Ven, Dios Santificador, omnipotente
Veni santificator
omnipotens seteme
Ven, Santificador
todopoderoso,
Deus:
et benedic hoc sacrificium tuo
Dios eterno; y bendice
este sacrificio,
sancto
nomini preparatum.
preparado
para gloria de tu santo nombre .
El Espíritu Santo, que obra el gran
milagro de la transubstanciación, santifica a las almas durante la misa.
Nuestro Señor quiso entregarse
a nosotros para comunicarnos esa llama de amor y ese fuego de caridad que había
en El, bajando en cierto modo de la Cruz, viene a nosotros y se nos entrega
como comida para comunicamos ese fuego de la caridad que hay en Él, el Espíritu
Santo que, en cierto modo, lo devora y lo consume de amor a su Padre y al
prójimo y este fuego se nos comunica en la sagrada Eucaristía que está llena
del Espíritu Santo. Y, eso mis queridos
fieles, es lo que se nos comunica por la sagrada Eucaristía y por el sacerdote.
¡Qué cosa admirable! ¡Cosas tan hermosas ha hecho Dios! ¡Cómo deberíamos
apreciar estos dones extraordinarios que Dios nos ha dado.
El Padre Froget, en la
conclusión de su libro sobre el Espíritu Santo, dice: "¡Cuántos cristianos
que poseen habitualmente la gracia y las energías divinas que la acompañan,
permanecen, no obstante, tan débiles y flojos en el servicio de Dios, tan poco
celosos por su perfección, tan inclinados a la tierra, tan olvidados de las
cosas del cielo y tan fáciles de arrastrarse al mal! Por eso nos exhorta el Apóstol
a no contristar al Espíritu Santo (Efe 4, 30) con nuestra infidelidad:”la
gracia y, sobre todo, a no apagarlo en nuestros corazones". (1 Tes 5, 19) "Hay
una causa que termina explicando por qué una semilla tan abundante de gracia
muchas veces no produce sino una cosecha raquítica. Es que, conociendo sólo muy
imperfectamente el tesoro que poseen, muchas veces sólo le tienen una débil
estima y se esfuerzan poco por hacerlo fructificar. Con todo, i qué fuerza, qué
generosidad, qué respeto de sí mismos, qué vigilancia, y también qué consuelo y
qué alegría no les inspiraría este pensamiento constantemente considerado y
piadosamente meditado: el Espíritu Santo habita en mi corazón! Ahí está,
protector poderoso, siempre dispuesto a defenderme contra mis enemigos, a
sostenerme en mis combates y a asegurarme la victoria. Amigo fiel, está siempre
dispuesto a darme una audiencia y, lejos de ser una fuente de amargura y de
molestia, su conversación da alegría y gozo. (Sab 8, 16) Ahí está, testigo
siempre atento a mis esfuerzos y a mis sacrificios, contando, cada uno de mis
pasos para recompensarlos un día, siguiendo todos mis movimientos, no olvidando
nada de lo que hago por su amor y su gloria. “Qué palabras tan hermosas y tan
alentadoras."
La incensación
La liturgia es una escuela de
respeto. Se inciensa a los demás, a las almas, que son los templos del Espíritu
Santo. Es una señal de respeto que debería ser una actitud habitual. No se debe
pensar en que los demás tienen un alma hecha a la imagen de Dios y que es el
templo del Espíritu Santo sólo al incensarlos, sino que es algo que tendría que
transparentarse en nuestras actitudes y en nuestras relaciones habituales con
los demás. No debería ocurrir que tengamos respeto por los demás únicamente en
la liturgia. Todo esto tiene que empapar nuestra vida y llevamos a tener ese
mismo respeto y humildad con los demás. Lo sagrado y lo divino inspiran
respeto. Una de las características de la Fraternidad será el respeto a las
almas bautizadas y tratar con respeto las cosas sagradas, en particular todo lo
que se refiere a la acción sagrada por excelencia, el santo sacrificio de la
misa. Por eso, no nos dejaremos llevar por esa corriente de vulgaridad y
tosquedad, fruto de la desacralización. El respeto de sí mismo y de los demás
será una característica particular del auténtico espíritu de la Iglesia. Los
fieles e incluso los infieles son muy sensibles a esta manifestación del
espíritu de la Iglesia y de Nuestro Señor. Es la verdadera manifestación del
espíritu cristiano y de la civilización cristiana, civilización de respeto,
fundada en la fe en lo sagrado y en lo divino, es decir, en Nuestro Señor, en
todo lo que representa y en todo lo que emana de Él mismo.
