TIEMPO DE CUARESMA
Del miércoles de Ceniza hasta el domingo de Pasión
“Memento
homo quia pulvis est et in pulverent reverteris” son las palabras con las
cuales se abre la cuaresma dignas de ser meditadas porque al fin y acabo que es
el hombre sino un poco de barro así nos lo recuerda el Génesis cuando Dios
dijo: “Y formo Yahavé Dios al hombre del polvo de la tierra e insuflo en sus
narices aliento de vida de modo que el hombre vino a ser alma viviente” (Gen.
II, vers. 7) Este es nuestro origen dicho tan solo por pocas palabras de Dios
quien tiene fe con esto es suficiente quien no la tiene no habrá argumento
alguno que lo sacie respecto a origen del hombre. La soberbia humana encuentra
en estas palabras un muro infranqueable, pero la humildad un refugio seguro
porque Dios, en su infinita bondad, lo hace descender hasta su origen en donde
no hay forma alguna pues es Dios mismo quien plasma, como un alfarero, su obra
maestra insuflando en ella lo que le es común con el hombre cuando dijo en otro
lugar: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” es que esta semejanza
se encuentra en la materia que fue tomada del barro? No por cierto. Cuando las
Sagradas Letras dicen “insuflo en el aliento de vida”, es decir, un alma
inmortal e inteligente como lo es Él. Todo esto se compendia en el domingo de
septuagésima, pero hay algo más que es como la parte trágica de la vida del
hombre sobre la tierra, EL PECADO ORIGINAL por él, el hombre se redujo del estado de hijo de
Dios a esclavo, del paraíso al degradado mundo que el mismo hombre forjo con su
desobediencia, fue arrojado de las delicias del paraíso a la aridez de la
tierra, del gozo al sufrimiento y así sucesivamente hasta el día de hoy y hasta
el fin del mundo.
Los
grandes teólogos como San Buenaventura decían que si el hombre no hubiese
pecado viviría un tiempo en el paraíso y luego sería trasladado al cielo
directamente, pero Santo Tomas no es de este sentir y su único argumento es la
Sagrada Escritura en aquellos pasajes, que luego citaremos, en donde Adán
recibe su castigo por su gravísima falta y, además, dice que sin él no habría necesidad
que la segunda persona de la trinidad se encarnase por donde ve más
conveniente, conforme al plan divino, la venida de la segunda persona de la
Trinidad Augusta, pero por este pecado entraron en el mudo todas las
calamidades y miserias cuyo fin es la muerte.
Cuál sería
la condición del género humano si Adán con humildad y sencillez hubiese pedido
perdón por su pecado? No lo sabemos. Pero seguro que no sería tan duro el
castigo sino más benévolo, pero no fue así por desgracia. Nuestro Buen Dios
esperaba esa actitud de humildad? Si con certeza porque lo vemos con el rey
David, pero no sucedió en Adán quien mas bien quiso echar su culpa en la mujer,
este es el dialogo entre Nuestro Buen Dios y Adán después de cometer el
horrible pecado: “Oyeron a Yahavé, que se pasaba por el jardín al fresco del día,
y se escondieron de Yahavé Dios el hombre y la mujer, en medio de la arboleda
del jardín” Dios con paternal voz, como lo solía hacer todos los días, llamo a Adán:
“¿donde estas? Y esta fue la triste respuesta: “Te he oído en el jardín, y
temeroso porque estaba desnudo me escondí” ¡Oh respuesta tan descompasada! Y
¡Oh castigo tan justo¡ El orden de este castigo se inicia con la maldición de
la serpiente o demonio de donde conviene citar solo estas palabras proféticas
que se cumplieron en su momento: “Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer entre tu linaje
y el suyo: este te aplastara la cabeza y tu acecharas el calcañar”
y a la mujer le dijo: “Multiplicare los trabajos de tus preñeces. Parirás con
dolor los hijos y buscaras con ardor a tu marido. Que te dominara” y a Adán le cayó
la sentencia: “Por haber escuchado a la mujer comiendo del árbol que te prohibí
comer, diciéndote no comas de él: Por ti será maldita la tierra: Con trabajos comerás
de ella todo el tiempo de tu vida. Te dará espinas y abrojos y comerás de las hierbas
del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan. Hasta que vuelvas a la tierra pues de
ella has sido tomado”. Bienvenida lechuga, bienvenida espinaca,
y todas las verduras conocidas, gracias Adán por la triste condición en la cual
nos dejaste.
