La misa,
fuente de salvación.
El sacrificio de Nuestro Señor está en el corazón de
la historia de la humanidad para santificada toda entera, llevada a Dios y
hacerle cantar sus alabanzas y su gloria." El sacerdote está hecho ante todo para ofrecer el
sacrificio de la Redención y para que desciendan las gracias del Corazón de
Nuestro Señor Jesucristo atravesado por la lanza. La Sangre brotó de su Corazón
y fue derramada por muchos. ¿Por qué "por muchos"? Porque muchos la
rechazan. No es que Nuestro Señor no quiso derramar su Sangre por todos, pues
se dice en el ofertorío: "Te ofrecemos el cáliz por la salvación de todo
el mundo". 2ll Pero, por desgracia, en la realidad, icuántas almas
rechazan esta Sangre de Nuestro Señor Jesucristo! Y este es el papel esencial
del sacerdote: ofrecer esta Sangre y difundir sus gracias por medio de todos
los sacramentos"
La Santa Iglesia ve siempre a su Esposo místico en
el Huerto de los Olivos: Jesús postrado, orando y sufriendo! i Sufriendo hasta
derramar sangre por el dolor que siente! Pero, lo cuál es, pues, este dolor?
¿No tiene Jesús la visión beatífica? Incluso en este mundo, sobre esta tierra,
sí, Jesús, en su alma Santa, tiene la visión beatífica. Entonces, ¿por qué
sufría así? Un ángel tuvo que venir a ayudado de tanto que sufría... A causa de nuestros pecados y a causa de este mundo
que no quiere recibirlo. "Vino a los suyos -dice San Juan- y los suyos no
lo recibieron?" (jn 1, 11) Dios ha creado el mundo y a los hombres, y los
hombres se han apartado de Él. Ya nuestros primeros padres se apartaron de
Nuestro Señor y Él los rescató con su Cruz y con su Sangre. Vino en medio de
ellos y ellos renegaron de Él, no lo quisieron y lo crucificaron. Y aún hoy, ¡que
situación! ¡Cómo sufrió Jesús viendo esto! ¡Cómo fue martirizada la misma
Santísima Virgen ante el pensamiento de que la Sangre de su divino Hijo no
sería recibida por toda la humanidad! Ese fue su martirio. Pues bien, es
también el martirio de la Iglesia. Tiene que ser también vuestro martirio. Si
no entendéis esto y no sois martirizado s viendo a estas almas que rechazan a
Nuestro Señor, no sois realmente hijos de la Iglesia. Y vosotros tenéis que ser
hijos privilegiados de la Iglesia. De este modo, al igual que lo tuvo Nuestro
Señor Jesucristo, tenéis que tener este deseo de rezar y de ofreceros, de
sufrir y de daros enteramente a Dios para que las almas abran sus corazones y
reciban este Nombre de Jesús, fuera del cual no hay salvación. Seréis almas de
oración, almas sufrientes y aceptaréis este martirio. De este modo, seréis
misioneros. Viendo la situación del mundo, seréis misioneros pero como lo son
en primer lugar las almas contemplativas que se encierran en los monasterios.
Seréis misioneros, por medio de la oración y de la penitencia: éste es el ejemplo
que nos dio Nuestro Señor y lo que la Iglesia ha deseado siempre!”
2.
La misa, fuente de civilización
Las virtudes que provienen del sacrificio de la misa
y de la Cruz se difunden poco a poco en las almas. Así se restablece poco a
poco el orden en ellas, en los individuos, en las familias, en las ciudades y
en toda la sociedad. (...) Así es como tuvo lugar la civilización cristiana"
La historia de la civilización cristiana encuentra su fundamento, su desarrollo
y su vitalidad en la gran oración pública de la Iglesia que infunde el espíritu
de caridad y el espíritu de justicia a los que viven de ella. Todas las
iniciativas caritativas y Santas tienen su origen en el espíritu que se nos da
a través de los sacramentos y del sacrificio del altar" Yo vi lo que podía
la gracia de la santa misa y lo vi en esas almas Santas que eran algunos de
nuestros catequistas. Esas almas paganas transformadas por la gracia del
bautismo, por la asistencia a la misa y por la sagrada eucaristía, comprendían
el misterio del sacrificio de la Cruz y se unían a Nuestro Señor Jesucristo en
los sufrimientos de su Cruz, ofrecían sus sacrificios y sus sufrimientos con
Nuestro Señor Jesucristo y vivían cristianamente. (...) Yo pude ver las aldeas paganas que se habían
convertido en cristianas transformarse no solamente, diría yo, espiritual y
sobrenaturalmente, sino física, social, económica y políticamente,
transformarse, pues, porque esas personas, de paganos que eran, se volvían
conscientes de la necesidad de cumplir su deber, a pesar de las pruebas, y en
particular sus compromisos del matrimonio. La aldea se transformaba poco a poco
bajo la influencia de la gracia del santo sacrificio de la misa, y todas esas
aldeas querían tener su capilla y la visita del sacerdote. La visita del
misionero la esperaban con impaciencia para poder confesarse y luego
comulgar?"
