Pero
añadiré aquí que es la fuente de tres vidas diferentes, que se encuentran en
esta divina Madre; a saber: de la vida humana y natural de la que su cuerpo
estaba viviendo mientras ella estaba sobre la tierra; de la vida espiritual y
sobrenatural que su alma poseía entonces, y de la vida gloriosa y eterna de que
su cuerpo y su alma gozaban en el cielo. Porque, como todo el mundo está de
acuerdo en que el corazón es el principio de la vida del cuerpo, también es
necesario confesar que es el origen de la vida del alma, tanto en la tierra
como en el cielo, puesto que es la fuente del amor y de la Caridad, que son la
verdadera vida de un alma cristiana en el tiempo y en la eternidad.
En
segundo lugar, el Corazón de la Madre de Dios es el principio de la vida de un
segundo mundo, que es infinitamente más admirable que el precedente. ¿Cuál es
este mundo? Es el Hombre Dios, lleno de una inmensidad de rarezas y maravillas.
Ahora bien, este Hombre-Dios, es el Hijo de María, y por consiguiente el
Corazón de María es la fuente de su vida, porque, como se ha dicho en otra
parte, el Corazón de la Madre no es menos el principio de la vida de su hijo
que de la suya propia.
En
tercer lugar, el Corazón de la Madre del Salvador es el origen de la vida de un
tercer mundo, que está compuesto de todos los verdaderos hijos de Dios que
están viviendo de la vida de la gracia en la tierra, y de la vida de la gloria
en el cielo. Porque, después de Dios, tienen una y otra vida, de la Madre de
Aquél que es su cabeza, y del cual ellos son sus miembros; y se los deben a su
santísimo Corazón, el cual, por su profundísima humildad, por su pureza
virginal y por su amor ardentísimo, la ha hecho digna de ser la Madre de Dios y
de todos los hijos de Dios. San Juan Crisóstomo tiene mucha razón al decir que
el Corazón de San Pablo es el corazón de todo el mundo; porque es por medio de
este Corazón apostólico como el Espíritu de la verdadera vida se ha difundido
sobre todas las cosas, y como ha sido dado a los miembros de Jesucristo (2).
¿Pero con cuánta más ventaja se puede y se debe decir esto del Corazón
caritativo de la Reina de los Apóstoles? Sí, si, es el Corazón de todo el
universal el Corazón del cielo y de la tierra, el Corazón de la Iglesia
militante, doliente y triunfante; puesto que el Espíritu Santo nos hace cantar:"¡Oh
todas las naciones que habéis sido rescatadas por la preciosa sangre de Jesús,
regocijaos, alabadle a vuestro Redentor y a su gloriosa Madre! Estabais
condenados a la muerte eterna, pero el Hijo de María os ha librado, y la Madre
de Jesús os ha vuelto a dar la vida, y la vida eterna, dándoos su Hijo que es
la vida esencial y la fuente de toda vida.
Oh
Madre de vida, vuestro divino esposo, el Espíritu Santo, ha pronunciado una
bella verdad, cuando ha dicho, por boca de uno de vuestros más señalados
servidores, San Juan Damasceno, que sois el tesoro de la vida (3). Pero este
elogio pertenece primera y principalmente a vuestro dignísimo Corazón. Porque
es el tesoro de toda clase de vida.
Es el
tesoro de la vida de un Hombre-Dios; es el tesoro de la vida de una Madre de
Dios, de su vida corporal, de su vida espiritual, de su vida eterna; es el
tesoro de la vida de los hijos de Dios, de la santidad de sus almas mientras
están en la tierra, y de la vida bienaventurada de sus almas y de sus cuerpos
cuando están en el cielo después de la resurrección. Oh, es muy verdadero que
el sol, brillando e iluminando cuanto, es de luminoso y de bello, no es más que
una sombra oscurísima del Corazón de la Reina del cielo; puesto que aquél es el
principio solamente de una vida terrestre, animal y mortal, y ésta es la fuente
de una vida celestial, divina e inmortal.
