§ 4. ALTAR
La
tercera cosa importante que veo en el templo de Salomón, es el célebre Altar de
los perfumes.
Encuentro
a muchos santos Intérpretes de las divinas Escrituras que dicen que este Altar
de los inciensos representa los corazones de los fieles, que son otros tantos
altares en los que debe ofrecerse a Dios un sacrificio perpetuo de alabanza y
de oración. Pues si los corazones de los hijos estaban figurados en este altar,
¿cuánto más el Corazón de la Madre, que, después del Corazón de Jesús, es el primero
y el más santo de todos los altares? Este es el altar de oro que hay delante
del trono de Dios, del
que se habla en el capitulo octavo del Apocalipsis. En este altar la Madre del
Salvador ofreció a Dios un sacrificio de amor, de adoración, de alabanza, de
acción de gracias y de oraciones, más agradable a su Divina Majestad, que todos
los sacrificios que le fueron o serán jamás ofrecidos en todos los demás
altares.
¿Qué
significan esos cuatro olores de que está compuesto el timiama perpetuo? Es la práctica eminentísima de cuatro virtudes principales,
que estuvieron siempre en sumo grado en el Corazón de la Reina de las virtudes,
con cuyo ejercicio continuo ofreció a Dios un sacrificio perpetuo de alabanza,
de honor y de gloria, que le fue infinitamente agradable.
La
primera de estas cuatro virtudes, es su fe vivísima y perfectísima,
significada, dice Orígenes, por la caracola o concha, que despide un olor muy
agradable; porque la caracola tiene en algún modo la
forma de un escudo, y la fe tiene este nombre en las santas Escrituras, siendo
el verdadero escudo de nuestras almas, que las cubre y las defiende contra las
flechas envenenadas de los enemigos de su salvación; como también porque la fe
esparce dondequiera que se encuentra el buen olor de Jesucristo.
La
segunda de las cuatro virtudes antedichas, es la pureza y la fuerza de su
oración, representada por el incienso.
La
tercera, es su incomparable misericordia y su caridad inestimable, señalada por
el gálbano, que la impulsó a darnos a su Hijo único para que fuera nuestra
redención.
La
cuarta, es la mortificación sensibilísima y dolorosísima, figurada por la
primera mirra, con la que ofreció a este mismo Hijo en sacrificio a su eterno
Padre, para nuestra salvación.
He ahí
el timiama perpetuo y el sacrificio continuo que la Madre del Salvador ofreció
durante todo el curso de su vida en el altar de su Corazón, con tanto amor y
tanta caridad, que mereció ser asociada a su Hijo en el gran sacrificio que él
hizo de sí mismo para la salvación del universo.
"Oh
gloriosa Virgen, tú eres totalmente fuego de amor y de caridad", dice San
Amadeo, Obispo de Lausana (11), que vivió hace más de quinientos años. "Tú
hiciste un sacrificio a Dios de todo lo que tenías y de todo lo que eras, que
le fué agradabilísimo. ¡Oh admirable fénix!, tú acumulaste toda suerte de
maderas aromáticas (es decir, todas las prácticas de las virtudes más
extraordinarias), después, habiendo prendido allí el fuego del amor divino,
llenaste todo el cielo y a todos los habitantes del cielo, de un olor
maravilloso. Este es el dulcísimo perfume y el excelentísimo timiama que sale
del incensario del Corazón de María, y que excede incomparablemente a todos los
olores más agradables.
Incensario
que, estando en las manos del sumo Sacerdote, no sólo envió su incienso hasta
lo más alto de los cielos, sino que él mismo fué elevado hasta el trono del Rey
eterno".
Te
importa infinitamente, queridísimo hermano, participar de los frutos del
sacrificio del Hijo y de la Madre; porque si no participas de ellos, jamás
tendrás parte con ellos. Si deseas tener parte en ellos, haz de tu corazón un
altar, y ofrece en ese altar un sacrificio semejante al sacrificio de tu Padre
y de tu Madre, con una cuidadosa y fiel imitación de su amor, de su fidelidad,
de su caridad, de su paciencia, de su humildad y de sus demás virtudes.
