V. LA VERDADERA RELIGIÓN ES LA RELIGIÓN REVELADA
73. P.
¿Cuál es la verdadera religión?
R. La
verdadera religión es la que viene de Dios, la que Dios mismo nos ha revelado
1° La verdadera religión debe venir de Dios. En una casa, el padre, cabeza de familia, es el que debe
mandar; él es quien debe dictar leyes a su familia. El extraño que quisiera
arrogarse ese derecho, sería un usurpador. El soberano es quien debe imponer el
ceremonial que debe regir en la corte. Ahora bien, Dios es el padre y el rey de
la familia humana: luego a Dios sólo compete el derecho de regular el culto que
el hombre está obligado a tributarle; a Él sólo determinar el modo como quiere
ser honrado; a Él sólo corresponde el derecho de decirnos cuáles serán las
plegarias y sacrificios gratos a su divinidad. Todos los fundadores de
religiones no son más que aventureros o usurpadores de un poder esencialmente
divino. 2° Dios nos enseña de dos maneras: por la razón y por la revelación.
a) La
razón. El hombre, por medio de la inteligencia que ha recibido, llega a
convencerse con certeza de que Dios es su Creador, su Bienhechor y su Señor.
De este
conocimiento, que se hace patente a la razón del hombre, resulta para él el
deber de practicar una religión.
La
religión así establecida por el hecho de la creación del hombre se llama
religión natural porque resulta de las relaciones necesarias del hombre con
Dios. Puede decirse que Dios es el Autor de esta religión, porque Él es el
autor de la razón y de la voluntad, en que tienen su fuente los principios y
sentimientos religiosos. Así, la religión existe por derecho natural y, como
hemos probado, la falta de religión es, a la vez, un crimen contra la
naturaleza y una rebelión contra Dios.
b) La
revelación. El padre de familia no desampara a sus hijos sin darles una
educación e instrucción convenientes. ¿Quién podrá decir que Dios, después de haber creado a los
primeros hombres, los dejó entregados a las solas luces de su razón, si
enseñarles las verdades y los mandatos de la religión? Tal suposición carece de
toda probabilidad. Es evidente que Dios puede enseñarnos las
verdades y los preceptos de la religión natural. Pero, ¿no podría Dios revelarnos verdades nuevas,
verdades que la creación no manifiesta, e imponernos nuevos deberes?...
Nadie puede razonablemente dudarlo. La religión revelada es la que encierra las
verdades y los preceptos que Dios nos hace conocer de una manera sobrenatural,
exterior, expresa y positiva.
Los deístas, los racionalistas,
los materialistas, los librepensadores y los modernistas sostienen
que la revelación es imposible y, además, inútil. Para todos estos incrédulos, la razón humana es el
árbitro de lo verdadero y de lo falso, de lo bueno y de lo malo. Ella es su
propia ley; no necesita de ajenos auxilios para procurar el bien de los hombres
y de los pueblos. Para refutar todos estos errores, vamos a demostrar:
1° Que
la revelación es posible.
2° Que
es necesaria.
3° Que
Dios, de hecho, ha revelado una religión.
4° Que
el hombre está obligado a practicar esta religión revelada.
§ 1°
NATURALEZA Y POSIBILIDAD DE LA REVELACIÓN
74. P.
¿Qué es la revelación?
R. La revelación es la
manifestación de las verdades religiosas que Dios hace al hombre, fuera de las
leyes ordinarias de la naturaleza.
La
palabra revelar significa apartar el velo que cubre un objeto; es decir,
manifestar a alguien una cosa que él ignoraba o que había olvidado. Dios
revela, cuando manifiesta a nuestra inteligencia verdades hasta entonces
desconocidas olvidadas o mal comprendidas.
La
revelación es la manifestación de las verdades religiosas, porque Dios no
revela más que verdades o hechos históricos útiles para la salvación de los
hombres. Deja de un lado las artes y las ciencias, que sirven únicamente para
la vida temporal.
Se añade:
Fuera de las leyes ordinarias de la naturaleza, para distinguir la revelación
de que se trata aquí, de la revelación natural, que se hace por la luz de la
razón, y por los otros medios naturales otorgados al hombre para adquirir
conocimientos. La
revelación es un acto sobrenatural de Dios, mediante el cual manifiesta a los
hombres las verdades de la religión, sea que nos hable directamente Él mismo,
sea que nos hable indirectamente por medio de enviados. En el primer
caso, la revelación es inmediata; y mediata cuando Dios nos habla por
embajadores o legados.
75. P.
¿Puede Dios hablar a los hombres?
R. Sí; porque Dios todo
lo sabe y todo lo puede. No se puede negar la posibilidad de la revelación sin
negar la ciencia o el poder de Dios: su ciencia, suponiendo que no tenga nada
que enseñarnos; su poder, negándole una facultad que posee hasta el hombre
mismo Una simple observación de buen sentido basta para probar la posibilidad
de la revelación.
1° Es
evidente que Dios, poseyendo una inteligencia infinita, debe conocer verdades
inaccesibles a la nuestra, que es limitada; al modo que el firmamento contiene
astros a los que no alcanza nuestra vista. Sería insensato decir que el hombre
sabe todo lo que Dios sabe, ve todo lo que Él ve y comprende todo lo que Él
comprende. Es natural, por tanto, que Dios tenga muchas verdades que enseñar a
los hombres.
