178.- Y tácitamente se
excusa de haberse condenado, echando la culpa a los predicadores que no
predican estas penas, diciendo: envía quien las predique; como si dijera: que,
si yo hubiera tenido quien me las hubiera predicado, nunca hubiera bajado acá.
Tales son aquellos tormentos, y tal es su memoria, que los mismos condenados,
ajenos de toda razón, no pueden creer que haya hombres que los crean y se
condenen, que sepan las penas que les han de dar, si pecan, y que vayan a
ellas.
179.- Por tanto, medítalas
despacio; porque no seas tan infeliz que, pudiendo ir al cielo, vayas PARA SIEMPRE AL
INFIERNO!!!!! QUE ESTA MEDITACION DE LAS PENAS DEL INFIERNO CONVIENE TAMBIEN A
LAS PERSONAS ESPIRITUALES.
180.- Ni por ser persona
espiritual o aprovechado Religioso, se tenga por excusado de valerse de este
medio, para su aprovechamiento. Lo uno porque nuestra Santa les da a sus hijas,
que son de las personas más religiosas y aprovechadas de la Iglesia. Lo otro,
porque su conciencia le acusa de pecados, por los cuales merece ir al infierno,
y no sabe si le son perdonados; y, como cayó en aquellos, puede caer en otros
mucho mayores.
181.- Para lo cual
necesita de este freno de la memoria del infierno, y para humillarse, viendo el
lugar que merece por sus obras, y ser agradecido, reconociendo la merced que DIOS
le ha hecho en no haberle echado allá, y enfervorizarse mucho a servir a tan
buen Señor, que tantas mercedes le hace, y tener
paciencia en sus trabajos, y humildad en los sucesos, reconociéndose por
indigno de cualquiera honra, y por digno de mayores penas, que son las del
infierno, y conmuta el Señor en las que les da en esta vida.
182.- Diga con S. Agustín:
Señor, cortad aquí, quemad, abrasad, y castigadme en
esta vida, porque me perdonéis en la eterna. Solía S. Bernardo
aconsejar a sus Monjes que meditasen a menudo en las penas del Infierno, ir
especialmente cuando se hallaban con alguna tribulación o trabajo, y que
entonces se acordasen que, si estuvieran allá, habían de padecer aquel mismo
trabajo con otros muchos vehementísimos. No te
engañes, que cuanto acá padeces y puedes padecer es nada respecto de las penas
que tú mismo padecieras allá, adonde mereces estar por tus pecados.
Acuérdate de esto en tus trabajos y todos se te harán leves.
183.- De Santa Catalina
de Siena se refiere que habiéndola llevado su madre a unos baños, para cobrar
salud, ella se puso al golpe del agua adonde salía abrasando por los caños de
azufre, y se estuvo largo tiempo en ellos, padeciendo un ardor y fuego
terrible.
Preguntóla su confesor
después ¿cómo había podido sufrir tan vehemente tormento? A quien respondió con
alegría:
184.- Estaba yo allí
meditando la terribilidad del fuego del infierno, y cotejando con el que padecía
la tenía por refrigerio, dando al Señor mil gracias porque me había librado de
él, y suplicándole me diese aquí muchas penas en lugar de las eternas.
185.- Del Abad Olimpo
escribe Sofronio en el Prado Espiritual que hizo su morada en un risco
asperísimo, cerca del río Jordán, donde pasaba sin género de abrigo ni defensa.
186 El frío le traspasaba
en el invierno, el sol le abrasaba en el verano; los tábanos y mosquitos
laceraban sus carnes. En todos tiempos su comida eran hierbas silvestres, su
bebida el agua cruda que se despeñaba de los montes, su cama la dureza de la
peña y su techo el cielo.
187.- Preguntáronle ¿cómo
podía pasar tan rigurosa penitencia? a que respondió con admirable alegría: ni la siento, ni me parece tan áspera, como vosotros juzgáis,
antes todo se me hace fácil de llevar, acordándome de las penas del infierno. Alégrome
cuando me veo abrasar del Sol, por escapar de aquel fuego abrasador y eterno.
Consuélome viéndome morder de los tábanos, por no padecer el remordimiento de
la conciencia y aquel gusano insaciable que atormenta a los condenados, y a
este paso no tengo dificultad en la penitencia, con la memoria de lo que allí
se padece, y yo merezco padecer por mis pecados.
188.- Medita, pues, tú lo
mismo y serás bien seguro; que no eres más espiritual que estos Santos ni has
aprovechado hasta ahora la mitad que ellos; y, pues, se valían de este medio,
para enfervorizarse en el servicio de DIOS, válete tú también de él y medita
muchas veces en las penas del infierno.
189.- S. Francisco de
Borja gastaba muchos ratos en la meditación de la cual salía tan compungido
y humillado, que no se atrevía; parecer delante de los hombres, e iba por, las
calles tan encogido que admiraba, juzgando que todos le veían como diciendo: ¡Al
del infierno! ¡Al del infierno!, como si hubiera salido de allá donde se
consideraba ardiendo por sus pecados.
190.- Si esta materia
meditáramos nosotros y trajéramos este pensamiento, sin duda que aprovecháramos
más, y fuéramos más humildes y sufridos en las ocasiones, aquella cizaña, que nació
entre el buen trigo, mandó el padre de familias que la cogiesen a su vista y la
echasen en el fuego, para que los buenos y escogidos, significados en el trigo,
la viesen arder, y con su memoria se mejorasen en su servicio.
191.- No desprecie el
espiritual la meditación del infierno y la terribilidad de la última
sentencia, que no sabe si le cabra. Mire que otros mejores han caído y están ahora ardiendo
en el infierno.
Acuérdese de Luzbel y de sus Ángeles,
que no sin causa los nombra CRISTO, cuando hace mención del fuego eterno, que
esta aparejado para el demonio y sus ángeles, sino para que escarmienten con su
ejemplo los que fueren
como Ángeles en la vida, y sepan que pueden caer de la perfección de su estado
y padecer las penas del infierno. Hombre eres, y menos que angel; hombre
frágil y quebradizo. Si los Ángeles cayeron, tú ¿qué presumes? ¿Cómo no tiemblas y te humillas?
192.- Y si esto se dice a
los perfectos, los pecadores ¿qué deben hacer sino
meditar de día y de noche en las penas que merecen, y apartarse con esfuerzo de
lo que les puede suceder?
193.- Dice S. Agustín que
guió DIOS a su pueblo, cuando lo saco de Egipto, por
una columna de fuego, porque arranca
a los pecadores del Egipto de sus vicios con la vista y consideración del fuego del infierno,
y por ella los guía por el desierto de este mundo a la tierra de Promisión
del cielo. No pierdas, pues, tú esta guía de vista, no la dejes, ni la olvides,
piensa muchas veces en ella y con su meditación caminarás seguro al cielo.
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