miércoles, 14 de agosto de 2019

INTRODUCCION A LA VIDA DEVOTA. SAN FRANCISCO DE SALES


San Francisoco de Sales
San Francisco de sales no solo escribió muchos libros de una excelente espiritualidad sino que también fue un gran santo y gran director espiritual no solo de su época sino de todas las épocas hasta el fin del mundo.
Su libro INTRODUCCION A LA VIDA DEVOTA nos lleva como de la mano al conocimiento de Dios sin temor a equivocarnos si lo seguimos al pie de la letra pues sabemos de sobra que tiene la aprobación de la Iglesia y los Papas bien han hablado de este libro. Hoy en día, como producto de la gran confusión en la fe, se nos proponen nuevos caminos espirituales en detrimento de los ya trillados por los grandes santos de todos los tiempos, sin autorización eclesiástica muchos de ellos cuyo fin puede ser una espiritualidad falsa o engañosa sin certeza absoluta de conducir las almas a Dios y llevarlas a una espiritualidad falsa sin fin eterno alguno sino un fin confuso y enredado que contribuye, sin quererlo o queriéndolo,  a los fines del demonio.
Lo que les ofrece vuestro servidor en este libro es el verdadero pan espiritual, aquel que nutre hasta la medula de nuestros huesos, que alimenta y robustece nuestra fe en el DIOS verdadero y, finalmente nos conduce a la vida eterna. Nunca ha sido mi propósito presentar novedades de dudosa procedencia sino de verdadero y solido alimento espiritual. Quiera nuestra bien amada Virgen Maria conduciros por la vida espiritual que el santo propone en sus páginas y sean estas páginas un verdadero faro espiritual que los lleve a feliz puerto a pesar de las muchas “espiritualidades” que el mundo, el demonio y la carne nos proponen hoy por hoy.

Primera parte
Los avisos y ejercicios que se requieren para conducir al alma, desde su primer deseo de la vida devota, hasta una entera resolución de abrazarla

