ESTE ES EL LEGADO QUE DEJAMOS A NUESTROS HIJOS
QUE LE HABLE EL PUEBLO
La persecución que en estos momentos clava sus iras
sobre la conciencia nacional ha venido, por una parte, a hacer ver que la
situación legal en que nos encontramos colocados los católicos en nuestro país
es desesperante y por otra parte a ofrecernos una brillantísima oportunidad de
manifestar clara, expresa, terminante y ostensiblemente, nuestro desacuerdo con
los artículos sectarios de la actual Comisión Federal. Difícilmente volverá a
presentarse un momento tan adecuado como el presente, para que todos los rumbos
de nuestro país, de todos los rincones de nuestra Patria, se alce y hable la
opinión pública, la opinión del verdadero pueblo, la opinión de la grande, de
la aplastante mayoría que no pudo estar, ni estuvo presente el día en que se
dictaron esos artículos y que, porque permanece cristiana, fiel a la Iglesia,
adherida a Cristo, rechaza las trabas, las mordazas y los grilletes
constitucionales con que se tortura a la libertad religiosa en todos sus
aspectos y manifestaciones.
Y si fue y es imposible que la conciencia nacional
penetre a las cámaras legislativas para decir su criterio y para consagrar su
libertad, está abierta la vía ancha de la publicidad en sus múltiples formas,
para que todos los católicos demuestren que la mayoría decisiva de los
habitantes de nuestra Patria reprueban los artículos constitucionales en que se
consagran la esclavitud de la Iglesia Católica y la ignominia de la libertad de
conciencia.
Siempre será tiempo de que la conciencia nacional dé
expresa, clara y ostensiblemente su opinión acerca de este asunto de capital
interés; pero la situación creada por los últimos golpes asestados por las
persecuciones es de tal manera oportuna, que será muy difícil que se presente
una ocasión tan propicia como la presente. La
Liga Nacional de Defensa Religiosa ha promovido la noble labor de que en
fórmulas breves y calzadas con las firmas de los católicos se manifieste la
opinión popular acerca de la libertad religiosa en relación con los artículos
constitucionales que la acogotaban y la maniatan y la amordazan. Debe, por
tanto, despertarse un vivo entusiasmo por esta empresa y debe trabajar cada
católico, en la mayor medida posible, por conseguir que muy pronto sepan todos
los revolucionarios, si es que lo ignoran; los protestantes, si es que ya lo
olvidaron; los masones, si es que nunca lo han sabido y todos los pueblos de la
tierra, que México, a pesar de todas las persecuciones, a pesar de todos los
esfuerzos que hacen y se han hecho para arrancarle a Cristo y a la Iglesia del
corazón, continúa siendo discípulo de Jesús, y sobre todo, rechaza, reprueba
las leyes en que se consagra y se ha consagrado en nuestro país la guerra a la
conciencia nacional y la persecución permanente e implacable de la libertad
religiosa. Téngase entendido que si hoy, que los hechos piden a gritos que se
externe franca y ostensiblemente la opinión de los católicos acerca de este
asunto, no se hace oír clamorosa y fuerte la opinión, más tarde será difícil
encontrar una ocasión más propicia y más adecuada.
Los actuales gobernantes de nuestra asolada Patria no
difieren en nada de aquellos parias solo que ahora utilizan métodos más “modernos”
que al final es la misma barbarie de antes y más crueles. Siempre les echamos
la culpa a ellos, pero también nosotros tenemos la culpa de todo esto porque,
como dice el dicho: “Todo pueblo tiene los gobernantes que se merece” Nuestra inacción,
nuestra comodidad, nuestra apatía y otros tantos bichos raros nos han arruinado
y siempre lanzamos esa maldita muletilla cuando ellos hacen algo que nos duele.
“Que le vamos a hacer” frase donde se ve una claudicación cómplice de aquellos
que desgarran nuestra Patria, este es el futuro que les dejan a sus hijos, la
verdad que triste futuro.
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