San Agustín
comentado comentando estas palabras: “Dio también a su marido” dice: Han de
excluirse todas las teorías modernas que consideran este primer pecado como un
pecado de niño irresponsable o un pecado de magia, o un pecado sexual, toda la
tradición lo toma como un acto de desobediencia de Eva precedió a la de Adán,
no hay duda que este es la causa primera del pecado original y es la cusa
primera de la generación”. Santo Tomas y muchos teólogos opinan que, a pesar de
la caída de Eva, no habría habido trasmisión del pecado original si Adán no
hubiera pecado. Aquí comienza el drama del genero humano, que se
desarrolla de pecado en pecado hasta el último pecado del último hombre solo
interrumpido por el entreacto de la redención prometida por Nuestro Señor como
ya lo hemos visto en esa formidable profesa en donde nos propone la cura a este
veneno mortífero del demonio en forma de serpiente y ese día se restauraran
todas las cosas en el divino Salvador.
Siguiendo
con nuestro comentario después de este pequeño paréntesis, de dos dolores nos
hablan las Escrituras Sagradas: el pecado es el Dolor de Dios su consecuencia
el dolor del hombre. El pecado es el dolor de Dios. El pecado nos aleja de Dios
el dolor nos acerca a ÉL, el pecado es separación de Dios, el dolor, unión con
Él.
Finalmente,
como lo dijimos más arriba, brilla aquí el primer rayo de luz después de la
caída del hombre. El corazón paternal de Dios tiene preparada una salida, tan
compasiva como insospechada: la futura reparación y salvación por medio de un
nuevo Adán Jesucristo.
Es
este momento crucial al que nos debemos preparar para obtener esa enorme gracia
de ver nuestras almas redimidas de todos nuestros pecados con la sangre del
cordero inmaculado que se inmolo una vez y para siempre en el madero de la
cruz.
Septuagésima
cumplió con su parte, el tiempo de cuaresma debe acercarnos con corazón
contrito y humillado a al tiempo de Pasión y este ultimo nos va a asociar a la
obra redentora por medio del espíritu de penitencia con una asociación efectiva
unida al ayuno y las otras prácticas penitenciales siempre y cuando dichas prácticas
penitenciales extras estén aprobadas por los directores espirituales que son
los sacerdotes fuera de esta aprobación la penitencia llevada motu proprio nos
puede conducir a la soberbia. También entran dentro de este orden las
privaciones que no están descritas por la Iglesia y es competencia del
sacerdote aprobarlas o desaconsejarlas.
Paralelamente
a estos esfuerzos que pide la Iglesia de cada uno de nosotros, ella, por su
parte, levanta ante Dios la cruz, de Cristo, el Cordero divino que carga con
los pecados de los hombres y que es verdadero precio de nuestra redención. A
medida que se acerque la semana santa, irá poco a poco predominando el
pensamiento de la Pasión hasta absorber toda nuestra atención. Pero ya está
presente desde el principio de Cuaresma y por eso, en unión con los
sufrimientos de Cristo, todo el ejército cristiano se alista en la «santa
cuarentena» y camina hacia Pascua con la alegre certidumbre de participar de su
resurrección.
Acordémonos, pues, que no estamos solos ni somos
los únicos que entramos en la Cuaresma. La Iglesia pone en juego todo el
misterio de la redención. Formamos parte de un gran conjunto, en el que somos
solidarios de toda la humanidad rescatada por Cristo, aunque no toda la
aproveche. La liturgia del Tiempo no dejará de recordárnoslo. En los maitines, las
lectura del Antiguo Testamento, comenzada en Septuagésima, continúa
describiendo, por grandes etapas, la historia del pueblo judío, en que aparecen
los designios dé DIOS sobre la salvación de todo el género humano. Esaú es
descartado en provecho de su hermano: ya no es la descendencia carnal la que
hace elegidos, sino la elección de la gracia, extendida a todas las naciones,
José, vendido por sus hermanos y salvador de Egipto, es Jesús que salva al
mundo después de ser rechazado y traicionado por los suyos; Moisés, que arranca
a su pueblo de la esclavitud y le lleva hacia la tierra de promisión, es Jesús
que nos libra de la cautividad del pecado y nos abre las puertas del cielo. Los
evangelios, por su parte, no son menos significativos: el relato de la
tentación de Jesús muestra al segundo Adán, nuevo jefe de la humanidad, en
lucha también él con las astucias de Satanás, a quien aplasta con su poder
divino; la parábola del hombre armado, a quien arroja del dominio que tenía
usurpado otro más fuerte que él, es una afirmación de la victoria de Cristo.
He ahí el sentido de nuestra Cuaresma. Es un Tiempo
de ahondamiento, en unión con toda la Iglesia, que se prepara a la celebración
del misterio pascual. Cada año, con un nuevo esfuerzo, vuelve a emprender el
pueblo cristiano, en pos de su jefe, Cristo, la lucha contra el mal, contra
Satanás y el hombre de pecado que todos llevamos dentro de nosotros mismos,
para lograr en Pascua una renovación de vida en las mismas fuentes de la vida
divina y proseguir y caminar hacia el cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario