domingo, 23 de diciembre de 2018

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO


Homilía del glorioso San Gregorio Papa, sobre el Evangelio que se canta el sábado de las cuatro Témporas, y en el domingo cuarto del Adviento: el cual escribe San Lucas en el capítulo 3. v. 1. Dice así: en el año quince, -Por la memoria y cuenta de quién era Emperador entre los Romanos, y qué Reyes había entre los Judíos, viene el Santo Evangelio a declararnos el tiempo en que el gran Precursor de Cristo Redentor nuestro tomó el oficio de la predicación, diciendo : en el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Procurador de Judea Poncio Pilato, y Herodes Tetrarca de Galilea , y siendo Filipo su hermano Tetrarca de Iturrea, y de la región Traconitida, siendo Lisania Tetrarca de Abilina, bajo los Príncipes de los Sacerdotes Anás y Caifás fue inspirada la palabra de Dios sobre Juan hijo de Zacarías en el desierto. Señálense los tiempos de la predicación del gran Bautista por los Reyes de los Gentiles, y por los Príncipes de los judíos; porque él venía a predicar un Señor que había de redimir con efecto algunos de los Judíos, y muchos de los gentiles, y para mostrarnos que la gentilidad había de ser recogida, y los Judíos derramados y desbaratados por su infidelidad: el Santo Evangelio nos señala solo un Príncipe de la gentilidad, muchos y diversos de los Judíos: sentencia es de nuestro Redentor, que todo reino que en sí mismo es dividido, será desolado.
Claro está, pues, que Judea iba ya al fin de su reinado y señorío, pues estaba sujeta a tantos Reyes: y con razón, no solo se nos muestra debajo de qué Reyes estaba repartida, mas también debajo de qué Sacerdotes, porque aquel Señor que el glorioso Bautista había de predicar, juntamente había de ser Rey y Sacerdote; y así el Santo Evangelista Lucas señaló los tiempos de esta predicación por Reyes y Sacerdotes. Prosigue: y vino a toda la región del Jordán, predicando el Bautismo de la penitencia en remisión de los pecados, v. 3. A todos los que leen es notorio, que el glorioso Bautista, no solo predicó el Bautismo de la penitencia, más que aun a algunos se le dio. Pero el Bautismo de agua que él daba, no le pudo dar en remisión de los pecados, porque el perdón de los pecados se nos da por solo el Bautismo de Jesucristo, y así es bien que se noten estas palabras del Santo Evangelio en que se dice: predicando el Bautismo de la penitencia en remisión de los pecados. Ibid.
Y es así verdad, que no pudiendo dar Bautismo que quitase los pecados, se contentaba con solo predicarle. Y como con la palabra de su predicación era Precursor del Hijo de Dios Encarnado, palabra eterna del Padre, así también lo fuese del Bautismo verdadero que había de quitar los pecados, con su Bautismo, que solo servía de figura. Y como su palabra venia antes que la presencia de nuestro Redentor, también su Bautismo, viniendo primero, fuese sombra de la verdad que le seguía. Prosigue: así como está escrito en el libro de las palabras de Isaías Profeta: voz del que da voces en el desierto, aparejad el camino del Señor, y haced sus sendas derechas. v. 4. Siendo preguntado el mismo glorioso Juan Bautista quién era, respondió, yo soy voz del que a grandes voces clama en el desierto; y como ya arriba lo dijimos, por esto el Profeta le llamó voz, porque iba primero que la palabra.
