El secretario de Defensa James Mattis (a la izquierda) junto al secretario del Tesoro Steven Mnuchin.
Las
nuevas sanciones unilaterales de Estados Unidos contra Irán, Rusia y Siria se
agregan a las ya adoptadas antes contra esos mismos países. Este conjunto
constituye ahora el embargo más duro de la Historia. Esas sanciones están
organizadas de manera totalmente ilegal a la luz de la Carta de las Naciones
Unidos. En realidad son armas de guerra concebidas para matar.
Cuando viajó a Moscú, el 8 de noviembre, el embajador
estadounidense James Jeffrey tenía como misión explicar la preocupación de
Estados Unidos ante la expansión de la influencia iraní en el mundo árabe
(Arabia Saudita, Bahréin, Irak, Líbano, Siria y Yemen).
En lo adelante, Washington prefiere plantear esta cuestión en
términos geoestratégicos en vez de religiosos (antes aludía a la
oposición entre chitas y sunnitas), precisamente ahora que Teherán
organiza su defensa nacional alrededor de los puestos avanzados chiitas
árabes.
Moscú concibió entonces la
idea de negociar por Teherán una flexibilización de las sanciones unilaterales
estadounidenses a cambio de una retirada militar iraní del escenario
sirio. El presidente ruso Vladimir Putin confirmó su propuesta,
no sólo a su homólogo estadounidense sino también al primer ministro
israelí, en ocasión de la estancia de los tres en París,
durante la conmemoración del centenario del fin de la Primera Guerra Mundial,
el 11 de noviembre.
El presidente de la Federación
Rusa trató de convencer a sus interlocutores occidentales de que era
preferible que Rusia se quedara sola en Siria, en vez de tener
allí un tándem irano-ruso. Pero no podía afirmar que Irán tiene
suficiente autoridad sobre el Hezbollah libanés –como afirman Washington y
Tel Aviv– como para ordenar a esa formación de la resistencia libanesa
retirarse también de Siria.
Por toda respuesta, Washington
anunció, 9 días después, el onceno tren de sanciones unilaterales que
adopta contra Rusia desde agosto de este año. Estas nuevas sanciones
vinieron acompañadas de un discurso ridículo donde se afirma
que Rusia e Irán organizaron en conjunto un tráfico para
mantener en el poder al presidente sirio Bashar al-Assad y hacer posible el
control persa sobre el mundo árabe.
Esa retórica, que todos creían
definitivamente abandonada, presenta a 3 países –la Federación Rusa, la
República Árabe Siria y la República Islámica de Irán– como máquinas
al servicio de 3 personas –Vladimir Putin, Bashar al-Assad y Alí
Khamenei), unidos los tres por un mismo odio contra sus pueblos respectivos.
Se ignora olímpicamente el masivo apoyo popular que esos tres líderes
tienen en sus países, precisamente en momentos en que Estados Unidos
se ve cada vez más profundamente dividido como país.
No vamos a detenernos en la
absurda afirmación que pretende hacernos creer que Rusia contribuye a la
conquista del mundo árabe por los persas.
Según el secretario del Tesoro
de Estados Unidos, Steven Mnuchin, quien anunció las nuevas sanciones
unilaterales estadounidenses el 20 de noviembre, esas medidas son sólo
la parte económica de la guerra ya iniciada, pero «castigan»
las «atrocidades» de esos tres «regímenes».
No es casual que esas
sanciones lleguen precisamente en este momento. Está comenzando el invierno y
esas sanciones apuntan al aprovisionamiento del pueblo sirio en petróleo
refinado, necesario para la producción de electricidad y para calentar las
casas.
Está de más recordar aquí que
los tres países objeto de esas nuevas sanciones niegan haber cometido las «atrocidades»
que se les atribuyen, mientras que Estados Unidos proclama actualmente la
continuación de la guerra que inició en Afganistán, en Libia y en Siria.
Las
nuevas sanciones estadounidenses no cuentan con el aval del Consejo de
Seguridad de la ONU sino que fueron adoptadas única y exclusivamente por
decisión de Estados Unidos. No son sanciones legales a la luz del derecho
internacional porque –para hacerlas realmente letales– Washington está
tratando de obligar otros Estados a asociarse a ellas, lo cual constituye una
amenaza contra los países que son objeto de esas sanciones y, por ende, una
violación de la Carta de las Naciones Unidas.
