Es
verdad que su divina Majestad ha hecho cosas grandes y maravillosas en esta más
alta y noble parte del mundo, que es el
cielo, y en todos sus habitantes. ¿Pero quién podrá comprender los efectos
admirables de luz, de gracia, de amor y de santidad que todos los divinos
atributos y las Tres Personas eternas han obrado en el Corazón sagrado de la
Madre de Dios? De esto hablaremos ampliamente en el libro quinto.
Oigo
la divina Palabra que dice que el Espíritu de Dios ha adornado los cielos de
ricos ornamentos (9); es decir, del sol, de la luna y de las estrellas. Pero ha
adornado y enriquecido nuestro nuevo cielo, quiero decir el Corazón de nuestra
Reina, de un sol infinitamente más brillante, que es el amor divino; de una luz
incomparablemente más luminosa, que es la fe; y de un ejército de estrellas
mucho más brillantes, que son todas las virtudes.
Pero
esto, que dice San Bernardo de esta sagrada Virgen, lo podemos decir de su
Corazón virginal, a saber, que es un cielo y un firmamento en el que Dios ha
puesto el verdadero sol, la verdadera luna y las verdaderas estrellas; es
decir, Jesucristo, que hace continuamente su morada; y la Iglesia, de quien es
también su cabeza de muchos modos, y que está más santamente y ventajosamente
que en el corazón de San Pablo, quien asegura a los fieles llevarlos en su
corazón (10); y un número incontable de gracias y de prerrogativas (11).
El
cielo es llamado en las divinas Escrituras "el riquísimo tesoro de
Dios". Pero haremos ver en otra parte que el Corazón de la Reina del cielo
es el tesoro de los tesoros de la divina Majestad, en el que ella ha encerrado
riquezas inmensas.
Este
Corazón admirable es un cielo empíreo, es decir, un cielo todo de fuego y de
llamas; porque ha estado siempre incendiado de fuego y de llamas de un amor
todo celestial y de un amor más ardiente y más santo que todo el amor de los
serafines y de los más grandes santos que están en el cielo empíreo.
§ 4. CIELO DE LOS CIELOS
Es el
cielo de los cielos, que no está hecho más que para Dios solo. Porque es la
preciosa herencia y la rica porción del Señor el cual siempre la ha poseído
perfectísimamente. Sí, el santísimo Corazón de la Reina de los Ángeles es el
cielo del cielo por tres grandes razones.
Primeramente, ¿no es verdad que
su Hijo Jesús es el verdadero cielo de la Santísima Trinidad, puesto que el
Espíritu Santo nos asegura que toda la plenitud de la divinidad hace su morada
en él? Ahora bien, ¿no hemos visto poco antes que este mismo Jesús ha hecho
siempre y hará eternamente su morada en el bienaventurado Corazón de su
dignísima Madre? De lo cual no hay que extrañarse, puesto que según la divina
Palabra, está morando desde esta vida en los corazones de todos los que creen
en él con una fe viva y perfecta. -Concluid, pues, que siendo un cielo este
amabilísimo Salvador, y no teniendo morada más gloriosa, ni deliciosa después
del seno adorable de su Padre eterno, que el Corazón y de su divina Madre, que
es otro cielo, es un cielo que mora en otro cielo; y así el Corazón de la Madre
de Jesús es el cielo del cielo.
En segundo lugar, es el cielo de los cielos, porque la preciosísima
Virgen considerada en su persona es un verdadero cielo. Es la cualidad que el
Espíritu Santo le da en estas palabras, según el sentir de un sabio y piadoso autor:
Dominus de coelo in terram aspexit ( 12); es decir, según la explicación de
este autor, el Señor que hace su morada en la bienaventurada Virgen, como en un
cielo, ha dirigido sus ojos de misericordia a la tierra, es decir, a los
pecadores. Esta Virgen maravillosa es un cielo, como dice el mismo autor,
porque, todo lo que vive bajo el cielo, en el orden de la naturaleza recibe la
del influjo de los cielos, así la santa Iglesia nos anuncia que la vida de la
gracia nos es dada por la bienaventurada Virgen. Ahora bien, si esta
incomparable Virgen es un cielo, y nuestro cielo en el mundo de la gracia,
porque después de Dios ella es la fuente de nuestra vida sobrenatural, se puede
decir bien que su Corazón es el cielo del cielo, en cuanto que es principio tanto
de la vida corporal y espiritual que ha habido en la tierra, según hemos visto
poco antes, como de la eterna que hay en el cielo, según veremos a
continuación.