3.
La capilla, signo de cristiandad
En país de misiones, nos quedamos sorprendidos al
ver hasta qué punto los catecúmenos, los cristianos y las comunidades
cristianas están apegados a su capilla y a su lugar de culto. Todos quieren
tener su capilla. Desde que se reúnen, al estar atraídos por la Cruz, sienten
esta necesidad, atraídos realmente por Nuestro Señor y por esta ofrenda de sí
mismos. Es un punto fundamental en la vida del cristiano. Esta reacción está
realmente aspirada por el Espíritu Santo. Ese es el signo directo de la
extensión de una cristiandad. Si en una aldea se ve la capilla, el lugar de
oración con el altar y encima de él la Cruz, que significa el Calvario de
Nuestro Señor y el sacrificio, se puede decir: "¡Ah, en esta aldea hay
cristianos!" Claro que, evidentemente, eso ha sido motivo de martirios,
porque los paganos vieron que su culto disminuía y que sus discípulos se
convertían. Algunos jefes paganos estaban tan furiosos que exterminaron a los
misioneros. Es la reacción normal del demonio contra la Cruz de Nuestro Señor
Jesucristo.
4.
La civilización cristiana vale para todos los pueblos
Es totalmente contrario a la fe de la Iglesia decir
que la civilización cristiana es sencillamente una civilización occidental y
europea, y decir igualmente que, por consiguiente, del mismo modo que hace
falta adaptarse a todas las culturas, nuestra fe tiene que adaptarse a las
demás civilizaciones. Es lo que dice Bugnini en su libro sobre la reforma
litúrgica. Dice que el apostolado sólo tendrá efecto cuando la liturgia se haya
adaptado a todas las civilizaciones y a todas las culturas, cosa que él llama
inculturación. ( ... ) En realidad, como dice muy bien San Pío X en su carta
sobre Le Sillon, la civilización cristiana no está por inventarse, sino que
existe y existirá siempre, y no se puede cambiar, porque la civilización
cristiana tiene por fuente todas las virtudes de Nuestro Señor Jesucristo, que
provienen de su Pasión y de su Divinidad por medio de su Humanidad.219 Tiene por
origen el ejemplo de Nuestro Señor así como todas las virtudes cristianas que representa
y la gracia que infunde en nosotros. Esta es la civilización cristiana y esto
vale para todos los hombres. En efecto, en la medida en que todas las
sociedades están repletas de vicios por causa del pecado original, hay que
purificadas y santificadas por medio de la Pasión de Nuestro Señor para
hacerlas cristianas".
Las heridas del pecado original permanecen incluso
después del bautismo: herida de ignorancia (privación de la virtud de
prudencia) que nos ciega; herida de malicia (privación de la virtud de
justicia) que nos impide dar a cada uno, es decir, a Dios y al prójimo, lo que
se le debe, y que lleva al hombre a pensar sólo en sí; herida de debilidad
(pérdida de la virtud de fortaleza) caracterizada por la inconstancia; y herida
de concupiscencia (pérdida de la virtud de templanza) que desordena la medida y
la templanza que tenemos que tener en el uso de los bienes de este mundo. Estas
heridas profundas sólo se pueden cerrar por medio del sacrificio y de la
renuncia. Para volver al orden hace falta el sacrificio. Por eso Nuestro Señor
venció al demonio, destruyó el pecado y restableció el orden por medio de su
Cruz. Y la Cruz es la santa misa. La misa recuerda todos los días a los
cristianos que tienen que vivir una vida de sacrificio".
En un espíritu de humildad: In spiritu humilitatis
In spiritu humilitatis et in animo
contricto suscipiamur a te, Domine:
et sic fiq.t sacrificium nostrum in
conspectu tuo hodie, ut placeat tibi,
Domine
Deus.
Recíbenos, Señor, al presentamos a
Ti con espíritu humillado y corazón
contrito; y el sacrificio que hoy te
ofrecemos, oh Señor Dios, llegue a
tu presencia, de manera que te sea
grato.
Esta oración está tomada de la fórmula con la que
los tres jóvenes cautivos en Babilonia, viendo el horno ardiente en donde iban
a ser arrojados por no haber querido adorar el ídolo, se ofrecían valientemente
en holocausto a la gloria del verdadero Dios. Es una invitación a ofrecemos a
nosotros mismos y a aceptar cristianamente las pruebas de esta vida.
219-
Carta sobre Le Sillon, 25 de agosto de 19l0: "La civilización no está por
inventar, ni la ciudad nueva por constituir en las nubes. Ha existido y existe;
es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de
instaurada Y restaurada sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos
contra los ataques siempre nuevos de la utopía malsana, de la revolución y de
la impiedad: Omnia instaurare in Christo".
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