CAPITULO III.
Nombre
de María.
MARÍA significa
estrella del mar, mar amargo, señora exaltada ó ilustrada. Procuremos
que nuestras almas sean Marías, es decir, antorchas, por nuestros
buenos ejemplos, y ayudemos con nuestras oraciones á los demás á llegar al
puerto de salvación. Seamos también mares, para recibir las amplias
bendiciones que Dios comunica á las almas que se dedican á su servicio; pero
seamos mares amargos, recibiendo y devorando todas las dificultades que se
encuentran en el ejercicio de la vida espiritual. Sean también nuestras almas señoras
exaltadas, por haber mortificado excelentemente nuestras pasiones y
apetitos, nuestros sentidos é inclinaciones, mandándoles con imperio absoluto;
sean ilustradas con la luz celestial, é ilustradoras por
una verdadera humildad y mortificación. Con muy justa razón Nuestra Señora
lleva en su nombre de María, la significación de estrella del mar ó estrella de
la mañana. La estrella del mar, es la estrella del polo, hacia la que se dirije
siempre la aguja marina, y por ella son guiados los navegantes en el mar y conocen
el rumbo de su navegación. Cada uno sabe que todos los antiguos Padres de la
Iglesia, y aun los Patriarcas y Profetas, han mirado á esta divina Estrella, la
Santísima Virgen, y con su favor, han llevado todos á cabo su navegación. Ella
ha sido siempre la estrella polar y el puerto favorable de todos los hombres
que han navegado en las ondas del mar de este miserable mundo, evitando por su
medio los naufragios ordinarios, y caer en los escollos y precipicios del
pecado. Ella es también la hermosa estrella matutina, que nos ha traído las
graciosas nuevas de la venida del Sol de Justicia.
Así pues, con muy justo
título la Santísima Virgen lleva en su nombre la significación de estrella;
porque así como las estrellas producen su luz virginalmente, sin recibir ningún
detrimento y apareciendo más hermosas á nuestra vista; así también, nuestra
Señora ha producido aquella luz eterna, su benditísimo Hijo, sin recibir ningún
detrimento en su virginal pureza; habiendo sin embargo esta diferencia, que
ella ha producido aquella Luz sin esfuerzo, movimiento, ni violencia alguna, lo
que no hacen las estrellas, pues parece que ellas producen su luz por
movimiento y con alguna violencia y esfuerzo. Oh Dios mío! cuán grande es mi
deseo de tener fijos mis ojos en esa hermosa Estrella durante mi navegación!
Bien resuelto estoy á no querer más corazón que el que me dé esa dulce Madre de
los corazones, esa Madre del amor. Mirémosla pues; invoquémosla; á su favor nuestro navío llegará al puerto, sin
fractura y sin naufragio.
{Sermón para el día
de Sta. María Magdalena. —Sermón para la víspera de la Natividad del Señor. —Cartas.)
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