24 DE DICIEMBRE
LA VIGILIA DE NAVIDAD
Por fin, dice San Pedro
Damiano en su Sermón para este día, "henos ya llegados de la alta mar al
puerto, de la promesa a la realidad, de la desesperación a la confianza, del
trabajo al descanso, del destierro a la patria. Se habían venido sucediendo los
mensajeros de la divina promesa, pero sólo traían consigo la renovación de esa
misma promesa. Por esta razón el Salmista se había ya dejado dominar del sueño,
de suerte que los últimos acentos de su lira patentizan la tardanza del Señor. Nos
has rechazado, decía, nos has abandonado; y has aplazado la venida de
tu Ungido. (Salmo LXXXVIII.) Después, pasando de la queja a la audacia, había
exclamado con voz imperiosa: ¡Manifiéstate, pues, Tú, que te sientas
sobre los Querubines! (Salmo LXXIX.) Sentado sobre el trono de tu poderío,
rodeado de batallones de Ángeles voladores, ¿desdeñarás posar tu mirada sobre
los hijos de los hombres, víctimas, es cierto del pecado cometido por Adán, pero
por Ti permitido? Acuérdate de nuestra naturaleza creada a tu semejanza; porque
aunque es cierto que todo mortal es vanidad, pero no en cuanto es tu imagen. Deja,
pues, las alturas y baja; inclina los cielos de tu piedad sobre los
desgraciados que te suplican y no los olvides eternamente." "Isaías a
su vez, en el ímpetu de sus deseos, exclamaba: Por Sión no me callaré, y por
Jerusalén no descansaré hasta que se levante en esplendor el Justo esperado.
Rasga, pues, los cielos y baja." Finalmente, todos los Profetas,
cansados de tanto esperar, continuaron lanzando sus súplicas, gemidos, y hasta
a veces, sus gritos de impaciencia. Ya hemos oído y repetido bastante tiempo
sus palabras; es hora de que se retiren; para nosotros no hay alegría ni
consuelo hasta que el Salvador, honrándonos con el beso de su boca, nos diga él
mismo en persona: Habéis sido escuchados. Mas ¿qué es lo que
acabamos de oír? Santificaos, oh hijos de Israel, y estad preparados; porque
mañana descenderá el Señor. Sólo lo que queda de este día, y a penas media
noche, nos separan ya de la gloriosa visita, y nos ocultan todavía al Hijo de
Dios y su admirable Nacimiento. Daos prisa, horas veloces; terminad pronto vuestra
carrera, para que podamos ver cuanto antes al Hijo de Dios en la cuna, y honrar
esa Natividad, que es la salvación del mundo. Yo supongo, hermanos míos, que
sois verdaderos hijos de Israel, y estáis purificados de todas las impurezas de
la carne y del espíritu, bien preparados para los misterios de mañana,
impacientes por dar muestras de vuestra devoción. Al menos así lo puedo esperar,
dado como habéis pasado los días dedicados a la preparación del Advenimiento
del Hijo de Dios. Pero si, a pesar de todo, hubiesen caldo en vuestro corazón
algunas gotas del vaho de la corrupción, apresuraos hoy a secarlas y cubrirlas
con el blanco lienzo de la confesión. Yo os lo garantizo de la bondad del Niño que
va a nacer; quien confesare contrito su pecado, merecerá que la Luz del mundo
nazca en él; se desvanecerán las falaces tinieblas y le será comunicado el
verdadero esplendor. Porque ¿cómo se había de negar misericordia a los
desgraciados, la noche en que nace el Señor misericordioso? Abatid, pues, el
orgullo de vuestras miradas, la osadía de vuestra lengua, la crueldad de
vuestras manos, la sensualidad de vuestros deseos; apartad vuestros pies de la
veredas tortuosas, y luego venid y ved si el Señor no rasga esta noche los
cielos y desciende hasta vosotros y arroja todos vuestros pecados al fondo del
mar. Este santo día es, en efecto, un día de gracia y de esperanza, y debemos
pasarlo en santa alegría. La Iglesia, haciendo caso omiso de sus costumbres
habituales, quiere que, si la Vigilia de Navidad cae en domingo, el Oficio y la
Misa de la Vigilia prevalezcan contra el Oficio y la Misa del cuarto domingo de
Adviento; tan solemnes la parecen estas últimas horas que preceden
inmediatamente al Nacimiento del Señor. En las demás fiestas, por importantes
que sean, sólo comienza la solemnidad en las primeras Vísperas; hasta ellas la
Iglesia guarda silencio, celebrando los Oficios divinos y la Misa según el rito
cuaresmal. Hoy, por el contrario, comienza ya la gran fiesta desde el amanecer,
en el Oficio de Laudes. La entonación solemne de este Oficio nos anuncia un
rito doble, cantándose las antífonas antes y después de cada salmo o cántico.
En la Misa, aunque se conserva el color morado, no hay que estar de rodillas
como en las demás ferias de Adviento, ni tampoco hay más que una sola Colecta
en vez de tres que se suelen decir en una Misa menos solemne. Participemos del
espíritu de la santa Iglesia y preparémonos con el corazón rebosante de alegría
a salir al encuentro del Salvador, que viene a nosotros. Practiquemos con
fidelidad el ayuno que aligerará nuestros cuerpos y facilitará nuestra marcha;
pensemos ya desde la madrugada que no volveremos a acostarnos sin haber visto
nacer, en una hora sagrada, al que viene a iluminar a todas las criaturas;
porque es obligación de todo fiel hijo de la Iglesia Católica, celebrar con
ella esta feliz noche en la que todo el mundo, a pesar del enfriamiento de la
piedad, honra todavía la venida de su Salvador, como último rescoldo de la
piedad antigua, que no se habría de apagar sin gran perjuicio para la tierra. Repasemos
en espíritu de oración las partes principales del Oficio de esta Vigilia. Primeramente,
la santa Iglesia comienza por una llamada de atención que sirve de Invitatorio
en Maitines, y de Introito y Gradual en la Misa. Son las palabras de Moisés al
anunciar al pueblo el celestial Maná que Dios le ha de enviar al día siguiente.
También nosotros esperamos nuestro Maná, Jesucristo, Pan de vida, que va a
nacer en Belén, la Casa del Pan.
INVITATORIO
Hoy sabréis que vendrá el Señor; y desde mañana veréis su gloria. Los
Responsorios rebosan majestad y dulzura. Nada más lírico y emocionante que su
melodía, en esta noche que precede a la noche misma en que el Señor ha de venir
personalmente:
R. Santifícaos hoy, y
estad preparados: porque mañana veréis la majestad de Dios en medio de
vosotros.
V.Hoy sabréis que vendrá
el Señor; y mañana veréis la majestad de Dios en medio de vosotros.
†
R.Permaneced constantes:
veréis venir sobre vosotros la ayuda del Señor. ¡Oh Judea y Jerusalén, no temáis!:
V. Mañana seréis liberadas
y el Señor estará con vosotras, Santificaos, hijos de Israel, y estad preparados. Mañana seréis liberados y el
Señor estará con vosotros.
†
R.Santificaos, hijos de
Israel, dice el Señor; porque mañana bajará el Señor. Y quitará de vosotros toda languidez.
V.Mañana será borrada la
iniquidad de la tierra; y reinará sobre nosotros el
Salvador del mundo. Y quitará de
vosotros toda languidez.
†
En los Cabildos y
Monasterios se hace este día durante el Oficio de Prima y con una solemnidad
extraordinaria el anuncio de la fiesta de Navidad. El Lector, que deberá ser
una de las dignidades del coro, canta en un tono majestuoso el siguiente trozo
del Martirologio, oído en pie por los asistentes, hasta el momento en que la
voz del Lector deja oír el nombre de Belén. Entonces se arrojan todos por
tierra hasta que ha terminado completamente el pregón de la buena nueva.
