15 DE OCTUBRE
SANTA TERESA, VIRGEN
Epístola – Sab; VII, 7-14
Evangelio – San Mateo; XI, 25-30
LA
CARIDAD. — "Si bien la Iglesia triunfante del cielo y la que lucha en la tierra parecen
estar totalmente separadas, dice para
esta fiesta el obispo de Meaux, de hecho un lazo sagrado a ambas las une. Este
lazo es la caridad, que se halla
tanto en este lugar de destierro como en la patria eterna; que alegra a los santos ya triunfadores y anima a los que combaten; que,
extendiéndose del cielo a la tierra .y
de los ángeles a los mortales, convierte la tierra en cielo y a los hombres en ángeles. Porque, oh
Jerusalén santa, venturosa Iglesia de los
primogénitos, cuyos nombres están escritos en los cielos, aunque la Iglesia, hermana tuya
querida que vive y lucha en la
tierra, no puede compararse contigo, no deja de afirmar que un amor santo os une a las dos. Cierto que ella busca
y tú ya posees; que ella trabaja
y tú descansas, que ella espera
y tú ya disfrutas. Pero, entre tantas
diferencias que mucho os separan, esto al menos hay de común, que lo que aman los espíritus bienaventurados, es lo que aman también los hombres mortales.
Jesús es su vida, Jesús es la
nuestra; y entre sus cantos de alegría y nuestros tristes gemidos, se oyen
resonar por doquier las palabras del salmista sagrado: "Mi bien
está en unirme a Dios".
VOCACIÓN
DE TERESA. — Pues recordar al mundo este supremo bien de la
Iglesia de la tierra y
de la Iglesia del cielo, fue lo que hizo Teresa en unos tiempos calamitosos, desde las alturas del Carmelo, devuelto por ella a su primitiva
Perfección. Tras la noche glacial de
los siglos XIV y XV, se desprende de los ejemplos de su Vl da una fuerza de irresistible atracción que Perdurará en sus escritos, la cual arrastra
con- sigo a los predestinados a
seguir las huellas del Esposo.
Con todo, ni el Espíritu Santo
descubría por medio de Teresa caminos
desconocidos; ni, sobre todo, Teresa, la humilde Teresa, introducía novedades en sus escritos. Mucho antes que
ella, el Apóstol había dicho de
los cristianos que su conversación
está en los cielos y después de él,
Ambrosio, Agustín, Gregorio Magno, Gregorio Nacianceno y tantos otros testigos
de todas las Iglesias. Se ha
dicho y se ha probado mejor de
lo que nosotros acertaríamos a hacer: "Los Padres no conocieron ningún otro estado tan bien como el de la unión perfecta, que se
realiza en la cumbre de la contemplación: al leer sus escritos, no puede menos de advertirse la
sencillez con que tratan el tema;
parece que consideran ese estado
como frecuente y lo ven como el
desarrollo normal del cristianismo en su plenitud". En esto,
como en todo lo demás, la escolástica recogió sus datos. Esta corroboró la
doctrina relativa a esas cumbres de la vida cristiana, precisamente en los días
en que se estaba debilitando la fe de los pueblos y la caridad divina no lograba su pleno desarrollo más que
en el interior de algunos claustros ignorados.
Por su forma especial, la doctrina de
la escuela no estaba ya por
desgracia al alcance de todos; por otra parte, el carácter anormal de esa
época tan extrañamente agitada, se
reflejaba también en los
místicos que por entonces había.
LOS ESCRITOS DE TERESA. — Entonces apareció en escena, en el reino católico, la virgen de Ávila. Estaba admirablemente dotada por la gracia y por la naturaleza; supo de las resistencias
de ésta y de los llamamientos de Dios, de las dilaciones purificadoras, de los triunfos progresivos del amor; el Espíritu, que la
quería i de maestra en la
Iglesia, la llevaba por el camino clásico, si así se puede decir, de los
favores que reserva a los perfectos. Llegada, pues, al monte de Dios, hizo el recuento de las etapas
del camino que había recorrido, sin otra pretensión que obedecer a quien en nombre de Dios la mandaba; con pluma exquisita por la
sencillez y naturalidad, contó las
obras que llevó al cabo por el
Esposo; y no con menos lindeza puso
por escrito para uso de sus hijas las lecciones de su experiencia, describió
las varias moradas del castillo
del alma humana, en cuyo centro,
para quien sabe buscar, reside en un cielo anticipado la Trinidad Santa. No se necesitaba más: libre de
abstracciones especulativas, vuelta a su sencillez sublime, otra vez atraía a todas las inteligencias la Mística
cristiana; la luz despertaba al amor; y por doquier el jardín de la santa Iglesia exhalaba los
suaves aromas purificando la tierra,
rechazando los miasmas a cuyo
amparo la herejía y su pre, tendida
reforma amenazaban con anegar el mundo.
LA
VIDA UNITIVA. — Teresa, sin duda, a nadie invitaba a forzar la entrada de caminos que no
fuesen trillados. Pero, bien que la
unión pasiva e infusa quede
completamente a merced del beneplácito de Dios, la unión de conformidad
efectiva y activa al querer divino, sin la cual la primera no sería más que una ilusión, se
ofrece con la ayuda de la gracia
ordinaria a todo hombre de buena voluntad. "La verdadera unión, dice la Santa, se puede muy bien alcanzar,
con el favor de Nuestro Señor,
si nosotros nos esforzamos a procurarla, con no tener voluntad sino atada con lo que fuere la voluntad de
Dios. ¡Oh, qué de ellos habrá
que digamos esto, y nos parezca
que no queremos otra cosa, y moriríamos por esta verdad...! Pues yo os digo, y lo
diré muchas veces, que cuando lo fuere,
que habéis alcanzado esta merced del Señor... Esta es la unión que toda mi vida he deseado; ésta es
la que pido siempre a Nuestro Señor, y
la que está más clara y segura"
Esto no obstante, añadía: "Se deje de unos encogimientos que tienen algunas personas, y piensan es humildad. Sí, que no está la humildad
en que si el rey os hace una merced no la toméis, sino tomarla y entender cuan sobrada os viene, y holgaros con ella. Donosa
humildad, que me tenga yo a el
Emperador del cielo y de la
tierra en mi casa, que se viene a ella por hacerme merced y por holgarse conmigo, y que por humildad ni le quiera responder, ni
estarme con El, ni tomar lo que me da, sino que le deje solo; y que estándome diciendo y rogando
le pida, por humildad me quede pobre, y
aun le deje ir, de que ve que no
acabo de determinarme. "No
os curéis, hijas, de estas humildades, sino trata con él como con padre, y como con hermano, y como con señor, y como
con esposo; a veces de una
manera, a veces de otra, que El os
enseñará lo que habéis de hacer para contentarle. Dejaos de ser bobas, pedidle
la palabra, que vuestro Esposo es, que os trate como a tal". Pero por todas partes se oye decir, "hay peligros, fulana por aquí se
perdió, el otro se engañó, el otro, que rezaba mucho, cayó... Y mirá qué ceguedad de el mundo, que no miran los
muchos millares que han caído en
herejías y en grandes males sin
tener oración, sino distracción; y entre la multitud de éstos, si el demonio,
por hacer mejor su negocio, ha hecho caer a algunos que tenían oración, ha
hecho, poner tanto temor a
algunos para las cosas de virtud. Estos que toman este amparo para librarse, se
guarden; porque huyen del bien para librarse del mal... Así que, hermanas, dejaos de estos miedos... Procura tener limpia
conciencia y humildad, menosprecio de todas las cosas del mundo, y creer firmemente lo que tiene la Madre Santa Iglesia,
y a buen seguro que vais buen
camino Y es muy verdad: "Digo que si no viere en sí esta fortaleza grande, y que ayude a ella
la devoción u visión, que no la
tenga por segura. Porque, aunque
no se sienta luego el daño, poco a
poco podría hacerse grande, que a lo que yo veo y sé de experiencia, de tal manera queda el crédito de que es Dios, que vaya conforme a
la Sagrada Escritura; y como un tantico
torciese de esto, mucha más firmeza sin comparación me parece tenía en que es
demonio que ahora tengo de que
es Dios, por grande que la tenga.
Porque entonces no es menester andar a buscar señales, ni qué espíritu es, pues está tan clara esta señal para creer que es
demonio, que si entonces todo el
mundo me asegurase que es Dios,
no lo creería".