El hombre que predica la fe recta, y buenas obras, no hace otra cosa sino aparejar el camino por donde el Señor venga a los corazones de los hombres; porque formando con la palabra de la santa predicación limpios pensamientos en las almas de los que le oyen, hace que la fuerza de la gracia penetre, y la lumbre de la verdad los alumbre, para que hagan derechas las sendas por donde el Señor ha de venir, y conforme a esto dice: todo valle será lleno, y todo collado será humillado. 5. Muy claro está que el Santo Evangelio en este lugar por los valles no nos señala sino los humildes, y por los collados y montes quiere que entendamos los soberbios. Viniendo, pues, Cristo Redentor nuestro a nosotros, los valles muy bajos fueron todos llenos, los montes y collados soberbios fueron humillados; porque la voz de su Majestad así lo significa cuando dice: cualquiera que se ensalzare, será abatido, y el que se humillare, será ensalzado. El valle cuando le llenan crece, y el monte cuando le rebajan es disminuido. Así, pues, la gentilidad, recibiendo la fe sacratísima de Jesucristo medianero entre Dios y los hombres, recibió con ella todo complemento de gracia; y Judea con el error falso de su incredulidad perdió aquel bien con que ella estaba tan soberbia. Todos los valles, pues, serán llenos, porque los corazones de los humildes serán llenos de gracia y virtudes por medio de la doctrina y santa predicación, según está escrito por el gran Profeta: el Señor es el que envía las fuentes en los valles, y luego se sigue; y los valles abundarán de trigo: vemos que el agua corriendo naturalmente desampara los montes, y así la doctrina de la verdad desampara las almas de los soberbios; y las fuentes nacen en los valles, porque las almas de los humildes reciben con amor la doctrina de la santa predicación. Ya vemos, hermanos míos, y la experiencia nos muestra que muchos valles abundan de trigo; porque están llenas del pasto de la verdad las bocas de aquellos que son humildes y sencillos, a quienes el mundo tiene en poco. Y viendo el pueblo al glorioso Bautista armado de santidad tan admirable, creía verdaderamente que él fuese un monte firme y muy alto, como el Profeta Miqueas lo significó, diciendo: en los últimos días será un monte casa del Señor, aparejado en la altura de los montes; porque á la verdad el pueblo creía que él fuese el Cristo verdadero que esperaban, según el Sagrado Evangelio lo testifica, diciendo: pensaba el pueblo, y tenía gran sospecha en sus corazones, si por ventura Juan era Cristo, tanto que se lo preguntaban a él mismo , diciendo: ¿por ventura eres tú Cristo? Si en este caso el glorioso Bautista no fuera en sí valle, nunca se viera tan lleno del Espíritu Santo como se vio; pero él para mostrar lo que era, dio: "sabed que viene después de mí otro más fuerte, que yo; no merezco desatar la correa de su zapato, y dijo mas : el que tiene esposa es esposo, y el amigo del esposo es el que le está presente, y oye con alegría la voz del esposo; y sabed que este gozo mío ya es cumplido, y a Él conviene crecer, y á mí ser disminuido." Si con atención miráis lo que el Santo Bautista dice, hallareis que las maravillas de su vida, y de sus obras eran tantas, que vinieron a creer que él fuese Cristo. Pero él usando de su profundísima humildad, y santidad maravillosa, responde: que no solo no es Cristo, mas que no es merecedor de desatar la correa de su zapato, que fue decir: no soy merecedor de entender el soberano misterio de su Encarnación.
Creían también los pueblos que la Santa Iglesia fuese esposa suya, porque creían que él fuese Cristo. Pero él como que estaba muy apartado de sus pensamientos, les responde: el que tiene esposa es esposo , como si dijera: sabed que yo no soy el esposo, mas soy amigo del esposo: y aun mas les dijo, que su alegría era oír la voz del esposo; porque en la verdad el glorioso Bautista no sentía la alegría en su corazón, porque los pueblos le oían con mucha humildad y devoción: su verdadera alegría era, porque dentro de su alma oía la voz del Señor que le entonaba lo que había de predicar a los pueblos; y esto llamó su gozo cumplido con mucha razón, porque sin duda no puede tener ninguno gozo cumplido oyendo su propia voz. Dice más: a él conviene crecer, y á mí ser disminuido. Razón es que sepamos cómo Cristo Redentor nuestro creció, y cómo el Bautista bienaventurado fue disminuido, y es la solución: que viendo todo el pueblo la vida del Santo Bautista tan áspera, con tanta soledad y perfección de penitencia, vino a creer que él fuese Cristo: y viendo a nuestro Redentor que comía con los publícanos, y conversaba con los pecadores, no creían que fuese Cristo sino algún Profeta. Pero andando el tiempo, Cristo que era tenido por Profeta, fue conocido ser Cristo verdadero, y Juan glorioso que era tenido por Cristo, fue conocido ser verdadero Profeta; y así se cumplió lo que el Bautista bienaventurado había dicho hablando de Cristo, conviene que él crezca, y que yo sea disminuido. Porque en la reputación del pueblo creció Cristo nuestro Redentor, y fue conocido por lo que era; y el Precursor Santo decreció, porque ceso de ser tenido por lo que no era. Viendo, pues, como vemos que Juan glorioso perseveró en la santidad, porque tuvo constancia verdadera en humildad de su corazón; y que otros muchos cayeron, porque ciegos con sus vanidades se ensoberbecieron dentro de sí mismos; digamos con razón que todos los valles serán llenos, y todos los montes y collados serán rebajados; porque vienen a manos de los humildes las mercedes que los corazones de los soberbios arrojan de sí. Prosigue: y serán enderezadas las cosas malas y torcidas, lbid. T las cosas ásperas serán rectas caminos llanos. Enderécense las cosas torcidas, cuando los corazones de los malos, torcidos por el pecado, se enderezan por medio de la penitencia: y se mudan los lugares ásperos en caminos llanos, cuando las almas llenas de soberbia y de ira, recibiendo la gracia del Espíritu Santo, se hacen humildes y mansas; porque no es otra cosa no querer el alma soberbia recibir la palabra de la verdad, sino camino áspero y pedregoso que contradice al que quiere caminar.