EL OCHO DE
LAS CALENDAS DE ENERO
El año de la creación del
mundo, cuando al principio creó Dios el cielo y la tierra, cinco mil ciento noventa
y nueve: del diluvio, año dos mil novecientos cincuenta y siete: del
nacimiento de Abraham, el año dos mil quince: de Moisés y de la salida
del pueblo de Israel de Egipto, el año mil quinientos diez: de la unción
del rey David, el año mil treinta y dos: en la semana sesenta y cinco,
según la profecía de Daniel: en la Olimpíada ciento noventa y cuatro: de
la fundación de Roma, el año setecientos cincuenta y dos: de Octavio
Augusto, el año cuarenta y dos: estando en paz todo el universo: en la
sexta edad del mundo: Jesucristo, Dios eterno e Hijo del Padre eterno,
queriendo consagrar al mundo con su misericordiosísima venida, habiendo
sido concebido del Espíritu Santo, y habiendo transcurrido nueve meses
después de la concepción. en belén de
judea nace hecho hombre, de la virgen maría:
¡La natividad
de nuestro señor Jesucristo según la carne!
Delante de nosotros han
ido desfilando sucesivamente todas las generaciones'. Se han callado cuando las
hemos preguntado si habían visto pasar al que nosotros esperamos, hasta que habiéndose
oído el nombre de María, ha sido proclamada la Natividad de Jesucristo, Hijo de Dios, hecho hombre. "Una voz de alegría ha resonado en nuestra tierra,
dice a este propósito San Bernardo en su primer Sermón sobre la Vigilia de
Navidad; una voz de triunfo y de salvación en las tiendas de los pecadores.
Acabamos de oír una dulce palabra, una palabra de consuelo, una frase llena de
encanto, digna de ser recogida con el más solícito cuidado. Montañas, haced
resonar las alabanzas; aplaudid, árboles del bosque, a la vista del Señor;
porque he aquí que viene. Escuchad, oh cielos; atiende, oh tierra; pasmaos y cantad
loores, oh criaturas; pero sobre todo tú, oh hombre: ¡JESUCRISTO, HIJO DE DIOS,
NACE EN BELÉN DE JUDEA! ¿Qué corazón, por muy de piedra que fuere, qué alma no
se derrite al oír estas palabras? ¿Hay noticia más dulce? ¿Hay pregón más
deleitoso? ¿se oyó nunca cosa semejante? ¿Recibió jamás el mundo algún don
parecido? JESUCRISTO, HIJO DE DIOS, NACE EN BELÉN DE JUDEA. ¡Oh breve frase que
nos anuncia al Verbo del Salvador anonadado!
¡Cuán cargada estás de dulzura! EJ encanto de una suavidad tan meliflua nos
invita a comentarla; pero faltan las palabras. Es, en efecto, de tal condición
la gracia de esta frase, que, si trato de cambiar una iota, disminuyo su sabor:
JESUCRISTO, HIJO DE DIOS, NACE EN BELÉN DE JUDEA. "
M I S A
INTROITO
Hoy sabréis que viene el
Señor, y nos salvará; y mañana veréis su gloria. Salmo:
Del Señor es la tierra y su plenitud: el orbe de las tierras y todos
cuantos habitan en él. — T. Gloria.
En la Colecta, parece
todavía preocupada la Iglesia de la venida de Cristo Juez: pero es la última
vez que hará alusión a este postrer Advenimiento. En adelante se entregará
completamente a este Rey pacífico, a este Esposo, que viene a ella; sus hijos
deben imitar su confianza.
ORACION Oremos. ¡Oh Dios! que nos alegras con
la anual expectación de la fiesta de nuestra redención; haz que, así
como recibimos ahora gozosos a tu Unigénito como Redentor, así veamos
después sin temor volver como Juez a Nuestro Señor Jesucristo. El cual
vive contigo.
En la Epístola, el Apóstol
San Pablo, dirigiéndose a los Romanos, les anuncia la grandeza y santidad del Evangelio,
es decir, de la truena Nueva que los Ángeles harán resonar en
la noche próxima. Ahora bien, el protagonista del Evangelio no es otro
sino el Hijo de Dios, de la raza de David según la carne, y que viene para ser en la Iglesia el principio de la
gracia y del Apostolado, medios por los que somos también nosotros asociados a
las alegrías de tan excelso Misterio después de tantos siglos pasados.
EPISTOLA
Lección de la Epístola del Apóstol S.
