Conferencia pronunciada en Montevideo,
(el 8 de agosto de 1979.)
Sobre la Nueva Misa
Respecto
a la Nueva Misa destruyamos de inmediato esta idea absurda: si la Nueva Misa es válida, luego se puede
participar. La Iglesia siempre ha prohibido a los fieles
asistir a las Misas de los cismáticos y de los herejes, aun si ellas fueran
válidas. Es evidente que no se
puede participar de Misas sacrílegas, ni de Misas que pongan nuestra fe en
peligro. Pues es fácil demostrar, tal como ella ha sido
formulada por la Comisión de la Liturgia, que la Nueva Misa con todas las autorizaciones dadas por el Concilio de
una manera oficial, y con todas las explicaciones de Mons. Bugníní, presenta un
acercamiento inexplicable a la teología y al culto de los protestantes.No aparecen muy claros y hasta son contradichos,
los dogmas fundamentales de la Santa Misa, que son los siguientes:
• el altar transformado en mesa, sin el ara;
• la Misa frente al pueblo, en lengua vernácula en voz alta,
• la Misa tiene dos partes: la Liturgia de la Palabra y la de la
Eucaristía;
•los vasos sagrados vulgares, el pan fermentado, la distribución de la
Eucaristía por laicos, en las manos;
•el Sagrario escondido;
•las Lecturas leídas por mujeres; la Comunión dada por laicos.
Todas estas novedades están autorizadas.
Se puede pues decir sin ninguna exageración que la mayoría de estas Misas
son, sacrílegas y que disminuyen la fe, pervirtiéndola. La desacralización es
tal que la Misa se expone a perder su carácter sobrenatural, "su misterio
de fe", para convertirse nada más que en un acto de religión natural. Estas Misas nuevas no sólo no pueden ser
motivo de una obligación para el precepto dominical, sino que además con
relación a ellas hay que seguir las reglas de la Teología moral y del Derecho
Canónico, que son las de la prudencia sobrenatural con relación a la participación
o a la asistencia a una acción peligrosa para nuestra fe o eventualmente sacrílega.
¿Se debe decir entonces que todas esas Misas son inválidas? Desde que
existen las condiciones esenciales para la validez, es decir, la materia, la forma,
la intención y el sacerdote válidamente ordenado, no se puede afirmar lo
contrario. Las oraciones del Ofertorio, del Canon y de la Comunión del
Sacerdote que circundan la Consagración son necesarias a la integridad del
Sacrificio y del Sacramento, pero no a su validez. El Cardenal Mindszenty en la
prisión, a escondidas de sus guardianes, pronunciaba las palabras de la
Consagración sobre un poco de pan y vino para alimentarse del Cuerpo y Sangre
de Nuestro Señor; ciertamente realizó el Sacrificio y el Sacramento.
A medida que la fe de los sacerdotes se corrompa y que no tengan más la
intención que pone la Iglesia (porque la Iglesia no puede cambiar de
intención), habrá menos Misas válidas. La formación actual no prepara a los
seminaristas para cumplir con la validez de las Misas. El Sacrificio
propiciatorio de la Misa no es más el fin esencial del Sacerdote. Nada más
decepcionante y triste que oír las pláticas o comunicados de los Obispos sobre
la vocación, a raíz de una ordenación sacerdotal, Ya no saben lo que es un
Sacerdote. Para juzgar la falta subjetiva de aquéllos que celebran la Nueva
Misa y de los que asisten, debemos aplicar la regla del discernimiento de
espíritus según las directivas de la teología moral y pastoral. Debemos actuar siempre
como médicos de almas y no como jueces y verdugos, como están tentados de hacer
quienes están animados por un celo amargo y no por el verdadero celo. Que los jóvenes
sacerdotes se inspiren en las palabras de San Pío X en su primera encíclica y
en los numerosos textos de autores, espirituales como los de Dom Chautard:
"El alma de, todo apostolado", Garrígou Lagrange en el II tomo de
"Perfección cristiana y contemplación", y Dom Marmion. "Cristo,
ideal del Monje".
Sobre
el Papa
Pasemos a la segunda parte, no menos importante: ¿Tenemos realmente un
Papa o un intruso en la sede de Pedro?
¡Dichosos los que han vivido y muerto' antes de hacerse esa pregunta!
Hay que reconocer que el Papa Paulo VI ha causado y ocasionado un serio
problema a la conciencia de los, católicos. Sin indagar ni conocer su culpabilidad
en la terrible demolición de la Iglesia bajo su Pontificado, no se puede dejar
de reconocer que aceleró las causas en todos los órdenes. Uno se pregunta ¿cómo
un sucesor, de Pedro ha podido en tan poco tiempo causar más males a la Iglesia
que la revolución de 1717.
Hechos precisos como las firmas estampadas en el artículo VII de la
Instrucción concerniente al Novus Ordo Missae, como también el documento de la
"Libertad Religiosa" son escandalosos y dan ocasión para que algunos
afirmen que ese Papa era herético y que, por su herejía dejó de ser Papa. La consecuencia de este hecho sería que la
mayoría de, los cardenales actuales no lo serían y además serían ineptos para
la elección, de otro Papa. Los Papas Juan Pablo II no habrían sido entonces
elegidos legítimamente. Es entonces inadmisible rezar por un Papa que no lo es y conversar con aquél que no tiene,
ningún título para sentarse en la silla de Pedro. Como ante el problema de la invalidez
de la nueva misa, aquéllos que afirman que
no. hay Papa simplifican demasiado los problemas.
La realidad es más compleja. Si uno se
pone a preguntar si un Papa puede ser
herético se descubre que el problema no es tan simple come se cree. Sobre este tema, el estudio muy objetivo hecho por Xavier da Silveira muestra que un buen número. de teólogos
piensa que el Papa puede ser hereje como doctor privado, pero. no. como doctor
de la Iglesia Universal. Es necesario,
entonces, examinar en qué medida el Papa Paulo VI ha querida empeñar su infalibilidad en esos casos
diversos donde él ha firmado textos cercanos a la herejía, si no heréticos. Hemos pues podido observar en esos dos casos, como en otros muchos, que el Papa Paulo VI ha actuado mucho más como liberal que adhiriéndose a la herejía. Ya que, cuando
se le señalaba el peligro que corría, entregaba un texto contradictorio,
agregando una fórmula contraria a lo que
él afirmaba en la anterior, o redactando
una fórmula equívoca, lo que es propio
del liberal, el cual es incoherente por
naturaleza.
El liberalismo de Paulo VI, reconocido por su amigo el cardenal Daniélou, es suficiente para explicar los desastres de su Pontificado. El Papa Pío IX, particularmente, habló
mucho sobre el católico liberal, que él consideraba como destructor de la Iglesia.
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