¡Oh
bondadosísimo Corazón de mi Reina! ¡Oh mi amabilísimo Sol, qué bienaventurados
son los corazones que os aman! ¡Qué bienaventurados son los espíritus que
estudian vuestras excelencias, y bienaventuradas las lenguas que os predican y
que os cantan! ¡Qué bienaventurados los ojos que os contemplan! Cuanto más os contemplan,
más desean contemplaros y recibir más luz y más vigor para hacerlo. Es verdad,
por tanto, que los hacéis ciegos, pero es para las cosas de la tierra y del
mundo, para hacerlos más clarividentes en las cosas celestes y eternas.
El Corazón de María es el centro de
la tierra en donde Dios ha obrado
nuestra salvación *
La
tercera representación del nobilísimo Corazón de la Reina del cielo, es la que
se expresa en estas santas palabras: "Dios nuestro Rey ha obrado la
salvación en medio de la tierra"'.
¿Cuál
es esta tierra, y cuál es el centro de esta tierra? Veo muchas clases de
tierras en las santas Escrituras, entre las que anoto dos principales: La primera
es, la tierra que Dios ha hecho al principio del mundo, y que ha dado al primer
* Hemos leído a San Juan Eudes, quien, antes, a través del simbolismo del Cielo,
nos ha dado la doctrina de la inhabitación de Dios en el Corazón de María;
después. a través del simbolismo del Sol, nos le ha presentado Como luz Y vida
de las almas, Ahora, con ocasión de un texto escriturario, y tomando como
simbolismo la Tierra, desarrolla Magníficamente toda la doctrina de la
Corredención Mariana. Sin detenernos demasiado en el simbolismo, penetremos en
su contenido dogmático: hombre y a sus hijos. La segunda, es la tierra que ha
sido hecha por el nuevo hombre, Jesucristo Nuestro Señor, al cual se dirigen
estas palabras: Señor, habéis bendecido vuestra tierra ( 2 ) .
§ 1. CENTRO DE NUESTRA REDENCIÓN
Esta
es la tierra, en medio de la cual Dios ha obrado nuestra salvación. Pues San
Jerónimo y San Bernardo aplican estas palabras a la bienaventurada Virgen (3).
Mas observad atentamente, que el Espíritu Santo, que las ha pronunciado por
boca del Real Profeta, no dice solamente que Dios ha obrado la salvación del
universo en esta tierra, sino i n medio terrae, o, según otra versión, i n
intimo terrae, " en el medio, en el Corazón, y en el seno de esta Virgen
incomparable". Sí, en medio de esta buena tierra o, por mejor decir, en
este bueno y buenísimo Corazón de María, Madre de Jesús, es donde la palabra
increada y eterna, que sale del seno de Dios para venir a salvar a los hombres,
ha sido recibida y conservada cuidadosamente; donde el trigo de los elegidos,
ha sido sembrado abundantemente y donde ha producido fruto centuplicado y mil
veces centuplicado. En el medio de esta
tierra
santa, en esta buenísima María es donde primeramente fue sembrado y derramado
este trigo adorable, ya que ella lo recibió en su Corazón antes de recibirlo en
sus entrañas. Al instante se extendió por todo el universo, por el aliento
poderoso de los predicadores apostólicos animados del Espíritu Santo y se
multiplicó infinitamente en los corazones de los verdaderos cristianos.
De
suerte que se puede decir con verdad que Jesús es el fruto, no sólo del
vientre, sino del Corazón de María, corno también, que todos los fieles son los
frutos de este mismo Corazón.
San
Benito, en un sermón que dirigió a sus religiosos sobre el martirio de San
Plácido y de sus santos compañeros, que eran sus hijos espirituales, les llama:
el fruto de su corazón (4). ¿Cuánto más se puede decir que los verdaderos
cristianos son el fruto del Corazón de su Divina Madre? Porque, así como la fe,
la humildad, la pureza, el amor y la caridad de su Corazón la han hecho digna de
ser Madre del Hijo de Dios; as! también estas mismas virtudes de su sagrado
Corazón le han adquirido la cualidad de Madre de todos los hijos de Dios. Y as ¡como
el Padre Eterno le ha dado poder, revistiéndole de su divina virtud por la cual
El engendra a su hijo desde la eternidad en su seno adorable; poder, digo, de
concebir este mismo Hijo en su Corazón y en su seno virginal: así también le ha
dado poder al mismo tiempo, de formarle y hacerle nacer en los corazones
de los
hijos de Adán, y hacerles de este modo miembros de Jesucristo, Hijos de Dios.
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