LOS
FUNDAMENTOS DE LA FE CATÓLICA ANTE LA RAZÓN Y LA CIENCIA
67. P.
¿Cómo manifiesta el hombre su religión?
R. Las
relaciones del hombre con Dios deben traducirse por sentimientos interiores y
por actos exteriores, que toman el nombre de culto.
El
culto es el homenaje que una criatura rinde a Dios. Consiste en el cumplimiento
de todos sus deberes religiosos.
Hay
tres clases de cultos: el culto interno, el externo y el público o social.
Estos tres cultos son necesarios.
La
religión no es una ciencia puramente teórica; no basta reconocer la grandeza de
Dios y los lazos que nos unen a Él: debe haber, de parte del hombre, un
homenaje real de adoración, de respeto y de amor hacia Dios: eso es el culto.
Debemos
honrar, respetar a todas las personas que son superiores a nosotros, ya por sus
méritos, ya por su dignidad, ya por su poder. El culto es el honor, el respeto,
la alabanza que debemos a Dios. El culto, pues, no es otra cosa que el
ejercicio o la práctica de la religión que ciertos autores definen: El culto de
Dios.
1° El
culto interno consiste en los homenajes de adoración, de amor, de sumisión que
nuestra alma ofrece a Dios, sin manifestarlos exteriormente por actos
sensibles.
Este
culto interno constituye la esencia misma de la religión; por consiguiente, es
tan necesario y tan obligatorio como la religión misma. Un homenaje exterior
cualquiera, que no dimane de los sentimientos del alma, no sería más que una
demostración hipócrita, un insulto más que un homenaje. Dios es espíritu, y
ante todo, quiere adoradores en espíritu y en verdad.
El
primer acto de culto interno es hacer todas las cosas por amor de Dios;
referirlo todo a Dios es un deber, no sólo para las almas piadosas, sino
también para todos los hombres que quieran proceder de acuerdo con las leyes de
la razón, porque ésta nos dice que, siendo servidores de Dios, debemos hacerlo
todo para su gloria.
2° El
culto externo consiste en manifestar, mediante actos religiosos y sensibles,
los sentimientos que tenemos para con Dios. Es la adoración del cuerpo, que
junta las manos, se inclina, se prosterna, se arrodilla, etc., para proclamar
que Dios es el Señor y Dueño. Así, la oración vocal, el canto de salmos e
himnos, las posturas y ademanes suplicantes, las ceremonias religiosas, los
sacrificios son actos de culto externo. Estos actos suponen los sentimientos
del alma, y son con relación a Dios, las señales de respeto y de amor que un
hijo da a su padre.
3° El
culto público no es más que el culto externo rendido a Dios, no por un simple
particular, sino por una familia, por una sociedad, por una nación. Este es el
culto social.
Ciertos
deístas pretenden elevarse por encima de las preocupaciones populares, no
aceptando más culto que el del pensamiento y del sentimiento, ni más templo que
el de la naturaleza. Tienen, según ellos, la religión en el corazón, y rechazan
como inútil todo culto externo y público. Nada más falso que esta teoría,
conforme se probará en las dos siguientes preguntas.
68. P. ¿Es necesario el culto externo?
R. Sí;
el culto externo es absolutamente necesario por varios motivos:
1° El
cuerpo es obra de Dios como el alma; es junto, por tanto, que el cuerpo tome
parte en los homenajes que el hombre tributa a Dios.
2° El
hombre debe rendir a Dios un culto conforme con su propia naturaleza; y como es
natural al hombre expresar, mediante signos sensibles, los sentimientos
interiores que experimenta, el culto externo es la expresión necesaria del
culto interno.
3° El
culto externo es un medio de sostener y desarrollar el interno. A no ser por
las exterioridades de la religión y sus prácticas, la piedad interior
desaparecería y nuestra alma no se uniría nunca a Dios.
a)
Mediante el culto externo, el hombre rinde homenaje de la Creación entera, cuyo
pontífice es. Se prosterna para adorarle, edificando iglesias, adornando
santuarios, el hombre asocia la materia al culto del espíritu y, por su
intermedio, la creación material rinde a su Criador un legítimo homenaje.
b) El
culto externo es natural al hombre. Este, como hemos visto, es un compuesto de
dos substancias, tan estrechamente unidas entre sí, que no puede experimentar
sentimientos íntimos sin manifestarlos exteriormente. La palabra, las líneas
del rostro, los gestos expresan naturalmente lo que sucede en su alma. El
hombre no puede, pues, tener verdaderos sentimientos religiosos que vayan
dirigidos a Dios, si no los manifiesta por medio de oraciones, cánticos y otros
actos sensibles. El hombre que vive sin religión exterior, demuestra, por eso
mismo, que carece de ella en su corazón. ¿Qué hijo, penetrado de amor y de
respeto para con sus padres, no manifiesta su piedad filial?...
c) Hay
más todavía: el culto externo es un medio eficaz para desarrollar el culto
interno. El alma, unida al cuerpo, lucha con grandísimas dificultades para
elevarse a las cosas espirituales sin el concurso de las cosas sensibles. Ella
recibe las impresiones de lo exterior por conducto de los sentidos. La belleza
de las ceremonias, los emblemas, el canto, etc., contribuyen a despertar y avivar
los sentimientos de religión. Que un hombre deje de arrodillarse ante Dios, que
omita la oración vocal, que no frecuenta la iglesia, y bien pronto dejará de
tener religión en su alma. Lo averigua la experiencia. Con razón se ha dicho:
“Querer reducir la religión a lo puramente espiritual, es querer relegarla a un
mundo imaginario”.
