jueves, 28 de febrero de 2019

EJERCICIO DE PERFECCION Y VIRTUDES CRISTIANAS

AYUNO Y PENITENCIA

CAPÍTULO X
Comiénzase á tratar de los remedios contra las tentaciones; y primeramente del ánimo, esfuerzo y alegría que habernos de tener en ellas.
De caelo, fratres ortamini in Domino, et in potentia virtutis ejus. Induite vos armaturam Dei, ut possitis stare adversus insidias diaboli (3): Hermanos míos, dice el Apóstol San Pablo, confortaos en el Señor y en la potencia de su virtud. Armaos de Dios para que podáis resistir y tener fuerte contra las asechanzas del demonio. El bienaventurado San Antonio, varón muy ejercitado y experimentado en estas guerras y batallas espirituales, solía decir que uno de los principales medios para vencer a nuestro enemigo, es mostrar ánimo, esfuerzo y alegría en las tentaciones; porque con eso luego él se entristece y desmaya, y pierde la esperanza de podernos dañar. Nuestro Padre, en el libro de los Ejercicios Espirituales pone una regla o documento muy bueno a este propósito. Dice (1) que el demonio nuestro enemigo se ha con nosotros en las tentaciones como se ha una mujer cuando riñe con algún hombre, que si ve que el hombre le resiste y muestra pecho, luego ella se amilana, y vuelve las espaldas y huye; pero si siente en el hombre pusilanimidad y cobardía, luego ella se engríe y toma de allí más atrevimiento y osadía y se hace un tigre. Así el demonio, cuando nos tienta, si nosotros le mostramos pecho y brío, y resistimos varonilmente a sus tentaciones, luego desmaya y se da por vencido; pero si siente en nosotros pusilanimidad y desmayo, entonces cobra mayor brío y fortaleza, y se hace un tigre y un león contra nosotros. Y así dice el Apóstol Santiago: Resistite diabolo, et fugiet a vobis (2): Haced rostro al demonio, resistidle con ánimo y esfuerzo, y huirá de vosotros. Confirma esto San Gregorio (3) con aquello de la Escritura en el libro de Job (4), donde según los Setenta, llama al demonio mirmicoleon, *esto es, león y hormiga.* Es león de las hormigas; pero si vos le mostráis fortaleza de león, será una hormiga para vos. Por esto nos aconsejan los Santos que en las tentaciones no nos entristezcamos, porque nos haremos cobardes y pusilánimes; sino que peleemos con alegría, como dice la Sagrada Escritura de Judas Macabeos y sus hermanos y compañeros: Peleaban las batallas de Israel con gran alegría (1); y así vencían.
Y hay otra razón para esto; que como los demonios son tan envidiosos de nuestro bien, nuestra alegría les atormenta y da pena, y nuestra tristeza y pusilanimidad los alegra: y así aunque no fuese sino por eso, habíamos de procurar no mostrar pusilanimidad ni tristeza, por no darles ese contento, sino mostrar mucho ánimo y alegría para hacerlos rabiar con eso.
Cuentan las historias eclesiásticas de los Santos mártires que una de las cosas con que hacían rabiar a los tiranos, y con que ellos atormentaban más a los tiranos, que los tiranos a ellos, era con el ánimo y fortaleza que mostraban en los tormentos. Pues de esa manera nos habernos de haber nosotros con los demonios en las tentaciones, para hacerlos rabiar, y que queden corridos. Por ser este medio tan principal para vencer las tentaciones y salir con victoria y triunfo de nuestros enemigos, iremos diciendo en los capítulos siguientes algunas cosas que nos ayudarán a tener este ánimo y esfuerzo en ellas.
CAPÍTULO XI
Cuán poco es lo que el demonio puede contra nosotros.
Ayudarános, y no poco, para tener ánimo y esfuerzo e n las tentaciones, considerar la flaqueza de nuestros enemigos y cuán poco puede el demonio contra nosotros, pues no nos puede hacer caer en pecado ninguno si nosotros no queremos. Dice muy bien San Bernardo: Mirad y advertid, hermanos míos, cuán flaco es nuestro enemigo, pues no puede vencer sino al que quiere ser vencido (1). Si cuando uno va a la guerra a pelear contra sus enemigos, estuviese cierto que si él quisiese vencería, y que en su mano estaba la victoria, ¡qué contento llevaría, porque iría cierto de ella, pues de sí está cierto que quiere vencer y no ser vencido! Pues de esta manera podemos ir nosotros a pelear con el demonio; porque estamos ciertos que no nos puede vencer, si nosotros no queremos ser vencidos. San Jerónimo (2) notó esto muy bien sobre aquellas palabras que el demonio dijo á Cristo nuestro Redentor, cuando puesto en el pináculo del templo, le tentó persuadiéndole que s e echase de allí abajo (3).
Dice San Jerónimo: Esa es voz del demonio, que desea q u e todos se echen y caigan abajo (4).
El demonio os puede persuadir que nos podéis; más no os puede él echar si vos no queréis (o); échate de ahí abajo, dice el demonio, cuando os tienta: échate en el infierno. Decidle vos: échate tú, que sabes ya el camino, que yo no me quiero echar. Pues si vos no queréis, él no os puede echar; si vos no queréis ir al infierno, él no os puede llevar allá. Andaba uno muy afligido, y ya m u y consumido y gastado con una tentación del demonio que le decía interiormente: «ahórcate.» Díjole un religioso á quien se declaró: hermano, ¿eso n o ha de ser queriendo vos? Pues decidle, «no quiero:» y avisadme de aquí a ocho días cómo os va. Y quitósele con aquello la tentación, y volvió a dar las gracias al confesor que tal remedio le había dado. Pues este es el medio que ahora vamos dando.
Concuerda bien con esto lo que dice San Agustín: Hermanos míos, antes de la venida de Cristo, el demonio andaba suelto: pero viniendo él al mundo, ato al demonio que se había hecho fuerte en él, como dice el sagrado Evangelio (1), y lo vio San Juan en el Apocalipsis (2): *Vi descender del cielo un ángel que tenia la llave del abismo, y una grande cadena en su mano; y prendió al dragón, serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y le ató por mil años; y arrojólo al abismo y le encerró, y selló sobre la puerta, para que no engañe más las gentes, hasta que sean cumplidos los mil años; y después de esto conviene que sea desatado por un poco de tiempo (3).*



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