jueves, 8 de agosto de 2019

Un joven condenado por callar un pecado mortal en la confesión


Presentación:
Vamos a ver otro caso, el sabio Obispo de Florencia San Antonino, refiere en sus escritos un hecho no menos terrible que hacia la mitad del siglo XV había aterrorizado a todo el norte de Italia. La historia nos sitúa con un joven de buena familia que a los diecisiete años había tenido la desgracia de callar en la confesión un pecado mortal y de comulgar en este estado.
En lo personal este relato me impacto muy profundamente y me cuestione mis confesiones anteriores.
Particularmente, me resulta traumante confesarme, porque me da muchísima vergüenza revelar mis miserias. Una vez por mes me confieso, y ahora lo hago más seguido, pero la duda que se desato en mi alma, fue si realmente me confesé bien…
Hace más de 10 años me convertí al Señor e hice una confesión total, pero no detalle específicamente todos los pecados, recuerdo que estuve 2 días examinándome y llorando mis miserias para ir a confesarme, y para mi sorpresa, cuando fui a la Iglesia, el sacerdote estaba en la vereda esperándome, y me dijo la causa de mi rebeldía…
Quede anonadada y luego de estar más de 40 minutos, recibí la tan preciosa absolución de mis pecados.
Apenas termine de confesarme, el enemigo me torturo durante años, diciéndome que no me confesé del todo bien, pero en mi corazón sabía que estaba arrepentida y si los confesé.
Cuando escuche este breve relato, sabía que debía comentarle a mi director espiritual, la gran duda que se desato en mi alma, porque el enemigo quiere que no revelemos nada a nuestro confesor.
Este sacerdote muy querido por mí y mi familia, de los más santos que conocí, uno de los pocos que usan sotana y conservan la tradición Católica de la Fraternidad San Pio X. Me comento que ese testimonio en Europa de donde es el, había provocado muchísimas conversiones y me recomendó que haga nuevamente una confesión general.
Al día siguiente fui a confesarme y le comente esta inquietud que me desvelaba, y Nuestro amado Señor Jesús, tuvo misericordia de mí y me perdono.
Espero con todo el corazón, que este relato, provoque en ustedes, una gran voluntad de confesarlo todo y agradecer a la Divina majestad la oportunidad de poder hacerlo.
1) Supliquemos a Nuestro Señor Jesucristo, mucha humildad y sinceridad para hacer una buena confesión. 
2) anota tus faltas y haz una confesión general de toda tu vida...Piensa que esa cuenta sirve para que se te abran las puertas del cielo, y hazla como si estuvieras a punto de darla ante Jesucristo, juez. Arroja de tu corazón todo afecto al mal, y todo rencor u odio. 
3) Prométele permanecerle fiel para siempre, y antes morir que cometer un pecado mortal.
Relato:
Este joven, se avergonzaba del pecado que había cometido y no lo confeso, había diferido de semana en semana, de mes en mes la confesión de sus sacrilegios continuando sus confesiones y comuniones, por un mísero respeto humano.
Atormentado por los remordimientos procuraba acallarlos, haciendo grandes penitencias. De suerte que era tenido por todos por un gran santo, no pudiendo sufrir as entro a un monasterio, ―aquí al menos decíase para sí mismo ―lo diré todo y expiare seriamente mis vergonzosos pecados.
Para su desgracia fue acogido como un santo, por los superiores, que conocían su reputación y aumentose aun más son esto su vergüenza. Aplazo para más adelante sus confesiones, redoblo sus penitencias y pasaronse en este deplorable estado uno, dos y tres años.
No se animo nunca a revelar, el horrible y vergonzoso peso que lo agobiaba. Al fin parecía que una mortal enfermedad le facilitaba el medio para hacerlo, decía para sus adentros, ―ahora voy hacer antes de morir una confesión general.
Pero sobreponiéndose siempre el amor propio a su arrepentimiento, enredo de tal modo la confesión de su culpa que el confesor no pudo comprender nada. Tenía el vago deseo de abordar de nuevo el asunto al día siguiente pero, le sobrevino un exceso de delirio y este hombre murió.
En la comunidad se ignoraba la horrible realidad, diciendo ―si este no está en el cielo, quien de nosotros podrá ir.
Le conocían sus penitencias, tan terribles y austeras y se hacían tocar con sus manos, cruces, rosarios y medallas. El cuerpo fue trasladado con una especie de veneración a la isla del monasterio y quedo expuesto en el coro de la Iglesia hasta el día siguiente en que habría que celebrarse los funerales.
Algunos mementos fijados antes de la ceremonia, uno de los hermanos enviado a tocar la campana, vio de repente delante de sí y cerca del altar al difunto, rodeado de cadenas que parecían enrojecidas en el fuego, y apareciendo en toda su persona algo como incandescente.
Espantado el pobre hermano, había caído de rodillas y fijos los ojos en esta terrible aparición. El condenado díjole entonces: ―No roguéis por mí, pues estoy en el infierno para toda la eternidad
Entonces el condenado contó, la lamentable verdad de su funesta vergüenza y de sus sacrilegios posteriores.
Después de lo cual desapareció, dejando en la Iglesia un olor hediondo que se esparció por todo el monasterio, como para atestiguar la verdad, de lo que el hermano acababa de ver y oír.
Advertidos luego los superiores, hicieron quitar el cadáver considerándolo indigno de darle sepultura eclesiástica.
Conclusión y suplicas:
¡Cuánto te agradezco, Señor, las luces que me comunicaste!... Ahora siento grandísimo dolor de haberte ofendido, vivo deseo de estar en tu gracia, y profundo aborrecimiento de aquellos malditos placeres que me hicieron perder tu amistad. Y tú, Señor, a pesar de mis muchos pecados, no me abandonaste y deseas mi salvación, me entrego totalmente a Vos, me duelen de todo corazón mis muchos pecados, y propongo querer perder la vida que tu gracia...
Y recuerda querido lector, que para cada uno de nosotros Dios ha dispuesto un año en ese año, un mes, en ese mes, un día y ene se día una hora y un minuto donde nos llamara a través de la hermana muerte para juzgarnos, sin misericordia. Que será de tu alma en aquella hora, habrá para ti una eternidad de dichas, inconmensurable cielo para toda la eternidad o la amargura de las llamas que eternamente te abrazaran en el infierno.
Recuerda que solo depende de ti.

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