El salmo 25: Lavabo
Lavabo inter innocentes manus
meas:
et circumdabo altare tuum,
Domine.
Ut audiam vocem laudis: et
enarrem
universa mirabilia tua ..
dilexi decorem domus tue: et
locum habitationis gloriae tue.
Ne perdas cum impiis, Deus
animam
meam:
et cum viris
sanguinum vitam
meam. In quorum manibus
iniquitates sunt:
dextera eorum repleta est
muneribus.
Ego autem in innocentia mea
ingressus
sum: redime me, et miserere
mei.
Pes meus stetit in directo: in
ecclesiis
benedicam te, Domine.
Gloria
Patri ...
Sicut erat ...
Lavaré mis manos entre los inocentes
y rodearé, Señor, tu altar.
Para oír la voz de tu alabanza, y
pregonar todas tus maravillas.
Señor, he amado el decoro de tu
casa, Y el lugar donde reside tu
gloria No pierdas, Dios mío, mi alma con
los impíos, ni la vida mía con los
hombres sanguinarios:
En cuyas manos no se ve más que
iniquidad, Y cuya diestra está
colmada de sobornos.
Mas yo he procedido según mi
inocencia; sálvame, Señor, y apiádate
de mí.
Mi pie ha permanecido en el camino
recto; en las asambleas de los fieles
te bendeciré, Señor.
Gloria al Padre ...
Como era ...
Tenéis que amar cada vez más
la casa de Dios; la casa del sacerdote es la Iglesia y de esa casa, lo que
tiene que amarse antes que nada es: el altar. "Yo he amado, oh Señor, el
decoro de tu casa, y la mansión de tu gloria" (Sal 25, 8): es lo que el
sacerdote reza cada vez que se lava las manos. Por esto tenemos que procurar
que esos lugares sean lugares que los fieles puedan amar y veneran para que,
cuando entran en ellos, tengan el sentido de la grandeza de Dios. Esmerémonos
en adornar la casa de Dios y hacerla digna del que vive en ella. Todo tiene que
ser noble, grande, hermoso y ordenado, a imagen de Dios que está en el santuario,
el templo no es primero la casa del pueblo de Dios, sino antes que nada: es la
casa de Dios, domus Dei (Gen 18, 17)241, en donde el pueblo tiene que encontrar
y hallar a Dios, y comunicarse con El. Profundamente convencidos de que la
fuente de vida está en Cristo crucificado y, por lo tanto, en el sacrificio que
nos ha legado, los miembros de la Fraternidad descubrirán con una alegría cada
vez mayor que la Esposa mística de Nuestro Señor, nacida del corazón atravesado
de Jesús, no toma nada tan a pecho como transmitir, con una magnificencia
inspirada por el Espíritu Santo, este precioso testamento. De ahí los
esplendores de la liturgia que canta a Jesús crucificado y resucitado. La
Iglesia ha sabido presentamos y hacemos vivir de estos misterios de un modo
realmente divino, que cautiva a los corazones y eleva a las almas. Todo ha sido
preparado con un amor de esposa fiel y de madre misericordiosa. Todo es motivo
de edificación en los lugares sagrados, las ceremonias, los ornamentos, los
cantos, la elección de las oraciones del misal, del breviario, del pontifical y
del ritual. ¿Cómo podría pretender la
desacralización el alma que vive de su
fe y que la modela con la de la Iglesia?
Antes de empezar la oración Suscipe,
Sancta Trínítas, el sacerdote eleva su mirada a la Cruz del altar. El sacerdote
hace este gesto nueve veces en la misa para manifestar el vínculo entre el
sacrificio de la misa y el sacrificio de la Cruz.
