El
sacrificio en la vida cristiana
La noción de sacrificio es una noción profundamente cristiana y
profundamente católica. Nuestra vida no puede prescindir el sacrificio. Una vez
que Nuestro Señor Jesucristo, Dios mismo, quiso tomar un cuerpo como el nuestro
y decir: "Tomad vuestra Cruz y seguidme si queréis salvaros'?", y
damos el ejemplo de la muerte en la Cruz y derramar su Sangre, ¿cómo nos
atreveríamos nosotros, pobres criaturas y pecadores como somos, a no seguir a
Nuestro Señor? Seguir a Nuestro Señor llevando su Cruz es todo el misterio y la
raíz de la civilización cristiana y católica. Todo el mundo tiene dificultades:
pruebas personales, pruebas de salud, etc. ¡Pues bien!, no podríamos comprender
esas pruebas si no pensáramos en la Santa Víctima que se ofrece en el altar."
Toda la religión católica se funda sobre el hecho de que nuestras acciones son
meritorias. Es lo que repetimos a cada momento. Cuando se está clavado en la
cama del hospital y se sufre durante meses, sabemos que se ofrecen esos
sufrimientos con los de Nuestro Señor, se comparte el Calvario y, por el hecho
mismo, todos los méritos que se ganan se derraman sobre el mundo y sobre uno
mismo por nuestra conversión y nuestra redención. Esto es lo que sostiene al
católico. Los protestantes, en cambio, no creen que nuestras acciones sean
meritorias porque pretenden que Nuestro Señor ya mereció todo en la Cruz del
Calvario. Y por consiguiente, según ellos, no podemos merecer nada. Vemos la
diferencia. Si nos dicen: "Todas tus acciones son inútiles para tu
salvación y no son meritorias," ¿de qué vale vivir, de qué vale sufrir y
de qué vale trabajar? Es lo que decimos a los padres de familia: "Vosotros
sufrís en vuestra familia y pasáis pruebas duras y difíciles. Pensad en unir
vuestros sufrimientos a los de Nuestro Señor Jesucristo en el Calvario y sus
sufrimientos en el sacrificio de la misa. Id, pues, al sacrificio de la misa y
ahí encontraréis el sostén de vuestra vida y la ayuda que os fortalecerá para
soportar vuestras pruebas". Entonces, el padre y la madre que siguen este
consejo, se dicen interiormente: "Sí, Nuestro Señor está en mí por su gracia
y yo me uno a sus sufrimientos. Así vale la pena sufrir". Cuántos de los que fueron encerrados en los campos de concentración y
en las prisiones, que sufrieron el martirio o que lo sufren todavía hoy, lo
soportan únicamente gracias a este pensamiento! Esto es lo que los sostiene:
pensar que unen sus sufrimientos a los de Nuestro Señor en el Calvario. Después
de esto, decir que la misa no vale nada para borrar los pecados y que no es un
acto ni obra meritoria, con el pretexto de que Nuestro Señor ya hizo todo,
sobre el Calvario, es totalmente contrario a lo que Él nos enseñó: "Tomad
vuestra Cruz y seguidme". ¿Por qué llevar la Cruz y seguido si no es algo
meritorio? ¿Por qué nos dijo esto Nuestro Señor? Para unimos a su Cruz. "Haced
penitencia". ¿Para qué hacer penitencia si no vale nada para nuestra
salvación? Es lo que dijo San Pedro a todos los que se habían reunido en
Jerusalén y le preguntaban: "¿Qué hemos de hacer? Nos dices que hemos
crucificado a Nuestro Señor y que tenemos que reparar: ¿qué hemos de hacer? -
Rezad, haced penitencia y recibid el bautismo. '" (Hech 2, 37-40) Esto es
lo que les respondió San Pedro: "Haced penitencia." La penitencia no
es sino unir nuestros sufrimientos a los de Nuestro Señor. Si no, nuestra vida
no tiene ningún sentido. En esto consiste la profundidad y la hermosura de
nuestra fe católica. De este modo, incluso en las pruebas y en el sufrimiento,
los católicos tienen la sonrisa en los labios. Tienen la alegría en el corazón
porque saben que su sufrimiento sirve de algo. Pero si se nos dijera: "¿No
sabéis que eso no vale nada?; podéis sufrir todo lo que queráis aunque eso no