Está
de más precisar aquí que Estados Unidos tiene el derecho soberano de negarse a
comerciar con quién le parezca. Pero no tiene derecho ejercer presión sobre
terceros países para perjudicar a las naciones que no le agradan. El Pentágono
afirmaba en el pasado que maltratando a una nación podía lograrse que el
pueblo derrocara a sus gobernantes. Ese argumento sirvió de justificación
teórica tanto al bombardeo que devastó la ciudad alemana de Dresde –durante la
Segunda Guerra Mundial– como al interminable bloqueo económico contra Cuba,
durante la guerra fría. Sin embargo, en 75 años nunca, absolutamente nunca se
ha logrado justificar esa teoría con hechos. Actualmente, el Pentágono ve la
adopción de sanciones contra una nación exactamente como un arma. Los embargos
están concebidos, a sabiendas, para matar civiles.
El
conjunto de disposiciones instauradas contra Irán, Rusia y Siria constituye el
más importante sistema de asedio de toda la Historia [1]. Es evidente que no
son medidas económicas sino una acción militar aplicada en el ámbito
económico. Con el tiempo, esas sanciones divirán de nuevo el mundo en dos
partes, como en la época de la rivalidad entre Estados Unidos y la URSS.
El
secretario del Tesoro Mnuchin insistió mucho en el hecho que estas sanciones
apuntan ante todo a interrumpir la venta de hidrocarburos, o sea a privar esos
países –en principio exportadores de petróleo– de su principal fuente de
financiamiento.
Veamos
el mecanismo que describió Steven Mnuchin:
-
Siria no puede refinar su petróleo desde que sus refinerías fueron destruidas
por el Emirato Islámico (Daesh) y por los bombardeos de la coalición
internacional (encabezada por Estados Unidos y creada supuestamente para
luchar contra Daesh).
- Hace
4 años que Irán aprovisiona Siria con petróleo refinado, violando así las
sanciones unilaterales estadounidenses adoptadas anteriormente. Ese petróleo
llega a Siria a través de compañías occidentales que trabajan para la empresa
pública rusa Promsyrioimport. Esta última es remunerada por la compañía
privada siria Global Vision Group, que a su vez cuenta con apoyo financiero de
la empresa iraní Tabir Kish Medical and Pharmaceutical.
-
Finalmente, Global Vision Group entrega parte de los fondos que recibe de Irán
al Hezbollah libanés y al Hamas.
Todo
lo anterior es puro cuento:
- La
coalición internacional tiene como objetivo (al menos oficialmente) luchar
contra Daesh. Sin embargo, numerosos testimonios recogidos durante los 4
últimos años denuncian que la coalición internacional bombardeaba a los
yihadistas de Daesh sólo cuando salían de la región que el Pentágono les había
asignado (conforme al mapa publicado por la periodista Robin Wright). Pero les
lanzaba alijos de armas en paracaídas para que pudieran conservar el control de
la región a ellos asignada. En definitiva, los yihadistas y la coalición
internacional proestadounidense [encabezada por Estados Unidos] se dedicaron
juntos a destruir las refinerías sirias.
-
¿Para qué implicar al gobierno ruso en el transporte de un petróleo proveniente
de las refinerías iraníes hacia los puertos sirios?
- ¿Por
qué tendría Irán que pasar por Siria para enviar dinero al Hezbollah libanés y
al Hamas?
- ¿Por
qué facilitaría Siria la entrega de fondos iraníes al Hamas, organización
palestina cuyos dirigentes son miembros de la Hermandad Musulmana y que además
le está haciendo la guerra?
El
secretario del Tesoro Steven Mnuchin ni siquiera se toma el trabajo de explicar
mucho. Para él todo es muy simple: Siria es criminal, Rusia es su cómplice
mientras que Irán, el Hezbollah y el Hamas son todos «terroristas». Eso es lo
importante. La palabra «terrorista» pone fin a toda discusión o reflexión.
Hay un
proverbio francés que sentencia: «Quien quiere matar a su perro, dice que tiene
rabia». Asi que no podemos esperar que haya lógica en la respuesta del
secretario del Tesoro de Estados Unidos a la propuesta de mediación del
presidente Putin.
Estados
Unidos está retirando poco a poco sus tropas de los conflictos en los que
estaban implicadas. Y las sustituyen con mercenarios reclutados localmente
(los yihadistas) y con la adopción de sanciones económicas, la versión moderna
del asedio medieval.
Thierry Meyssan
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