beso de paz (2). Y así es menester que nos guardemos mucho de estas tentaciones que vienen con apariencia de bien, y q u e estemos muy sobre aviso, porque son tanto más peligrosas, cuanto son menos conocidas. Por lo cual pedía el Profeta al Señor que le librase del demonio de mediodía (3). Aun no se contenta el demonio con transfigurarse en ángel de luz, como dice San Pablo (4), sino que se transfigura en luz de mediodía, haciendo que parezca muy claro y resplandeciente lo que es oscuridad y tinieblas; y haciendo entender que no hay que dudar, ni hay peligro ninguno, sino que es claramente bueno lo que es ciertamente malo y de suyo muy peligroso. Hay algunos ladrones, los cuales andan tan vestidos de seda que no hay quien los conozca, ni piense pueda caber tal maldad en hombres que parecen tan honrados, hasta que los toman con el hurto en las manos, entonces se espantan cómo aquellos eran ladrones; y dicen: ¿quién pensara tal? Así es la tentación que viene con apariencia de bien.

Doctrina es común de los Santos y maestros de la vida espiritual, que es gran remedio contra todas las tentaciones conocer que es tentación aquella que me combate, como lo es conocer a uno por enemigo para guardarse de él. Y por eso también decíamos arriba (1) que el propio conocimiento es un medio eficacísimo para vencer todas las tentaciones. Y se verá bien la fuerza de este medio por aquí; si cuando viene la tentación y el movimiento y apetito malo, viesen delante de vos un demonio horrible y espantoso que os está persuadiendo aquello; ¿qué haríais? Luego os santiguarías e invocarías el nombre de JESÚS; no sería menester más de ver que el demonio es el que os persuade a ello, para entender que es engaño y tentación, y huir de ello, pues esto pasa al pié de la letra en nuestras tentaciones. Así como tenemos cada uno su ángel custodio, conforme a aquellas palabras de Cristo: Mirad no menospreciáis uno de estos pequeñitos; porque os digo de verdad que sus ángeles siempre ven el rostro de mi Padre que está en los cielos (2); sobre las cuales palabras dice San Jerónimo (3): Grande es la dignidad de las almas, y en mucho las estima Dios; pues en naciendo el hombre , luego le asigna y señala un ángel que le guarde y tenga cuidado de él (4) así como un padre principal da a un hijo muy querido un hayo que le guarde en lo corporal y le enseñe en las costumbres; así Dios nos quiso y estimó en tanto, que dio a cada uno un ángel por hayo; pues volviendo a nuestro punto, también traemos contra nosotros cada uno un demonio, que atiende y se ocupa en solicitarnos a lo malo, y causar en vosotros malos pensamientos y peores movimientos y está siempre aguardando la ocasión y coyuntura para eso, porque nunca duerme, y está mirando nuestra inclinación y lo que nos da más gusto, para acometernos y entrarnos por allí, tomando por medio nuestra carne y sensualidad para hacernos mal. Así dijo Dios al demonio: ¿No has consultado a mi siervo Job (1)? como á quien andaba tras él. De manera, que siempre anda el demonio a nuestro lado (2), así, cuando os viniere algún movimiento ó algún pensamiento que os incite a hacer algún pecado o alguna imperfección, entended que esa es tentación del demonio, y santiguaos, y guardaos como si viese al mismo demonio que os está diciendo que hagáis eso. San Gregorio (3) trae un ejemplo que le aconteció al bienaventurado San Benito con un monje suyo, con que se declara bien esto. Dice que un monje era muy tentado de la vocación; parecíale que no podía llevar el rigor de la Religión, y queríase volver al mundo, acudía muchas veces con esta tentación a San Benito, el Santo decíale que era tentación del demonio y aconsejábale lo que le convenía. Y como hiciese eso muchas veces, y no aprovechase para que el novicio dejase de hacer instancia para irse, el Santo, cansado e importunado, dijo que se fuese en buen hora, y mándale dar sus vestidos. Pero al fin, como Padre, no pudo dejar de sentirlo, y púsose en oración por él, y en saliendo el monje por las puertas del monasterio para irse al mundo, ve venir contra sí un grande dragón que abierta la boca le quería tragar. El, temblando y palpitando, comienza a dar grandes voces: Socorredme; socorredme, hermanos, porque este dragón me quiere tragar (1). Acudieron los monjes a las voces, y no vieron al dragón; pero hallaron al monje temblando y casi ya agonizando: tráenle al monasterio, y en viéndose dentro, hizo voto de nunca más salir de él. Y así lo cumplió, y no fue de ahí adelante molestado de aquella tentación. Nota allí San Gregorio, que por las oraciones del bienaventurado San Benito vio al dragón que le quería tragar, al cual antes no veía, y así le seguía, porque no le tenía por dragón ni por demonio; pero cuando le vio y conoció, comenzó a dar voces y a pedir socorro para librarse de él. 


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