En tercer lugar, este Corazón
maravilloso es el cielo de los cielos, porque según las palabras de San
Bernardo alegadas arriba, contiene en si toda la Iglesia, que es llamada en la
Escritura el Reino de los cielos, y que todos los hijos de la Iglesia, como
acabamos de decir, reciben por su medio la vida de la gracia. Si; San Pablo
asegura a los cristianos de su tiempo que están alojados en sus entrañas.
¿Quién
es el que osará desmentir a San Bernardino de Siena, cuando asegura que la preciosísima
Virgen lleva a todos sus hijos en su Corazón, como una buenísima Madre? ¿Y
quién es el que me contradirá si digo, después de esto, que llevará eternamente
a todos los habitantes del cielo en este mismo Corazón, que es por consiguiente
el cielo de los cielos, y un verdadero paraíso para todos los Bienaventurados,
todo lleno de alegría y de delicias, para ellos, a causa del amor inconcebible
de que este Corazón maternal está encendido para cada uno de ellos? Por causa
de lo cual cantarán por siempre. Oh santa Madre de Dios, vuestra caridad sin
límites ha dilatado de tal manera vuestro Corazón maternal, que es como una
gran ciudad, o más bien como un cielo inmenso que está lleno de consolaciones
inefables y de alegrías inenarrables para vuestros hijos bien amados, de quienes
será la bienaventurada morada por toda la eternidad (13).
Así es
como el Corazón amabilísimo de nuestra divina Madre es un cielo, y un cielo
empíreo, y el cielo de los cielos. ¡Oh cielo más elevado, extenso y más vasto
que todos los cielos! ¡Oh cielo, que lleva en sí al que los cielos no son
capaces de contener! ¡Oh cielo más lleno de alabanza, de gloria y de amor por
Dios, que este cielo admirable que es la mansión de la beatitud eterna! i Oh
cielo en que el Rey de los cielos reina más perfectamente que en todos los
otros cielos! ¡Oh cielo en el que la Santísima Trinidad hace su morada más dignamente
y obra cosas más grandes que en el cielo empíreo! El Corazón de María es un sol
§ 1. EJEMPLARISMO DIVINO
La
segunda representación que el Creador del cielo y de la tierra nos ha querido
dar del divino Corazón de la Reina de la tierra y del cielo, es el sol. Porque
no hay que pensar que haya hecho este maravilloso astro solamente para ser la
antorcha de este mundo; le ha hecho también para ser el retrato de las
excelentes perfecciones del Corazón luminosísimo de la Soberana Señora del
mundo.
Porque
debéis saber que su poder infinito habiendo compuesto este gran universo de
tres estados o de tres órdenes diferentes, que son: el estado de naturaleza, el estado de gracia y el
estado de gloria, su divina sabiduría ha establecido una unión, una
relación y una semejanza tan perfecta entre estos tres estados y entre todas
las cosas que se encuentran en estos tres órdenes, que todo lo que existe en el
orden de la naturaleza es una imagen de los que se encuentran en el orden de la
gracia, y todo lo que se encuentra en el orden de la naturaleza y de la gracia
es una figura de los que se ve en el estado de la gloria. De aquí viene que el sol,
que es como el corazón de este mundo visible, y que es la más bella y más
brillante pieza de la naturaleza, no es por tanto, con todas sus brillantes
luces, más que una sombra obscurísima de nuestro divino sol, que es el Corazón
de la Madre de Jesús.
§ 2. LUZ
El sol
que ilumina este mundo visible, y que les como el corazón, es todo luminoso,
todo luz, y la fuente de todas las luces de los otros astros que están en el
cielo. El Corazón de María está completamente rodeado, completamente lleno y
completamente penetrado de luz, pero de una luz incomparable más brillante y
más excelente que todas las luces del firmamento. El es todo luz, y es después
de Dios la primera fuente de todas las luces que iluminan el cielo de la
Iglesia. Es un sol admirable en el que, además de lo que se ha dicho aquí
arriba sobre esta materia, yo distingo doce especies de luces diferentes.
Porque primeramente, oigo a Alberto el Grande que dice que no es sin razón el
que nuestra divina María, que quiere decir iluminada. Luz iluminatriz e
iluminante, esté revestida del sol eterno, y de la luna que está bajo sus pies;
porque ella está llena, dice este ilustre Doctor, de doce especies de luces.
Primeramente, de luces que ha
adquirido por la fuerza de la razón, que está muy purificada en ella, no
habiendo sido jamás oscurecida por las tinieblas del pecado.
En segundo lugar, de luces que la
lectura de los Santos Libros le han dado.
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