LOS
CRISTEROS
¿Quién no ve que el Decreto a que nos
referimos no tiene por fin la custodia de los derechos mencionados sino
únicamente hacer intangible y casi sagrada la Carta de Querétaro, cuya
reformabilidad reconocida por ella misma, es evidente y por mil razones ansiada
por el pueblo mejicano? ¿No es claro que dicho Decreto en vez de promover el
bien común y garantizar como manda la misma Constitución, la libertad de cultos
tiende sólo a descatolizar a Méjico y a crear al mismo Gobierno un gravísimo
problema que no tiene razón de ser dejando tristísima herencia a sus sucesores? "Por esta razón siguiendo el ejemplo
del Sumo Pontífice, ante Dios, ante la humanidad civilizada, ante la Patria y
ante la historia, protestamos contra ese Decreto. Contando con el favor de Dios
y con vuestra ayuda, trabajaremos para que dicho Decreto y los artículos
antirreligiosos de la Constitución sean reformados, y no cejaremos hasta verlo
conseguido”.
"Como dijimos en nuestra última Pastoral: Esta conducta no es
rebeldía, porque la misma Constitución abre el camino para sus reformas, y
porque es justo acatamiento a mandatos superiores a toda ley humana y una justa
defensa de legítimos derechos.
"En la imposibilidad de continuar ejerciendo el Ministerio
Sagrado según las condiciones impuestas por el Decreto citado, después de haber
consultado a Nuestro Santísimo Padre, Su Santidad Pío Xl, y obtenida su
aprobación, ordenamos que, desde el día treinta y uno de julio del presente
año, hasta que dispongamos otra cosa, se suspenda en todos los templos de la República el culto público
que exija la intervención de Sacerdote.
"Os advertimos, amados hijos que no se trata de imponeros la
gravísima pena del entredicho, sino de emplear el único medio de que disponemos
al presente, para manifestar nuestra inconformidad con los artículos
antirreligiosos de la Constitución y las leyes que los sancionan.
"No se cerrarán los templos, para que los fieles prosigan
haciendo oración en ellos. Los sacerdotes encargados de ellos, se retirarán de
los mismos para eximirse de las penas que les impone el Decreto del Ejecutivo,
quedando por lo mismo exentos de dar el aviso que exige la ley.
"Dejamos los templos a cuidado de los fieles, y estamos seguros
que ellos conservarán con toda solicitud los santuarios que heredaron de sus
mayores, o los que, a costa de sacrificios, construyeron y consagraron ellos
mismos para adorar a Dios.
"Puesto que la ley no reconoce a las escuelas católicas
primarias, las garantías necesarias para impartir la enseñanza religiosa a que
están obligadas como tales, gravamos la conciencia de los padres de familia,
para que impidan que sus hijos acudan a planteles donde peligren su fe y buenas
costumbres, y donde los textos violen la neutralidad religiosa reconocida por
la misma Constitución. Redoblen sus esfuerzos en el santuario del hogar en el
cumplimiento de la gravísima misión de educadores que Dios les ha confiado.
"Doloroso es por demás para nuestro paternal corazón, vernos
obligados a tomar determinaciones tan graves, de las cuales asumimos a
exclusiva responsabilidad. Más por lo dicho hasta aquí, comprenderéis que no
podemos observar otra línea de conducta. Fiad en nosotros, amados hijos, como
nosotros fiamos en vuestra lealtad inquebrantable. Y todos confiamos en Dios.
Esperamos mucho, dijo hace poco el Sumo Pontífice, de Nuestra Señora de
Guadalupe. A veces parece que duerme el Divino Piloto, pero siempre acude en el
momento oportuno, para consolar a los que en El confían.
"Es evidente que ni vuestra posición social, ni mandatos
recibidos, ni intereses algunos, excusarían de grave crimen ante Dios y ante
los hombres el que los católicos cooperaran a los males gravísimos que trae
consigo la aplicación de las leyes anticatólicas."
Sin embargo tampoco entonces se logró la completa uniformidad de
acción, indispensable para el éxito", disminuyendo la eficacia de la
medida extrema tomada por el Episcopado con aprobación de la Santa Sede, que se
pensaba "sirviera de estimulo al pueblo para que por los medios legales
instantemente recomendados por nosotros, trabaje para conseguir la derogación
de las leyes contra la Iglesia".
En algunas diócesis llegaron los Obispos a ciertos
entendimientos o acuerdos con los caciques locales, mediante los cuales por una
mera tolerancia, que sin derogar las leyes les permitía su relativo
incumplimiento, no suspendieron el culto público, quitando fuerza al estímulo
del pueblo y a la presión sobre la tiranía de una acción conjunta que la
obligara a la derogación de las inicuas leyes, cuando su deseo era precisamente
que se reanudara el culto sin derogarlas.
Como se había decretado, el día primero de agosto de
1926 fue suspendido en la mayor parte del país el culto público que requiriera
la intervención del sacerdote, y la tiranía hacía alegres cálculos del
porcentaje de fieles que perdería la Iglesia por cada día de suspensión del
culto público.
"La Iglesia se nos ha adelantado en nuestros proyectos, al
decidir la suspensión de cultos, nada más agradable que una medida que
favorecerá el progreso, tan deseado, de la indiferencia y de la incredulidad Tenemos al clero cogido por la garganta, y
estamos decididos a asfixiarle La
religión es un asunto inmoral que es preciso regular como la cirugía
dental."
Pero con mucho mayor fervor y asistencia que en los
años anteriores se celebraban en la Capital las peregrinaciones a la Basílica
de Guadalupe para la fiesta de Cristo Rey o de Santa María de Guadalupe. Una
gruesa columna de varios cientos de miles de fieles (la ciudad tendría entonces
un millón o millón y medio de habitantes) ocupaba toda la amplia calzada desde
la glorieta de Peralvillo hasta la Basílica, donde no se permitía permanecer
para que todos pudiesen entrar. Todo el día desfilaba la columna flanqueada por
la Policía Montada, sable en mano. El fervor y el entusiasmo de pueblo se
manifestaba en estentóreos gritos de ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de
Guadalupe! y de repulsa a la tiranía. Eran frecuentes los zafarranchos.
En todas partes, con mayor y extraordinario fervor,
el pueblo llenaba constantemente no sólo los templos, sino los atrios de los
templos, haciendo oración y penitencia, y con ansia buscaba al sacerdote, que
privadamente celebraba la Santa Misa y ejercía todos los actos de su
ministerio.
"Ni la prisión ni el exilio del clero impidieron jamás el
ejercicio del culto al menos simplificado. Coexistiendo con los sacerdotes
ocultos a la cabecera de los moribundos y las misas clandestinas, allí donde
mandaba el gobierno, había también manifestaciones especialmente solemnes y
concurridas. Durante tres años el santuario de la Virgen de Guadalupe en la
capital, y los templos de todo el país estuvieron siempre llenos. La afluencia
masiva de los fieles en la última semana de cultos, en julio de 1926, no cesó
y, en ausencia del clero, los seglares mantuvieron una presencia constante.
Cosa notable, las peregrinaciones anuales a la Guadalupana reunían tanta gente
para la fiesta de Cristo Rey como para la de la Aparición.
Celebrada en todo Méjico, la solemnidad de Cristo Rey, a pesar de
todas las dificultades suscitadas por la policía, reunía en la capital a
200,000 personas que no cesaban de desfilar durante todo el día, pidiendo a
Nuestra Señora y Madre que el reinado de Cristo se establezca en nuestra
patria, y gritando ¡Viva Cristo Rey, Viva la Virgen Morena, Viva el Papa, Viva
el arzobispo y el clero mejicano! "Durante tres años, con ocasión de las
fiestas, la afluencia de católicos fue mucho mayor que en años anteriores, y
todo el mundo pudo reconocer el sentido político de estas manifestaciones. El
pueblo ha querido mostrar al gobierno su fe ... La procesión sin curas, sin
santos, sin obispos, sin cirios, era sencillamente formidable. Era la marcha de
un pueblo.' De las seis de la mañana a las seis de la tarde desfilaban sin
cesar las delegaciones de todas las ciudades y pueblos del país, cada una
detrás de su cartel. En toda la basílica, había inscripciones proclamando ¡Viva
Cristo Rey! Mientras las fuerzas del orden vigilaban en el exterior, los
seglares aseguraban la vigilancia en el interior. La peregrinación tenía algo
de movilización... La inmensa multitud gritaba Viva Cristo Rey... el grito de
los rebeldes católicos.
"El entierro del P. Pro, fusilado el 23 de noviembre de 1927, y
el de Toral, ello de febrero de 1929, dieron ocasión a manifestaciones de masas
incontrolables, a escenas tumultuarias, seguidas de numerosas detenciones.
La vida cotidiana estaba llena de pequeñas rebeliones duramente
castigadas por el gobierno. Se necesitaba permiso especial de las autoridades
militares para vestir de luto lo cual se había convertido en el símbolo de la
protesta muda. Crespones, inscripciones, ropas se hallaban bajo la jurisdicción
de la ley, que no se atrevía sin embargo a proceder contra la multitud. También
hoy la política laica y anticlerical... se detiene a las puertas de la
Basílica... Letreros que en cualquier otro punto de la República son
considerados abiertamente revolucionarios y suenan a rebelión... ostentan en el
interior de la Basílica su grito de revuelta, sin que ningún polizonte se
arriesgue a arrancarlos: ¡Viva el Papa! ¡Viva Méjico católico! ¡Viva Cristo
Rey!" El pueblo oraba fervorosamente y aclamaba a Cristo
y a Su Santísima Madre en los mismos templos, por las calles, por las plazas y
por los campos. El culto privado se extendió profusamente. En campos, locales,
casas y oratorias particulares, incluso de miembros o servidores de la tiranía,
los sacerdotes, protegidos y ocultados por el pueblo, celebraban la Santa Misa
e impartían todos los sacramentos.
Llena de rabia satánica, se propuso también la
tiranía impedir y acabar con el culto privado, cometiendo toda clase de
atrocidades. Asesinato y prisión de sacerdotes y de seglares. Vejaciones y
despojos.
El Obispo de Colima, Mons. José Amador Velase o, y
el Arzobispo de Guadalajara, Mons. Francisco Orozco y Jiménez, sin transigir
con la tiranía, permanecieron heroicamente dentro de sus diócesis ejerciendo su
ministerio protegidos por su grey.
"El anciano Mons. Velasco, que había hecho
frente al gobierno en 1925 y que había sido el primero en ordenar la suspensión
de los cultos, no fue jamás aprehendido por el gobierno, pese a lo exiguo del
estado de Colima y al número de tropas que en él operaban. Refugiado en la
sierra del Tigre, protegido por su pueblo, protegido incluso por los agraristas
de Ahuijullo, milicianos del gobierno y enemigos de los cristeros, siguió
celebrando la misa, enseñando, confirmando y llevando la misma vida de
privaciones y de angustias que los combatientes.
"Cuando se conoce el ercarnizamiento con que el
gobierno persiguió a Mons. Orozco, cuando se piensa que su destierro fue pedido
por el presidente Portes Gil a los obispos, en el momento de establecer los
Arreglos, cabe admirarse que desde octubre de 1926 a junio de 1929 no haya
habido un gritaba Viva Cristo Rey... el grito de los rebeldes católicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario