Si tal
es Dios y tal el hombre, ¿no ves que todo los une? Dios se inclina con sus
bondades y sus tesoros, y el hombre se eleva con sus aspiraciones y
necesidades: la religión es el templo donde ambos se encuentran y abrazan.
Dios, amando al hombre y descendiendo hacia él; el hombre, llevado en las alas
de la fe, de la esperanza y del amor, remontándose hacia Dios y descansando su
corazón de Padre: he ahí su grandeza, su armonía...
La
religión sirve a Dios y sirve al hombre; y ahí tienes la razón que explica por
qué la religión jamás será destruida. Para ello sería necesario aniquilar a la
vez el infinito amor de Dios y el corazón del hombre, que se buscan y se
encontrarán siempre.
Muchos
volúmenes se han escrito y podrían escribirse sobre los beneficios de la
religión, y nunca se agotaría la materia.
2° ¿Para
qué sirve la religión? Para distinguir al hombre del animal; es la ciencia
moderna quien lo dice y lo prueba. QUATREFAGES, en su hermoso libro de La
Unidad de la Especie Humana, demuestra que dos rasgos caracterizan al reino
humano: la conciencia, fundada sobre la distinción del bien y del mal, y la
noción de Dios y de la vida futura, a lo que él llama la facultad religiosa.
Estos dos rasgos, exclusivamente propios del hombre, son del todo extraños al
animal. Un hombre no es un hombre sino porque es
religioso. Luego, los que viven sin religión se
separan de la humanidad, descienden un grado en la escala de los seres y se
clasifican a sí mismos entre los monos más o menos perfeccionados: tal
es la conclusión lógica de la ciencia.
Un
día, el ilustre Newton, presidiendo un banquete de sabios, se levantó y dijo:
“Propongo un brindis solemne y de honor por todos los hombres que creen en Dios
y que le adoran: ¡bebo a salud del género humano!”
El instinto religioso es el más profundo y más universal de la
naturaleza humana. Donde hay rasgos de hombre, hay rasgos de religión.
3° ¿Para
qué sirve la religión? Pregunta más bien, ¿para qué no sirve? Un gran
filósofo declara que la religión es el aroma de la ciencia; ¿y no es acaso el
aroma de la vida entera? Sin la religión no hay más que una felicidad: la de no
haber nacido. ¿Para qué sirve la religión? Pregúntaselo a los pobres, a los
afligidos, que encuentra en ella su consuelo; al joven, a quien preserva de las
pasiones; a la joven, a quien convierte en ángel; al soldado, a quién infunde
valor; a los obreros; a quienes hace honrados y económicos; a los habitantes de
la ciudades, a quienes guarda de la corrupción; a los labradores, a quienes
procura la felicidad en su vida sencilla y ruda.
Un
gran criminal iba a ser ejecutado. Sentado en el jergón de su calabozo,
escuchaba a un sacerdote que trataba de hacer penetrar en su alma el
arrepentimiento y la esperanza. – “¡Padre!, grita de pronto el reo, yo
soy muy culpable, pero conozco otros más culpables que yo; son aquellos que me
han hecho ignorar lo que me estáis diciendo. La religión me habría salvado: sin
ella, me he convertido en un monstruo, y ahora vedme aquí frente al patíbulo”.
A la
mañana siguiente, estando ya en el patíbulo, abrazó el sacerdote y al
crucifijo, y mostrándolos a la conmovida muchedumbre, gritó: “¡Pueblo! Aquí
tienes a tus verdaderos amigos. Crean al hombre que va a morir por haberlo
sabido demasiado tarde”.
4° ¿Para
qué sirve la religión? Ella es la égida de la familia: inspira al esposo y
al padre la dignidad y ternura; a la madre, el respeto y la abnegación; a los
hijos, el sentimiento del deber y la piedad filial.
La
religión es la salvaguardia de la sociedad: inspira a los gobernantes la
justicia en sus resoluciones; impone al pueblo el respeto a la ley y el amor a
la patria. ¿Qué sería de la sociedad sin religión? Un famoso socialista, Pedro
Leroux, nos lo va a decir:
“–
Puesto que hay en la tierra más que cosas materiales, bienes materiales, oro y
estiércol, dadme mi parte de ese oro y estiércol – tiene el derecho de decirnos
todo hombre que respira.
” –
Tienes hecha tu parte – le responde el fantasma social que tenemos hoy.
” –
Juzgo que está mal hecha – responde el hombre a su vez.
” –
Con ella te contentabas antes – dice el fantasma.
” –
Antes – insiste el hombre – había un Dios en el cielo, una gloria que ganar y
un infierno que temer. Había también en la tierra una sociedad en la cual tenía
yo mi parte, pues siendo vasallo tenía a lo menos el derecho del vasallo:
obedecer sin envilecerme. Mi amo no me mandaba sin derecho o en nombre de su
egoísmo, porque su poder se remontaba a Dios, que permitía la desigualdad en la
tierra. Teníamos una misma moral y una misma religión; en nombre de esa moral y
de esa religión, servir era mi suerte, mandar era la suya. Pero servir era
obedecer a Dios y pagar con mi abnegación a un protector en la tierra. Y si era
yo inferior en la sociedad seglar, era igual a todos en la sociedad espiritual,
que se llamaba Iglesia. Y aun esta Iglesia no era más que el vestíbulo y la
imagen de la verdadera Iglesia, de la Iglesia celestial, a la cual se dirigían
mis esperanzas y miradas...; sufría para merecer; sufría para gozar la bienaventuranza...
Tenía la oración, los sacramentos, el santo sacrificio. Tenía el
arrepentimiento y el perdón de Dios. Ahora he perdido todo eso. No puedo
esperar un cielo; ya no hay Iglesia. Me habéis enseñado que Cristo era un
impostor; no sé si existe un Dios, pero sí sé que lo que hacen las leyes creen
poco en ellas, y las hacen como si no creyesen ni poco ni mucho en su eficacia.
Lo habéis reducido todo a oro y estiércol. ¿Para qué obedecer?... Si no hay
Dios, no hay patronos; si no hay paraíso allá arriba, yo quiero mi parte en la
tierra...”.
Ahí
tienes lo que hoy se llama cuestión social. Cuestión terrible que agita al
mundo y se agrava más cada día. ¿Quién la resolverá? Los políticos parecen que
no la comprenden; los filósofos disparatan, los fusiles son impotentes; sólo
Dios puede resolverla.
La
religión previene a los pobres y a los obreros contra el lujo, los placeres y
los gastos inútiles, que son la causa primera de sus desgracias. Fomenta el
amor al trabajo, los hábitos de orden y economía, la paciencia en las
adversidades y las penas, que son la fuente de la felicidad. Inspira a los
ricos la caridad, la solicitud por los pobres, y conserva así la unión entre
las diversas clases sociales.
Un
pensador eminente, LE PLAY, que recorrió todo el mundo para estudiar la
cuestión social, después de largas observaciones declara:
1º Que
donde quiera que halló honrada la religión y observados los diez mandamientos
de la ley de Dios, florecían la familia, el trabajo, la fuerza física, las
costumbres, la prosperidad pública, la felicidad social.
2º Que
donde, por el contrario, declinan la fe religiosa y la observancia del
decálogo, allí se alteraban la moralidad, el amor al trabajo, el vigor de las
razas, la fecundidad de las familias. Allí germinaban las discordias sociales
que causan la ruina de los pueblos. Y Le Play habla aquí no como cristiano,
sino como observador imparcial y muy reposado, con columnas de números y con
pruebas palpables de todo género.
CONCLUSIÓN: – Nada es más útil que la religión.
3. La religión es buena para las
mujeres.
R. 1º ¿Y
por qué no para los hombres? Hombres y mujeres, ¿no son iguales ante Dios? ¿No
tienen la misma naturaleza, los mismos deberes, los mismos destinos? Los
hombres, ¿no son criaturas de Dios, y no deben, como las mujeres, proclamar su
adhesión al Creador? Si Dios tiene derecho a las adoraciones de las mujeres,
¿por qué no ha de tener el mismo derecho a las adoraciones de los hombres? ¿O
es porque tienes barba te crees con derecho para tratar a Dios de igual a igual?...
2º O
la religión es verdadera o es falsa. Si es verdadera, tan verdadera es y, por
lo mismo, tan buena para los hombres como para las mujeres. Si es falsa, es tan
mala para las mujeres como para los hombres, porque la mentira no es buena para
nadie.
