21 de diciembre.
Santo
Tomás, apóstol.
(† Siglo
I)
Epístola – Ef; II, 19-22.
Evangelio – San Juan; EX, 17-18.
Fué
santo Tomás de nación galileo y uno de los doce escogidos por el Señor para
predicadores de su Evangelio, y conquistadores del mundo. Sábese de él que cuando
Cristo nuestro Señor quiso volver a Judea para resucitar a Lázaro, diciéndole
los otros discípulos que no fuese, porque poco antes los judíos le habían querido
apedrear, solo santo Tomás con grande ánimo dijo: «Vayamos nosotros también, y
con él muramos.» Y en el sermón de la cena, como el Señor dijese que iba a
prepararles lugar y que sabían el camino por donde iba, díjole el santo:
«Señor, -no sabemos a dónde vas; y ¿cómo podemos saber el camino?» Finalmente,
no estaba Tomás con las otros apóstoles cuando el mismo día de la resurrección se
les apareció Jesús glorioso y triunfante; y no creyendo después a los que le habían
visto y tocado; dijo aquellas palabras: «Si no viere yo con mis ojos las llagas
de los clavos en sus manos, y no entrare mis dedos en ellas, y si no pusiere mi
mano en su costado, no creeré» que es él y que está vivo. Y el benignísimo Señor,
volviendo después de ocho días a aparecérsele, estando entre ellos Tomás, se volvió
a él y le dijo: «Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y toca mi
costado: y no quieras ser incrédulo, sino fiel.» Quedó asombrado Tomás con la
vista y dulzura del Salvador: y atónito con la novedad y derretido de gozo,
exclamó: «Señor mío y Dios mío»: confesando que aquel Señor que había muerto en
la cruz y ahora veía resucitado, era verdadero Hijo de Dios. Algunos días
después, yendo san Pedro a pescar, llevó consigo algunos de los apóstoles y discípulos,
entre ellos a Tomás: y como hubiesen gastado toda la noche sin provecho alguno,
aparecióseles a la mañana el Salvador en la ribera, y les mandó que echasen la
red a la parte derecha de la barca. Después que recibió el Espíritu Santo con
los demás apóstoles y hubo predicado el Evangelio en Jerusalén y en Judea,
cúpole en suerte predicarlo a los persas y a los medos, y luego a los habitantes
de la India, obrando en todos estos países numerosísimas conversiones; hasta
que en Calamina, ciudad de la India, se vio muy perseguido del rey idólatra, el
cual después de haberle hecho padecer cruelísimos tormentos, lo mandó atravesar
con una lanza. Alzó el santo apóstol los ojos al cielo, invocó el nombre de
Jesucristo, suplicándole perdonase a sus verdugos y conservase en la fe los
nuevos cristianos que por su medio se habían convertido. Permanecieron ocultas
sus sagradas reliquias, hasta que Juan III, rey de Portugal, procuró con gran diligencia
descubrirlas, aunque sin provecho; mas insistiendo en su santo propósito,
después de nuevas diligencias, excavando en la pared de una capilla en la
ciudad de Meliapur, descubrióse en 1523 un sepulcro en forma de nicho, dentro
del cual se hallaron los santos huesos, una redoma con sangre, y la punta de la
lanza, instrumento de su martirio.
Reflexión:
Pasma
el entrañabilísimo amor de nuestro Salvador para con los pecadores. A Pedro que
le había negado tres veces, se le aparece el primero entre los discípulos; y a
santo Tomás, que se resistía a creer en su resurrección, le regala con el
tierno favor de permitirle meter sus dedos en su santísimo costado. Jamás te han
de desalentar tus .faltas, por grandes que hayan sido. Llóralas de corazón, y
no temas que Dios te mire airado por ellas.
Oración:
Concédenos,
Señor, que nos gloriemos en la solemnidad de tu bienaventurado apóstol santo
Tomás, para que seamos ayudados de su patrocinio, y con devoción conveniente
imitemos su fe. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
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