AL NACER NO SABEMOS QUE SEREMOS, PERO SI QUE ALGÚN DÍA VAMOS A MORIR.
82.- Saca,
pues, la conclusión, y mira cuánto te importa acertar a morir bien, y cuánto
pierdes si lo yerras. Y, pues así es advierte lo que te avisan: que no has de morir más que una vez, e imponte
muchas muriendo antes de morir, y ajustando la cuenta antes de darla, para que
no yerres acción tan importante; porque si nunca te has impuesto en ella, no dudo si no que la
errarás.
83.- Que si los que pasan muchas veces la carrera y
se imponen en este papel, al hacerle de veras se turban, y corren riesgo de
hacerle mal, y tal vez le yerran, ¿qué será de los que le hacen de repente, sin
haberse impuesto jamás?
84.- Sabido es lo que Vejecio decía de los Romanos que imponían por mucho
tiempo a los soldados bisoños en la paz, instruyéndolos para la guerra;
enseñándolos a pelear, a acometer, a herir y defenderse, como si estuvieran
peleando con el enemigo. Porque en la paz se disponen acertadamente las cosas
de la guerra; y las que no están prevenidas, con la priesa que dan los
enemigos, con el rebato y sobresalto, con el ruido y confusión, se yerran y
todo sucede mal.
85.- Lo mismo sucede a los hombres en el combate de la muerte, en
aquel rebato que nos ha de dar el enemigo, y no sabemos cuándo; que si los
halla desapercibidos y sin prevención para aquella hora, ni saben valerse, ni aciertan a batallar, ni
a defenderse. La priesa que el enemigo da es grande, el sobresalto
mayor, las fuerzas pocas, la turbación a medida del temor, la victoria difícil,
y de suma importancia.
86.- Todo aflige y todo turba, treguas no se
conceden, por dónde huir no se halla, el pelear es forzoso; mal se guerrea
entonces, si un hombre no está enseñado antes, mal se dispone si un hombre no
está bien dispuesto, y mal muere, regularmente hablando, el que ha ensayado a
morir en el tiempo de salud. Por lo cual te conviene hacer lo que los Romanos, como ya
dijimos, para que, estando diestro, no te coja de repente aquel trance, ni
desapercibido, y así salgas victorioso.
87.- Haz cuenta que se ha llegado ya tu hora, y que estás
agonizando, los ojos hundidos, ya tu color pálido, el pecho levantado, la respiración apresurada, los
labios cárdenos, los dientes traspillados, los pies fríos, el sudor helado, sin
pulsos, ni fuerzas, ni uso de los sentidos. Que de esta suerte te has de ver, y
por ventura muy presto, y que te espera el Juicio, y te dan voces y llaman:
Dame cuenta de tu mayordomía, porque ya se acabó el tiempo de ejercitar.
88.- Mira qué tal te hallarías y qué cuenta darías
si ahora te llamasen y pues no tienes día ni hora segura, prepárate desde
luego, ajusta tus cuentas, y muere muchas veces en salud, para no errar una en
la última enfermedad.
89.- Este aviso tomó el Santo Job y le enseñé, según
S. Gregario, el cual repara con justa razón ¿por qué, habiéndole Dios ejercitado con tantos trabajos, escogió
para vivir en un muladar, un lugar tan asqueroso? Porque se imponía
para la muerte en lugar más semejante a la sepultura que pudo hallar, ensayándose
a morir en él, paseando la carrera que había de correr después.
90.- ¡Oh cuanto dieran los que fueron vencidos por el tiempo, que
tú tienes, para poderse restaurar! ¡Oh cuánto estimaran las horas que tú
pierdes parlando, para tomar a morir y recuperar lo perdido! Mira
que no has de morir más de una vez; por eso enséñate desde luego a morir bien.
91.- Solía decir Aristóteles que las cosas que no se hacen más que una vez
en la vida deben hacerse magníficamente, con grande primor y perfección.
La acción del morir no se ha de hacer más que una vez, y así conviene que se
haga acertadísimamente y con toda perfección; porque, si se yerra, no hay otra
a que apelar.
92.- Comentando S. Crisóstomo esas palabras de CRISTO:
el-que quisiere venir en pos de Mí tome su cruz y sígame; después de explicar
que esa cruz no es la material, sino la espiritual de la mortificación, de las
pasiones -ésa quiere que tomen cada día muriendo al mundo, y ensayándose para
morir bien una vez, muriendo muchas en salud- dice: lo que nos pide CRISTO es que estemos con las
armas en la mano todos los días de nuestra vida, y a punto para cuando toque al
alma la muerte, diestros en saber morir, acostumbrándonos cada día viviendo de
tal suerte, que por la mañana nos preparemos a morir por la tarde, y por la
tarde a la noche, y a la noche para morir al amanecer, para que siempre nos
halle apercibidos. Esto es tomar la cruz cada día.
93.- Y ninguno lo extrañe por santo que sea, pues S.
Pablo, con ser S. Pablo, se imponía cada día para morir, Y si S. Pablo usaba de
este medio para estar diestro y seguro en la muerte, cuánta más razón es que le
usen los pecadores...
94.- No sin causa mandó CRISTO que pidiésemos el pan de cada día,
que, como explica S. Cipriano, es el substancial y verdadero del SANTISIMO SACRAMENTO,
que se da por Viatico en la hora de la muerte, porque todos los días nos
debemos poner en ella, disponiéndonos para morir, y pidiendo el Viático, como
para salir de esta vida.
95.- Cuando entro Jonás en Nínive predicando penitencia: Dentro de
40 días Nínive será desolada, cobraron tan grande temor, que todos se vistieron
de cilicio, predicaron ayuno y se postraron en la ceniza. La razón
de esto último la da el Abulense diciendo que fue como sepultarse en ella,
ajustándose con la sepultura y con la muerte; porque, como el plazo que les
señalo fue tan corto, de 40 días, dijeron: pues, si tan presto habemos de
morir, impongámonos desde luego y enseñémonos a morir, entrando en la sepultura
y midiéndonos con la muerte, antes que
llegue, para acertar a morir cuando venga. Y fue divino pensamiento, porque por
este medio se dolió Dios de ellos, y alcanzaron perdón de sus pecados.
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