EL
OFICIO DEL DIRECTOR. — Pero el alma evita semejante peligro consultando a los que
pueden ilustrarla: "Y aunque para esto parece no son menester letras, mi opinión ha sido
siempre, y será, que cualquier cristiano procure tratar con quien las tenga
buenas, si puede, y mientras más
mejor; y los que van por camino de
oración tienen de esto mayor necesidad, y mientras más espirituales más... Yo siempre fui amiga de ellos (de letrados), que aunque
algunos no tienen experiencia, no aborrecen a el espíritu, ni le ignoran; porque en la Sagrada Escritura que tratan, siempre halla la verdad
de el buen espíritu... Creo temen en
gran manera (los demonios) las letras humildes y virtuosas, y saben serán descubiertos
y saldrán con pérdida...
¡Bendito seáis vos, Señor, que tan inhábil y sin provecho me hicisteis; mas alabo os muy mucho, porque
despertáis a tantos que nos
despierten! Había de ser muy continua nuestra oración por éstos que nos dan luz" "Porque yo sin letras ni buena vida...
lo escribo (esto) casi hurtando el tiempo, y con pena, porque me estorbo de hilar, por estar en casa
pobre, y con hartas ocupaciones...
Basta ser mujer para caérseme las alas, cuanto más mujer y ruin".
EL
AMOR AL PRÓJIMO. — Conforme al dicho del celestial Cantar de los Cantares, para
introducir a Teresa en lo más íntimo de sus secretos, el Esposo tuvo que ordenar el amor en su alma y regular la caridad en ella Una vez reivindicados sus derechos
soberanos, como es justo, pronto
la haría para con su prójimo más abnegada y más amante que lo fue nunca. El
dardo del Serafín no endureció
ni deformó su corazón. Ya en el
punto culminante de la perfección a que iba a llegar, el mismo año de su santa muerte: "Yo le digo, escribía, que sí me quiere bien, que se lo pago, y gusto de que me lo
diga. ¡Cuán cierto es de nuestro
natural querer ser pagadas! Esto
no debe ser malo, pues también quiere
serlo Nuestro Señor... Mas parezcámonos a Él, sea en que quieras. Y en otra parte, hablando de sus viajes
interminables en servicio del
Esposo: "Y en dejar las hijas y hermanas mías, cuando me iba de una parte a otra, yo os digo, que, como yo las amo tanto, que no ha
sido la más pequeña cruz... Que aunque
están de otras cosas desasidas,
ésta no se lo ha dado Dios, por
ventura para que fuese a mí más tormento, que tampoco lo estoy de ellas".
LA
NATURALEZA Y LA GRACIA. — De ninguna manera la gracia rebaja a la naturaleza,
que también
es obra del Creador. A la vez que la dedica al culto de Dios, la sanea, la
fortalece, la ordena; y con sus facultades en pleno desarrollo, hace que el
hombre regenerado tribute, a la vista de sus semejantes, al Dios Redentor, el
primero y el más palpable homenaje. Léase esa obra maestra de literatura que
llamamos Libro de las Fundaciones, o también el sin número de cartas que la
seráfica Mar e escribió robando tiempo a su vida activísima; y se verá si el
heroísmo de la fe y de todas las virtudes, si la santidad en su más alta
expresión mística, perjudica en Teresa un instante siquiera, no ya a la
constancia, a la abnegación, a la energía, sino a su inteligencia, que nunca se
turba , siempre activa y despierta hasta la jovialidad, a su carácter siempre
ecuánime, que de su plenitud derrama serenidad y paz sobre todo lo que la
rodea, a su delicada solicitud, a su ponderación, a su tacto exquisito, a su
especial gracia de las gentes y, en fin, a su talento práctico y a la
incomparable sensatez de esta contemplativa, cuyo corazón traspasado sólo latía
por milagro y cuya divisa fue: ¡Padecer o morir! Al bienhechor de una
fundación en proyecto le escribe: "No piense vuestra merced que ha de dar a
Nuestro Señor sólo lo que piensa ahora, sino mucho más... Y no es nada dar los reales,
que nos duele poco. Cuando nos apedreen a vuestra merced y al señor su yerno y a
todos los que tratamos en ello, como hicieron en Ávila casi, cuando se hizo San
Jose, entonces irá bueno el negocio". Y precisamente esta fundación de
Toledo, tan ruidosa por cierto, es a la que se refiere la palabra de la Santa
que tanto se hace amar "Teresa y tres ducados no significan nada; pero Dios,
Teresa y tres ducados, valen todo”.
