25 DE OCTUBRE
SAN CRISANTO
Y SANTA DARIA, MARTIRES
MODO DE CELEBRAR A LOS MÁRTIRES. — "Cuantas veces celebramos las fiestas de los
santos mártires, tenemos esperanzas de conseguir del Señor por intercesión de
ellos, gracias temporales de tal forma, que, imitando a estos mártires, merezcamos
recibir después los bienes eternos. "Los que imitan los ejemplos de los
mártires, esos son los que celebran de verdad las jubilosas solemnidades de los
santos mártires. Las fiestas de los mártires son, en efecto, como una invitación
a imitar gustosamente lo que se celebra con alegría. "Pero nosotros
queremos regocijarnos con los santos y nos negamos a tolerar con ellos la
persecución del mundo. El que no imita cuanto puede a los santos mártires, no
podrá llegar a su felicidad. El Apóstol
San Pablo proclama esta verdad
al decir: "Si somos compañeros de los padecimientos, también los seremos de la consolación". Y el Señor
dice en el Evangelio: "Si el
mundo os odia, sabed que antes me odió a mi". El que no quiere tolerar el odio con la cabeza de su cuerpo, renuncia a ser parte del
cuerpo".
LOS MÁRTIRES DE LA VÍA SALARIA. — No tenían estos últimos sentimientos aquellos
valientes cristianos que, en el día aniversario de los mártires Crisanto y
Daría, fueron a rezar y a celebrar el santo sacrificio al lugar de su
confesión. Llegaron los paganos y tapiaron la entrada del subterráneo. Llenos
de gozo aceptaron la muerte por Cristo, cuyo sacrificio místico ellos
renovaban. Pasaron muchos años. Al sonar para la Iglesia la hora de la victoria
y una vez que los cristianos conocieron el camino de la cripta sagrada, un
espectáculo singular apareció a su vista: frente al sepulcro donde reposaban
Crisanto y Daría, se había colocado alrededor del altar todo un grupo de
mártires y encima de este altar se encontraban aún los vasos de plata que
servían para el sacrificio. Nadie tuvo la osadía de tocar los huesos de los
mártires ni cambiar en lo más mínimo la disposición de aquella incomparable escena.
Se cerró otra vez la cripta, pero una abertura permite a los peregrinos echar
una mirada al augusto santuario y animarse para las luchas de la vida al
contemplar lo que los siglos de los mártires exigieron de sus antepasados en la
fe.
VIDA. — Nada
se sabe de los mártires Crisanto y Daría. Su leyenda nos dice que Crisanto
convirtió a su mujer y que ambos guardaron virginidad en el matrimonio. Su celo
por convertir a los paganos llamó la atención del prefecto Celerino, que los
hizo poner en tortura, conducirlos a un arenal de la Vía Salaria, arrojarlos a
una fosa y enterrarlos vivos. Sus reliquias descansan en la basílica de Letrán.
Daré a mis Santos un lugar distinguido en el reino de mi Padre, dice el Señor.
Esto canta la Esposa al celebrar a los mártires. Y al querer aplicaros la
palabra del Esposo, os asigna como morada vuestra en la tierra la insigne basílica
de Letrán, y como lecho de honor y de reposo el reducto sagrado, la misma confesión sobre la que descansa el altar mayor de la
Iglesia que es madre y cabeza de todas las Iglesias. Digna recompensa a
vuestros trabajos y a vuestro sufrimiento, puesto que en la misma Roma os cupo
la suerte de participar en la predicación de los Apóstoles, y como ellos,
sellar con vuestra sangre la palabra santa. No ceséis de justificar la
confianza de la Ciudad eterna: su fe, que siempre fue pura, hacedla cada vez más
fecunda; conservad inalterable su fidelidad al pontífice-Rey, cuya residencia
hace de Roma la capital del mundo, el vestíbulo del cielo. Pero vuestras
sagradas reliquias, gracias a la munificencia de Roma, han llevado muy lejos su
protección poderosa. Dignaos apoyar con vuestro valimiento la oración que
tomamos de vuestros devotos de Eifflia: "Oh Dios, que has realzado en tus
santos Crisanto y Daría el honor de la virginidad con la consagración del
martirio, haz que, ayudados con su intercesión, apaguemos en nosotros la llama
de los vicios y merezcamos ser templo tuyo en la compañía de los corazones puros."
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