Y cuando el alma del soberbio, allanada por la virtud de la mansedumbre, recibe con amor las palabras de la reprehensión y exhortación, decimos que ya el predicador halla el camino llano, por donde primero no podía caminar, impedido con su aspereza. Prosigue: y verá toda carne la salud de Dios: v. 6. Lo mismo es decir toda carne, que si dijese todos los hombres. Cierto es que no todos los hombres pudieron ver a Cristo en la vida presente; diremos, pues, que la intención del Profeta en estas palabras es señalar el día del juicio cuando se verán los cielos abiertos, y vendrán los Ángeles por ministros, estarán los Apóstoles juntamente sentados, y aparecerá Cristo Redentor nuestro, Juez Soberano, sentado en la silla de su Majestad, y le verán todos los buenos y los malos. Y de esta vista resultará, que los buenos gocen sin fin, recibiendo el galardón de sus trabajos, y los malos, castigados por sus culpas, lloren para siempre en los tormentos infernales. Y para mostrar que esta sentencia es conforme a lo que ya hemos declarado sobre ella, dice luego: decía a las turbas que salían para ser bautizados por él o generaciones de víboras quién os ha mostrado huir de la ira que está por venir? v. 7. Verdaderamente la ira que ha de venir, no es otra cosa sino el castigo grande que se hará en la venganza final; de la cual el pecador entonces no se podrá librar, si ahora no se remedia con lágrimas de verdadera penitencia. Y hemos de notar, que siguiendo los malos hijos los ejemplos de los malos padres, son llamados hijos de víboras; porque teniendo, como siempre tienen envidia contra los buenos, y persiguiéndolos como los persiguen, y haciendo como siempre hacen, mal á todos los que pueden, siguiendo en fin los caminos malos de sus antepasados, decimos que nacen hijos envenenados de padres ponzoñosos. Pero ya que nos vemos envueltos en pecados, y nos vemos puestos en grande necesidad, es bien que sepamos lo que el Santo Bautista nos aconseja para huir de la ira que ha de venir. Prosigue: haced frutos dignos de penitencia, v.8. Hemos de notar en estas palabras, que el amigo del esposo nos avisa, no solo que hagamos frutos de penitencia, más que hagamos frutos dignos, porque una cosa es hacer fruto, otra cosa es hacer fruto digno de penitencia. Y para que esto se entienda mejor, se debe notar que el que no ha caído jamás en culpa alguna, licencia tiene para proseguir, guardando justicia en sus obras. Pero si alguno por su flaqueza ha caído en simple fornicación, o en culpa de adulterio, que es más grave: debe estrechar mas su vida, guardándose aun de las cosas que lícitamente podría hacer, a proporción que fueren más feas las cosas que se acuerda haber cometido contra Dios. No están igualmente obligados a la penitencia los que nunca pecaron, y los que han cometido algunos pecados; ni tienen tanta necesidad los que han caído en algunas, y no tan graves culpas, como los que antes se han enredado en muchos y mas graves pecados. Diciendo, pues, haced frutos dignos de penitencia, parece que convida las conciencias de todos, para que cada uno, conforme a los daños que por los pecados ha recibido, procure los remedios de la penitencia. Bien es verdad que los judíos, muy vanos con la nobleza de su linaje, en ninguna manera se querían confesar pecadores, diciendo que venían del linaje de Abraham: a los cuales el Santo Evangelio reprehende, en lo que se sigue: no empecéis a decir, tenernos por padre á Abraham. En verdad os digo que tiene Dios poder para hacer de estas piedras hijos de Abraham. Ibid.


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