3º La
religión es necesaria a la mujer; pero lo es más todavía para el hombre, que ha
recibido más beneficios de Dios y le debe, por consiguiente, más
agradecimiento. En una familia, el hijo mayor, por ser el más favorecido en el
reparto de los bienes patrimoniales, ¿no debe a sus padres mayor reconocimiento
y amor que los demás hijos?
El
hombre es el primero en todo: el primero en la sociedad, el primero en las
ciencias y en las artes, etc. Es conveniente, pues, que sea también el primero
en glorificar a Dios y en practicar la religión. Él es el jefe de la familia, y
ha recibido la misión de guiarla a su destino, que es Dios. ¿Acaso podría
hacerlo, si no le da ejemplos de piedad, si no marcha el primero, como un
capitán al frente de su compañía, bajo la bandera de la religión?
4º
Dirás: La religión es cuestión de sentimiento. La mujer vive con el corazón,
necesita emociones; el hombre es más positivista.
¿Y qué
cosa hay más positivista que la religión? ¿Qué cosa más real que tu existencia?
Vives, esto es positivo, y debes interrogarte para qué estás en la tierra. Tu
razón te contestará: Tú vienes de Dios, tú eres su siervo, habitas su mansión,
te calientas a los rayos de su sol, te alimentas con sus dones y no existes
sino para ejecutar sus órdenes. Él es tu Señor y Dueño. Si no quieres acatar
sus leyes, sal de su‖casa Pero, ¿adónde ir que no te encuentres en su casa?...
¿Qué pensarías de un servidor que dijera a su señor: – Yo soy alimentado y
vestido a tus expensas: muy bien. Pero no te debo obediencia y respeto; tu
mandatos son cuestión de sentimiento, buenos únicamente para tus sirvientas,
que viven del corazón?... – El lenguaje de este servidor, ¿no será un insulto a
su patrón? Si no practicas la religión, ¿no eres más criminal con respecto a Dios?
5º
¿Qué quieres de más positivo que salvar tu alma, que el cielo que merecer, que
el infierno que evitar? Para conseguirlo, ¿no es necesario vencer tus pasiones,
practicar las virtudes, cumplir, en fin con todos tus deberes? Ahora bien, nada
de esto puedes hacer sin la ayuda de la religión.
CONCLUSIÓN: – La religión es buena y necesaria para todos: Ella nos
enseña a conocer, amar y servir a Dios, que es el Dios de todos. Ella nos
conduce a cielo, que es la patria de todos. Y puesto que en el género humano el
hombre ocupa siempre el primer puesto, el debe ser también el primero en la
práctica de la religión.
Preguntaban
un día a un viejo magistrado: – ¿Por qué hay menos mujeres que hombres en las
cárceles? – la razón es, contestó, porque hay más mujeres que hombres en las
iglesias.
4. Basta ser honrado.
R. 1º Sí;
basta para evitar el patíbulo, pero no para ir al cielo. Basta ante los hombres
quizá; pero no basta ante Dios, Soberano Juez.
2º
Todo el mundo, hoy en día, pretende ser honrado. El joven que se entrega a sus
pasiones desenfrenadas, te dirá con toda seriedad: ¡Soy un hombre honrado! El
patrón que abusa de sus obreros y los obliga a trabajar el domingo, so pena de
ser despedidos, te dice: ¡Soy un hombre honrado! El obrero que no aprovecha
bien el tiempo porque trabaja a jornal, se atreve a decir que es un hombre
honrado. Todos los comerciantes se dicen honrados; y, sin embargo, los oyes
decir, quejándose unos de otros: Por todas partes no se ven más que fraudes,
injusticias, engaños. Los hombres honrados que solo temen a los gendarmes
son los partidarios de esta bella religión. ¡Qué religión tan cómoda la
religión del hombre honrado!...
3º No
tienes, dices, nada que te reproche: dominas tus pasiones y vives como Bayardo,
sin miedo ni tacha. Pues entonces eres un milagro viviente, una
verdadera maravilla; ¡es tan difícil vencer las pasiones sin el auxilio de la
religión!... Si tus debilidades y tus caídas no aparecen a la luz del sol, es
que sabes disimularlas bajo el manto de una repugnante hipocresía.
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