Hay una Cruz mucho más
hermosa que esas cruces de piedra, que en realidad no son vivas, sino sólo
imágenes y esculturas. ¿Dónde está la Cruz viva? ¿Dónde está? ( ... ) Está ahí,
en el altar, en cada misa después de la consagración, puesto que Nuestro Señor
Jesucristo presente en el altar es el mismo que el que fue crucificado. Todos
los católicos han tenido siempre amor por la misa y han sentido la necesidad de
esta misa, algunas veces sin comprenderla bien, pero diciéndose: "Tengo
necesidad de ir a misa". ¿Por qué? Porque tenemos necesidad de la Cruz de
Nuestro Señor Jesucristo, de unimos con ella en este valle de dolores y en esta
tierra de exilio. Tenemos que sentimos sostenidos por esta Cruz de Nuestro
Señor."¡Salve, oh Cruz, esperanza nuestra!" La Cruz es nuestra esperanza
porque no es más que un camino, el camino a la vida «terna y a la gloria. Pero
hay que pasar por la Cruz, hay que tomarla y llevada en pos de Nuestro Señor
para llegar a la vida «terna. Este vía crucis tiene que ser el nuestro durante
nuestra vida, para poder llegar así a la vida eterna."
Suscipe, Sancta Trinitas
Suscipe sancta Trinitas, hanc
liblationem,
quam tibi offerimus ob memoriam
passionis,
resurrectionis, et acensionis
]esu Christi Domini nostri:
et in honorem beatae Marie Semper
virginis, et beati Joannis Baptistae, et sanctorum Apostolorum Petri et Pauli,
et istorum, per omnium
Sanctorum: ut illis proficiat ad honorem,
nobis autem ad salutem, et illi
pro nobis intercederé
dignentur in caelis, quorum
memoriam agimus in terris.
Per eumdem Christum Dominum
nostrum. Amén
Recibe esta ofrenda:
Recibe, Trinidad santa, esta
oblación
que te ofrecemos en memoria
de la
Pasión, Resurrección y
Ascensión de
Jesucristo, nuestro Señor; y
en honor
de la bienaventurada siempre.
Virgen
María, y de san Juan
Bautista, y de los
santos apóstoles Pedro y
Pablo, y de
estos Santos cuyas reliquias
están en
esta ara, y de todos los
Santos; para
que a ellos les sirva de
honra, y a
nosotros nos aproveche para
la
salvación; y se dignen
interceder por
nosotros en el cielo aquéllos
cuya
memoria veneramos en la
tierra. Por el
mismo Cristo nuestro Señor.
Amén.
Es la oblación de Nuestro Señor que
glorifica a la Santísima Trinidad, y el alma unida a esta oblación participa a
esta glorificación, siguiendo a los Apóstoles y a los mártires,
El sacrificio de la misa es
una oblación, y esta oblación tiene que ser el modelo de la nuestra. Nuestra
vida tiene que ser una oblación a Dios a través de Nuestro Señor Jesucristo,
per Dominum nostrum Iesum Christum, siempre a través de Nuestro Señor
Jesucristo y en unión con la oblación de Nuestro Señor Jesucristo. No hay otro
camino para alcanzar la visión beatifica, la bienaventuranza, ni para alcanzar
nuestro fin, que es Nuestro Señor Jesucristo. De ahí la importancia del
sacrificio de la misa y la importancia del verdadero sacrificio. Los Apóstoles,
después de Pentecostés, se reunían para celebrar los sagrados misterios, es decir
la santa misa: "Para la fracción del pan." (Hech 2, 42) Todos los
mártires han recibido la gracia y la perseverancia en la fe, y el valor de
sufrir el martirio en estos Santos misterios que celebraban en lugares
secretos, donde se escondían para que no los encontraran sus perseguidores. Las
catacumbas son un testimonio de ello. En las catacumbas se ve por todas partes
el recuerdo de este sacrificio celebrado por los primeros cristianos. La
oblación del sacrificio de la misa continuará en el Cielo. Seremos siempre víctimas ofrecidas a la gloria
de Dios. Siempre estaremos bajo la influencia de la Pasión de Jesús y de su
Cruz, y a Nuestro Señor le atribuiremos la gracia de la visión beatífica. Nuestro
Señor Jesucristo seguirá ofreciéndose durante la eternidad en su Cuerpo Místico
glorificado, en alabanza y acción de gracias a la Santísima Trinidad. Nosotros
seremos pequeñas células vivas de Nuestro Señor Jesucristo, que cantaremos sus
alabanzas por toda la eternidad.
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