sirve para nada", eso os encierra sobre vosotros mismos y pone tal vacío
en vuestra vida que terminaría por destruiros”. Ante la prueba, sabemos lo que
tenemos que hacer. Si mañana tenéis que guardar cama en un hospital o si
tenemos que ir a una clínica, si mueren nuestros parientes, o si somos abandonados,
la Cruz de Jesús está siempre ante nuestros ojos. "¡Lleva tus
sufrimientos! ¡Lleva tu Cruz! ¡Sígueme! ¡No abandones tu Cruz! ¡No arrojes la
Cruz que te doy para que la lleves! ¡Sígueme! y siguiéndome, tendrás la vida eterna y salvarás al mundo
entero!" Santa Teresita del Niño Jesús en su Carmelo salvó a millones de
almas. ¡Qué hermosa es nuestra Santa religión católica" Todas las
generaciones de esos padres y madres Santos que sufrieron cristianamente y
aceptaron sus sufrimientos con alegría, siendo un ejemplo para sus hijos,
entendieron bien qué es la vida cristiana. Soportaron sus sufrimientos y sus
dolores con Nuestro Señor Jesucristo. Por eso, esas generaciones de familias
cristianas dieron vocaciones. Las vocaciones nacieron del ejemplo de sus
padres. Vieron a sus padres vivir con Nuestro Señor Jesucristo y rezar con Él,
asistir al santo sacrificio de la misa con esa fe y con esa piedad, ofreciéndose
en oblación como víctimas con Nuestro Señor Jesucristo."
2. Completar la
Pasión de Nuestro Señor
San Pablo dice que tenemos que completar en nuestra carne la Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo" Nosotros también lo tenemos que desear. ¡Ah, es
un deseo que nos costará mucho, porque si queremos completar la Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo tendremos que sufrir con Él y ser inmolados con Él.
Será muy fácil decir: “Como yo soy cristiano, Dios me bendecirá y me evitara
todo sufrimiento, pasare mi vida sin sufrimientos ni sacrificio. Como amo a mi
Dios, Él tiene que amarme, y por eso no debe querer que yo sufra”. Eso es
comprender mal el misterio de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Si Nuestro
Señor Jesucristo nos mostró el ejemplo del sufrimiento redentor, así tenemos
que desear sufrir y sacrificarnos con Él.
3. El
sufrimiento, fuente de salvación
La comprensión del sacrificio en la propia vida, en la vida de cada
día, y la comprensión del sufrimiento cristiano son capitales. Tenemos que llegar al punto de no considerar
el sufrimiento como un malo como un dolor insoportable, sino unir nuestros
sufrimientos y nuestras enfermedades a los sufrimientos de Nuestro Señor
Jesucristo, mirando la Cruz y asistiendo a la santa misa, que es la
continuación de la Pasión de Nuestro Señor en el Calvario. Cuando se comprende el sufrimiento, se
convierte en una alegría y se vuelve un tesoro. Nuestros sufrimientos unidos a
los de Nuestro Señor y a los de todos los mártires, a los de todos los Santos,
a los de todos los católicos, a los de todos los fieles que sufren en el mundo
y a la Cruz de Nuestro Señor, se convierte en un tesoro inexpresable e
inefable, y alcanzan una eficacia extraordinaria para la conversión de las
almas y la nuestra. Muchas Santas almas cristianas han deseado incluso sufrir
para unirse más aun a la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Eso es la
civilización cristiana.
4. Imitar a la
Santísima Virgen
La Santísima Virgen participó en el sacrificio de la Cruz. Sufrió como un auténtico mártir por medio de
su compasión puesto que el anciano Simeón, cuando presento a Nuestro Señor en
el templo le dijo: “Una espada te atravesara el corazón”. (Luc. 2, 55) también
vosotros, si sufrís y tenéis pruebas en vuestra vida, que eso sea también la
espada que atraviesa vuestro corazón por medio de la compasión con Nuestro
Señor. Tened este deseo de sufrir con Nuestro Señor y con la Santísima Virgen para
la salvación de vuestras almas.
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