¡Oh
Madre de Jesús!, yo te doy mi corazón: usa de él como del tuyo; haz de él un
altar, como lo hiciste del tuyo; adorna este altar con todos los ornatos que tú
sabes le son conformes; y ofrece en este altar el mismo sacrificio que
ofreciste en el altar de tu Corazón a la santísima Trinidad.
§ 5. ARCA DE LA
ALIANZA
La
cuarta cosa importantísima que veo en el templo de Salomón, es esta Arca de la alianza, ilustre y celebérrima,
que los israelitas tenían en tanta veneración, y que hizo hacer Moisés por mandato
expresísimo que recibió de la boca misma de Dios.
Si
consultamos a los santos Padres, aprenderemos de San Ambrosio y de muchos
otros, que esta arca es figura de la bienaventurada Virgen, y por consiguiente,
de su santísimo Corazón, que es la parte principal y más noble de ella. Sí,
dice el Doctor Seráfico San Buenaventura, el arca de Moisés no era más que una
sombra del Corazón de la Virgen, el cual es la verdadera arca que contiene en
si los secretos de las divinas Palabras y los tesoros de la ley de Dios. Es el
arca de santificación, dice un santo Abad de la Orden cisterciense, que
encierra en sí lo que fue escrito por la mano de Dios. Es la santa arca de la
alianza, por la que Dios nos reconcilió consigo y entró en alianza con
nosotros.
¿Sabéis
por qué el arca del Antiguo Testamento está totalmente cubierta de oro por
dentro y por fuera? Para entenderlo bien, advertid previamente que el interior
de esta arca indica los afectos interiores del más puro amor de que está lleno
el Corazón de la Madre del Amor Hermoso para con su Dios; y que el exterior de
la misma arca significa los actos exteriores de su caridad hacia el Prójimo: o
también que el interior del arca significa la vida interior de la Madre de
Dios, lo que está oculto en su Corazón (12); lo que sólo es visto por Dios; y
que el exterior del arca significa su vida exterior: y que la vida exterior del
hombre es como el exterior de su Corazón, porque el Corazón se descubre y se manifiesta
al exterior en los sentidos exteriores, en el rostro, en los ojos, en las
palabras y en las acciones.
Admitid
en segundo lugar, que el oro, según el sentido de los Intérpretes de la Sagrada
Escritura, representa tres cosas: primero el amor y la caridad; en segundo
lugar, la perfección y la excelencia de una cosa, porque es éste el más noble y
más excelente de los metales; en tercer lugar, la sabiduría divina y la misma
divinidad.
Esto
supuesto, sabed ahora que el Corazón admirable de la Reina del Cielo, está todo
cubierto de oro por dentro y por fuera; primero porque este sagrado Corazón
está totalmente lleno y rodeado de amor de Dios y de caridad para con los
hombres y porque toda la vida interior y exterior de la Reina de los Corazones
está plenamente transformada en amor y en caridad, En segundo lugar, porque
nada tiene en su interior y exterior que no sea oro, es decir, perfectísimo y
muy excelente, y que no esté lleno de esplendor y radiante por las luces de la divina
Sabiduría, y que no esté totalmente lleno, poseído y penetrado de la misma
Divinidad, totalmente transformado en sus divinas perfecciones.
¿Qué
más diremos del arca de Moisés? Podemos añadir mirándola siempre como una
imagen del Corazón de la Bienaventurada Virgen, que, as¡ como esta arca era el
tesoro, la gloria y la alegría del pueblo judío, el principal misterio de su
religión, su escudo y su defensa contra los que le atacaban, y el terror de
todos sus enemigos: as¡ el venerable Corazón de nuestra Reina es la gloria, el tesoro
y la alegría del cristianismo. Este es el primer objeto (punto) que debemos
mirar después de Dios en nuestras devociones, Esta es una fortaleza
inexpugnable para todos los verdaderos hijos de esta divina Madre. Una torre
tan fuerte y tan municionada de armas ofensivas y defensivas, que, no sólo los
soldados que combaten
bajo las insignias de esta Generala de las armas del Gran Dios, encuentran aquí
una fuerte defensa contra los asaltos del infierno; sino que además ella es más
fuerte contra sus enemigos que un ejército en orden de batalla (13).
Recojámonos
en esta invencible fortaleza, encerrémonos en esta torre inexpugnable; vivamos siempre
aquí y no salgamos más...
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