2° Es
evidente también que Dios debe poder lo que puede el hombre; ahora bien, el
hombre ha recibido de Dios la facultad de comunicar sus pensamientos a sus semejantes:
el padre instruye a sus hijos, el maestro, a sus discípulos; ¿y por qué ha de ser
difícil para Dios instruir al hombre, su criatura inteligente?... El
sabio puede transmitir al ignorante los secretos de la ciencia, ¿y será posible que
Dios carezca de los medios necesarios para hacernos conocer los misterios de la
vida divina y los secretos de su voluntad? El hombre acepta la
ciencia profana, fundándose en el testimonio de los sabios: ¿y por qué rehusará
aceptar la ciencia de la religión, basada en el testimonio de Dios?
3° Es
evidente también que la revelación, tan lejos está de aniquilar o inutilizar la
razón, que, al contrario, la supone y exige. ¿Puede, acaso, decirse que el
telescopio destruye la vista, porque aumenta su alcance y le hace ver astros
escondidos hasta entonces en las profundidades del cielo? El telescopio supone
el ojo y lo perfecciona; y la relevación supone la razón, la perfecciona y
enriquece, manifestándole verdades sublimes e importantes, que no puede
descubrir con sus solas fuerzas.
§ 2°
NECESIDAD DE LA REVELACIÓN
76. P.
¿Es necesario que Dios revele la religión?
R. 1° Sí; la revelación es
moralmente necesaria al género humano para conocer prontamente, con certeza y
sin mezcla de error, las verdades y los preceptos de la religión natural.
2° Si
Dios quiere elevar al hombre a un fin sobrenatural, la revelación se hace
absolutamente necesaria para conocer este fin y los medios de alcanzarlo.
La
necesidad moral supone para el hombre una dificultad muy grande, pero no invencible,
para llegar al conocimiento completo y cierto de las verdades de la religión
natural.
La
necesidad absoluta supone la imposibilidad, la impotencia radical para conocer
las verdades de la religión sobrenatural.
1°
Necesidad moral de la revelación para la religión natural. No hay duda de que
la razón puede, con sus propias luces, conocer la existencia y la unidad de
Dios, la inmortalidad del alma, la obligación de la ley moral sancionada en la
otra vida... Pero la inmensa mayoría del género humano no puede, sin la
revelación, llegar fácilmente al conocimiento pronto, cierto y completo de las
verdades y de los preceptos de la religión natural.
Se
prueba por la razón. 1° Sin la revelación, pocos hombres llegarían a este
conocimiento. En
efecto, los unos son de una inteligencia demasiado limitada; los otros están
demasiado distraídos por los quehaceres domésticos, por las necesidades de la
vida, por los cuidados temporales; otros, finalmente, son perezosos,
indolentes, enemigos del estudio: la mayor parte no podría o no querría
resolverse al rudo trabajo necesario para hallar estas verdades, que son, sin
embargo, tan trascendentales.
2° Si
falta el auxilio de la revelación, los hombres, aun los más inteligentes, los
mejor dispuestos, no estarían suficientemente instruidos sino después de un
prolongado estudio, y solamente en la edad en que las pasiones, más calmadas
ya, dejan al espíritu todo el vigor. Ellos pasarían, al menos todo el tiempo de
su juventud, en la ignorancia de las verdades más necesarias para la regla de
la vida.
3° Si falta la
revelación, los hombres no pueden llegar a conocer las verdades religiosas con
certeza y sin mezcla de error. La razón, aun la de los hombres más sabios, es
muy débil; duda acerca de muchas cosas. De buena fe, o maliciosamente, mezcla
sofismas a sus raciocinios. Un gran número de filósofos antiguos y
modernos, se han equivocado de la manera más grosera y se han contradicho a sí
mismos; después de haberlos oído, no se sabe a qué atenerse. Ninguno ha dado un
código de la ley moral completo, claro, cierto en sus reglas y sanción, y por
consiguiente, eficaz. Es pues, moralmente necesario que Dios hable, para que el
conocimiento de la religión sea cierto, pronto y común a todos los hombres.
Se
demuestra, además, por la historia. La historia confirma la impotencia relativa de la razón
humana. Veinte siglos de paganismo nos muestran a qué se reduce el hombre
privado de los auxilios de la revelación. Los pueblos más sabios,
los egipcios, los caldeos, los griegos y los romanos, admitían los más
monstruosos errores. Se adoraba a dioses absurdos, a animales, a árboles, a
plantas; se divinizaban los vicios; se inmolaban víctimas humanas; las leyes
autorizaban la muerte de los niños, de los esclavos, de los gladiadores. El culto
de los falsos dioses estaba manchado con indecibles infamias; la injusticia, la
tiranía, la corrupción eran profundas, y únicamente el verdadero Dios carecía
de templos y de altares.
Aun en nuestros días, donde no ha
penetrado el cristianismo, reina el paganismo con sus errores y degradaciones
morales. Lee la historia de los pueblos y civilizaciones de Asia; por todas partes, entre los persas, los chinos, los
japoneses, etc., hallarás las mismas aberraciones acerca de la divinidad y del
culto que le es debido, las mismas prácticas degradantes para la humanidad...
CONCLUSIÓN.
La revelación está, pues, muy de acuerdo con la sabiduría y la bondad divinas,
porque un Dios sabio y bueno no deja a sus criaturas privadas de los medios
convenientes para el cumplimiento de sus destinos. Tan lejos está de ser inútil
la revelación, como sostienen los racionalistas, que, al contrario, es
sumamente necesaria para que las verdades religiosas y morales sean conocidas
por todos, fácil y prontamente, con certeza y sin mezcla de error.
OBJECIÓN:
Los filósofos, los sabios ¿no podrían instruir al pueblo?
R. No;
porque para ello se necesitaría: 1°, que estuvieran de acuerdo para la
formación de un cuerpo de doctrina; 2°, que estuvieran dispuestos a instruir a
los ignorantes; 3°, que tuviera la autoridad requerida para hacerse escuchar y
para reprimir los vicios.
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