Pablo a los Romanos (I, 1-4.)
Pablo, siervo de
Jesucristo, llamado Apóstol, separado para el Evangelio de Dios, que antes
había prometido por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo,
Nuestro Señor Jesucristo, hecho de la simiente de David,
según la carne, y predestinado para Hijo de Dios en poder, según el
espíritu de santificación, por su resurrección de entre los muertos. Por El
hemos recibido la gracia y el apostolado, para poder predicar la fe,
en virtud de su nombre, a todos los pueblos, entre los cuales estáis
también vosotros, los llamados de Nuestro Señor Jesucristo.
GRADUAL
Hoy sabréis que viene el Señor, y nos salvará: y mañana veréis su gloria. — J. Tú, que riges a Israel, atiende: tú, que conduces a José como una oveja; tú, que te sientas sobre los Querubines, muéstrate ante Efraín, Benjamín y Manasés.
Hoy sabréis que viene el Señor, y nos salvará: y mañana veréis su gloria. — J. Tú, que riges a Israel, atiende: tú, que conduces a José como una oveja; tú, que te sientas sobre los Querubines, muéstrate ante Efraín, Benjamín y Manasés.
Si la Vigilia cae en Domingo,
se dice también el siguiente.
ALELUYA
Aleluya, aleluya. — Mañana será borrada la iniquidad de la tierra: y reinará sobre nosotros el Salvador del mundo. Aleluya.
Aleluya, aleluya. — Mañana será borrada la iniquidad de la tierra: y reinará sobre nosotros el Salvador del mundo. Aleluya.
En el Evangelio de esta
Misa nos cuenta San Mateo la inquietud de San José y la visión del Ángel. Era
conveniente que no pasase desapercibida en la Liturgia esta historia, uno de
los preludios del Nacimiento del Salvador. Hasta ahora no se había ofrecido
momento oportuno para presentarla. Por otra parte, esta lectura es muy propia
de la Vigilia de Navidad a causa de las palabras del Angel, señalando el nombre
de Jesús que se ha de imponer al Hijo de la Virgen, y anunciando que
este maravilloso niño salvará a su pueblo del pecado.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Mateo. (I, 18-20.)
Continuación del santo Evangelio según San Mateo. (I, 18-20.)
Estando desposada con José
María, la Madre de Jesús, antes de que se juntasen, se
halló haber concebido del Espíritu Santo. Mas José, su marido, como fuese
justo y no quisiese infamarla, pensó abandonarla secretamente. Y pensando
él en esto, he aquí que el Ángel del Señor se le apareció en sueños,
diciéndole: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque
lo que en ella ha nacido, del Espíritu Santo es. Y parirá un hijo y le
llamarás Jesús, pues El salvará a su pueblo de sus pecados.
OFERTORIO
Príncipes, abrid vuestras puertas; y elevaos, puertas eternas, y entrará el Rey de la gloria.
Príncipes, abrid vuestras puertas; y elevaos, puertas eternas, y entrará el Rey de la gloria.
SECRETA
Suplicamoste, oh Dios
omnipotente, hagas que, así como anticipamos la adorable Natividad
de tu Hijo, así recibamos gozosos sus eternos dones. El cual vive y
reina contigo.
Durante la Comunión, la
Iglesia se alegra de poder saborear ya en el Sacramento de la Eucaristía a
Aquel cuya carne purifica y alimenta nuestra propia carne, sacando del consuelo
que este divino manjar la procura, la fortaleza para esperar hasta el momento
supremo, en que los Ángeles la llamarán a la Cueva del Mesías.
COMUNION
Se revelará la gloria del Señor: y toda carne verá la salud de nuestro Dios.
Se revelará la gloria del Señor: y toda carne verá la salud de nuestro Dios.
POSCOMUNION
Suplicamoste, Señor, hagas que respiremos con la anunciada Natividad de tu Hijo, cuyo celestial Sacramento hemos comido y bebido. Por el mismo Señor.
Suplicamoste, Señor, hagas que respiremos con la anunciada Natividad de tu Hijo, cuyo celestial Sacramento hemos comido y bebido. Por el mismo Señor.
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