jueves, 10 de enero de 2019

EL APOKALIPSYS DE SAN JUAN. POR EL PADRE CASTELLANI.



Hemos terminado con “EL MISTERIO DEL TERCER SECRETO DE FATIMA”, pero ahora siguiendo con el mismo tema será el P. Leonardo Castelani quien nos instruya y nos introduzca en el último libro de las Sagradas Escrituras como lo es el APOCALIPSIS escrito por el apóstol San Juan. Quien fue el Padre Leonardo Castelani a quien vuestro servidor tuvo la gracia de conocer en Buenos Aires Argentina? He aquí un breve biografía de este gran sacerdote:

Leonardo Castellani nace en Reconquista, Argentina (1899), ingresa en la Compañía de Jesús (1918) y es ordenado sacerdote (1931). Obtiene doctorados en Filosofía y Teología en la Universidad Gregoriana de Roma, estudia psicología en la Sorbona de París, y en 1935 regresa a Argentina. Publica desde joven muchos libros y artículos de carácter poético, literario, religioso y político, y es con frecuencia muy crítico. Expulsado de la Compañía de Jesús y suspendido como sacerdote (1949), es acogido por el obispo de Salta (1959) y regresa a Buenos Aires (1952). Por estos años publica El Apocalipsis de San Juan. Es reintegrado al ejercicio del sacerdocio ministerial (1966), y hasta su muerte en Buenos Aires (1981) sigue escribiendo y publicando. Es uno de los escritores más grandes de Hispanoamérica en el siglo XX. Las distinciones anuales más prestigiosas, instituidas para los escritores católicos argentinos por el Cardenal Antonio Quarracino, cuando era Arzobispo de Buenos Aires, llevan el nombre de «Leonardo Castellani».
PADRE CASTELLANI
El P. Castellani dedicó El Apokalypsis (1963) al Papa Juan XXIII, «que me devolvió la misa». Y en el prólogo escribe: «Hemos traducido el libro de la “Revelación” de San Juan directamente del texto griego y le hemos añadido una interpretación literal. Cuanto más “tradicional” sea una exégesis de la Sagrada Escritura, mejor es. La presente interpretación no podría exactamente llamarse “mía”, por lo cual es llamada “nuestra”. Proviene del trabajo de innumerables intérpretes, comenzando por los Santos Padres antiguos. Es fruto de innumerables lecturas y muchas meditaciones».
BREVE INTRODUCCION AL LIBRO.
En nuestro libro El fin de los tiempos y seis autores modernos (Asociación procultura occidental, A.C., Guadalajara 19962, 402 pgs.), expusimos el pensamiento sobre este tema en los escritores Dostoiewski, Soloviev, Benson, Thibon, Pieper y Castellani. En esta breve obra presente reproducimos solamente el último capítulo, que expone lo que el P.
Leonardo Castellani nos dice acerca de las ultimidades de la historia.
Los cuatro primeros pensadores aludidos, Dostoievski, Soloviev, Benson y Thibon, se expresaron prevalentemente mediante el recurso literario, sin dejar de lado, por cierto, las cosas que de los tiempos postreros se leen en el Apocalipsis.
En lo que toca a Josef Pieper, investigó el mismo tema desde el punto de vista filosófico-
teológico. El P. Castellani, que cita frecuentemente a algunos de los autores nombrados, apelará a los dos expedientes, el del novelista y el del teólogo. Lo que en algunas de sus obras nos lo dice de manera novelada, lo reitera en otras de modo más sistemático.
Para muchos, señala nuestro autor, el Apocalipsis es un libro enigmático, prácticamente hermético, y por consiguiente resulta inútil leerlo. Pero cuesta pensar que Dios haya legado a su Iglesia una revelación tan impresionante –«Apocalipsis» significa descubrimiento, develación–, sabiendo que resultaría inaccesible al entendimiento de la mayoría. Un enigma insoluble es lo contrario de una revelación.
Castellani se abocará a su interpretación, con la ayuda de la gran tradición patrística de la Iglesia, y de autores más recientes como Newman, Billot, Benson y Pieper.
Los Padres vieron mucho, sin duda, pero en cierto modo nosotros podemos ver más, encaramados sobre sus hombros y con la experiencia de los hechos que ya han sucedido o que se van volviendo predecibles.
Por otra parte, el mundo actual se muestra ansioso de atisbar el futuro que la historia le depara. Nada de extraño, ya que semejante inquietud se suele acrecentar en las épocas tempestuosas y preñadas de amenazas. ¿A dónde se dirige el acontecer histórico?, se preguntan todos. De ahí el pulular de falsas profecías, de apariciones insólitas, de pronósticos peregrinos.
Por eso hoy se vuelve más apremiante que nunca poner sobre el tapete el gran tema de la esjatología. A decir verdad, algunas de las interpretaciones que nos ofrecerá el genial Castellani son muy personales y no estamos obligados a hacerlas nuestras. Con todo, sus intuiciones resultan frecuentemente brillantes y, según decíamos, se respaldan en el aval de grandes pensadores.
Visión Primera
Mensajes monitorio-proféticos a Iglesias
Los siete mensajes tienen una estructura estrófica similar: comienzan con un titulo ditirámbico de Cristo, sigue el mensaje compuesto de una alabanza y un reproche que a veces es amenaza, termina con la frase típica que indica el misterio o sentido arcano: «El que tenga oídos, que oiga» , y una promesa "al vencedor".
A EFESO (2, 1-8)
Al Ángel en la Iglesia de Éfeso escríbele:
Éfeso significa ímpetu según Billot. Representa la primera edad de la Iglesia, la Iglesia Apostólica, hasta Nerón.
Esto dice El que tiene las siete estrellas en su diestra Y anda en medio de los siete candelabros De oro...
Al comienzo de cada mensaje a las Iglesias, el Ángel declina los títulos de Cristo, descomponiendo la imagen de la Visión Preambular; menos el título de la última Iglesia, Laodicea, que es nuevo.
Sé tus obras y tu labor y tu paciencia.
Riquísima en estas tres cosas fue la Iglesia Apostólica, que se difundió en poco más de un siglo por todo el Imperio: "vuestra fe es conocida en el Universo Mundo", dijo San Pablo; "somos de ayer y ya lo llenamos todo", Tertuliano.
Y no puedes aguantar a los malos Y probaste a los que se dicen ser Apóstoles Sin serlo Y los encontraste embusteros.
Nacen las primeras herejías y se producen los primeros martirios. Nacen del gremio mismo de los Apóstoles, el primer hereje siendo Nicolao, uno de los siete Diáconos nombrados por San Pedro; en tanto que los verdaderos Enviados de Dios llegan hasta España (Sant Yago, San Pablo), Abisinia (Felipe), Persia (Bartolomé), y aun quizás las Indias Orientales (Tomás). También hoy día y siempre hay quienes "se dicen Apóstoles sin serlo", helás.
Y tienes paciencia Y aguantaste por el nombre mío Y no defeccionaste.
Habían comenzado los primeros martirios, por la expoliación y rapiña de los bienes de los cristianos palestinos, que testifica San Pablo; y por lo menos uno de los Apóstoles había sido ya asesinado por el nombre de Cristo, Sant Yago el Menor, primo del Señor, muerto a golpes por los judíos recalcitrantes en Jerusalén.
Pero tengo contra ti alguito:
Que la caridad tuya de antes has dejado.
La caridad fraterna de los primeros fieles fue extraordinaria: ponían sus bienes en común a los pies de los Apóstoles, no había entre ellos ricos ni pobres, dirimían sus pleitos con el arbitraje, se sometían a la exo-mologésis o confesión pública, y a rigurosos castigos en caso de caída en pecado, practicaban la hospitalidad y la defensa mutua. Esta caridad y fraternidad no sólo era la admiración y espanto de los gentiles, sino que constituía la fuerza política incontrastable que los mantenía.
Este estado de comunismo ideal – muy diferente del de Lenin – tenía que decaer rápidamente, ya vemos en los Actos de los Apóstoles el caso de Ananías y Záfira. No es lo mismo poner los bienes en común que sean de todos, que tener los bienes en común y que sean de nadie, es decir del Estado, es decir – en nuestros días – de la Fiera.
Ten memoria pues de donde surgiste... Y conviértete
Y haz [de nuevo] tus primeras obras.
La Iglesia Apostólica surgió directamente de Cristo. E l texto griego dicepéptokes: "de donde decaíste".
La metanoia del Nuevo Testamento, que la Vulgata traduce a veces "hacer penitencia", significa propiamente el arrepentimiento y la transmutación interior, es decir, la conversión; que es efectivamente el principio y la esencia de la penitencia.
Si no, yo vengo contra ti
A trasladar tu antorcha de su lugar
Si acaso no te conviertes.
Cuando una Iglesia – o una época de la Iglesia – decae y se corrompe, lo que hace Dios simplemente es retirarle su luz, con lo cual termina de pudrirse, surgiendo en otro lugar el resplandor de la fe y el fervor. Aquí hay quizá una alusión a los cambios de lugar que sufrió la ciudad de la Diana Multimamífera, Éfeso, en el curso de su historia. Era ella una de las metrópolis religiosas del Asia, tanto para los paganos como para los cristianos, como vemos en los Actos de los Apóstoles. Hoy día no queda de Éfeso más que la aldea árabe de Aya-Soluk, y un montón de ruinas debajo de las cuales encontró en 1869 el arqueólogo Wood los restos del Artemísion o templo de Diana, considerado por la antigüedad como una de las siete maravillas del mundo.
Pero tienes en tu pro esto
Que odias las obras de los Nicolaítas
Como yo las odio.
La primera herejía, atribuida a Nicolao, uno de los siete primeros Diáconos, estaba muy extendida, pues la veremos luego repetida en Pérgamo y Thyatira. La primera herejía, por lo que sabemos de ella, se parece a la última herejía; quiero decir, a la de nuestros tiempos; y se puede decir que transcurre transversamente toda la historia de la Iglesia, y es como el fondo de todas las herejías históricas. Era una especie de gnosticismo dogmático y laxismo moral, un sincretismo, como dicen hoy los teohistoriógrafos. Era una falsificación de los dogmas cristianos, adaptándolos a los mitos paganos, sin tocar su forma externa, por un lado; y concordantemente, una promiscuación con las costumbres relajadas de los gentiles; nominalmente, en la lujuria y en la idolatría, como les reprocha más abajo el Apóstol. Comían de las carnes sacrificadas a los dioses, en los banquetes rituales que celebraban los diversos gremios, lo cual era una especie de acto religioso idolátrico, o sea, de comunión; y se entregaban fácilmente a la fornicación, que entre los paganos no era falta mayor ni vicio alguno; incluso, según parece, después y como apéndice de los dichos banquetes religiosos.
De Nicolao cuenta Alberto el Magno que puso su mujer a disposición de todos; lo imitaron sus secuaces, y se hizo rito… cornudo.
El que tenga oídos oiga
Lo que el Espíritu - dice a las Iglesias.
La fórmula escriturística usual, monitoria de que en lo dicho se contiene un misterio; o por lo menos, una cosa muy importante.
Al vencedor, daréle a comer
Del Árbol de la Vida
Que está en el Paraíso de Dios.
El conocido símbolo del Génesis… Este premio, prometido al que venciere de la Iglesia de Éfeso ¿qué es? ¿La vida eterna? Todos los "premios al vencedor" de las siete cartas, menos el 4°, es decir el deThyatira, se pueden referir a la vida de ultratumba y a la gloria del cielo; pero con muchísima más propiedad se pueden aplicar a los mil años de vida feliz y resucitada del Capítulo XX , en la interpretación de los milenistas: todos, también el cuarto. Así los interpreta el mártir Victorino, en el siglo IV, primer comentador del Apokalypsis. Sea como fuere, lo cierto es que todos los "premios" aluden literalmente al enigmático Capítulo XX; o sea, que el Capítulo XX los resume; lo cual prueba una vez más la unidad literaria y profética del libro; y excluye la hipótesis racionalista de que las cartas sean una añadidura posterior de mano de otro autor; o bien un billete pastoral pegadizo, de mano del mismo Juan.





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