LA
GRAN PRUEBA. —Teresa tuvo que gustar algo más que los desasimientos
humanos: Un día creyó que hasta Dios mismo la había des' amparado. Tuvo que
pasar por la prueba dé verse condenada y rechazada ella, con sus hijas y con
sus hijos, en nombre y por la autoridad del Vicario del Esposo, ni más ni
menos que lo que ocurrió antes a Felipe Benicio y después de ella a José de
Calasanz y a Alfonso de Ligorio. Era uno de los días anunciados ya desde los
tiempos antiguos, en los que se permite a la bestia declarar la
guerra a los santos y vencerlos. Nos falta tiempo y espacio p a r a referir
esos incidentes dolorosos; mas ¿para qué? La bestia no conoce sino un
solo método, que repite en el siglo XVI, en el XVII, en el XVIII y en todos los
siglos; también Dios, al permitirlo, intenta siempre el mismo fin: conducir a
los suyos a la alta cumbre de la unión dolorosa, en la cual El, que quiso
saborear antes que nadie la amargura de la hiel, pudo decir con más razón que otro
cualquiera: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado
VIDA. —
Teresa nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. La lectura de las Actas
de los Mártires, la hicieron desear ya desde la infancia el imitarlos. Un día
se fugó de la casa paterna con el fin de llegar a África y allí derramar su
sangre por Jesucristo. De vuelta a casa por su tío, quiso suplir el martirio
con el fervor de su caridad para Dios y para el prójimo. A los 20 años entró en
el Carmelo, donde iba a vivir una vida de tribulaciones, de penitencias y de
oración, privada durante diez y ocho años del alivio de los consuelos que luego
iba a tener. Su celo la sugirió devolver al Carmelo la Regla primitiva. Con la
aprobación de Pío IV y la ayuda del P. Juan de la Cruz, pudo edificar treinta y
dos monasterios. El Señor la recompensó con favores singularísimos, visiones y
éxtasis y con la transverberación de su corazón. A la oración ferventísima unía
la práctica de grandes penitencias por la salvación de los infieles y la
conversión de los herejes. El fuego de su caridad acabó con su vida en Alba, el
4 de octubre de 1582. Su cuerpo continúa incorrupto hasta nuestros días.
Reconocidos sus milagros por la Iglesia, Teresa fue canonizada por Gregorio XV.
"SUFRIR
POR AMOR". — Al Amado que se te descubre en la
muerte, le encontraste ya, oh Teresa, en los padecimientos de la vida presente. "Si
hay algo que merezca la pena de volver a este mundo, sería el deseo de sufrir
en él algo más todavía". —
"No me admiro, dice Bossuet, de que Jesús haya querido morir: debía a su
Padre este sacrificio. Pero ¿qué necesidad tenía de haber vivido y terminado
sus días entre tantos trabajos? La razón es la siguiente: por ser el varón de
dolores, como le llamaba el Profeta, únicamente quiso vivir para sufrir; o para
decirlo con más energía con la bella palabra de Tertuliano, quiso saciarse,
mejor que morir, en el placer de la paciencia: Saginari voluptate
patientiae discessurus volebat3. He aquí un modo extraño de hablar. ¿No creerías
tú que, según el sentir de este escritor eclesiástico, toda la vida del
Salvador fue un festín cuyos manjares todos eran tormentos? Banquete raro para
el mundo, mas Jesucristo lo consideró digno de su paladar. Su muerte era suficiente
para nuestra salvación; pero no bastaba su muerte al maravilloso apetito que
tenía de sufrir por nosotros. Fue necesario añadir los azotes y esa corona
atroz que taladra su cabeza y todo el aparato de espantosos suplicios. Y todo
eso ¿por qué? Porque sólo vivió para sufrir, y quería hartarse del placer de
sufrir por nosotros antes de morir". Y, por eso, puesto en la
cruz, "viendo en los decretos eternos que ya nada le quedaba por sufrir: Ah,
exclama, se acabó, todo
se ha consumado1: vámonos, nada nos queda que hacer en este mundo; y
al instante entregó su alma a su Padre”. "
PADECER
O MORIR”. — Ahora bien, si fue este el espíritu de Jesucristo
Salvador nuestro, ¿cómo no va a ser el de su esposa Teresa de Jesús? "También ella quiere padecer o morir; y su amor no puede aguantar que otra
causa distinta de la que difirió la muerte del Salvador, retrase la suya. A
vista de este magnífico ejemplo deben encenderse nuestros corazones. "Si
somos verdaderos cristianos, tenemos que desear el permanecer siempre con
Jesucristo. Ahora bien, ¿dónde encontramos a este adorable Salvador de nuestras
almas? ¿En qué lugar podremos estrecharle entre los brazos? En sólo dos lugares
se le encuentra: en su gloria o en sus suplicios, en su trono o en su cruz. Para
estar con él tenemos, pues, que abrazarle en su trono, ye so nos lo procura la
muerte, o bien unirnos con su cruz y esto lo logramos mediante el sufrimiento;
de modo que h a y que sufrir o morir para no perder nunca al Salvador. Suframos,
pues, cristianos, suframos cuanto Dios quiera enviarnos: aflicciones y enfermedades,
miserias y pobreza; injurias y calumnias; procuremos llevar constante y
valiente mente cualquier partecilla de su cruz con que tenga a bien
honrarnos".