Capítulo I
Descripción de la verdadera devoción

Tú aspiras a la devoción, queridísima Filotea, porque eres cristiana y sabes que es una virtud sumamente agradable a la divina Majestad; mas, como sea que las pequeñas faltas que se cometen al comienzo de una empresa crecen infinitamente en el decurso de la misma y son casi irreparables al fin, es menester, ante todo, que sepas en qué consiste la virtud de la devoción, porque, no existiendo más que una verdadera y siendo muchas las falsas y vanas, si no conocieses cuál es aquella, podrías engañarte y seguir alguna devoción impertinente y supersticiosa.
Aurelio pintaba el rostro de todas las imágenes que hacía según el aire y el aspecto de las mujeres que amaba, y cada uno pinta la devoción según su pasión y fantasía. El que es aficionado al ayuno se tendrá por muy devoto si puede ayunar, aunque su corazón este lleno de rencor, y -mientras no se atreverá, por sobriedad, a mojar su lengua en el vino y ni siquiera en el agua-, no vacilaría en sumergirla en la sangre del prójimo por la maledicencia y la calumnia. Otro creerá que es devoto porque reza una gran cantidad de oraciones todos los días, aunque después se desate su lengua en palabras insolentes, arrogantes e injuriosas contra sus familiares y vecinos. Otro sacará con gran presteza la limosna de su bolsa para darla a los pobres, pero no sabrá sacar dulzura de su corazón para perdonar a sus enemigos. Otro perdonará a sus enemigos, pero no pagará sus deudas, si no le obliga a ello, a viva fuerza, la justicia. Todos estos son tenidos vulgarmente por devotos y, no obstante, no lo son en manera alguna. Las gentes de Saúl buscaban a David en su casa; Micol metió una estatua en la cama, la cubrió con las vestiduras de David y les hizo creer que era el mismo David que yacía enfermo. Así muchas personas se cubren con ciertas acciones exteriores propias de la devoción, y el mundo cree que son devotas y espirituales de verdad, pero, en realidad, no son más que estatuas y apariencias de devoción.
La viva y verdadera devoción, ¡oh Filotea!, presupone el amor de Dios; mas no un amor cualquiera, porque, cuando el amor divino embellece a nuestras almas, se llama gracia, la cual nos hace agradables a su divina Majestad; cuando nos da fuerza para obrar bien, se llama caridad; pero, cuando llega a un tal grado de perfección, que no sólo nos hace obrar bien, sino además, con cuidado, frecuencia y prontitud, entonces se llama devoción. Las avestruces nunca vuelan; las gallinas vuelan, pero raras veces, despacio, muy bajo y con pesadez; mas las águilas, las palomas y las golondrinas vuelan con frecuencia veloces y muy altas. De la misma manera, los pecadores no vuelan hacia Dios por las buenas acciones, pero son terrenos y rastreros; las personas buenas, pero que todavía no han alcanzado la devoción, vuelan hacia Dios por las buenas oraciones, pero poco, lenta y pesadamente; las personas devotas vuelan hacia Dios, con frecuencia con prontitud y por las alturas. En una palabra, la devoción no es más que una agilidad y una viveza espiritual, por cuyo medio la caridad hace sus obras en nosotros, o nosotros por ella, pronta y afectuosamente, y, así como corresponde a la caridad el hacernos cumplir general y universalmente todos los mandamientos de Dios, corresponde también a la devoción hacer que los cumplamos con ´ánimo pronto y resuelto. Por esta causa, el que no guarda todos los mandamientos de Dios, no puede ser tenido por bueno ni devoto, porque, para ser bueno es menester tener caridad y, para ser devoto, además de la caridad se requiere una gran diligencia y presteza en los actos de esta virtud.
Y, puesto que la devoción consiste en cierto grado de excelente caridad, no sólo nos hace prontos, activos y diligentes, en la observancia de todos los mandamientos de Dios, sino además, nos incita a hacer con prontitud y afecto, el mayor número de obras buenas que podemos, aun aquellas que no están en manera alguna mandadas, sino tan sólo aconsejadas o inspiradas. Porque, así como un hombre que está convaleciente anda tan sólo el camino que le es necesario, pero lenta y pesadamente, de la misma manera, el pecador recién curado de sus iniquidades, anda lo que Dios manda, pero despacio y con fatiga, hasta que alcanza la devoción, ya que entonces, como un hombre lleno de salud, no sólo anda sino que corre y salta ((por los caminos de los mandamientos de Dios)), y, además, pasa y corre por las sendas de los consejos y de las celestiales inspiraciones. Finalmente, la caridad y la devoción sólo se diferencian entre sı como la llama y el fuego; pues siendo la caridad un fuego espiritual, cuando está bien encendida se llama devoción, de manera que la devoción nada añade al fuego de la caridad, fuera de la llama que hace a la caridad pronta, activa y diligente no sólo en la observancia de los mandamientos de Dios, sino también en la práctica de los consejos y de las inspiraciones celestiales.
Capítulo II
Propiedad y excelencia de la devoción
Los que desalentaban a los israelitas, para que no fueran a la tierra de promisión, les decían que era una tierra que ((devoraba a sus habitantes)), es decir que su ambiente era tan dañino, que era imposible vivir allí mucho tiempo y que sus moradores eran gentes tan monstruosas, que se comían a los demás hombres como a las langostas.
Así el mundo, mi querida Filotea, difama tanto cuanto puede a la devoción, pintando a las personas devotas con aire sombrío, triste y melancólico, y diciendo que la devoción comunica humores displicentes e insoportables. Mas, así como Josué y Caleb aseguraban que no sólo era buena y bella la tierra prometida, sino también que su posesión había de ser dulce y agradable, de la misma manera el Espíritu Santo, por boca de todos los santos y Nuestro Señor por la suya propia, nos aseguran que la vida devota es una vida dulce, feliz y amable.
El mundo ve que los devotos ayunan, oran, sufren las injurias, cuidan a los enfermos, dominan su cólera, refrenan y ahogan sus pasiones, se privan de los placeres sensuales y practican éstas y otras clases de obras que de suyo y en su propia substancia y calidad, son ásperas y rigurosas. Mas el mundo no ve la devoción interior y cordial, que hace que todas estas acciones sean agradables, suaves y fáciles. Contemplad las abejas sobre el tomillo: encuentran en él un jugo muy amargo, pero, al chuparlo, lo convierten en miel, porque ésta es su propiedad. ¡Oh mundanos!, las almas devotas encuentran, es cierto, mucha amargura en sus ejercicios de mortificación, pero, con sólo practicarlos, los convierten en dulzura y suavidad.


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