69. P.
¿Es necesario el culto público?
R. Sí;
es culto público es necesario.
1°
Dios es el Creador, el Conservador y el dueño de las sociedades y de los
individuos. Por estos títulos, las sociedades le deben homenaje social y, por
consiguiente, público de sumisión.
2º El
culto público es necesario para dar a los pueblos una idea elevada de la
religión y de los deberes que impone.
3º Es
un medio poderoso para conservar y aumentar en todos los hombres el amor a la
religión. El ejemplo arrastra, y nada es tan eficaz como el culto público para
hacer popular la religión.
Fuera
de eso, el género humano ha reconocido siempre la necesidad del culto público,
como lo prueban las fiestas, los templos, los altares establecidos en todos los
pueblos.
1º
Dios ha hecho al hombre sociable; no vive, ni crece, ni se conserva sino en la
sociedad. Sus necesidades, sus facultades, sus inclinaciones, todo en el hombre
justifica estas palabras del Creador: No es bueno que el hombre esté solo. De
ahí la institución de la familia o sociedad doméstica; y también la de la
sociedad civil que no es otra cosa que la prolongación de la familia. Un
particular debe adorar a Dios en su corazón y expresar, mediante actos
exteriores, los sentimientos de su alma: su naturaleza lo requiere así. Cada
sociedad, compuesta de un cierto número de individuos a los cuales de entre sí,
constituye una persona moral, que tiene sus deberes para con Dios, puesto que
de Él depende, como el individuo. Es la divina Providencia la que forma y
dirige las familias y las sociedades, y las eleva o las deprime, según sean
fieles o no a las leyes divinas. Necesita, pues, la sociedad de un culto
público o social para dar gracias a Dios por los bienes que sus miembros
reciben en común: el estado social del hombre lo pide.
2º Sin
el culto público, Dios no recibe el debido honor, y los hombres no comprenden
la importancia de la religión. En la sociedad civil, para infundir respeto a la
autoridad, se emplea el culto civil. Cuando el Jefe de Estado pasa por una
ciudad, se levantan arcos de triunfo, flotan las banderas al aire, las bandas
ejecutan marchas, lo jefes militares, vestidos de brillantes uniformes, van a
saludar al gobernante, y las muchedumbres le aclaman Pues bien, el primer Jefe
de Estado, el Soberano de los soberanos es Dios. ¿Podrá el hombre negarle
aquellos homenajes públicos y solemnes que rinde a sus representantes en la
tierra? No, no; el culto público es necesario.
3º El
culto público es el medio más eficaz para desarrollar los sentimientos
religiosos. Suprimid en el hogar doméstico la oración en común, las buenas
lecturas, el canto de plegarias, gozos e himnos, las imágenes sagradas, etc., y
muy pronto los miembros de la familia dejarán de pensar en Dios. Entonces, el
hijo pierde el respeto al padre; la hija a la madre; la unión, los afectos y
atenciones mutuos dejan de existir ¡Qué triste y desgraciada es una familia sin
religión!...
En la
sociedad civil, ¿hay
algo más conmovedor que ver reunidos en torno del mismo altar a los gobernantes
y a los gobernados, a los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres,
formando una sola familia, arrodillada, delante del mismo padre?...
El ejemplo ejerce una gran influencia y es soberanamente eficaz para excitar en
alma el pensamiento y el amor de Dios.
Suprimid
las iglesias, las asambleas, las fiestas, la solemne voz de la campana, las
cruces erigidas en las plazas, y millones de hombres ya no verán nada que les
obligue a decir: He aquí a tus hermanos que piensan en Dios; es menester que tú
también pienses en Él. ¡Qué distinta una parroquia piadosa, de un barrio impío,
donde nada recuerda a Dios y su culto!...
Si prescindís del culto público,
¿de qué medio te valdréis para movilizar a las masas? Del teatro, de los clubs,
de los cafés, de los lugares de orgías cerrad las iglesias y las capillas, y en
seguida os veréis obligados a construir cárceles. Desterrad la religión de las
calles y plazas públicas, prohibiendo las procesiones, y no tardarán en verse
frecuentadas por otras procesiones de gentes que, por cierto, no es santa El
culto público, por consiguiente, no es tan sólo un deber, sino también una
cuestión de vida o muerte para la sociedad doméstica o civil.
70. P.
¿Qué se necesita para el culto externo y público?
R.
Para el culto externo y público se necesitan la oración, los edificios
sagrados, las ceremonias, un sacerdocio y días consagrados al culto. Estos
cinco elementos se hallan en todos los pueblos.
1º Se
necesita de la oración. Ella es una parte esencial del culto: con la oración se
adora a Dios, se le alaba, se le dan gracias, se le ama, se le implora. De esta
suerte, la oración incluye el ejercicio de las más excelentes virtudes: la fe,
la esperanza, la caridad, la humildad, la confianza, la oración honra todas las
perfecciones divinas: el poder, la sabiduría, la bondad de Dios. La oración es
la primera necesidad de nuestra flaqueza, el primer grito del dolor y de la
desgracia. Es un instinto que Dios ha puesto en nosotros; el mundo ha rezado
siempre, y a pesar de los sofismas de la impiedad, el mundo no dejará nunca de
rezar. Nunca el hombre es tan grande como cuando se anonada ante el Creador
para rendirle homenaje e implorar su socorro.
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