ORACIÓN
Y VIRTUD. — Enséñanos tú ese cristianismo fuerte y verdadero, ya
que la Iglesia te presenta como madre y maestra de sus hijos en los caminos de
la vida espiritual. Cierto que la perfección no se adquiere en un día; tú lo
dijiste: "Caro costaría, si no pudiésemos buscar a Dios sino cuando
estuviésemos muertos al mundo... Dios me libre de gente tan espiritual, que todo
lo quiera hacer contemplación perfecta, dé do diere" Pero también nos
libre Dios de esas devociones mal entendidas y pueriles que tú llamaste
"devociones a bobas" y que tanto repugnaban a la rectitud ya la dignidad
de tu alma generosa. No quisiste otra oración, sino la que te "hiciese crecer las virtudes"; convéncenos, pues, del gran
principio que, refiriéndote a la oración, expresaste con estas palabras:
"el caso es que en estas cosas interiores de espíritu la que más aceta y
acertada es, es la que deja mejores dejos... Llamo dejos, confirmados con
obras... ¡Oh! que ésta es la verdadera oración, y no unos gustos para nuestro
gusto no más Y únicamente se salvará el que haya observado los mandamientos y
cumplido la ley; y el cielo, tu cielo, Teresa, es la recompensa de las virtudes
que practicaste y no de las revelaciones ni de los éxtasis que Dios te otorgó.
PLEGARIA. —
Alcánzanos desde esa mansión en que tu amor se alimenta de la dicha infinita, como
en otro tiempo se sació de padecimientos en la tierra, que España, que te vio nacer, conserve celosamente en estos menguados
tiempos de hoy su hermoso título de católica. No olvides tampoco el notable
influjo que tuvo Francia amenazada en su
fe para determinarte a devolver al Carmelo su austeridad primitiva. Quiera Dios
que tus hijos reciban las bendiciones del cielo y aumenten en número y más todavía
e n mérito y santidad. E n todas las latitudes donde El Espíritu de Dios multiplicó
a tus hijas, recuerden siempre sus
asilos benditos los primeros "palomarcitos de la Virgen Nuestra Señora",
donde "comenzó la Divina Majestad a mostrar sus grandezas en unas mujercitas
flacas". El fin de sus oraciones y de sus ayunos se enderezó siempre al
triunfo de la fe, a la ayuda de sus defensores; ¡cuán dilatado campo se abre a
su celo en estos aciagos días! Con ellas y contigo pedimos a Dios estas dos
cosas: "La una, que haya muchos de los muy mucho letrados y religiosos que
hay, que tengan las partes que son menester para esto (para trabajar por la
Iglesia)... y a los que no están muy dispuestos, los disponga el Señor, que más
hará uno perfecto que muchos que no lo estén. La otra, que después de puestos
en esta pelea, que... no es pequeña, los tenga el Señor de su mano para que
puedan librarse de tantos peligros como hay en el mundo, y tapar los oídos en
este peligroso mar del canto de las serenas... Mira, Dios mío... y habed
lástima de tantas almas como se pierden, y favoreced vuestra Iglesia. No permitáis
ya más daños en la Cristiandad, Señor; dad ya luz a estas tinieblas"
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